Partida Rol por web

Esa misma noche salísteis de aquel monasterio, con el miedo y el terror en el cuerpo, y la desdicha y la incertidumbre soplándoos en el cogote. Habíais visto el horror del mal y lo habíais sufrido (y combatido) en vuestras propias carnes, y alejarse de aquel monasterio  de edificios en llamas y derruidos (y monjes muertos vilmente) no era del todo difícil. Incluso Sebastián de la Torre Quebrada se había llevado un pequeño recuerdo, entregado por el mismo Eguzki, que no era sino un báculo o cayado de uno de los enfermos del lugar. El caso es que esa noche, cuando la nieve aún caía, avanzásteis por el terreno blanco y nevado, y la nieve dió cierta tregua a vuestro paso. Tras unas horas descansando en una cabaña de la que buena cuenta dísteis y a Dios agradecísteis, la mañana amaneció nublada.

No quedaba ya mucho para que finalizara el invierna, y entre las nubes, como de manera imprevista, se colcaba un frío sol entre las mismas, allá sobre el cielo. Las nubes disperas y pequeñas aglomeraciones de nieve muy distantes unas de otras salpicaban el camino que recorríais. Vuestro siguiente paso no era sino St. Bartomeu, según el mapa que llevábais. El fuerte viento que soplaba se os clavaba en los huesos. El entorno ahora más cercano no era sino una masa compuesta de pequeños montículos y arbustos marrones, y árboles de gran altura aquí y allá.

Con todo ésto delante de vuestros ojos, Osvaldo iba caminando también. Miraba interesado el horizonte.

Con todo ésto delante de vuestros ojos, Osvaldo iba encima de su caballo. Miraba interesado el horizonte.

Con todo lo que ha ocurrido no recuerdo si ya os lo he comentado, pero a tres días de aquí está mi hogar, Maratá. Vosotros íbais a St. Cristofol, ¿verdad? Cuando lleguemos a mi hogar os guardaré en una taberna donde se hace un guiso estupendo, bajo calientes techos, no vos preocupéis -y esbozó cierta sonrisa, que bien hacía falta en el grupo después del episodio vivido en el monasterio-.

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   Me froto las manos mientras avanzo sujetando el saquillo con las pocas viandas que se pudo salvar, avanzando un poco retrasado sin atreverme en ningún momento rebasar a los caballeros religiosos que avanzaban al frente.

   - Kaka zaharra, que frío hace... - voy mascullando para mis adentros. Con el zurrón a un lado y el libro dentro envuelto en tela para que no se dañe por la humedad y la grasa de la comida avanzo nervioso, con los nervios a flor de piel esperando ver aparecer un demonio detrás de cada roca y a cada paso.

   También voy mirando de vez en cuando al camino, intentando identificar las plantas, árboles y arbustos que van pasando ante mis ojos cubiertos de nieve en una suerte de autoexamen por si reconociera algún vegetal que coincidiera con el tratado de plantas que está escrito en el libro.

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El pirata caminaba cabizbajo, nunca había se había sentido del todo cómodo en tierra y después de los sucesos acaecidos en el monasterio aún se sentía menos cómodo. Esas cosas no pasaban en el mar, en el mar había sirenas y serpientes marinas, no monjes no muertos.

Que el mismo belcebú aparece en estos momentos, si no me alegro con tal afirmación y tal promesa de comida. Le dijo al caballero, ya que en esos momentos lo que más ansiaba era un buen plato de estofado caliente. Pero el nombrar al demonio puede que no fuera una buena idea, su mal hablada lengua le había jugado una mala pasada. En esas tierras el mal era muy real y no había que nombrarlo.

Iba el caballero Sebastián más silencioso de lo normal. Meditando y tratando de asimilar todo lo vivido.  Aquello no era por ellos en realidad, si no por don Alejandro y doña Bárbara, ¿qué mal aquejaba realmente a la noble mujer? Había muchas preguntas sin respuesta, y a eso iban.

No podía evitar un sentimiento de culpa por lo sucedido en la abadía. ¿Acaso se habia tratado de una premonición mediante la cual podrían haber evitado la desgracia?¿O tal vez era un aviso de lo que allí acontecería si la visitaban?

Fuere como fuere la abadía había caído, y el de la Torre marchaba con aquel bastón en la mano. Más preguntas, más acertijos. ¿Sabria las respuestas so re aquel objeto de haber visitado al anciano monje? Ese misterio ya nunca podría ser revelado.

- ¿Sabeis si por el camino podriemos descansar a cubierto en algún lugar?- si todavía les quedaban tres días por delante esperaba no significase pasar dos noches al raso. No tanto por las incomodidades de no dormir en un lecho, si no por los peligros que suponía, como el frío, lluvia y nieve que con facilidad se podían llevar un hombre por delante.

Sebastián va pensando por sus adentros sobre las enseñanzas de la Biblia, por saber a qué pueden referirse las letras AG a parte de Arcangel Gabriel.

También  por si pudiese comprender de que criatura del averno se trata ese caballero rojo con montura de fuego.

- Vaya por Dios, ¡qué frío hace!, Eguzki escuchaste como yo la historia del viejo moribundo que estaba en el hospital. La primera fue condenar a la siguiente generación que gobernase a la ruina, y la segunda permitir la posesión de un miembro de la familia para poder establecerse en la tierra como siempre había querido. Creo que este miembro puede ser la señora de Burriac, doña Bárbara. El ser, antes de desaparecer, le entregó una vara dorada con extraños símbolos grabados que simbolizaban la luna, las estrellas y otros astros. Le dijo al hombre que jamás se desprendiera de esa vara, ya que sin ella perdería su inmortalidad. Además, le dejó una marca en el pecho, supongo que el bastón es el mismo y la marca son las mismas. También dijo que las letras eran una A... y una G, escritas en hebreo... Pero el viejo antes de desaparecer dijo que el Bastón se le diera al de la Torre Quebrada... Entonces se dirigió a Sebastián: Caballero es vos el que señaló el viejo moribundo para que llevara el bastón, el viejo sabía más que todos nosotros, entonces haciendo honor a su sabiduría aquí le entrego el bastón, que por hado del destino debe vos llevar. Y así lo hizo Dalmau ofreciéndole al caballero el bastón. 

De todas formas andemos con ojos bien atentos, el demonio nos sigue, y estas letras tienen un significado. Comentó.

Ante la pregunta del caballero... - Señor Osvaldo, nuestra próxima parada es en ST. Bartomeu la siguiente será Marata según el mapa. Estaré contento de recibir vuestro hospedaje.

Gracias Osvaldo. Espero que Maratá no tarde en verse, porque nos estamos quedando pajaritos..

Andando al paso de mis acompañantes iba arropado como buenamente podía caminaba en alerta y pensativo después de todo lo ocurrido...no solo en el convento. Y es que la mala suerte parecia perseguirnos. Primero fue la aparición se aquel demonio en el castillo de Don Alejandro, después la escena vomitiva de la taberna...y ahora lo del convento. ¿Qué sería lo próximo? La sensación que tenia es que algo nos acechaba, y que a través de los caballeros religiosos nos lo hacían ver...

Señores, ¿que fue de la nota que nos encontramos en el carro al salir del castillo de Don Alejandro? ¿Alguno la tiene o se acuerda de lo que decía? desde que salimos de allí nos ha pasao de tó..seguimos vivos de milagro.

Andábase Eguzki pisando aquí y allá, sobre la fría nieve, tratando de prevenir cualesquier llegada del demonio que se os presentase (al fin y al cabo, ya habíais presenciado a un ser tenebroso en el castillo de Burriac y luego en el monasterio, sobre el tejado de la biblioteca). Así andaban, y normal era, el Gavinet, como pensando qué diantres hacía en esos momentos en tierra cuando la mar, pese a lo profundo de ella, parecía más tranquila. Por su parte, mientras Sebastián de la Torre andaba preocupado por el cómo llegar a St. Bartomeu (y dónde dormir o alojarse), el caballero Dalmau analizaba la situación, y comentaba en alto la historia que uno de los enfermos del monasterio le contó (y tal historia tenía que ver con el grabado de las letras en su pecho y con la vara que portaba el de la Torre Quebrada). Todo era harto extraño. Por último, que mientras Caitán el Largo se preguntaba por la nota de la tal Camila, la que encontrásteis en el carro de provisiones, que éste y Damiá vislumbraron en lo alto del cielo una sombre que parecía acercarse a vosotros. Tan sólo el Pardo determinó que era un ave, un águila para ser exactos (incluso se percató de su alarido), y entonces entendísteis cierta situación: el águila descendió en picado su vuelo unas varas, y luego comenzó a dar vueltas sobre vosotros, como cuando los buitres hacen lo mismo sobre la carroña. Luego se posó en una roca que había junto al camino que seguíais, decenas de varas más adelante.

Una vez que avanzástesis hacia él, vísteis que el águila tenía una especie de pergamino enrrollado en una de sus patas. Sus plumas eran rojizas y negras, un animal muy bello; y éste os miraba, y giraba el cuello controlando el terreno de alrededor. La nieve se extendía por el valle.

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   Mientras avanzaban, mi natural temor a los caballeros hace que me mantenga algo alejado de Osvaldo, y en menor medida al haber viajado y sangrado ya juntos, de Dalmau y Sebastián. Asiento a las palabras de Dalmau, y temblando, repito lo que escuchamos Dalmau y yo. Hablando nervioso en susurros, a ser posible cuando Osvaldo estaba adelantado y no pudiese escucharnos.

   - Era un hombre muy anciano, que pedía insistentemente hablar con el señor Don Sebastián... dijo que un noble judío gobernó en Burriac, aunque nunca oí que hubiera nobles judíos en estas tierras o que les permitieran gobernar lugar alguno. Que tras muchas generaciones goberno uno que con magia negra y ayuda de una mujer invocó a... a.. a una criatura negra, alada y envuelta en llamas y que pidió riquezas y ser inmortal. -

   Un escalofrío me recorre el cuerpo, y me animo a continuar.

   - La criatura, que podría ser el diablo que apareció en el castillo, pidió a ese gobernador a cambio que la siguiente generación que gobernase estuviese condenada a la ruina y que se le permitiese la posesión de un miembro de la familia para poder asentarse en el lugar como siempre había querido... -

   Hago un alto en el retrato para mirar con temor reverencial la vara que entregara en el monasterio a Sebastián a instancias del anciano.

   - El ser, antes de desaparecer, parece que le entregó una vara dorada con extraños símbolos grabados que simbolizaban la luna, las estrellas y otros astros. Le dijo al hombre que jamás se desprendiera de esa vara, ya que sin ella perdería su inmortalidad. -

   - Además, - trago saliva, - dijo que dejó al gobernador una marca en el pecho... una A y una G... escritas en hebreo. Y que en este punto de la historia, la mujer que había acompañado al gobernador huyó. - Aquí intento recordar como seguía la historia, - parece que años después contrajo matrimonio ¿con una mujer que les asistió en la ceremonia? no me quedó claro. Gobernaron durante un siglo y ni él ni ella tampoco evejecían. Tuvieron un hijo que creció... -

   Termino de contar la historia, ajeno a un águila que anda dando vueltas por ahí arriba.

   - Preocupados por su hijo, volvieron a realizar la invocación para pedir anular el pacto, cosa que hicieron. Cuando volvió a aparecer el terrible ser, éste no se mostró satisfecho, condenándolos entonces a envejecer sin morir, sufriendo y pudiendo ver cómo todo moría a su alrededor sin que ellos, ya ancianos, pudieran hacer algo. -

   - Además, el anciano monje del monasterio contó que les condenó al olvido y nadie en las siguientes generaciones se acordaría ni de sus nombres. Así que en unas pocas horas los dos gobernadores, marido y mujer, envejecieron rápidamente en su castillo... y que esa criatura del pacto hizo desaparecer a la mujer condenándola a no poder ver más a su marido, además de hacerle perder la memoria. Además, las siguientes generaciones que han gobernado el castillo están malditas. A todas les ha pasado algo extraño. - 

   Mientras sigo hablando en voz baja, veo que me voy quedando solo y ya el último averiguo la causa de la curiosidad, hay un pajarraco de buen tamaño posado ahí, con algo en la pata.

   - ¡Cuidado mis señores! ¡Puede ser el diablo disfrazado de pájaro! - luego pienso y añado, - o igual es la vieja esa, Came, que tanto parece saber y que dijo investigar la enfermedad de la señora. -

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¡Fábulas, supersticiones! era lo primero que le pasó por la mente al de la Torre y lo que hubiese dicho en voz alta en otras circunstancias. Pero ahora mismo, después de todo lo vivido y acontecido en las últimas semanas de su vida ni él mismo se creía que aquello no pudiese ser completamente real.

Dalmau y Eguzki le revelaron la historia de aquel bastón, que según entendía el caballero era obra del diablo. ¿Por qué debía empuñarlo él?

Tal vez soy el único capaz de soportar su poder maligno.

Y alzó la vista al cielo, haciendo la promesa silenciosa a Dios de que lucharía hasta el fin contra las fuerzas del maligno. Y si ese era el yugo que le había tocado llevar no sería él quien se quejase, lo afrontaría con devoción y valentía.

-Entonces ¿Es la señora Bárbara la heredera de sangre de aquellos antepasados que pactaron con el oscuro?- Los hijos no deberían cargar con los pecados de sus padres, y en este caso el precio era demasiado alto. Algo debían hacer para liberar a esa mujer de las garras del infierno. Pues las almas que no han pecado, aquellos que han obtenido el perdón del Señor, a los cielos pertenecen.

Escuchó atentamente cada una de las palabras que le hablaban del bastón, era de suma importancia, tal vez pudiesen desentrañar algo de todo aquello.

Entonces un águila les sobrevoló, y tomar tierra pudieron vislumbrar que traía un mensaje en su pata.

-No la asustéis, que se acerque solo uno y tome la nota. ¿Quien tiene experiencia con estas aves?- Este viaje estaba resultando de todo menos aburrido. ¡Oh cómo agradecería un poco de aburrimiento!

- Caitán la nota comentaba que había una gran influencia negativa en el castillo, y lo que le pasaba a Bárbara era más fuerte de lo que uno podía imaginar, y que se pondría en contacto con nosotros, la carta era de Camila.

Dalmau asintió a las palabras de Eguzki con un gesto de felicidad al saber que sus palabras estaban refutadas por el curandero, ya que hablando de maldiciones, pactos y demonios todo esto podía ser tratado como brujería, superstición y falta de cordura.

Escuchando a las palabras de Sebastián: - Yo creo que sí que puede ser la que estuviera poseída pero aunque cabe esa posibilidad puede haber otras, por ahora solo es una suposición. 

Escuchando lo del pájaro: - Iré yo estas aves están acostumbradas a que se le coga el mensaje no hay que ser ningún experto adiestrador. Dijo adelantándose y tomando la carta de la pata del ave.

Poco podemos hacer ahora salvo caminar y encontrar un refugio donde pasar la noche. La historia en que nos encontramos inmersos es harto rara, y no negare que me pone los pelos como escarpias. Comento el pirata, con la mirada más puesta en un cuenco de sopa caliente, que en saber el final de tan retorcido acertijo.

De pájaros solo sé que las gallinas sirven para hacer caldo. Pero esta, estoy seguro, que no se dejara hacer caldo.

- Gracias Dalmau, había olvidado el contenido de esa nota. Claro está que lo que le pase a Doña Bárbara es cosa rara, como de otro mundo, lo mismo que nos acontece a nosotros a cada paso que damos. Hemos de andar con cuidado y con mucha vista. Eih ahi va el pájaro...Dije asustado al ver al animal aterrizar sobre nosotros y rezando a los pocos dioses que conocia para que aquel bicho no nos atacará con sus afiladas garras . Cuidado, es un aguila, un ave de presa, cazadora. Esperemos a que se pose para coger la nota, que no sienta peligro o nos acribillará sin piedad.

Me preguntaba si esa nota era de la tal Camila, pues como bien habia recordado el caballero Dalmau, en su última nota decía que se pondría de nuevo en contacto.

Sea el diablo vestido de pájaro o no, señor Eguzki, la historia que acaba de recontar es harto terrorífica -dijo Osvaldo, sin dejar de mirar al águila-. Habrá que tener cuidado en todos los sentidos. El caballero de la Torre pensaba ya cómo tratar con el animal volador, mientras que el señor Dalmau recordaba la primera nota de la tal Camila, que no parecía sino un casual aliado que debía estar en las inmediaciones de Burriac.

Id con cuidado, caballero, el mal tienen hartos disfraces, ya lo hemos vivido... -le dijo Osvaldo, mientras posaba su mano y descansaba su brazo en el pomo de su espada, aún en el cinto-.

Por otro lado, el Gavinet quedaba más preocupado por atravesar aquellas tierras hasta St. Bartomeu lo mejor posible, y Caitán comenzó a elucubrar sobre las intenciones del pájaro. Acto seguido, Dalmau comenzó a acercarse, poco a poco, hasta la roca donde andábase posada el águila. El animal miró al caballero, pero lejos de transformarse en un temible ser de cuernos en la cabeza y patas de carnero envuelto en fuego, no ocurrió nada. Tan sólo un aleteo, y Dalmau tomó la nota que tenía bien anudada a una de sus patas, con un finísmo cordel. El animal quedó posado de nuevo, mirando cómo éste desenrollaba el pequeño folio. Luego lo enseñó a sus compañeros, y lo comenzó a leer, que sabido era por todos ya que éste conocía de manera imprescindible las letras:

Esa tal camila del mensaje... ¿es la persona a la que os referís? -opinó Osvaldo mirando a Caitán y a Dalmau-. Sea quien sea, parece que es alguien que os estima. Y en realidad tiene razón en eso de darse prisa, pues otro mal nos acecha: las nieves van a ser duras estos tres días, y habría que reanudar el paso cuanto antes: mirad esas nubes.

Efectivamente, Dalmau aún con el mensaje en la mano, mirásteis el cielo y los nubarrones eran una masa constante y densísima, a punto de precipitar ventisca o nieve, o ambas cosas. Acto seguido, el águila saltó de la roca, dio varias vueltas alrededor de vuestras cabezas y alzó el vuelo, perdiéndose en la dirección que habíais venido, hacia la costa. Tal vez hacia Burriac.

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   Arrejuntándome en la gruesa manta de invierno que traje de las habitaciones, ¡esas cómodas mantas del castillo!, para estos menesteres,* conseguí aguantar el frio más o menos bien. Sólo faltaría esto, ¡un resfriado! ¡Mal negocio haría entre sus señorías tosiendo y moqueando! ¡Quien contrataría a un curandero que se enferma a la buena de dios!

   Eso sí, tiritando, por un momento pienso en hincar el diente al par de saquitos salvados del desastre de la posada, cuando recuerdo que eran legumbres que bien había que echar en agua y que no se podía mordisquear. Desconsolado, rebusco en mi zurrón. Tieso y correoso estaba ya el embutido dado por el mozo del castillo cuando fueron a las cuevas ya, pero lo mordisqueo con afán, trasegando algún trago de vino para que rodara mejor al estómago.

   - Mis... señores... - casteañeo los dientes. - Deberiamos llegar...a a.... algún lugar que podamos resguardarnos esta noche. -

   Un escalofrío me recorre el cuerpo mientras me comunicó con los hidalgos sin levantar la vista del suelo, no sea que se encabronen.

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Dalmau sonrió a Caitán debido a que él al ser caballero estaba acostumbrado a coger mensajes de aquestas águilas, y sabía que estaban domadas para que cualquiera que se acercara pudiera coger la nota que llevaban sin riesgo a ser picoteado. Una vez en su haber leyó la carta y miró a los presentes. Después le respondió a Osvaldo: - Así es y aquí está otra vez informándonos... Después viendo que transmitía mal augurio sobre el tiempo miró hacia el cielo viendo las nubes cada vez más oscuras. - Gracias señor Osvaldo avancemos pues con prontitud no vayamos a contraer el mal que conlleva el mal tiempo. Dijo persignándose y avanzando a paso ligero mientras acuciaba a los demás: - ¡Vamos compañeros!, démonos prisa, el tiempo arrecia.

La tal Camila les advertía de lo que no podía ser otra cosa más que aquel ser maligno, diabólico, que ya habían podido ver ellos en el castillo, y sus secuaces con los que ya habían tenido que lidiar en más de una ocasión. No sabía el caballero si se debía sentir vigilada la mujer por las fuerzas oscuras o si, por el contrario, serían los hombres quienes le preocupaban, pues con aquello de "intentar contenerlo" el de la Torre Quebrada no podía evitar pensar en brujería. ¿Podían en tal caso confiar en aquella mujer que con tanta soltura escribía?.

Se arrebujó en su manta también, pues se había visto obligado a ponérsela sobre los hombros y que el tiempo se mostraba implacable y las temperaturas cada vez más bajas. Ir cargados como mulos podía ayudar a que la sangre corriese con más intensidad y mantener más calientes sus cuerpos, pero también les obligaba a avanzar más despacio. Si la noche les cogía sin resguardo... bueno, mejor era no pensar en aquello demasiado, pues podía suponer el final del grupo.

-Más nos vale dar con algún refugio- Dijo sintiendo el frío calando en sus huesos y con los labios algo azulados ya.

Saco la manta y se la arrebujo lo mejor que pudo. ¡Maldito frio! Maldijo en voz alta. Mientras seguía caminando. Las botas se hundían en la nieve y en un par de ocasiones, la nieve le entro por la caña de la bota mojándole los calcetines. Pero, el pirata continuaba caminado sin detenerse. ¡Que nos demos prisas! Claro que nos vamos a dar prisa. Rumio entre dientes, no refiriéndose a las palabras de Dalmau, que tenía más razón que un santo, sino a la carta de Carmila. ¿Qué esperaba esa chiquilla, que nos quedáramos en una posada bebiendo vino como unos rateros cualesquiera?