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Rincón

CAPÍTULO II: PECADOS VENIALES

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30/01/2013, 12:54
Director

El estío decae ya bien entrado septiembre, y vosotros camináis sin rumbo huyendo de una guerra que una vez fue vuestro negocio y ahora vuestra perdición. Han sido unos meses muy duros desde que salvasteis la vida milagrosamente tras la caída del ejército de Pierre Navarres en aquel maldito pueblo. Estuvisteis alrededor de un mes ocultos en el bosque, esperando la mejor ocasión para salir de aquel lugar sin ser vistos. Subsististeis solamente gracias a Íñigo, que era el único en condiciones de robar los cerdos que sacaban a comer bellotas, emboscar a los pocos pastores y viajeros perdidos que se adentraban en la espesa arboleda e ir a por agua a un pequeño arroyuelo infestado de renacuajos. Las heridas de Simplicio y Ventura se infectaron: al cuerero le subía la fiebre cada dos por tres, y la herida de la pierna de Simplicio tenía muy mal aspecto y parecía que podría gangrenarse. Por otro lado, Xoan Manoel no podía mover un músculo, se pasaba día tras día tumbado sin apenas fuerzas para respirar. Los heridos estaban al cuidado de Ruperto, pero el pequeño saqueador carecía de los conocimientos necesarios para paliar las dolencias de sus compañeros.

La última víctima de Íñigo le habló de un monasterio no muy lejano, y a Ruperto se le ocurrió la idea de trasladarse allí con la esperanza de que acogieran a Xoan Manoel y a ellos como sus sirvientes; el caballero había dejado de ser santiaguista, pero aquello no tenían por qué saberlo los monjes. No había más remedio que arriesgarse, pues de seguir así, los heridos morirían irremediablemente; así que hicisteis acopio de comida y agua y os pusisteis todos en marcha: Íñigo cargó con Xoan Manoel y entre Ruperto y Simplicio, que cojeaba de manera aparatosa, transportaron a Ventura, que había empezado a delirar. Tres días estuvisteis caminando hasta que llegasteis, completamente agotados, al monasterio de San Esteban, donde los monjes enseguida atendieron a los heridos y os dieron cobijo.

Simplicio y Ventura se recuperaron rápidamente, pero Xoan Manoel estuvo tres meses sin poder apenas moverse. El resto erais supuestamente sus sirvientes, y tuvisteis que trabajar duro junto a los monjes, que no iban a consentir que os convirtierais en unos parásitos. En cuanto Xoan Manoel estuvo completamente repuesto, os marchasteis de allí, y todos vosotros agradecisteis salir de aquel encierro, pues aunque os permitía permanecer a salvo, no estáis hechos para la rutinaria vida monacal.

Desde entonces, un mes llevais recorriendo caminos, en busca de un amo a quien servir o de un trabajo con el que ganaros la vida, pues ninguno de vosotros, a excepción de Simplicio y Xoan Manoel, tiene a dónde ir; pero el lancero no tiene ni un maravedí y no puede volver junto a su familia sin nada que justifique su larga ausencia, y el caballero no piensa volver a su tierra hasta haber recuperado el honor para sus apellidos.


Durante estos meses Íñigo se mostrado con un humor de perros, mucho peor incluso a lo que os tiene acostumbrados. Ninguno de vosotros le ha contado a Xoan Manoel que le dejó en la estacada con un regalito en forma de flema; eso solo serviría para crear desunión entre vosotros, y vuestra supervivencia depende de os mantengáis unidos. A menudo, entre sueños, habéis oído al de Arreba enfurruñarse y balbucear un nombre que le tiene obsesionado: Bonifacio. Nada desea más que vengarse de ese andaluz ladino que os vendió al señor de Tarazona. Pero probablemente no volváis a verlo, y tal vez eso es lo que alimenta la bilis del irascible soldado.

Ruperto se ha visto obligado a adoptar el papel de cuidador, no solo en el terreno de la salud, sino también en lo económico. Gracias a su abultada bolsa, los monjes creyeron que aquel caballero sucio y famélico era un santiaguista que había caído en una batalla defendiendo los intereses de su rey. Hasta antes de la batalla había tenido un papel pasivo dentro del grupo; siempre ha sido una persona muy celosa de su intimidad, y aún muy poco sabéis de él hasta la fecha. Pero en estos meses las circunstancias han hecho que lo conozcáis mejor, ya que a menudo ha llevado la iniciativa y, de alguna manera, habéis aceptado que sea el "cerebro" del grupo, el que siempre tiene la respuesta, la solución a cualquier problema que se presenta.

Simplicio es el que peor ha llevado la pérdida de sus bienes y su dinero; necesita una montura para ejercer su oficio de pardo, y sin ella no tiene más remedio que volver a sus tiempos de bandido. Ha estado tentado en más de una ocasión de volver a su tierra junto a su mujer y su hijo, pero, ¿qué clase de marido y de padre sería si volviera a casa de esa manera? Ya ocurrió una vez, tras el desastre de Montemolín, y no puede volver a ocurrir. Al menos, está tranquilo pensando que su granja proporciona los beneficios suficientes para que su familia subsista sin su presencia. Ahora, después de que el caballero se haya arruinado, su única esperanza es encontrar a un señor a quien servir en la guerra al menos como soldado de a pie. A veces se pregunta qué habrá sido de Diego Hurtado; ojalá hubiera huido con ellos, pues no habría sido un mal señor para ellos.

Tal vez el que más ha cambiado de vosotros ha sido Ventura. En la batalla perdió todo lo que tenía: su mujer y sus hijos. Muchas veces se había imaginado libre de esa carga, pero ahora siente que el vacío que siempre ha intentado llenar es mucho más grande aún después de perder a su familia. Lo que peor lleva es que ni siquiera pudo despedirse de ellos, ni tuvo tiempo de buscarlos entre los cadáveres masacrados por aquellos jinetes desalmados. Es un hombre que ha perdido la alegría, que ha dejado la poca inocencia que aún le pudiera quedar en aquel condenado pueblo del demonio, donde a cambio de las dos almas que ha segado, tres le han quitado a él. Se ha dado cuenta de que la vida es muy frágil, de que la muerte siempre acecha y el infierno solo está a un paso. Ahora es libre, puede dedicarse a hacer lo que siempre quiso: hollar los caminos en busca de algo que aún no ha conseguido encontrar... y sin embargo, ha aprendido que el camino quita más de lo que da.

A Xoan manoel es al que mejor le ha venido ese retiro espiritual, pues aparte de haber recuperado la salud, ha podido de nuevo acercarse a Dios. Ha rezado con fervor casi cada día, pidiendo que se le permita remontar el vuelo, que sea capaz de hallar el camino que le traiga la gloria, pues le ha quedado claro, después de lo sucedido (y la cicatriz que ya siempre lucirá en el costado se encargará de recordárselo todo su vida), que no se puede ser caballero a cualquier precio. Mas sabe que su corazón es noble y que, por mucho que en este mundo terrenal se le niegue alcanzar el sueño de lucir en el pecho la cruz de Santiago, son los actos, y no los atuendos ni los títulos los que abren las puertas del cielo. Una nueva vida, una nueva esperanza; y con tan buenos y fieles compañeros no podría ser mejor. Aunque ese colgante... y además, da la sensación de que Íñigo... pero no, no debe pensar mal de ellos; son sus compañeros de fatigas, y gracias a ellos sigue vivo.

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30/01/2013, 12:56
Director

Ninguna fortuna habéis hecho en estos meses de duro trabajo en las huertas del monasterio de San Esteban; incluso Ruperto, alérgico al trabajo, ha tenido que arrimar el hombro. Lo único que habéis sacado de allí ha sido un hacha de leñador para Íñigo, y un espadón de madera para Xoan Manoel que le fabricó Ventura hasta que pudiera conseguir uno de verdad; le hizo una tosca guarda de cuero y hasta una vaina de madera recubierta de cuero, para que pareciera que bajo ella se esconde una peligrosa hoja metálica. Ningún amigo os lleváis de allí, pues los monjes estaban deseando de que os marcharais; estaban hartos de mantener al caballero, y sus "sirvientes" no daban el callo como es debido.

De nuevo aprovisionados con comida y agua abandonasteis vuestro sagrado retiro y os echasteis al camino. Atravesáis campos quemados, aldeas saqueadas, cementerios improvisados e incluso montículos de cadáveres calcinados que emponzoñan el aire; no hace falta que nadie os lo confirme: la guerra ha estallado de nuevo. Pero vosotros estáis hartos de ella. Os adentráis en las montañas, huyendo de matanzas, ejércitos y bandidos, hasta que la niebla y los engañosos senderos propios de los montes terminan por desorientaros; es tal la humedad, que os cala hondo hasta los huesos, e incluso amenaza con oxidar vuestras armas y armaduras, y para colmo, de vez en cuando, oís el aullido de los lobos en la lejanía, indicativo de que se están reuniendo para atacaros en cuanto acampéis. Atravesáis la niebla, cada vez más espesa, hasta que llegáis a una meseta desde la que divisáis un valle con numerosas tierras de cultivo, atravesado por un río y con algunos pequeños poblados y aldeas repartidos por toda su extensión. El principal es el que tenéis más cerca, dominado por un castillo. Allí os dirigís antes de que llegue la noche y los lobos os den alcance.

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30/01/2013, 12:58
Director

A medida que os acercáis, observáis que el pueblo consta de unas treinta casas que se asientan a la sombra del castillo, repartidas de manera caótica, sin formar calles, aunque en el centro hay un espacio que podría considerarse una plaza donde se alzan los dos edificios más importantes: una posada y una vieja iglesia románica con un graderío; alrededor de esta última se está reuniendo, a toda prisa, una pequeña multitud.

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30/01/2013, 17:37
Íñigo de Arreba

El Navarro se había mostrado taciturno y poco hablador cuando apareció el resto de integrantes del grupo en el bosque, en especial Xoan Manuel. Daba por muerto a aquel engreído y no podía creer que el tipo hubiera sobrevivido cuando cualquier sanador sefardí incluso habría dicho que no había nada que hacer.

Le hubiera gustado huir junto a los otros dos tipos y no volver a pensar nunca jamás en su ignominia para con el noble gallego, no estaba orgulloso de lo que había hecho, es más, cuando miraba a la cara del gallego - cosa que intentaba evitar- no veía sino una mancha de su propia vergüenza.

Cuando el Diablo cerraba una puerta, Dios abría una ventana. Y así había sido al dar con el monasterio, que les había permitido sobrevivir- que no era poco- con un ápice de dignidad y que había servido al Vascón para fortalecer sus músculos y hacer algo de ejercicio, claro que era toda una experiencia ver al bribonzuelo de Ruperto trabajar a pecho partido...

Como todo en la vida termina, dejaron el monasterio y buscaron nuevas experiencias y un Señor al que servir, el deambular por los caminos alquilando su yerro - en este caso su  burda hacha de leñador, que poco yerro tenía o de mala factura- no era para nada nuevo para el navarro y parecía estar cómodo, aunque ello no evitase que siguiese sin pronunciar casi palabra.

Estaba de mal humor y si tenía que decir algo esputaba las palabras de mala gana y con una mirada nada limpia. Al fin llegaron a un valle con un castillo, éste era sinónimo de Señor y Dios quisiese que de trabajo.

Al ver a la gente reunida el vascón se detuvo y dejó que alguno de sus "fréres" llevase la voz cantante y pudiera descubrir algo, ya que el navarro sabía que él no era la mejor opción para acercarse a un grupo de desconocidos cuando se quería causar una buena impresión.

Íñigo era la diplomacia personificada...

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30/01/2013, 18:34
Simplicio Ruipérez

Simplicio ya tuvo tambien malos momentos en el pasado, asi que estaba acostumbrado a las penurias y a la necesidad, todo lo que un hombre puede acostumbrarse a lo malo, pues bien es sabido que a lo bueno uno se acostumbra pronto, pero a lo malo...

Viendo la multitud, pretendió dirigirse hacia ella, pero pronto recordó que aunque  ficticio contaban con un noble y nada menos que Santiagista con ellos, asi es que le toca al de Santiago ejercer su nobleza.

Por tanto,  Simplicio se paró a ver el espectáculo y  se apoyó en su lanza. 

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30/01/2013, 23:50
Xoan Manoel

Quien nada tiene, nada teme...

Inconscientemente había modificado el refrán, para adaptarlo a nuestra situación.

Esto nos convierte en peligrosos.

Caminaba mirando al suelo, me habían derrotado en la batalla, desposeído de mi cargo en la orden, traicionado por los de mi condición.

Mis pasos sonaban de tal manera que parecía querer castigar al suelo con cada uno de mis pasos, con los puños cerrados, maldiciendo a toda la nobleza en silencio, maldiciendo a los andaluces, maldiciendo a mi suerte.

la buena suerte se que no existe, pero la mala es bastante triste...

Cada vez que parábamos a descansar, rezaba oraciones, y comía poco, prefería que ellos estuviesen as fuertes y sanos, al parecer, sólo podía confiar en ellos. Mi misticismo aumentaba por momentos.

Nos aproximábamos a un nuevo destino, y me miraba de arriba a abajo, todo sucio y con mi uniforme hecho jirones, ahora mismo era la vergüenza de la orden, bueno, la vergüenza.

El ruido de la gente me sacó de mis ensoñaciones, y libró a los andaluces de una nueva maldición asociada con el trabajo de sus madres, cuando levanté la cabeza, tomé aire, y el dolor en el pecho volvió, levemente, pero sabía que siempre estaría ahí.

Observé con detenimiento la situación, y si podríamos aprovecharnos de ella.

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31/01/2013, 00:48
Director

Habéis llegado de los últimos, y apenas podéis ver nada; pero la presencia de Xoan Manoel enseguida causa efecto entre los allí reunidos, que, tomándoos por un noble señor acompañado por su séquito (pues, a pesar de vuestra pobre vestimenta y carencia de monturas, una gran espada siempre es indicativo de nobleza, siempre y cuando se mantenga en su funda para ocultar su poco noble manufactura en madera), o por peligrosos bandidos capitaneados por un hombre bien pertrechado, a la manera del despreciable Pierre Navarres, o por ambas cosas, que no pocas veces ambas se juntan, máxime en tiempos de guerra, os abren paso hasta que quedáis en primera fila y podéis presenciar la escena que se produce a continuación.

Un hombre acaba de depositar en las gradas de la iglesia, con sumo cuidado, una capa de cuero ensangrentada, que envuelve lo que parece ser un cuerpo humano. Un joven sacerdote, que hasta ahora había permanecido junto a la puerta de entrada a la iglesia, desciende por la escalinata, intercambia unas palabras en voz baja con el hombre y se agacha para descubrir el lienzo. Entonces, ante los ojos de toda la comunidad, aparece el cadáver de un niño de unos doce años cruelmente mutilado por fieras salvajes. El sacerdote, nada más ver el cadáver, aparta la vista un primer momento y luego hace la señal de la cruz con la mano y se pone a rezar por el alma de ese inocente, mientras se produce entre la muchedumbre un murmullo de horror e indignación, entre el cual destaca un grito: una mujer, presa de la histeria, se abre paso entre todos los presentes y se arroja sobre el cadáver, cubriéndolo de besos y manchándose los labios y el rostro con la abundante sangre que mana de él. El hombre que ha traído al muchacho se retira lentamente, al igual que el resto de la concurrencia, para dejar a la mujer sola con su dolor. La mayoría se dirige a la posada, pero el sacerdote permanece allí, tratando inútilmente de consolar a la pobre mujer. En cuestión de segundos, os quedáis solos frente a la escena.

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31/01/2013, 21:36
Simplicio Ruipérez

De buena gana, el pardo se acercaria a curiosear y ver más de cerca la cosa, pero entiende que se debe a su falso señor, asi que decide quedarse a la expectativa, y en segunda fila.

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31/01/2013, 22:37
Xoan Manoel

Me santiguo al ver la crio sangrando e inmóvil.

Los recuerdos acuden a mi cabeza, pero curiosamente, esta vez fue al revés de algo que me sucedió hace tiempo, y eso me hace rememorar a aquel, que sin tener que serlo, acabó siendo una especia de amigo, o de enemigo...

Observo a la señora como llora desconsolada, y válgame dios que hubiere hecho algo por ayudarla, aunque en estos momentos, poco mas que un ápice de dignidad quedaba en mi ser. Posiblemente, quien mas ayuda podría propiciarle sería el cura, dándole apoyo espiritual.

Un enfrentamiento ahora mismo, sacando mi montante de juguete, nos habría convertido en el hazme reír de todo el mundo, igualmente, mi corazón, y posiblemente Dios, me dieron fuerzas para acercarme a la mujer, y poner mi mano sobre su hombro, al tiempo, que sin conocerla, le dije lo único que pudiere en ese momento:

-Lo siento señora, la orden se Santiago le apoyará, y si necesitara ayuda, no dude en comunicármelo.

Observé con detenimiento al niño entre sus brazos, y comencé a girarme para volver junto a los héroes no recompensados de la batalla anterior.

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31/01/2013, 23:59
Ana

La mujer mira a Xoan Manoel como si en realidad estuviera mirando al vacío, desorientada y aún histérica por la brutal muerte del que parece ser su hijo, y luego prosigue su llanto desconsolado, agarrándose fuertemente al cadáver del niño, con sus manos ensangrentadas.

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01/02/2013, 00:00
Monseñor Luis

El sacerdote, que hasta ahora no había notado vuestra presencia, se levanta y sigue a Xoan Manoel.

-Disculpad, caballero -le dice-. ¿Pertenecéis a la Orden de Santiago Apóstol? ¡Bendito sea el Señor! Necesitamos vuestra ayuda. Nuestros caminos tiempo ha que dejaron de ser seguros*; primero, los bandidos, y ahora esto. ¡Es la cuarta víctima que muere así en los dos últimos meses!

Al pobre hombre se le nota muy afectado. Es joven y bien parecido, tal vez demasiado para un cura; lo que es seguro es que no está acostumbrado a ver cadáveres en ese estado, al contrario que vosotros, que estáis más que hartos de ver cuerpos con las horribles mutilaciones causadas por el combate. Esperando la respuesta de Xoan Manoel, echa un vistazo por encima del hombro del caballero para fijarse en el resto del grupo; a cada uno dedica una fugaz mirada, y por eso es tan extraño que se detenga tanto rato en Ruperto: ¡parece haber visto un fantasma! Es incapaz de apartar la vista de él.

Notas de juego

* Uno de los cometidos de los caballeros de Santiago era mantener la seguridad en los caminos, en especial los de las rutas hacia Santiago de Compostela, limpiándolos de bandidos para que los peregrinos pudiesen viajar sin peligro.

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01/02/2013, 00:11
Xoan Manoel

Me giro hacia mis compañeros y mientras levanto los hombros les pongo una cara que se expresaría como:

Yo no me puedo negar, si vosotros queréis lo comprenderé...

Aunque ahora mismo teníamos muchos problemas agravantes a nuestra situación, uno de ellos era el dinero, posiblemente podriamos pactar de trabajar por dormitorio y comida, pero... las armas me preocupaba mas.

Vigilar un camino con un juguete de dos metros, y los puños de varios hombres, no es tarea fácil, ni nada que se le parezca, sino mas bien, un suicidio.

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01/02/2013, 01:11
Ruperto

No había comentado mucho desde que abandonamos el monasterio. No obstante, no es que el resto estuviesen muy habladores. Por una parte, podía entenderlo. Habían perdido demasiado y, de una manera u otra, todos habían quedado marcados por lo ocurrido en Montemolín.

Así habíamos llegado al siguiente lugar que nos deparaba el camino. Un pueblo perdido, al pie de un castillo. Qué mala suerte la mía tener que abandonar dos ciudades para hacerme a la aventura. No me gustaban estos lugares, no estaba en mi "entorno".

Pero poco se podía hacer a todo esto, más que lamentarse. El resto estaban bastante peor. Sé lo que es perder a alguien, y aunque no sé cómo se debe sentir el resto por sus respectivas penas, puedo hacerme una idea. Con todo, me podía considerar afortunado.

Cuando llegamos al pueblo, nos encontramos con una escena un tanto dantesca. Una mujer llora desconsolada, mientras un sacerdote intenta calmarla. A sus pies, un cadáver de un joven, con extrañas heridas.

Lo peor es que, cuando nos queremos dar cuenta, estamos solos delante de la escena, ya que todos los reunidos han marchado a la taberna.

El hombre dirige unas palabras a Xoan Manoel, pidiéndole ayuda como caballero de Santiago. Por si no fuese poco, me tocaría volver a hacer de sirviente del noble venido a menos.

Pero hay algo que me inquieta, y es como, cuando el sacerdote nos mira, permanece con la mirada fija en mí. No me gusta como me mira, e inmediatamente, aparto la mirada, mientras toco de forma instintiva el medallón que llevo bajo el gambesón.

Había adquirido esta manía desde que lo tenía, cuando me encontraba en una situación incómoda. Y, sin duda, esta era una de esas.

¿Por qué me miraba aquel hombre? ¿Acaso me conocía? Seguramente, no tardaría en hablar. Pero, de momento, prefiero apartar la mirada. Si me conoce, puede que no fuese de nada bueno...

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01/02/2013, 01:39
Monseñor Luis

El sacerdote logra al fin salir de su repentino ensimismamiento y vuelve a dirigirse a Xoan Manoel, aunque de vez en cuando mira a Ruperto por el rabillo del ojo. El caballero no ha pronunciado palabra, aunque con sus gestos y su expresión muestra al joven presbítero su interés en el asunto.

-Eh... debéis excusarme -acierta a decir-. Ahora he de atender a esta mujer y preparar el sepelio de su pobre hijo. Reuníos conmigo en su casa mañana. Preguntad por la casa de Ana, la viuda del panadero. Estoy seguro que nuestro barón sabrá recompensaros.

No sabéis si ha dicho esto último porque os ha visto más pinta de bandidos que de séquito de un santiaguista. El caso es que vuelve a las gradas de la iglesia junto a la mujer, y tras susurrarle unas palabras, esta le deja tomar el cuerpo del niño en brazos y se lo lleva de allí acompañado por ella, que no deja de llorar en ningún momento, aunque ahora su llanto es más sordo, como si hubiera agotado todas sus fuerzas.

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01/02/2013, 12:14
Íñigo de Arreba

- Allí estaremos Páter - dijo lacónico dando por hecho que no tenían nada mejor que hacer.

Un poco de ejercicio no nos vendrá mal y siempre que haya buena paga... estos curas pagan bien, ¡Ah no! que no es el cura el que paga es el Barón, ¿ Qué Barón? no lo sé. Pero creo que nunca he conocido uno, si es un noble de alta alcurnia pagará bien a buen seguro.

¡Ojalá pueda proporcionarme un hacha como es debido y no esta mierda de mujerzuela!

 

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01/02/2013, 20:34
Director

El sacerdote asiente a las palabras de Íñigo a lo lejos antes de desaparecer tras una de las casas en compañía de Ana, y quedáis solos frente a la iglesia, que arroja sobre vosotros su larga sombra proyectada por la luz de un sol que ya empieza a esconderse por el occidente. Pronto oscurecerá, y solo una alternativa tenéis para pernoctar en un sitio seco y caliente, cosa que estáis deseando después de pasar tantas noches a la intemperie: la posada, donde ahora mismo se encuentra reunida la mayor parte del pueblo. Aunque también podríais visitar el castillo del barón, que domina el pueblo sobre una alta colina, siempre y cuando sus guardias os lo permitan.

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02/02/2013, 00:24
Simplicio Ruipérez

- Amigo santiagista, le dice a Xoan Manoel, tal vez no sea cosa mala ir a donde el baron,a presentarle los tus respetos,  pues entre nobles la cosa queda quedada.

Ademas podeis fablarle que os robaron la espada paque os preste ademas del lecho y el sustento a vos y a todos nos , armas et aperos, que bien que lo necesitemos tambien. Sos de santiago et noble o lo fuiste que mesma cosa est, asi que vos mejor que ego sabras que facer en aquesta situación.

 

 

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02/02/2013, 01:27
Xoan Manoel

Coloco un brazo sobre el hombro de Simplicio, y asiento:

-Si, ya se que es de muy mala educación llegar a un lugar extraño y no saludar al noble que lo regenta - pienso un momento- incluso se lo podría llegara tomar como un desafío o una invasión, en tiempos de guerra no es cuestión de faltar el respeto a nadie.

Observo a la tropa, y comento:

-Alguien tendrá que venir conmigo mientras los otros preparan el terreno.

Dejé la invitación en el aire...

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02/02/2013, 02:02
Ruperto

Ir a ver al noble, a un castillo, rodeado de guardias... Sin duda, eso no iba conmigo. No obstante, la idea era buena, así que alguien tendría que ir con el santiaguista.

Simplicio, id con Xoan Manoel. Vos mejor que nadie pasaréis fácilmente por su guardia personal, mucho mejor que nosotros —comento al pardo. Puede que yo no quisiese ir, pero Simplicio era el único que no estaría incómodo con la presencia del noble, y pasaría por su escolta mucho mejor que cualquiera de nosotros, que no podríamos pasar ni por sus sirvientes.

Mientras, tendríamos que ir a algún sitio. Y todo el mundo había ido a la taberna. Echaba de menos el ruido del gentío, aunque yo fuese de pocas palabras. En los últimos meses, apenas si habíamos hablado. Incluso el parlanchín de Simplicio estaba mucho más callado de lo normal.

Así, digo—. Nosotros esperaremos en la taberna... Pero, por favor, no mandéis guardias a buscarnos si nos vamos a hospedar en el castillo —termino diciendo. Todavía recuerdo el incidente que tuvimos hace tres años, por culpa de la guardia.

Mejor que viniese alguien conocido. Por lo que pudise pasar...

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03/02/2013, 01:22
Simplicio Ruipérez

Decís ben, pues no parece buena cosa eso de andar por tierras ajenas sin pedir la benia a ese ajeno et más cuando es barón et poderoso.


Pláceme et honra también, acompañar al amigo santiaguista en su labor de escolta et compaña, pues si fui la su compañía   en sacrificios et penas, cuanto mejor et de más agrado de facerlo en visitas et protocolos.


Si vos zagal Ruperto preferís andar suelto por el poblado hacerlo pues,  pues no seré yo quien lo juzgue malo, pues es naturaleza del pájaro andar suelto, y vos tenéis mucho de pajarraco salvo el plumaje.


Aunque bastante, tal vez fuere ego  poco como escolta y compaña, pues poca cosa parece para un noble la de ir solo con uno. Creome que alguno de vos también tendría que venirsus con nos, pero que cada burro cargue con lo suyo, que no seré yo quien cargue penas ni pesos en cogotes ajenos.


Et vos señor patrón et noble, que mesmo est, gastar juicio en trazar la treta, que dé fuste a la nuestra presencia, en aquestas tierras ajenas.  Et también, que sepa la vuestra lengua platicar de la poca ropa que gastamos en armas et aperos, et pedir pues, con juicio et bien, que nos den ese sustento, pues los caminos largos et los trechos anchos enfilanse mejor con las tripas yenas et entonadas, et con las carnes embutidas en capas, escudos et lanzas.

Notas de juego

- Ya llevaba mucho tiempo Simplico callado.

- Dj, Imagino que estamos sin grilletes, pero ¿ como estan nuestras armaduras, tal vez con los monjes Ventura pudo remendarlas?