Partida Rol por web

El pub tiene ya sus años, y sus mejores tiempos quedaron probablemente muy atrás. El polvo que inunda la madera forma parte de la decoración, y pueden verse restos de serrín viejo aquí y allá. Las mesas, en cambio, aunque viejas y repletas de signos marcados con pequeñas navajas y mondadientes, están limpias y bien barnizadas, y la barra de madera de roble está bien ordenada.

A tan temprana hora, un agradable aroma a bacon, huevos y pan caliente se erige sobre el habitual a cerveza derramada. Hay apenas dos o tres parroquianos separados entre sí, todos ellos leyendo el periódico. El dueño del lugar (a quien el inspector Parker conoce como Mr. Marlow), acodado sobre un extremo de la barra, escucha de una enorme radio noticias sobre la guerra.

Carter Lennox pide un té por no empezar tan temprano con la cerveza. Espera al inspector Parker y la señorita Mills mientras intentaba poner orden en su cabeza. La reunión el día anterior en la librería le había dejado exhausto y confuso, la recordaba vagamente y en medio de una nebulosa, como si hubiera ocurrido hacía un millón de años. Le dio un sorbo a su taza y extrajo una libreta para consultar sus notas. Se reunían aquí para acudir al hospicio de Croydon e investigar la desaparición de Catherine Holborn, una enfermera que decía poseer pruebas materiales acerca de los "ellos". Tenía anotado también el nombre del reverendo Crown, de cuya congregación era feligresa.

Al entrar en The Prospect of Whitby, el señor Parker ve enseguida al señor Lennox esperando ya en una mesa. Al pasar cerca de la barra, saluda al señor Marlow y pide un té.

-Buenos días, señor Lennox -saluda lacónicamente, y se sienta en la silla frente al escritor. Sin saber bien qué decir, mira la libreta del señor Lennox y luego mira por la ventana a la calle-. Espero que la señora Mills no haya perdido la memoria durante la noche.

La apocada señorita Mills entra sin apenas hacer ruido en el pub. Su prudencia es tal que, al sonar la campanilla de la puerta, podéis ver cómo se sobresalta visiblemente. 

Sonríe con temor y se aproxima a la mesa que ocupan sus compañeros sin desviar un ápice la mirada.

-Señor Lennox, Inspector Parker -murmura-. ¿Podría sentarme con ustedes...?

-Eh... por supuesto -digo a la vez que retiro la silla para que se siente la señorita Mills-. Buenos días.

Algo nervioso, doy un sorbo al té que me trae el camarero y luego comento:

-He venido con mi coche. Es pequeño, pero podemos ir los tres sin problemas. No tardaremos mucho en llegar al hospicio Mueller.

-Yo... -la mujer, en estado de permanente turbación, baja la mirada-. Mi trabajo como enfermera podría resultarnos útil allí... -dice, subrayando lo obvio.

Bebo el resto del té con rapidez y doy cuenta de las tostadas con mantequilla. Luego me espero a que terminen los demás.

-Bueno, deberíamos ir ya hacia el hospicio. A ver si encontramos a la enfermera antes de que llegue al trabajo.

Dicho esto me levanto para ir al coche.

Doreen se levanta como un resorte al ver al Inspector hacer lo propio. Se mueve hacia la puerta, mira hacia el señor Lennox, algo aturdida.

-¿No nos acompañará, señor Lennox? -dice, contemplando confusa hora al inspector, hora al escritor.

Los tres improvisados compañeros, entre miradas incómodas y disculpas constantes (por favor, usted primero; no, no, faltaría más, señor Inspector; me ofende usted, señor, pase por aquí) abandonan el pub dirigiéndose hacia un diminuto vehículo cercano, de color amarillo.

El Inspector Parker contempla su coche y lo señala con la palma de la mano abierta, como excusándose. Tras algún comentario acerca de la indecente tasa de vehículos con que la Corona (y Dios Salve al Rey Jorge VI) aflige al pueblo, todos entran y el vehículo se aleja.