Partida Rol por web

Ad intra mare (Mar adentro)

Parte X. El último viaje

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09/10/2021, 13:39
Director

Y EL VERDADERO TERROR LLEGÓ.

EL PUEBLO SE VINO ABAJO, LA TIERRA SE ABRIÓ Y SE LO TRAGÓ LA HENDIDURA QUE COMENZÓ A ABRIRSE EN AQUEL LUGAR.

Y entonces, apareció sobre la gran quebradura que provocó en el terreno.

Era él.

Luzbel, como asi era su nombre original.

El que soporta la luz.

El Hijo de la Aurora.

El que intrigó antes del Diluvio por le trono del Altísimo.

Los hombres y mujeres en la Tierra lo han conocido como el Mal, el Demonio (en general), pero se trataba de alguien por encima de todos esa clasificación. Y lejos de las leyendas acerca de su terrible poder (seguramente todas ciertas), también se decía que podía adoptar cualquier forma. Y así era. Sin embargo, él adoraba la belleza, la idea de superioridad por encima de la raza humana. Era un ser superior a ésta. De ahí surgió el conflicto con Dios, su gran conflicto, y el conflicto de la Humanidad durante el resto de su existencia.

Tras salir del pueblo, los latigazos de Agaliarepth cesaron, pues la gran masa deforme se giró sobre sí para observar lo que pasaba. De la gran hendidura emergió entonces una gran figura... con forma humana. Un muchacho joven, con alas negras en la espalda, y tan inhumana y extraordinariamente bello que mirar su rostro fijamente más de un instante era algo imposible y dañino...

Si Agaliarepth era mucho más alto que vosotros (unas veinte o treinta varas por encima), el tamaño de aquel joven superaba, sin duda, cualquier cosa conocida en este mundo. Podría decirse que érais uno sólo de sus dedos era tan grande como vosotros, y que podía retener en su mano, si quisiera, a la infame masa deforme que os perseguía con tentáculos. Tal gigantesco tamaño tenía como si cien navíos, colocados unos encima de otro, hubieran de compararse. Su mano, de extenderse y golpear el terreno, podría aplastar el pueblo que ahora había cedido en la hendidura por la que éste había aparecido. Su torso estaba desnudo y carecía de vello, y brillaba con luz propia. La columna de luz que había vencido al tornado siguió allí por momentos, pero acabó por desvanecerse, por lo que la presencia de Dios en aquel lugar dejó de estar presente.

Aquel ser miró hacia abajo.

Como el gigante que mira una hormiga sobre la palma de su mano. Vuestra cabeza comenzó a daros vuesltas, y os sangraron los oídos y las orejas, pero era una sangre negruzca y reseca...

Era él. Eguzki lo conocía, en su tierra, como Aker.

La Humanidad lo conocía como Satanás.

Y Dios, hace eones, lo había bautizado como LUCIFER.
El rey de los infernos. 

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09/10/2021, 15:50
Lucifer

Las enormes alas se desplegaron, y aquella distancia bien podría abarcar una gran distancia, pues los extremos ya se confundían con el horizonte nocturno, y no se apreciaban.

Vísteis como Agaliarepth, quien observaba el gran despertar de Lucifer, se "arrugó" un poco (si es que eso era posible), como temiéndole de alguna manera.

Aquella visión espectacular, aquella silueta con forma humanoide, gigantesca y atronadora, no hizo sino tambalear las piernas de Sebastián y Eguzki; suerte ambos que tenían a su lado a sus compañeros, quien pudieron asistirles, pues compartir presencia con el Rey de los Infiernos no era sino un terrorífico y no deseable hito en la vida de una persona... (y otras tantas criaturas, claro...).

Lucifer sonrió por un momento, haciéndolo con un gesto capaz de estremecer a cualquiera. Fue en esa sonrisa donde supísteis que Lucifer guardaba en su interior una maldad como jamás nadie podría imaginar. Entonces miró hacia abajo, a casi un cuarto de legua hacia abajo, y se quedó mirando a Agaliaretph, ahora sí, co n un profundo odio en sus ojos.

De ellos salieron muchísimos reflejos rojizos y anaranjados, mientras de sus blanquecinos orificos nasales salían gruesas y oscuras columnas de humo. Acto seguido alzó el brazo, señalando a Agaliarepth, y con el deo en alto susurró.

Tú... -dijo únicamente-.

Y aquello fue lo único que le escuchásteis decir con una grave atronadora voz que acabó por derrumbar la estructura en la que estaba rodeada el pueblo.

Entonces el gran demonio cerró sus puños, aleteó un poco y en un movimiento seco lanzó un fortísimo alarido que hizo que su cuello se hinchara sobremanera. Toda su musculatura visible se inflamó, y tras la onda de choque producida por su grita, la isla entera tembló de nuevo un instante, PARTIÉNDOSE DE PUNTA A PUNTA CON UN INCREÍBLE CRUJIDO.

Al laventarse la tierra por el centro de esa forma tan violenta, se produjo una lluvia de rocas. Vosotros tratásteis de elevaros por el terraplen por el que antes se había precipitado Sebastián. Las rocas tenían diferentes tamaños, y salían volando hacia todas direcciones.

Casi al instante, comenzó a brotar del cuepro de Lucifer un aro de fuego horizontal que, según sospechábais, fue ensanchándose abrasando todo a su paso. Teníais que correr cuanto antes para no ser alcanzados por el aro ígneo.

Parece que la atención de los dos demonios, uno sobre el otro, os dio unos segundos perfectos para subir el terraplen y huir por donde habíais venido, primero por la gran ciénaga y luego hacia la costa. Una vez estuvísteis arriba del precipicio, comprobásteis a cierta distancia cómo aquella masa deforme que era Agaliarepth quedaba calcinada por el aro de fuego del Gran Rey del Mal, pero éste seguía ensanchándose cada vez más.

Los enormes peñascos de piedra seguían levantándose a vuestro paso, en vuestra huida, pues la isla a su vez seguía partiéndose, y tratar de huir no parecía, entre el barro formado por la lluvia, una tarea difícil. Mientras corríais como podíais, notábais que el anillo de Sebastián brillaba, y el halo en el que aún estábais inmersos se iluminaba cuando algún guijarro de gran dimensión caía sobre vosotros (deteniendo el impacto). Ahora, estuviérais donde estuviérais, seguíais viendo aquella gran figura, aquel gran demonio. Tal vez su silueta fuera más grande que toda la isla entera...

- Tiradas (2)
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09/10/2021, 16:32
Director

Un rato después, cuando vuestros pies estaban mojados entre el fango del vado que antes cruzásteis, supísteis que no podíais permitiros el lujo de deteneros a descansar. El anillo de fuego era visible desde donde estuviérais, al igual que la gran figura de Lucifer, pero el primero seguía extendiéndose horizontalmente, ensanchándose y haciendo quebrar la isla a su paso.

Otro gran pedazo de isla se separó poco a poco y con un sondio pesado la notásteis desplomarse sobre el mar. Seguramente ya estaríais cerca de la cosa. La zona estaba muy iluminada ahora por las grandes llamas que devoraban la isla.

Fue entonces cuando escuchásteis otro sonido distinto, pero esta vez amistoso: el águila de Camila. Graznaba allá en lo alto, y tras mirar en el cielo sus plumas reflejaban el rojizo y aúreo color del anillo de fuego. Volaba sobre vuestras cabezas y tras tanto tiempo caminando tras su rastro supísteis que os estaba guiando, o pretendía guiaros. Por vuestra parte, girásteis en seco, y os desviásteis por otra vereda aún dentro de la propia ciénaga. Tras unos minutos llegásteis a todo trapo, en medio de los continuos temblores y escupitajos de rocas, a una pequeña cala, dejando atrás el pantanoso escenario que recorríais.

Y el águila se posó en la mano de una mujer, la cual pisaba ya arena junto a la costa. Era Camila.

La mujer aguardaba cansada, aún apesadumbrada (como cuando navegásteis hasta aquí), con alguien a su lado: el capitán Faustino y el Padre Agulló. Detrás de ellos aguardaba un navío, otra coca. Entonces los tres os hicieron señales para que corriérais lo antes posible y así lo hicísteis.

¡Estaban vivos!, y aquel navío no era sino el Tró, el mismo que había utilizado Montserrat y su séquito de hombres de piel oscura y alas para llegar hasta allí... Corrísteis, corrísteis, y os alzásteis en contra de la destrucción agarrándoos a un cabo y a una improvisada pasarela (que no era sino una escalera de cuerdas colgadas junto al casco...).

* * *

Un gran crujido hizo tambalear el barco cuando estuvisteis en cubierta. La lluvia caía sobre ésta, y sólo escuchábais la voz de Faustino gritando a algunos de sus marinos (que habían sobrevivido), que "soltaran velas con cuidado, pues había mucho viento". El anillo de fuego seguía ensanchándose, y las quebraduras de la isla seguían sucediéndose. Dos guijarros grandísimos implosionarion ante un estallido de la tierra, y subieron a lo alto del cielo y bajaron de nuevo, golpeando la costa cerca del Tro.

Agulló rezaba como podía y Camila miraba el anillo, fuera de sí, con la vista perdida en él. Por vuestra parte, estábais ahora tumbados en cubierta, extasiados, cansados, sin posibilidad de levantar un sólo dedo, embebidos en desesperación y agotamiento; y aún con los párpados cerrados el brillo del anillo de fuego extendiéndose era plausible más allá, y éste crecía ahora demasiado... tanto que quizá podría alcanzar el Tró, quien ya estaba echado a la mar...

Entonces otro hecho insólito acaeció.

Estando ya navegando en huida de aquella isla quebrada, y en el momento de estar a punto de atravesar los escollos rocosos que rodeaban aquella isla, el Rey de los Infiernos debió percatarse de vuestras presencia, puesto que extendió su gigantesco dedo en dirección hacia el barco... Pese a que a vuestra vista su movimiento parecía lento y errático, lo cierto es que no era así, y el águila de Camila alzó el vuelo...

Entonces se elevó, aprovechando las corrientes del vendaval que azotaba e interpuso su vuelo entre las velas del Tro y el gran dedo que parecía querer aplastaros. El pequeñísimo animal, pese a tu tamaño con respecto a al gran demonio, chocó contra la falange y ardió en una pequeña explosión, haciendo que Lucifer detuviera su avance un instante...

Entonces Camila gritó, como doliéndose ella misma en el momento del impacto, y se desvaneció para no despertar jamás.

Cuando Lucifer volvió a extender su brazo, el Tro, gracias a la capitanía de Faustino y el buen hacer de sus hombres, ya había superado el círculo de rocas y escollos, así como la persistente niebla, que rodeaban la isla y os daban protección... ("de puertas para adentro... y de puertas para fuera"). Lucifer no pudo llegar a avanzar hasta más allá de los escollos, y entendísteis que el águila había dado su vida para salvaros...

La lluvía seguía cayendo, y los truenos se sucedían.

Tras incorporaros un poco, mirásteis hacia atrás, hacia la isla, y vísteis cómo esta era engullida por el anillo de oro, quien a su vez la había quebrado en dos mitados, y la figura de Lucifer, alta y brillante, pronto se desvaneció de vuestra vista... Habíais escapado de aquel paraje infernal.

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09/10/2021, 16:57
Director

* * *

Un rato después, cuando la isla ya quedaba atrás (lo que quedaba de ella), la tripulación estaba en silencio. Nadie se atrevía a hablar, o nadie tenía ganas de hacerlo. El primero que se atrevió a hacerlo fue el padre Agulló, y fue para comenzar a orar en alto.

Al rato, Faustino se animó a acercarse a vosotros, empañado al igual que vuestras ropas, y os contó lo sucedido tras el naufragio. Agulló, Camila y algunos marineros despertaron en la misma cala donde los encontrásteis, y vieron el Tro allí anclado. Camila había estado a punto de morir, y ante la idea de huir de esa isla cuanto antes, insistió en que os esperaran, pues ella sabía que teníais algo muy importante que hacer.

Ahora el cuerpo de la mujer descansaba en un camarote, esperando un digno entierro en algún lugar de tierra firme. Esta había sido la única testigo de las maldades que se habían estado aconteciendo a nivel maligno, y se había servido de vuestra generosidad para evitar los planes de uno de estos demonios, en concreto Agaliarepth.

De lo que ocurrió con vosotros es "agua de otro cántaro", como suele decirse, que ya no es menester contar aquí. Quizá Damiá hubo algún día de echarse a la mar (sabiendo que sólo habría un sitio por donde jamás volvería a navegar); Eguzki quizá volviera al trabajo del taller y el alambique cuando no curara a los enfernos, y los dos caballeros, Dalmau y Sebastian, seguramente regresarían al noble y dedicado oficio ceremonioso y físico de servir a Dios con la espada, sabiendo que no cualquier podría decir que habían visto el poder del Altísimo con sus propios ojos... Eso sí, cuando atracásteis en St. Jeroni de Murtra pasásteis una temporada en la iglesia del padre Agulló, quien os ofreció una sana hospitalidad.

* * *

Y aún quedan un par de cuestiones que resolver en este asunto: 

Por un lado el asunto de los dos demonios. Agaliarepth, demonio de la magia negra, urdió un oscuro plan para subir a la tierra como supremo gobernador. Quiso adelantarse a Lucifer en su carrera hacia la Tierra. Agaliarepth, quien era completamente imprevisible, intentó aprovechar esa facultad suya para llevar a cabo su plan, alzándose en el único escenario donde podría hacerlo: la isla en medio del mar. Pero NADA escapa al control de Lucifer, aunque esta vez estuvo cerca. Cuando éste se enteró de lo que se estaba planeando, decidió esperar a que todo estuviera hecho para presentarse en persona y arreglarlo a su manera, destruyendo "el castillo de juegos" de Agaliarepth (el pedazo de tierra en mitad del mar), como quien destruye un castillo de arena de un niño para fastidiarle.

Y así ocurrió. Aún no es momento de subir a la Tierra a goBernar. No todavía. Si se tiene que hacer, se hará de una única manera, y esa única manera es la que el Rey de los Infiernos decida. Agaliarepth no lo hizo mal urdiendo el plan que a continuación relataremos, pero no será él quien ostente ese puesto. Eso sí, hay alguien que ha escapado de sus garras (vosotros), y Lucifer ha oido que intentaron detener el plan del demonio usurpador antes que él. Tal vez en algún momento se encuentre con ellos, pues su memoria es muy buena, tal vez infinita.

Y por otro lado, en cuanto al plan del propio Agaliarepth apunta de pleno al anciano Leví y a Camila. Resulta que hace muchos años (más años de los que puede vivir una, y dos y tres generaciones), los dueños de Burriac (Leví y su esposa Camila) hicieron un pacto con Agaliarepth en busca de una felicidad eterna. Por lo visto, alargarían su vida a cambio de guardar una vara como símbolo del pacto. Sin embargo, el matrimonio, años después se echaron atrás, arrepentidos, y quisieron devolver al demonio dicha vara. Éste no la aceptó, y por supuesto, maldijo a sus futuros herederos (donde entra en juego don Alejandro, su descendiente, así como su familia y el último de su estirpe: la pequeña Montserrat). Tal repercusión no era sino una muerte dolorosa y lenta, aparte de repentina, para todas sus generaciones futuras. Sin embargo, por alguna extraña razón, la joven Montserrat en vez de sufrir la maldición, se convirtió en catalizador de Agaliarepth para gobernar en la tierra con su cuerpo. Supo tal demonio que poseyendo tal cuerpo podría adquirir un pasaporte a la Tierra y abrir la puerta en distintos sentidos a su ascenso prematuro, antes que el de Lucifer.

Y éste es el resumen de toda esta historia, con "sus más y con sus menos", y de la valiente actuación de cuatro hombres en cuyas vidas experimentaron sucesos que cualquiera rechazaría por inverosímiles.

FIN