Partida Rol por web

Tras alcanzar tu vehículo, te alejas de aquella zona dándole vueltas a lo que ha sucedido y cómo estos acontecimientos pueden ser de aquellos que cambien tu manera de ver las cosas.

Tardas un rato en darte cuenta que no sabes en qué dirección estás conduciendo y tienes que obligarte a volver al mundo real para, por lo menos, saber donde estás.

Cuando te ubicas, comienzas a recuperar el control racional de tus emociones y reacciones.

Tras alcanzar tu vehículo, te alejas de aquella zona dándole vueltas a lo que ha sucedido y cómo estos acontecimientos pueden ser de aquellos que cambien tu manera de ver las cosas.

Tardas un rato en darte cuenta que no sabes en qué dirección estás conduciendo y tienes que obligarte a volver al mundo real para, por lo menos, saber donde estás.

Cuando te ubicas, comienzas a recuperar el control racional de tus emociones y reacciones.

Os alejáis de aquella zona, en silencio. Durante un buen rato, nadie abre la boca. Estáis asimilando en silencio lo ocurrido. Mientras tanto, el coche atraviesa las arterias de Cunia por propia inercia. Sin un destino fijo.

Al cabo de un rato, comenzáis a recuperar el control racional de vuestras emociones y reacciones.

Suspiro levemente mientras conduzco por una gran avenida, mas tranquilo al verificar que no nos ha seguido ningún coche policial.

- Bien, un problema resuelto. Vamos ahora a por el otro. Ya que has sido tu quien me ha puesto el bicho este en mi coche, propón algún lugar para que hablemos los tres de nuestras cosas - le digo a Negro sin dejar de mirar enfrente.

- No es asi, chavalote? A que tienes ganas de contarnos cosas?

Mientras tratas de pensar en el siguiente movimiento a realizar, recibes un SMS al móvil.

Bajas algo la velocidad del coche y miras qué es. Resulta ser un mensaje de Eduardo Armero:

"SOY EDUARDO, ESTOY CON JOAN, ELLA ESTA BIEN, PERO YO NO. MANDAME UN MENSAJE A MI MOVIL Y YO TE LLAMARE EN CUANTO PUEDA."

Cabizbajo, aun agarrándose el brazo y con ojeras, dice casi susurrando:

- Ya os he dicho todo lo que sé... por favor... dejadme marchar.

Dejo escapar un suspiro de alivio cuando el coche se aleja del despacho de Zafra, pero una incómoda sensación de desazón se empieza a apoderar de mi.

- Para en el primer parking que veas. - Le digo a Arnau con seriedad. - O en algún sitio discreto... Tenemos que pasar a nuestro amigo al maletero... Yo tengo que volver.

Mis palabras no sirven precisamente para calmar los ánimos en el vehículo.

- ¡Tú, cállate! - grito a Izan aumentando la presión del cañon del arma para atajar cualquier protesta.

Me dirijo nuevamente a Arnau. - Piénsalo. El poli que llegó a la oficina de Zafra escuchó en el campus cómo todos quedábamos en el despacho. Mi moto está allí y, si ninguno de nosotros acudimos, no hará falta ser muy listo para sumar dos y dos y deducir lo que ha ocurrido allí. - Señalo a un parking público unos metros más allá. - Entra ahí, se me está ocurriendo un sitio donde podemos reunirnos después.

Miro a Negro y asiento a su propuesta. Ya me habia pasado por la cabeza el problema, pero no le habia querido decir nada dada la urgencia del momento.

- OK, como quieras. También quiero deshacerme de la lámpara.

Giro donde me indica y paro el coche.

- Venga pelo-pincho, que te vas a clase turista.

Tras leer el extraño mensaje, Conrad busca un lugar tranquilo y poco transitado donde aparcar. - Eduardo? Y porqué motivo no es Joan la que da señales de vida?... donde narices os habréis metido... - pienso preocupado. Esto no va nada bien. Conduciendo lentamente, busco una cabina telefónica mientras le echo una ojeada a la agenda del teléfono de "Juan Revuelta" entre parada y para. Con suerte quizás encuentre algún tipo de información sobre ese tal Monzón... pienso intentando disfrazar las pocas opciones de tener una pista directa.

Obligo a Izan a agachar la cabeza mientras entramos en el parking. La barrera se levanta y pasamos bajo la cámara de seguridad que graba las matrículas de los coches al entrar. Ayudo a Arnau a buscar una plaza vacía, lo más próxima posible a la pared.

Cuando aparca, espero a que salga él primero y nos dé una señal para salir del coche, cuando no haya nadie a la vista. Sin dejar de apuntar a Izan, salgo detrás de él, por la misma puerta.

- Tranquilo muchacho. Tienes algunas cosas que contarnos, pero si te portas bien no habrá problemas. - Le digo sin molestarme en sonreir. - Ahora entra ahí y estate calladito un rato. - Le digo señalando el maletero abierto. - No te aconsejo darle ningún problema a mi colega, ya has visto cómo se las gasta. - Concluyo mientras cojo la lámpara que Arnau arrojó dentro, mostrándosela a Izan por su lado ensangrentado.

Amordazo a Izan con un pañuelo y, si Arnau tiene algo con lo que atarlo, le sujeto también las piernas y la mano sana. Cuando cerramos el maletero enciendo un cigarro. Al ritmo que voy, me va a tocar comprar otro paquete enseguida, pienso mientras le ofrezco otro a Arnau.

- Hay un desguace en las afueras, López e Hijos, pasada la circunvalación en la salida de la A4. El dueño está de vacaciones, siempre cierra en la segunda mitad de agosto. - Informo a Arnau, recordando uno de los desguaces con los que suele trabajar mi padre. - Estará cerrado, pero puedes esperarme a la entrada. Es un pequeño camino que no tiene más tráfico que el del desguace. Cuando llegue miraremos cómo entrar... Salvo que se te ocurra un lugar mejor donde llevar a nuestra maleta.

Mientras hablo, le doy a Arnau la pistola de Izan y le entrego también la mía. Ya que tengo que volver a la escena del crimen, preferiría no hacerlo armado. - Espero que no tengas que usarlas... Necesitamos saber todo lo que nos pueda decir de Zafra y de ese tal Monzón. Sobre todo, cálmate un poco, ya te has desahogado bastante por hoy. - digo mostrándole la lámpara. - Si quieres llévate esto y lo tiras en el desguace. ¿O prefieres que la tire yo en alguna papelera por aquí?

Bajo del coche y observo a mi alrededor, mientras Negro mete a Izan en el maletero y le suelta el discurso. Me acerco mirando fijamente a los ojos  de Izan, para darle mas veracidad a la historia de Negro sobre mi humor "variable".

Para atarle los pies saco el cuchillo que guardaba en mi bolsillo y corto el cable de la lámpara. Tomándolo por la hoja se lo devuelvo a Negro, recogiendo a su vez las pistolas. 

- No creo que te vayan a detener por llevar esto. Además, creo que tendrias que ir mínimamente armado. Te fijaste en lo rápido que vino el poli ese? Y venia solo. Y estaba en la escena del crimen. Bueno... ya hablaremos de eso mas tarde. Tu mismo. 

Me quedo con la descripción del lugar y con el cigarrillo, que enciendo y aspiro apasionadamente. Se me habia olvidado fumar. Instinto de supervivencia supongo. Después de cerrar el maletero con un golpe fuerte, sin ocultar cierta esperanza de haberle dado a Izan en el proceso, entro en el coche para especificar la dirección en el GPS.

- Te acerco a algún lugar o ya te las apañas tu solito?

Cojo el cuchillo y lo ato a la altura del tobillo. No es probable que llegue a utlizarlo, puesto que llegado el caso confío más en mis conocimientos de artes marciales, pero siempre puede ser útil.

- Tranqui, estamos sólo a un par de manzanas de la oficina. Prefiero ir andando y parar a tomar una caña rápidamente para tener una coartada... Le diré al poli que llegué pronto con la moto y que me habéis llamado para decirme que no podréis venis. - Saco el teléfono de mi pantalón. - Lo cual me recuerda... Será mejor que me des un toque ahora, por si les da por comprobarlo. Llamaré a Joan de camino para preguntar dónde está, pues se supone que era ella la que debía abrirnos el despacho.

Le doy también a Arnau las carteras de los dos esbirros, cogiendo previamente el dinero, y la piedra de costo que llevaba Izan. - No te la fumes tú solo, ¿ok?

Busco con la mirada la señal de salida del parking y me dirijo hacia allí, levantando la mano a modo de despedida.

- Nos vemos en un rato - digo mientras me alejo. O eso espero...

Encuentras una cabina fácilmente. Aun quedan bastantes, pero todo el mundo sabe que poco a poco las irán quitando, pues ya casi todo el mundo tiene un teléfono móvil, aunque aun se usan bastante.

Por el camino, has ojeado la agenda del tal Revuelta y has encontrado una entrada que pone S. Monzón. Del resto de nombres no hay nada que te llame la atención.

Encuentras un aparcamiento relativamente cerca de la cabina. En zona azul (de pago).

Dejas pasar algo más de rato deambulando con tu coche, cuando comienzas a notar un desazón ante lo sucedido y algo de rabia te asalta. ¿Cómo pueden haberse desmadrado las cosas tanto? ¿Quizá seas ahora cómplice de asesinato?

Desde luego, nunca habría pasado por tu cabeza que ésa mañana pudieran llegar las cosas hasta el punto en que están. Si te lo hubieran dicho ayer, lo tacharías de absoluta locura.

Salgo del parking caminando deprisa. En cuanto llego a la calle busco un bar en las proximidades. Si tengo que buscar una excusa y a la policía le da por comprobarla por encima, prefiero que algún testigo me haya visto tomando una caña por allí. Aunque si indagan con más detenimiento probablemente no les cuadren los tiempos, de momento es mejor eso que nada. Aunque tampoco hemos estado mucho tiempo en el despacho de Zafra. ¿Cuánto habrá pasado? 10 minutos, no creo que llegase a un cuarto de hora, pienso. La adrenalina y el estrés de la situación hace que todo parezca mucho más largo de lo que fue en realidad.

Apago el cigarro mientras el camarero sirve la cerveza y busco el teléfono de Joan en la memoria de mi móvil. Cógelo ya... Vamos cógelo. Al tercer tono saco otro cigarro de la cajetilla, recordando las palabras de los estudiantes de medicina "fumas demasiado". Fue esta mañana, pero da la impresión de haber ocurrido meses atrás.

El camarero trae la cerveza y me alejo para echar unas monedas en la tragaperras. La gente suele pasar allí mucho rato y precisamente quiero que tenga la sensación de haberme tenido allí unos 10 minutos, aunque no tenga intención de pasar más de dos. Le será más complicado recordar el tiempo si actuo como la mitad de sus clientes, razono mientras recuerdo los momentos más aburridos de mi propio trabajo.

¡Venga, Joan, coge el maldito teléfono!

Sin perder un segundo, bajo del coche y me acerco religiosamente a la urbanita traga-perras. Introduzco el cambio justo para una receta de 30 minutos. Una vez puesto el tiquet en el parabrisas, corro a la cabina y marco uno tras otro, los números de Arnau. - Vamos, vamos, vamos... cógelo Arnau - me digo mientras espero...

Ves como Negro se aleja tranquilamente y de repente caes en la cuenta de todo lo acontecido durante esta mañana y esa extraña sociedad que parece haber surgido entre ese chaval y tú.

Desde luego, el chico parece haber madurado a marchas forzadas. Aunque no deja de ser un crío.

Estás sacando el móvil para hacerle esa perdida a Negro cuando de repente éste comienza a sonar. Es un número de un fijo de Cunia que desconoces.

La cabina te recibe con los brazos abiertos. Muy lejos quedan ya aquellas míticas cabinas que daban un aire reservado, en forma de jaula de cristal con puertas abatibles. Ésta tiene un aire moderno y está en relativo buen estado de conservación. Seguramente porque te has ido moviendo hacia el norte y estás casi saliendo del barrio Centro, apunto de entrar en el barrio Saboya, donde vive la flor y nata de Cunia.

Sacas el teléfono de Revuelta y curioseas sobre la entrada en la agenda del número de Monzón. Nada. No hay dirección asociada y se trata de un móvil. No ha habido suerte.

Echas algunas monedas y marcas el número de Arnau. Comienza a sonar el tono de llamada mientras esperas impaciente que el trajeado Arnau Negiró descuelgue el aparato.

Tras caminar unos diez minutos, llegas a la calle de la oficina de Zafra. La verdad, creías que estaba más cerca, pero quizá el rato que habéis pasado en el coche tras el subidón de adrenalina inicial ha sido más largo de lo que creías.

De cualquier forma, al volver a pisar la calle ves al final de la misma un par de coches patrulla con las luces azules lanzando aun destellos contra las fachadas del lugar. Han aprovechado que la puerta de la oficina del difunto detective daba a una calle pequeña para cortar ésta y tener así las cosas más fáciles.

También ves una ambulancia similar a la que había esta mañana en el campus médico.

Entras en el primer bar que encuentras en la misma acera de Zafra, pero a dos bocacalles de distancia. No hay mucha gente, un par de parroquianos y el camarero tras la barra.

Para tu sorpresa, es oriental. Reprimes una mueca de estrañeza y pides una caña.

Sacas el móvil y llamas a Joan. Comunica.