Partida Rol por web

Lejos del alcance de oídos inadecuados sonrío de manera tranquilizadora a la mayor de las hermanas Windsor, tratando de que se relaje y tranquilizándola un poco, alcé un brazo hasta colocarlo detrás de mi cabeza, un gesto que me ha acompañado desde mi infancia, y desde luego nada adecuado para las circunstancias. Bajo la mano, debo parecer el más culpable del universo en estos momentos.

Señorita Windsor, su hermana sufrió un pequeño percance al salir de la casa, y se lastimó el tobillo, se encuentra bien, me apresuro a añadir, pero creo que va a tener que estar una buena temporada en reposo, ladeo un poco la cabeza, intentando adivinar algo de su reacción, viendo si tiene algo en común con su hermana, muchas veces las mayores suelen servir de ejemplo a las más pequeñas.

Su hermana quería que le comunicara que va a llevarse el carruaje para regresar, y que luego lo enviará de vuelta, transmito el mensaje, pero no puedo evitar añadir palabras de mi propia cosecha, pero si no le importa, no estaría mal que saliera a hablar con ella, o incluso, que la acompañara, si luego deseara regresar a la fiesta yo la acompañaré de vuelta a la misma, digo poniéndome algo más serio, esperando que no se enfade, joder Jean, seguramente salir a ver a su hermana es lo que pensaba hacer, y tu poniéndolo en duda, sigue así y pronto estarás enseñando clases de francés a Dios sabe quien…

Charles, despues del baile, se acercó a la chimenea para acabar de entrar en calor, a la vez que se servia una copa de brady. Miró la sala distraído, buscó a su primo y le hizo un pequeño saludo.

Me quedé en silencio, viéndolo alejarse en la penumbra de aquella noche fría o al menos así me lo parecía a mí. Demasiado bien se había portado luego de lo dicho en el salón pero sabía en el fondo de mi corazón, que no era más que culpa lo que sentía. Me odié por sentirme tan a gusto a su lado, por desear con desespero que volviera. No, no debía posar mis ojos en el profesor de francés; a él no le gustaban las niñas ricas como yo y además, mi padre jamás lo consentiría. Bajé la mirada, cabizbaja y pensativa, no quería que el chofer viera la humedad de mis ojos, me estaba volviendo loca. Un par de palabras me habían vuelto a la realidad apenas haber terminado una pieza de baile con él y luego, otras me habían hecho ver lo infantil que había sido al querer huir de esa manera y el modo en que la culpa le habían hecho ir tras de mí. Decidí que no volvería a llamarle por su nombre, no volvería a mirarlo de aquella manera y no permitiría que viera mis sueños a través de aquel cuento estúpido que había iniciado para mí.

Cita:

El mentado señor Collins estaba pensando en las palabras del noble ruso cuando la pregunta le hizo sonreir un poco. Era algo difícil de explicar. Dió un sorbo a la copa mientras el señor Varsatof preguntaba.

-Hasta hace unos meses era teniente de infantería de línea en el ejército de Su Majestad, sirviendo en España. Ahora soy el lugarteniente de lord Heddington. Administro sus propiedades en su ausencia, coordino a toda la servidumbre para que no falte de nada y me encargo de la seguridad de su persona y bienes.

Se metió la mano libre en el bolsillo, jugando con unos chelines que tenía allí. La pregunta le había puesto algo nervioso, así que optó por cambiar de tema.

-En cuanto al algodón, milord -dijo, manteniendo el tratamiento porque era lo correcto- Inglaterra tampoco lo produce, excepto en sus colonias caribeñas y la Guayana. Tengo entendido que la mayor parte del algodón se importa de nuestras antiguas colonias... lo que ahora viene a llamarse como los "Estados Unidos".

En Inglaterra todavía existía un sentimiento de agravio hacia los "coloniales". Se decía que el rey Jorge hablaba contínuamente de darles un escarmiento. Ahora que la guerra en Europa iba para bien, no era ningún secreto que Inglaterra atacaría a los Estados Unidos con una expedición de castigo, imaginaba que desde Canadá. ¿Lo habían hecho ya? No leía mucho la prensa, y desde que había llegado sus ocupaciones para con lord Heddington le habían tenido un tanto desconectado sobre la política británica*.

Miraba directo a los ojos de Collins cuando este hablaba, aunque cada cierto tiempo su mirada se desviaba a Anabel

-Ustedes tiene la suerte de encontrarse cerca de las antiguas colonias, a mi me queda un poco lejos y no es rentable el transporte... veo que es bastante cabeza dura señor Collins, no deja de llamarme por mi titulo supongo que si se lo pido por favor tampoco lo hará, ¿no?

Toma unos sorbos mas y comienza a jugar haciendo círculos con la copa

-¿Que le hizo dejar una carrera tan respetable y con posibilidad de hacende como la militar para ofrecer sus servicios al señor Heddington?

Sonrió por lo del tratamiento. Al insistir, ya se veía obligado a contentarle para no desairarle.

-En ese caso, será un verdadero placer tratarle de usted, señor Varsatof -repuso.

Trató de hacer memoria de antiguas conversaciones con militares.

-Según tengo entendido, los rusos tienen colonias en Alaska y un fuerte en la antigua California española. Aunque, supongo que una ruta de comercio a través del continente americano estaría plagada de problemas a causa de los indios. Mi abuelo luchó en la Guerra Franco-India* en la colonia del Canadá, y me habló de esas cosas.

La pregunta final del ruso le hizo sentirse más cómodo.

-Siempre he estado junto a mi señor, desde que era pequeño. Fuimos juntos a la academia militar, y combatimos juntos en el regimiento de su padre. Soportamos muchas bajas durante la Campaña Peninsular, y en Salamanca nuestro regimiento aguantó formado en cuadro una carga de coraceros franceses. El viejo lord Heddington murió durante la mista, rota la frente de un sablazo.

Carraspeó, para ahorrar detalles escabrosos. Había damas presentes.

-Dieron de baja al primer batallón por esto, y fuimos licenciados honrosamente. Entonces, volvimos aquí a dar cristiana y apropiada sepultura al finado lord y para que mi señor heredara legalmente sus pertenencias.

Me despido con una sonrisa y una inclinacion de cabeza de mi pareja de baile

Ha sido un placer el baile y la conversacion

Ytas mirar unos segundos com se va con mi primo me acerco a uno de los laterales del salon para tomar algo fresco despues del movimiento del baile

Anabel mira a su hermana de forma cómplice e incluso algo burlona en cuanto los dos varones empiezan a parlotear de extraños temas de los que apenas tienen demasiada idea, pues no es algo de lo se informe en demasía a las mujeres excepto por lo que hayan podido leer por su cuenta.
La conversación toma un rumbo cada vez más serio y en ocasiones incluso algo aburrido, dando la sensación de que uno intenta quedar por encima del otro en algunas de sus afirmaciones, aunque desde luego no es una práctica extraña entre desconocidos.

-Un merecido descanso, si lo comparamos con servir en el ejército...- aventura a comentar tras las explicaciones del sr. Collins, acabando por cogerse al brazo de su querida hermana con una sonrisa -He oído que tienen preparada una especie de sorpresa. Hay rumores sobre ello...- dijo al irlandés en un intento de cambiar el rumbo de la conversación hacia temas más triviales y distendidos para una velada que se suponía debía ser divertida. Además, si conseguía enterarse de la veracidad de dicho rumor, su infinita curiosidad quedaría algo más saciada.

La sonrisa que tenía en la cara al nombrar a mi hermana el profesor de francés se tornó en mueca al escuchar lo sucedido. No le di tiempo de comentar nada más. Le cogí con fuerza del brazo y le insté a mostrarme dónde estaba mi hermana pequeña.

- Vamos Señor... (iba a intentar pronunciar su nombre pero desistí) lléveme inmediatamente con ella. dije preocupada y algo impaciente.

Jean lleva a Mary hasta el coche en donde Claire espera con una mirada triste. La noche sigue iluminando todo de forma hermosa, el paisaje continúa embelesando los sentidos con sus tonos verdes, ahora oscurecidos por la hora; sin embargo Mary se siente muy entristecida por lo que ha acaecido con su hermana.

El joven Grégoire ha salido junto a ellos ya que considera una falta de respeto no acompañar a la señorita si le supone una emergencia, y por la visión de la mayor de las Hancok partiendo hacia afuera, ha decidido que éste era uno de esos casos. Ambos hombres se quedan afuera del coche mientras las hermanas se reúnen dentro. Cerca, la fiesta continúa resplandeciente y las parejas danzan y se entretienen.

- Muchas gracias señores. dijo intentando ser educada pero con las prisas que la hacían ser algo descortés.

- Claire, Hermana ¿qué ha pasado? ¿Ese hombre te ha...? solo se me ocurrían horribles cosas malas y esperaba que no fuera ninguna de ellas. Me subí rápida y veloz al coche a pesar de mi voluminoso y precioso vestido.

Con una mirada seria mientras Collins habla, al parecer un poco aburrido ya de charlar con el caballero, escuchar la encantadora voz de Anabel interviniendo, la excusa perfecta para mirarla y cambiar de tema... lo mira con una cara de sorpresa reprimida mas falsa que que una moneda llamada euro
-Eso es cierto señor Collins?

Bebió un sorbo de la copa de brandy mientras escuchaba a la señorita Anabel. Su pregunta le hizo parpadear. Tragó el líquido ardiente y miró luego al ruso mientras le hablaba.

-Así es. La sorpresa no es otra que un vals, que será la próxima pieza.

Miró a la señorita Anabel y luego al caballero.

-Quizá lo conozcan. Es un baile muy del agrado en la corte y entre la nobleza europea, según se. Se baila por parejas y sincronizándose, de forma que el conjunto forma una serie de figuras mientras danza.

Desvió la mirada hacia su señor, que estaba al pie de la escalera y parecía buscar a alguien con la mirada.

-Se supone que ahora una pareja en solitario hará una demostración para que los asistentes conozcan los pasos.

Lord Heddington esperaba impaciente, y solo, al pie de la escalera. Parecía buscar a alguien entre la multitud.

Su mirada se fijó, finalmente, en Collins, al que miró serio. No quedaba mucho tiempo para empezar el vals, y Lord Heddington aun no tenía acompañante, aunque todos notaron que esperaba a alguien.

-Nada, tranquila... No ha pasado nada. Sólo me caí y me lastimé el pie. Pero no quiero que te pierdas lo mejor del baile, ve allá y danza por mí.

Miro hacia afuera en busca de Jean.

- Claire Windsor-Hancock, deja de mirar afuera y cuentame qué ha pasado. dije algo más autoritaria y cerrando la puerta del coche para que no pudiera mirar afuera.

Elizabeth volvió a entrar en escena, llevaba con ella un lirio rosa entre sus manos.

Pensativa, miró hacia algún sitio en concreto. Había estado pensando mucho, debatido consigo misma, y dudado enormemente, antes de mostrarse otra vez.
En el fondo, creía que estaba siendo demasiado leve... Que no debía de estar allí... Pero... En el fondo... Muy en el fondo...

"Por dios, Elizabeth... Ya deberías de ser un poco más madura..."

Respiró hondo, pero de manera casi imperceptible, y con paso seguro, se dirigió hacia la escalera...

Una vez allí, alzó la mirada, totalmente serena y se dirigió a quien allí restaba de pie, seria:

-Ha sido un bonito detalle por vuestra parte...-se interrumpe un momento "Estás segura de lo que vas a decir, Liz? Este hombre... Este hombre... Oh dios, hazme callar... No... No.. Es demasiado... "-Acepto vuestras disculpas...-"...tarde..."

Le mira fijamente:

-Pero... Eso no quiere decir... Que pueda usted manipularme a su antojo... Que le quede claro... Bailaré con usted, sólo porque yo quiero... Nadie ni nada me obliga a hacerlo...-Luego, añade una pequeña sonrisa, leve, y maliciosa-...Así que, eso quiere decir... Que si en mitad de la pieza deseo irme, me iré...-le mira, burlona. Habla en voz baja, sólo para ellos.

-Por supuesto que lo hará.- le responde el Lord a la impetuosa jovencita con una sonrisa. Entonces busca la mirada de Patrick de nuevo. Ya está todo listo, puede dar comienzo el vals.

Elizabeth frunce el ceño ante aquélla sonrisa... No sabía por qué... Pero le daba mala espina...

Entonces, en un acto de rebeldía extrema, añade:

-Eso incluye acabar la pieza con el Sr Avon... A quien, si no le importa, debería decirle que bailaré con usted...