Partida Rol por web

La discreta casa del administrador se alza entre una leve bruma que llega del puerto. No parece la más adornada de las residencias de la ciudad, pero se encuentra en un perfecto estado de conservación.

Al fondo de la calle, Ricardo nota a un extraño observando la calle. Parece no ir a ninguna parte y observa con cuidado a sus alrededores... ¿O quizá a él?

Ricardo se acercaba con paso lento a la casa de Khurgle. Se para a una manzana de distancia y se queda pensativo.

Bien bien bien. ¿Qué narices haces aquí Ricardo?.¿Qué esperas averiguar que no hayan sacado otras personas?. Eres un guerrero, un antiguo cazador. ¿Qué sabras tú de asesinatos?

Cuando estaba decidiendose a actuar se fijó en una figura que observaba la casa, ¿o no?.
Con cuidado trató de acercarse hasta el ¿ella?, sin que le viesen.

Ricardo observa la calle y se da la vuelta. Serpenteando por callejuelas, con la rapidez y el sigilo de un cazador, llega a la calle que queda a la espalda del observador. Mira a su alrededor, inquieto. Parece cubierto por un turbante. ¿Hakhim? ¿O solo lo aparenta?

Añorando por unos instantes las cacerias en plena montaña con su tio, Ricardo se acerca sigilosamente a su presa.

Bueno, bueno, bueno. ¿Qué tenemos aquí?

El hombre se da la vuelta para encontrarse de frente con Ricardo, salido de la nada. Da un paso atrás y echa mano a su cinto, dejandola sobre la empuñadura de una cimitarra. Su piel tiene la tez oscura de su pueblo. Un Hakhim, desde luego. Y parece bien joven.

¿Qué queréis?

Ricardo sonrió, al parecer quien tuvo retuvo. Seguía siendo bueno.

Es curioso, yo estaba a punto de hacerte la misma pregunta.

La sonrisa desapareció de la cara del norteño.

Me estabas vigilando. ¿Por qué?

No hizo ningún gesto amenazador, ni ademán de acercarse a sus armas, pero el tono de la pregunta era mortalmente serio.

No tengo nada que ver con vos, ni me interesa... se detiene un momento, escuchando. Ricardo también lo oye, pasos. Pasos acorazados. El joven se mueve como un rayo, hacia unas tablas de madera que forman un improvisado parapeto. Ven... susurra. ¡Rápido!

Ricardo ia a replicar, pero se lo pensó mejor. Con la mano derecha cerca del puñal el norteño se agazapó junto al muchacho en el improvisado parapeto.

¿Qué pasa? ¿Qué estás haciendo aquí?

Shhh... chistó el joven. Tenía el rostro blanco. Ricardo casi podía oler el miedo en el joven.

Una patrulla de Elfos Oscuros, con una armadura completa, blanca, cuyo peso parecía imposible que nadie soportase. Los pinchos de los hombros parecían más una frivolidad que algo realmente útil, y solo se veía de ellos esos ojos rojos. Aquellos odiosos ojos...

Todos ellos portaban pesadas espadas a dos manos. Entre el blanco, podía ver brillar las runas que conferían a sus dueños su bestial fuerza. ¿Quien era aquella gente?

Ricardo se asombró al ver a los elfos, e instintivamente se escondió un poco más. No era miedo, era algo que emanaba de esos guerreros. Parecían acostumbrados a matar. Sin la más mínima provocación.

¿Donde narices me estoy metiendo?

La escuadra, compuesta de ocho miembros, salió del campo visual del callejón. Pero seguían cerca, de eso no había duda.

Ejecutores. La fuerza más despiadada de los Elfos Oscuros. Esos ocho seres que antes eran jueces pueden demoler esta ciudad piedra a piedra. Se prepara una gran masacre para tu pueblo y el mío, hombre libre.

Parecían controlar la entrada a la casa. La gente ya no circulaba por aquella calle. De hecho, el silencio era ahora sepulcral. Nadie respiraba cerca de un ejecutor.

Ricardo se quedó mirando fijamente al muchacho durante un buen rato. Luego se volvió hacia la casa.

Muy bien. Parece ser que estas bien informado. ¿A qué te refieres con lo de la masacre? ¿Por qué vigilas esta casa? Y ni se te ocurra decir que no es asunto mio.

Después de que doblas la esquina, puedes var a ocho figuras que rodean la casa. Son gigantescas armaduras blancas, que portan hachas similares a la que viste blandir a Ragnar con semejante letalidad. En ellas brillan runas enormes, que parecen conferir a sus usuarios la fuerza necesaria para superar tan enorme peso. Parecen estar vigilando que nadie se acerque a la casa del asesinado, esperando algo o a alguien.

En un callejón cercano, escondidos tras unas cajas y basura ves a dos figuras. Una de ellas es Ricardo Corazónfrío.

El joven levanta un dedo, pidiendo silencio. ¿Has... oído algo?

Y era cierto. Había alguien cerca, oculto en las sombras. ¿Que estaba pasando allí?

Espera aquí, ni se te ocurra marcharte

Con mucho cuidado me acerco al sitio donde oi el ruido mientras desenfundo uno de mis puñales.

No hay un sitio claro del que hayas oído algo. En alguna de las calles cercanas, puede, pero... No estás seguro.

Ricardo trata de localizar el sonido pero no puede enfocarlo, con fastidio vuelve hacia donde se encuentra el muchacho.

Vale será mejor que salgamos de aquí y vayamos a un sitio más tranquilo para continuar nuestra conversación, ¿por cierto como te llamas muchacho?