Partida Rol por web

Asciendo las escaleras con calma. He dejado la botella de whisky abajo, sobre la mesa, porque llevarla conmigo supondría una gran tentación de seguir bebiendo, y en un rato habrá que conducir. Al llegar a la salida, paso la mano por el marco de la puerta, retirándola sólo cuando ésta se cierra a mi espalda. Pero me quedo unos instantes mirándola, recorriendo el marco con la mirada, la rectitud de sus formas, los ángulos, las bisagras... recordando la forma que esta entrada presentaba en la umbra, las protecciones que mostraba, el calor, el fuego...

Hasta que una voz a mi espalda me hace despertar de mis ensoñaciones. Deformación profesional, supongo, esa obsesión por saber cómo funciona todo. Es la voz de Zoe, a quien hacía reunida con Jeremiah, que me arranca una sonrisa, aún sorprendido por lo que cuenta.

¿Tabaco? -Pregunto extrañado, alzando una ceja con suspicacia- ¿Y tú desde cuando fumas? Me parece que pasas mucho tiempo con Jeremiah... -Añado ya con ambas cejas arriba, metiendo ambas manos en los bolsillos del guardapolvos- Anda, vamos, no quiero saber cómo pretendes conseguir ese descuento... -Bromeo, comenzando a caminar con una sonrisa de medio lado. El paseo me vendrá bien para despejarme.

Comencé a caminar calle abajo junto a Scott, continuando burlona con aquel tema del tabaco.

- Una chica tiene sus trucos, y una roehuesos aún más… - reí, metiendo las manos en los bolsillos de la cazadora. – Y no, no fumo, eso te deja un regusto asqueroso en la boca… - le miré de reojo, con gesto seductor, volviendo en seguida la vista al frente, pero algo cabizbaja. - El tabaco es para Jeremiah, en realidad. Vi que le faltaba y bueno… A ti te lo puedo decir, necesitaba un poco de aire.

La idea era dar una vuelta sola, pero esto es mejor. O eso creo.

Ambos con las manos en los bolsillos, nos alejamos calle abajo paseando.

Me echo a reír por su comentario de los trucos. Oh, sí, estoy seguro de que los tiene. No por ser Roehuesos, ni por ser "una" chica, sino por ser ella.

Claro que no fumas... -Digo con seguridad, encogiéndome de hombros- Me habría dado cuenta, ¿sabes? -Termino con un gesto provocativo, mirándola de reojo. Si algo tenemos los lobos, incluso aquellos que, como en mi tribu, han dejado muy atrás sus raíces, es que valoramos nuestros sentidos. Incluso el del gusto. Y aún tengo en mi boca el sabor de sus labios, su lengua, ese pequeño e insuficiente festín que nos permitimos en el exterior del restaurante.

Dejo escapar un pequeño suspiro, al recordar ese momento con anhelo.

¿Tú también? Yo ya me estaba ahogando ahí dentro. -Comento acerca de necesitar aire, valorando el hecho de que me cuente la verdadera razón cuando a otros, por lo visto, les ha puesto excusas- Estos amarillos tienen todo mi respeto, se lo han ganado, pero sus locales no son de mi agrado. -Por eso me largué antes. Bueno, por eso y por un par de cosas más.

Reí ante su comentario de que se habría dado cuenta de que fumaba, evocándome nuevamente ese rato fuera del restaurante. Esos estimulantes y prometedores momentos con los que no sabía qué había pasado. Dicen de las mujeres, pero hay hombres que también son complicados…

Me sorprendió escuchar que él también necesitaba aire. Se había ido sin decir nada hace no mucho, ¿No se suponía que eso era lo que había estado haciendo?

- Nah, no es eso. Hay noches en las que he acabado en verdaderos antros, y he conseguido pasármelo bien. – sonreí con nostalgia. – Pensaba que ya habrías tomado aire antes, cuando te largaste y me dejaste colgada. – le solté sin paños calientes, aunque sin un mínimo de reproche en mis palabras.

¿Colgada...?

Miro a Zoe de reojo, sin perder la sonrisa, aunque ésta se vuelve amarga en mis labios. Supongo que sí, que en parte es lo que he hecho. Aunque es un resumen bastante incompleto de cómo fue todo aquello.

Sí, lo cierto es que ahí lo necesitaba más que ahora. -Aclaro en tono neutro- Supongo que tenía demasiadas expectativas puestas en este día... Así que quedarme en la barra de un garito oriental mientras Jeremiah se va a ver esclavas amarillas, su hija se cuelga de un tío de otra banda, el nuevo ni se lo que anda haciendo, y tú desapareces con una camarera... -Y suponer el motivo no ayuda en absoluto- ...sí, necesitaba aire. ¿Estás cabreada? -Le suelto directamente, dándole un suave empujón con el hombro.

Giré la cabeza, mirándole con chulería mientras llevaba mi cabello hacia atrás.

- Si estuviera cabreada… Ya te habrías dado cuenta. – volví a mirar hacia delante y continué. – Lo estaba, pero ya se ha llevado el Fenris esa parte. – reí amargamente. – Sólo es que... No sé qué te pasa conmigo.

Frené en seco, girándome hacia él, inmersos en la oscuridad de la noche y alumbrados únicamente por las luces de neón de algunos carteles.

- Sabías lo que iba a hacer en el local de los chinos, lo sabías de sobra. Entiendo que la que te pueda gustar sea esa chica que te escribía y te visitaba en la cárcel, y no la que tienes aquí en frente. ¿No aceptas lo que soy? Bien, pero no me marees... – dije en tono neutro, resignada, bajando la cabeza.

Hay muchas carreteras por las que circular...

Su gesto y su comentario chulescos me provocan una divertida sonrisa. Es el tipo de actitud impetuosa que me gusta tanto de ella. ¿Era yo así, antes? Ya no lo recuerdo, pero está claro que ahora no. Contrasta conmigo, más calmado, más tranquilo... Igual por eso siento que necesito soltar el acelerador.

Sin embargo, mi sonrisa se desvanece en las sombras de los oscuros pensamientos que Zoe desvela frenando nuestro paseo. ¿Qué me pasa con ella? Frunzo el ceño al oírla, mientras explica todo lo que le duele, partes de verdad y de mentira mezcladas en un engranaje corrosivo. Miro a ambos lados, soltando un suspiro, antes siquiera de plantearme responder.

Puede que ambos necesitemos aprender a quién tenemos en frente. -Sentencio con tristeza, dándome cuenta una vez más de que lo que esperaba encontrar al salir no se corresponde con la realidad que encuentro en estas putas calles- ¿Quieres decir que la chica que tengo frente a mí no es la que me visitaba en la trena, ni la autora de las cartas que han sido mi única compañía y esperanza? Porque esa chica es a la única que he llegado a conocer... -Y si esa chica no existe, no se qué coño hago yo aquí- No, no sabía que pensabas bailar en ese antro. -Confieso, dolido- Pensaba que nos sentaríamos todos juntos a una mesa, y beberíamos y reiríamos, que estarías sentada a mi lado pasándolo bien. Acepto que seas bailarina, Zoe, pero no me resulta agradable ver bailar sensualmente delante de un montón de babosos que se imaginan a sí mismos dentro de sus bragas... -Aparto la mirada a un lado, suspirando de nuevo- ...a la chica a la que quiero -Admito con amargura- Si es que existe. -Añado con un cierto regusto a reproche.

Vaya mierda de noche...

¿Pero qué coño he dicho para que entienda toda esa sarta de gilipolleces?

Sentí una punzada en el pecho con su primera frase, que si bien resultaba demasiado críptica para mí, tenía toda la pinta de no tratarse de algo bueno; de sentenciar algo que nos separaba aún más. Miraba confusa mientras me respondía, no alcanzando a comprender como podía haber entendido todas aquellas cosas que nada tenían que ver con la realidad. Se suponía que la palabra era mi punto fuerte, pero ni así… Con él no me servía, me dejaba llevar por los impulsos, por la pasión.

Me quedé estupefacta cuando admitió que no le gustaba verme bailar, aunque fuera algo que aceptara, explicando que le resultaba desagradable ver a la chica que quería haciendo aquello.

A la chica que quiere…

Debería haber escuchado eso en otras circunstancias, no antes de que pusiera en duda mi existencia. Lo que pudo haber sido un bonito recuerdo estaba rodeado de mierda. Así era la vida, ¿No? Y más tratándose de la mía.

- Sé perfectamente a quién tengo en frente… - dije con algo de tristeza. – Sólo quiero que te abras a mí como hacías en tus cartas.

Di un paso hacia él, clavando mi mirada en la suya, apretando los puños para que no se notara el temblor en mis manos.

- Es todo lo contrario, Scott. Quiero decir que, esa chica es la misma que tienes aquí mismo. Que esa chica también baila y no quiere que la rechaces por ello. Vamos, que quiero que me aceptes como soy, que parezco ya gilipollas hablando en tercera persona… - fruncí el ceño un instante por ello y volví a mirarle con cierto temor en mis ojos. – Me refería a que lo sabías cuando me fui con la camarera. Yo sólo quería hacerte un regalo, a ti y a mis hermanos, no pensaba en esos que puedan comerme con los ojos; porque esos me dan igual… Era en ti en quien pensaba, porque es a ti a quien quiero… - volví a bajar la mirada y aflojé mis manos. – Puede que sea una cría, pero eso lo tengo muy claro, joder. – dije volviendo a mirarle de repente.

Mantengo la mirada a un lado, observando la calle, negando con la cabeza mientras Zoe insiste en que me conoce. Me habla de nuestras cartas, pretendiendo que debo abrirme como en ellas, aunque no entiendo a qué se refiere, exactamente. Sin embargo, cuando da un paso hacia mí, me veo obligado a mirarla, a perderme en la brillante oscuridad de sus ojos, ventanas a un mundo espiritual desconocido y exótico.

Me arrastra fuera de ese error que debe haber construido uno de los dos, o ambos, explicando que ella sí es esa chica que cautivó mi corazón, solo que esa chica es mucho más de lo que pudo mostrarme entre esos muros, en esas letras grabadas en papel. Y su profesión, eso que hace sobre un escenario alrededor de una barra, me guste o no, forma parte de ello.

Me guste o no...

Claro que sabía lo que iba a hacer, en cuanto se marchó con esa camarera. Pero no lo veía de esa manera. Un regalo, ignorar al resto, pensar en mí al hacerlo. Me quiere. Se lo acabo de decir, y ni me he dado cuenta. Ha salido de mis labios tan natural como el aliento al respirar, tan inevitable como una fuerza de la naturaleza. Y ella ha respondido.

Me quiere...

Y lo dice con temor, con el ceño fruncido, dejando que esas ligeras arrugas surquen su frente, lineas que recorro con la mirada, como si fueran carreteras en un mapa del territorio que ansío conocer.

No, no eres ninguna cría... -Digo suavemente, mientras saco las manos de los bolsillos y las llevo a su rostro, acariciando sus mejillas- Y no sabes a quién tienes en frente. Me crees muy listo, pero no se me ocurrió nada de eso. Sólo pensé en esos tíos, y no en lo que tú sentirías... -Confieso, avergonzado de mi reacción, apoyando mi frente en la suya con los ojos cerrados, mientras suspiro- ¿Me perdonarás? -Abro los ojos ligeramente, esperando una respuesta.

No tenía ni idea de cómo iba a reaccionar a mis palabras. Tras verle negar retirando su mirada, ya me esperaba cualquier cosa. Al menos se dignó después a mirarme mientras le hablaba, pero sus ojos no me decían nada. Se mantenía imperturbable, como si analizara la situación, y no era capaz de adivinar lo que sucedería.

Me pilló por sorpresa la forma en la que negó que fuera una cría, con aquel tono regio pero suave, sacando las manos de sus bolsillos para acariciar mis mejillas. Puede que no fuera una cría, pero en ese momento me sentía así, con mi rostro entre sus ásperas manos y su imponente presencia frente a mí; por mucho que estuviera diciendo que no era tan listo como yo me creía. Entonces apoyó su frente contra la mía, privándome de la visión de sus ojos oscuros, esos en los que soñaba con perderme.

Recogí el aliento de su suspiro, justo antes de que me pidiera perdón, sin dejar de observarle. Entonces pude ver como entreabría sus ojos, mostrándole una media sonrisa.

- Si tienes que preguntarme eso, es que tú tampoco sabes bien a quién tienes en frente… - le susurré, pensando que quizás fuera aquello a lo que se refiriera anteriormente. – Pero eso sólo tiene una solución, conozcámonos mejor… - añadí retirando lentamente mi cara de enfrente suyo.

Cerré los ojos, llevando mi rostro hasta su hombro y apoyando mi cabeza en él, sin perder detalle de su olor. Al mismo tiempo deslicé mis manos hasta su espalda por dentro del guardapolvos, rodeándole con mis brazos, casi perdiéndome dentro de la prenda. Y al tenerlo por fin entre mis brazos, aunque supiera que sólo se trataba de unos pocos segundos, apreté mi cuerpo contra el suyo, deseosa de su calor.

Responde a mi pregunta con una afirmación que acusa mi ignorancia. Tan provocativa como sincera y esperanzadora. Y ella misma abre la puerta a una reparación de lo nuestro, apartándose lo justo para introducir sus brazos en el interior de mi guardapolvos, abrazándome con fuerza posando su rostro en mi hombro.

Pues ya me jode tener razón... -Comento en un susurro, en referencia a mi comentario de que ambos necesitamos conocernos mejor. Sintiendo su calor, el contacto de su cuerpo contra el mío, la estrecho con mis brazos, hundiendo mi rostro en su pelo, aspirando su aroma con los ojos cerrados- Pero conocerte más es la única carretera que de verdad me apetece recorrer, Zoe...

Refugiada en su cuerpo, esbocé media sonrisa al escuchar su susurro, dudando de si de verdad aquello era algo malo. Nos habíamos conocido de una forma poco habitual, que no permitía ver al otro en otro tipo de circunstancias; sin embargo, en aquel momento, al sentirme rodeada por sus brazos y con su rostro buscando mi pelo, me pareció que tener aún cosas que descubrir de Scott era lo mejor que me podía pasar.

Volví a apretarme contra su cuerpo al escuchar aquella prometedora frase que me dedicó, dándome cuenta de que estábamos más en sintonía de lo que parecía minutos atrás. Con una sonrisa en mis labios, aflojé el abrazo, bajando mis manos suavemente por su espalda e introduciéndolas lentamente bajo su ropa.

- Me gustaría recorrer algunas cosas más, pero siempre contigo… - le dije separando mi rostro de su hombro para mirarle, a la vez que comenzaba a recorrer su espalda hacia arriba con mis manos.

Le sostuve la mirada un par de segundos, hasta que detuve repentinamente mi avance.

- Vale, vale, ya sé lo que me vas a decir. - me adelanté, antes de que volviera a advertirme de los peligros de todo aquello. – Pero es que me cuesta resistirme... – añadí en un susurro, mordiéndome después el labio inferior.

Sentir sus manos deslizándose por mi espalda es una cosa. Es calor, es cariño y ternura. Es el suave ronroneo de un motor bien engrasado, en punto muerto, que acompaña al motero descansando en un mirador ante un amanecer en el desierto. Sin embargo, sus mismas manos introduciéndose bajo mi camisa, recorriendo mi piel desnuda, es otra cosa muy distinta. Es un escalofrío de placer, es pasión, un sueño mil veces anhelado. Es el rugido del motor a miles de revoluciones, al rojo vivo, volando por una recta infinita a toda velocidad.

Aparta su rostro de mi hombro, mirándome con sus profundos ojos negros y regalándome palabras de futuro y deseo. Me hace sonreír, feliz y triste a partes iguales. Porque ella es todo lo que deseo, pero nuestro futuro es demasiado incierto.

¿Lo sabes? -Replico con una seductora sonrisa, mirando calle arriba. No veo a nadie, lo cual realmente no significa gran cosa. Ella nos ve, siempre nos ve. Pero ¿le importa? Recuerdo la advertencia de Wyld Lady: elijas lo que elijas, traerá consecuencias. Pero también lo que decidí en ese instante.

Soy un Wyld One por vivir sin miedo a las consecuencias.

Pues no te esfuerces tanto... -Susurro con mis ojos en ese labio que muerde provocativamente, el destino de los míos al lanzarme a besarlos lentamente, con ternura, mientras mis manos se deslizan por su espalda, bajando hasta posarse en su trasero, agarrándolo con firmeza y levantándola en el aire mientras, no sin dificultad, la llevo conmigo en dirección a un callejón cercano, para dejar que las sombras sean sábanas de una cama que no podemos permitirnos.

La réplica de Scott me pareció sólo eso, una réplica, hasta que con su susurro le otorgó un nuevo significado. Busqué sus ojos, confusa, dándome cuenta como estos permanecían fijos en mis labios. Su boca no tardó en avanzar hacia la mía, que la recibió gustosa, besándola suavemente, compartiendo caricias, mientras mis manos continuaron subiendo por su espalda y las suyas bajaban por la mía.

No, no lo sé todo sobre él, y eso me gusta...

Pero no se detuvo ahí. Sentí como terminaba posándose en mi trasero, para poco después agarrarlo firmemente, alzándome en el aire. Entonces el poco sosiego que me quedaba desapareció, devorando su boca con ansia mientras alzaba mis piernas para rodear su cuerpo.

- ¿E-estás… seguro? – dije con la voz entrecortada, al detener de repente el apasionado beso.

Me quedé mirando su rostro, observando cada uno de sus rasgos, mientras me sujetaba con mayor firmeza a sus hombros y me dejaba llevar hasta un callejón cercano. Inmersos en la oscuridad de las sombras, me sentí aún más libre para dejar de resistirme.

- No sabes lo que estás haciendo… - dije soltándole, tanto con mis brazos como con mis piernas, mientras le miraba llena de deseo.

Me quedé frente a él, haciéndome con su boca de repente, acorralándole contra la pared de aquel callejón. Mientras nuestros labios se acariciaban sin descanso, mis manos tampoco podían estarse quietas, y no tardé en introducirles nuevamente bajo la camisa de Scott, pero esta vez por la parte delantera. Comencé acariciando su abdomen, para subir hasta su torso, colmándolo también de caricias, mientras el fuego de mi interior se avivaba cada vez más.

Me pregunta si estoy seguro, y mi respuesta es una sonrisa decidida y mi intención de continuar besándola. Demasiado tiempo he pasado sin hacerlo, deseándolo con todas mis fuerzas. Demasiado poco tiempo he tenido, hemos tenido, para disfrutar el uno del otro.

Alcanzamos la oscuridad del callejón, una zona sin luces donde Madre Ciudad y su prole cubra la necesidad de sus hijos. Desde antes incluso de que las urbes tuvieran espíritu, Roehuesos y Moradores ya cuidaban sus calles. Y antes de los Moradores, los Jinetes. Y antes de los Jinetes, los Protectores. ¿Es acaso mucho pedir que nos ceda un espacio bajo su ala de hormigón y asfalto, donde esconder lo que debiera poder mostrarse?

Su sensual voz me provoca, diciendo que no se lo que hago. Quizás sea cierto, que mi cabeza esté nublada por el instinto, ese impulso salvaje tan olvidado en mi tribu que me empuja a necesitar esto. Porque de eso se trata.

Necesidad.

N-necesitamos esto... -Digo con voz entrecortada, entre los besos que compartimos apasionadamente. Me libera del abrazo de sus brazos y piernas, acorralándome contra el muro de ladrillos- L-lo necesito... -Añado egoístamente, mientras sus manos penetran bajo mi ropa, acariciando mi torso, provocándome un escalofrío de placer.

Te necesito, Zoe...

Esa es la verdad, revelada sin necesidad, pues ya era evidencia. O debía serlo. Mientras nuestras bocas se hacen una, sus manos juegan en mi cuerpo, y las mías buscan su espalda también bajo la suya, ávido de hacer mío su cuerpo, y suyo el mío. Pero, al separar momentaneamente mis labios de los suyos, tomo aire para dejar escapar un suspiro y decir algo, con mi frente apoyada en la suya, nuestras narices acariciándose, nuestros labios tan cerca que es una titánica tarea resistirse a fundirlas de nuevo.

Zoe... Cuando termine todo esto... la misión... -Hago una pausa, mordiéndome el labio inferior antes de sonreír con dulzura- Tú... yo... una habitación de hotel... -Una cama, sábanas limpias, algo de beber- ¿Qué me dices? Buscaremos la excusa, algo se me ocurrirá, una búsqueda espiritual o algo así, sólos tú y yo... -Presiono mis manos en su espalda, atrayéndola más hacia mí, apretándola contra mi cuerpo mientras espero su respuesta.

Mientras nos dirigíamos a aquella pared enladrillada, y al besarnos contra esta, su entrecortada voz dio cuenta de que aquello era algo que ambos necesitábamos, que él necesitaba; para finalmente revelar que era a mí a quien necesitaba.

No pude evitar esbozar una media sonrisa, a caballo entre la chiquilla enamorada y mi orgullo como mujer.

- Yo a ti también… - le respondí, justo antes de volver a sumergirnos irremediablemente en las caricias que nos propinábamos mutuamente.

Ya no se trataba solamente de nuestras bocas, sino que nuestras manos también buscaban al otro. Noté como entraba bajo mi chaqueta, acariciando mis espalda y haciendo que me estremeciera con el sólo contacto de su piel contra la mía. Cada vez me estaba costando más el resistirme a mis instintos más primarios; arrancarle la camisa, deshacerme de su cinturón y hacerle mío allí mismo, como los animales que también éramos.

Pero por suerte, o por desgracia, Scott hizo un pequeño alto; ayudando a calmar un poco mi ansia. Separó sus labios de los míos, emitiendo un suspiro mientras dejaba que nuestras frentes se juntaran y nuestras narices se acariciaran. Él y yo, una habitación de hotel y una buena excusa para poder estar solos. Una propuesta a la que no podía negarme, menos aún tras ver cómo se mordía el labio y me mostraba aquella dulce sonrisa, para encima después apretar sus manos contra mi espalda y acercarme más a él.

- Una habitación de hotel… No sé si podré con tanto lujo. – bromeé, pasando mis manos hacia atrás, rodeando su cuerpo y acariciando su espalda. – Un coche, un motel de carretera, o bajo la luz de la luna si hace falta… Pero contigo. – añadí algo sonrojada, siendo yo ahora quien se mordía el labio inferior, pensando en aquel momento.

Fui bajando lentamente mis dos manos por su espalda, hasta llegar a su trasero, agarrándome a él.

- Así que al final me vas a dejar con las ganas… - le dije tras alzarme un poco, susurrándole al oído, con la única intención de provocarle.

Mordí suavemente el lóbulo de su oreja, dejándome acariciar por su melena, y volví a situarme frente a él, mirándole a los ojos con una seductora sonrisa.

Sus manos en mi espalda me crean un hormigueo agradable. No sólo de excitación, sino también una agradable sensación de calidez, de la que no me había percatado hasta ahora. Con Zoe abrazado a mí, me doy cuenta de lo sólo que me sentía sin ella, de lo solitaria que siento mi vida cuando me falta esto. Ella. Así han sido los últimos tiempos en la trena, temiendo haberla perdido, anhelando salir para poder estar con ella.

Tampoco pensaba en el Ritz, sólo soy un ex-convicto... -Bromeo. Tengo dinero, claro, no para echar cohetes ni para grandes lujos, pero lo suficiente. El taller sigue dando réditos aunque yo desaparezca, es lo bueno de este tipo de negocios. Libertad. Da mucha libertad no tener que estar encima de ello- Pero quiero que sea especial, ¿entiendes? -Le dedico una entrañable mirada, así tan cerca, dejando claro lo importante que esto es para mí. También ella expresa lo que siente al respecto, qué es lo único que le importa sobre todo esto. Que sea conmigo. No puedo evitarlo, siendo testigo de cómo se sonroja, del modo en que se muerde el labio, y le doy un beso en esos labios carnosos suyos. No tan apasionado como antes, un beso tierno, lento, cariñoso.

Los dos... -Murmuro mientras un escalofrío recorre mi espalda, al sentir las manos de Zoe en mis nalgas, y su suave mordisco en mi oreja, cerrando los ojos en el proceso- Los dos nos quedaremos con ellas, me temo... -Suspiro, volviendo a mirarla, con picardía, sugerente- No tenemos tiempo para todo lo que quiero hacerte... mi amor.

Sonreí con cierta timidez cuando me dijo que quería que fuera especial. No recordaba que ningún tío hubiera tenido tanta consideración conmigo nunca, pero claro, ninguno era él.

- No hay forma de que no sea especial… - confesé, poco antes de que Scott impidiera que continuara mordiéndome el labio, dándome aquel suave y tierno beso.

Al tratar de provocarle, susurrándole y jugando con su oreja, declaró que seríamos ambos los que nos quedábamos con las ganas; lamentándose en un suspiro. Sin embargo, pronto volvió a mirarme de aquella forma que me derretía, pícaro, sugerente; confesando que el motivo era el que no tuviéramos tiempo para todo lo que quería hacerme, a la vez que…

“Mi amor.” Su amor…

No sabía cuál de aquellas dos cosas me excitaba más, si pensar en todas aquellas cosas que quería hacerme o que se refiriera a mí de aquel modo. Yo también deseaba esperar, hacer las cosas bien y dedicarle a Scott todo el tiempo del mundo; pero a una parte de mí le costaba resignarse, sólo deseaba hacerlo mío, aquí y ahora.

- Cómo sigas diciéndome esas cosas… - retiré mis manos de su trasero, agarrándome a las solapas de su guardapolvos, mirándole a los ojos. – No voy a poder aguantarme. – le di un nuevo beso, apasionado, salvaje, pero no muy duradero.

Me separé de repente, dejando sus labios y soltando su ropa, quedando frente a él mientras desviaba la mirada a un lado. Tenía que ponerme freno, no podía ser.

- Déjame esos dos pavos, anda… - le dije resignada, emitiendo un suspiro, comenzando a hurgar en los bolsillos de mi ceñido pantalón para sacar algunas monedas.

Mi cabeza volvía a la realidad, a nuestras obligaciones, llenándose otra vez de preocupación. Sí, me preocupaba mi papel en la misión, el si sería capaz de afrontar aquello como era debido.

Ser una buena carnada…

Sonreí con amargura ante la idea, terminando de contar el dinero. Pero lo que más me inquietaba en realidad era Scott. Era consciente de que se trataba de algo absurdo por mi parte. Tenía mucha más carretera que yo y era un miembro apreciado también por su valía, pero no podía evitar temer que algo le pasara.

Finalmente levanté la vista de las monedas, para clavarla en sus oscuros ojos.

- En la misión… Trae tu culo sano y salvo a mi lado de nuevo, ¿De acuerdo? – le pedí con media sonrisa, tratando de ocultar mi inquietud, aunque me temía que esta sería evidente en mi mirada.

Mis provocativas palabras hacen efecto en Zoe, que se agarra a las solapas de mi guardapolvos amenazando con no ser capaz de contenerse si sigo hablándole así. Sonrío con picardía, queriendo responderle algo igualmente provocativo para ponerla a prueba, pero sus labios se adueñan de los míos, de mi voluntad, en un beso corto de pasión desaforada, tras el que se aparta de mí.

Me quedo apoyado en la pared, observando la belleza de su figura mientras rebusca en sus bolsillos unas monedas. Saco mi cartera, sonriente, dándome cuenta de lo feliz que me siento en este momento, habiendo abandonado la trena, disfrutando de la libertad de la calle, estando en compañía de la chica a la que quiero.

Toma, anda... -Digo sacando un billete de la cartera y ofreciéndoselo. Pero, cuando va a cogerlo, lo aparto rápidamente, juguetón, sonriéndola pícaro. Al segundo intento, eso sí, es todo suyo.

Y no es lo único...

Entonces saca el tema de la misión, y a pesar de su sonrisa es evidente su preocupación, pidiéndome que vuelva a ella. Mi sonrisa desaparece, tomando un pequeño impulso para separarme de la pared e ir hacia ella.

No te preocupes por mi culo, Zoe... -Le digo agarrando las solapas de su chaqueta con delicadeza, con gesto serio y decidido- No hay infierno, físico o umbral, del que no pudiera huir a toda velocidad para regresar a tu lado, aunque la carretera me llevara por el mismísimo Malfeas. -Acerco mi rostro al suyo, acariciando su nariz con la mía mientras nuestros labios están tan cerca que nuestro aliento se funde en una sola bocanada- Pero mantén el tuyo a salvo hasta mi regreso, ¿vale? No sigas las locuras de ese Fenrir suicida, deja que ellos se arriesguen que es lo suyo, no te hagas la heroína. Ya no me siento un nómada, ¿recuerdas...? -Mis labios acarician los suyos en un suave beso, antes de terminar lo que quiero decirle- Necesito un hogar al que regresar...

Sonrío por mi propia analogía. Tú eres mi hogar, Zoe, el lugar al que regresar, donde vivir, el centro de todo, mi faro en la oscuridad. Aprieto mis manos en sus solapas, tirando de ella mientras le doy, ahora sí, un beso apasionado lleno de necesidad, y antes de separar mis labios de los suyos, suelto su chaqueta y rodeo su cuerpo bajo sus brazos, levantándola en el aire y dando un par de vueltas mientras nos parto de la pared del callejón.

Venga, vamos... -Digo al dejar de besarla, dejándola en el suelo de nuevo, a mi lado, y emprendiendo el camino hacia la calle- Pillemos ese tabaco y volvamos con la banda...