Partida Rol por web

Nunca una palabra malsonante, nunca, ni siquiera en mi cerebro, callada y oculta.

Excepto ahora, como entonces. No voy a pensarla de nuevo, no a propósito. Pero ahí ha estado, como lo estuvo entonces.

Con una dificultad extrema consigo incorporarme de nuevo y apartar los ojos de las frases talladas en la madera. La dificultad de la conciencia, del entendimiento.

Como si no hubiera visto nada importante, como si no hubiera nada, importante o no, doy la espalda a la cama, a los hombres, erguida. Me sacudo una imaginaria mota de la manga.

-Oh, así que ese anticuario tenía razón... deberé pagar esa absurda apuesta de mi sobrino....

Murmuro para mí, lo suficientemente alto y claro como para que sea escuchado y comprendido. Y una apuesta... eso justifica los comportamientos más locos, las acciones más excéntricas. Como voltear una cama centenaria.

-Déjenlo todo como estaba. Y por favor, tengan cuidado esta vez.

No necesito copiar el escrito, ha quedado grabado a fuego en mi mente, con tanto detalle como lo está en la madera. Y aunque no entiendo el significado, la obvia conjunción con lo que Navil me ha dejado descrito en su carta póstuma me abruma. ¿Son, entonces, verdad sus acusaciones...? ¿O sólo hay un velo tan espeso entre el ahora y el ayer que las realidades se confunden, y él, diabólico entonces y ahora, diabólico matando y muriendo, las ha dejado atadas para hacer tambalear mi estructura, mi psique, mi entereza... en una última y letal venganza...?

Mentiras. Medias verdades, sí. Pero basadas en una enorme patraña trágica y cruel.

Sin embargo en mi alma la duda incide y hiere, dejando penetrar su veneno gota a gota a través de la herida...

El padre Sunfields te escucha con la atención y el respeto habitual. Muestra un comedido escepticismo ante lo que cuentas, aunque te reconoce que bajo el techo del cielo anidan cosas extrañas e incompresibles para los hombres. Su fe -verdadera, profunda, después de todo-, ayuda a que se mantenga abierto a cualquier posibilidad. 

Tu confesor no te considera responsable a ojos de dios de tus actos, sean estos ciertos, imaginados o falsos. Cree que si hiciste todo lo que aquel abyecto hombre insinúa en su escrito fue a causa de una droga, de un condicionamiento externo. Pero le perturba profundamente el contenido del mensaje bajo la cama. Le perturba porque ha escuchado algo parecido en una de sus feligresas, una tal señora Varney que despareció hará un par de semanas sin dejar rastro. El sacerdote se puso en contacto con su familia y la respuesta de sus hijos fue tan extraña como pertubadora: "¿Qué señora Varney? Yo no tengo madre"

Te cuenta asímismo que hay una librería especializada en lo oculto que tiene un grupo de trabajo, discusión o terapia (no sabe concretar más: estas librerías le producen urticaria) que parece tratar un tema similar al mencionado en ese mensaje de tu mansión y las paranóicas ideas de la señora Varney. No recuerda el nombre de la librería, aunque sí sabe que es una de las decanas de London y que sin duda es de las que mejor nombre atesora dentro de su... en fin, especialidad. Tú sugieres un par de nombres, y el Padre Sunfields reacciona afirmativamente ante el segundo: Jacobs Books.

Tú conoces esa librería, aunque no en persona. Sin duda habrás enviado a Charles a buscar algún ajado volumen especializado en religiones exóticas o sectas orientales. Si sabes que, según se cuenta, son serios y mantienen posturas razonablemente escépticas ante casi todo aquello que ellos mismos venden. Se dice también que cuentan con una biblioteca privada que sólo muestran a clientes de confianza.

Cuando durante el desayuno hablas acerca de Jacobs Books a tu fiel Charles, te comenta que recientemente ha leído un curioso anuncio suyo en el Times. Le llamó la atención porque parecía... parecía hablar de aquellas extrañas palabras ocultas bajo la cama. Lo busca en el ejemplar de hoy (por si acaso. Charles lo leyó hará unos dos días, y tiró el periódico a la papelera en cuanto digirió el perturbador contenido del mensaje) y afortunadamente lo encuentra, mostrándotelo:

"¿Los has visto a Ellos? ¿Sabes que están aquí, y nadie te cree? ¿Piensas que todo nuestro mundo está condenado a la desaparición si, finalmente, Ellos despiertan de sus sueños de muerte? Si es así, quizá quieras hablar con nosotros. 

Grupo Viernes, todos los viernes a las 6 p.m. en Jacobs Books. 

Vendiendo libros desde 1887
Cecil Court 27. 

(Horario comercial de 8 de la mañana a 6 de la tarde)."

La charla con el Reverendo, incluso siendo en confesión, no me alivió en absoluto. Sí, recibí la absolución, y eso me supuso quedar en paz con Dios, bien. Pero lo que supe de sus labios volvió a inquietarme tanto como me había inquietado comprobar la talla bajo la cama. Otra persona, una mujer, una frase parecida. Y una desaparición. Y los hijos, que niegan incluso que su madre existiera.

Ahora, mientras el té del desayuno se enfría, inusualmente olvidado junto al apetecible trozo de tarta de merengue, mi atención se centra en el anuncio del periódico.

-Gracias, Charles. Es... curioso, cuando menos. Creo que haré una visita a esa librería, justamente durante una de esas reuniones. Dime, ¿regenta el negocio el propio señor Jacobs? Supongo que cuando te he enviado a adquirir algún volumen debes haber mencionado que venías de mi parte. Debería saber que soy cliente de la casa desde hace tiempo... Y eso, a su vez, debería allanar obstáculos si me presento allí. ¿Cómo es ese hombre? ¿Qué impresión te ha dado?

-No, milady. Hasta donde yo sé el fundador debió morir hace años -responde Charles-. En la actualidad lo dirige el señor Patrick Howells. Hará unos ¿siete años?, quizá algo menos... Sí, hará unos siete años que Howells se hizo con el negocio. Un hombre culto, educado y atento, treinta y pocos años. Razonablemente escéptico, lo cual es un gran valor añadido regentando el tipo de librería del cual estamos hablando. Apocado, tímido pero entusiasta. Yo diría que soltero, usted ya me entiende. En cuanto a lo otro...

Charles frunce el ceño, tuerce un tanto la cabeza.

-La respuesta también es no, milady -confiesa-. Siempre he considerado que su nombre debía mantenerse a salvo de cualquier tipo de maledicencia popular. En este extraño mundo de lo oculto se me conoce, y se sabe que tras mis compras y estudios hay un mecenas. Pero estoy bastante seguro de que tanto el señor Howells como el resto de libreros, marchantes, contrabandistas y ladrones de antigüedades desconocen la identidad de ese mecenas. En todo caso -y aquí sonríe, como quien comparte un chiste privado-, puede que sospechen que me financia alguien de la alta nobleza. Y hablando de alta nobleza y asuntos esotéricos, ya sabe usted que hay un nombre que carga siempre con el muerto.

-Hum... ¿Estás sugiriendo que me parapete tras una fachada de protección, de, digamos, un encargo de mi buena amiga hacia su propio hijo...? ¿O tu sugerencia va por otros derroteros? Porque lo que tengo claro es que quiero asistir en persona a una de esas reuniones. Y hacerlo con la excusa de estar investigando el comportamiento de ese hijo díscolo de mi gran amiga, podría ser creíble, ciertamente.

La mano de Lady Alice se posó en el papel del periódico y tableteó con las cuidadas uñas sobre el anuncio. El entrecejo fruncido, sopesó durante unos instantes las posiblilidades, y los riesgos. Tenía una reputación que cuidar, cierto, pero su enigma, su propio enigma, era demasiado pesado como para que lo dejara olvidado. Ni siquiera podía delegar la investigación al respecto. O no quería. No, a cada paso que daba algo se anclaba más y más en su alma, algo desgarrador y oscuro. Y, no podía desentenderse de esa evidencia, suyo.

Finalmente asintió y dejó el periódico a un lado.

-Me acompañarás. Iremos a esa reunión, y mi interés aparente será el de una aristócrata preocupada por el buen nombre de otra, seré una escéptica cumpliendo un encargo, haciendo una buena obra. Y veremos. Te quedarás tras de mí, pero asistirás a la reunión todo el tiempo que yo lo haga. No creo que necesite un guardaespaldas, pero sí un... aliado ecuánime.

Tu fiel Charles se limita a asentir. Qué harías tú sin este hombre a tu lado.

En cuanto al asunto que te ocupa tienes suerte, porque hoy es viernes 21 de octubre. Tras dedicar un tiempo a meditar decides, casi a última hora, acercarte hasta la librería. Tu primera intención era llegar al lugar algo antes, para dar un vistazo y asegurarte de que es un comercio lo bastante... decoroso. Pero no estás acostumbrada a prepararte con tanta premura -además de que durante toda tu vida has sido adiestrada en la idea de que es protocolariamente aceptable, y hasta oportuno, que se te tenga que esperar-. En cualquier caso, hay que reconocer que hoy no te espera nadie.

Cecils Court es una calle repleta de librerías, esotéricas, de antigüedades y generalistas, y como es de esperar todas ellas cierran a idéntica hora. Hay un par de pubs cercanos (lo cual no te agrada en lo más mínimo) y varios teatros cuya superficial programación no está hecha para tus refinados gustos.

Para cuando llegas frente al local son casi las seis de la tarde, ya noche, apenas unos minutos antes de la hora del cierre; como la mayor parte de las librerías cercanas, afortunadamente en Jacob's Books se toman en serio su trabajo y no hay escaparates. Tu enorme y lujoso Rolls-Royce Phantom III de 1936 apenas sí puede circular por allí, y Charles se ve obligado a salir a una calle perpendicular donde encuentra sitio junto a otros dos vehículos (un modesto pero potente vehículo de orgullosa fabricación británica y uno de esos espantosos deportivos americanos que tanto gustan a los nuevos ricos). Un tendero cercano os hace sitio apartando un grupo de sacos y accede a custodiar el gigantesco trasatlántico en el cual te mueves.
 
El exterior de la librería está compuesto por un sobrio y grueso frontal de madera oscura, y parece satisfactoriamente limpio. Por fin, lanzando una mirada a tu mayordomo, tomas con fuerza la manija de bronce de su puerta, respiras hondo y abres la puerta haciendo sonar las campanillas del interior.

CAMBIO DE ESCENA 

(Seguimos en Jacob's Books)