Partida Rol por web

Sebastián no estaba convencido de qué era todo aquello ¿una trampa? ¿un hombre que trataba de protegerse del maligno a través del poder de la fe? Lo único que tenía claro era que no abandonaría a sus compañeros, no sería una acción propia de un hombre de Dios, tenía claro eso y que, si no había sucedido ya alguna desgracia, esta llegaría en breve, y muy seguramente por haber entrado ellos hasta allí.

Hemos caído como gazapos.

Miraba enderredor con los ojos abiertos y las orejas prestas para escuchar cualquier sonido. Por eso cuando apareció aquel anciano lo primero que hizo fue desenfundar su imponente espada.  Relajó la posición un poco cuando el viejo habló, creyendo que ellos eran guerreros de las fuerzas oscuras. Pero, ¿Acaso sería aquel añejo párroco en realidad un demonio? El maligno trataría de confundirles, debilitarles con sus macabros y retorcidos juegos.

-Sebastián de la Torre Quebrada, ese es mi nombre. Caballero de Santiago, eso es lo que soy- dijo con humildad aparente aunque sin confiar del todo en aquel hombre. - ¿Vos sois?- deseaba conocer cómo se presentaría aquel hombre, ¿acaso Paco? ¿acaso Belcebú? -¿Qué ha acontecido aquí? ¿Cómo es que ha bajado aquí todos los santos et el Cristo  está medio chamuscado?-

Habían bajado a por respuestas y con ellas saldrían, si salían. Aquel anciano se dirigió directamente a Dalmau y Sebastián recordó las inscripciones grabadas a fuego en su piel. Aquello no era buen augurio para el grupo, y que el anciano pudiese notar aquello tampoco. ¿acaso Dalmau estaba siendo utilizado por el diablo?

Damiá y Eguzki preguntaban por el señor párroco de la iglesia de Samalús. El tipo quedó callado un instante, viendo cómo, además, Eguzki hacía la señal de la cruz. Entonces pareció tranquilizarse un poco. Tampoco dejaba de mirar la espada desenvainada del caballero de la Torre Quebrada. Estando a la espera de las palabras del anciano, Sebastián quedó mirando un instante a las cuatro figuras de los santos de la sala allí dispuestos.

Era cuatro figuras religiosas, estaba claro: uno San Rafael, ángel de la paz y de la reconciliación; otro San Miguel, ángel de la esperanza y de la suerte; otro San Cassiel, arcángel protector de la vida y sanador de enfermedades, y finalmente San Gabriel, protector del miedo y del robo.

¡Ése mismo soy yo! -confirmó el padre Florencio-. ¡¡El día del Jucio Final está cerca, muy cerca!! -decía-. Cuando entonces le preguntaron por el cristo de rostro chamuscado de la sala de arriba, pareció animarse un poco más. Ayer, cuando me desperté de un horrible sueño, fui a la capilla y me arrodille ante la sagrada cruz; le pedí que me diera consejo, que me guiara, y enteonces... ¡maldita sea! -blasfemó-, le prendió la cabeza. ¡Es sin duda una señal! ¡El mar se teñirá de rojo y la tierra se abrirá! -gritaba, como desesperado y fuera de sí-. ¿Qué queréis? ¿Venís a por consuelo de este viejo o a protegeros bajo esta iglesia? -os preguntó, escudriñándoos de abajo a arriba, en medio del mar de velas-, pues noto algo maligno en vosotros...

-Ese mal que sentís es un ser maligno contra el que luchamos- se apresuró a responder mientras hacía memoria por si recordaba el nombre de aquel demonio ¿en algún momento se les había dicho cual era la identidad de aquel ser? Conocer su nombre era muy importante, pues podía darles alguna ventaja. 

Siente el mal en Dalmau... trataba de averiguar con disimulo, evitando miradas a sus compañeros ...o tal vez Eguzki... Ese sanador le había tratado y había devuelto la salud a su castigado cuerpo cuando la pulmonía parecía que le ganaría la batalla. ¿Acaso sería un brujo como había parecido en varias ocasiones? El vasco se había escudad en la fe, pero, ¿y si...? Quiso quitarse esta idea de la cabeza, pues temía que de ser un hombre malvado, infectado de las malas prácticas, hubiese podido hacerle algo a él. No, no, soy un hombre de fe, un guerrero de Dios fuerte.

Guardó su espada, pues creía que el viejo era quien decía ser, y aprovechó para usar el cayado que, como quien no quiere la cosa, expuso a la vista de aquel religioso apoyándose en él como había hecho buena parte del camino. Sebastián quiso fijarse en la reacción de aquel religioso. Un monje bien entrado en años se lo había querido entregar, quizás aquel viejo pudiese identificar algo de aquel objeto, con aquellos símbolos tallados. 

En mi no puede haber nada oscuro, estoy seguro de que fui visitado por un ángel.

Sus feligreses están preocupados por usted.- Respodió Dalmau quien se había quedado congelado al percibir que la mirada del párroco se detenía en él al mencionar al maligno.- ¿Qué habría visto el aterrorizado hombre?

Les diremos que se encuentra bien y continuaremos nuestro camino, tenemos una misión que cumplir

Todo aquello era sumamente raro. En principio nada de esto estaba relacionado con su misión, de hecho, deberían de partir como bien decía Dalmau. Pero el pirata vea algo en el cura que no terminaba de cuadrar, un par de palabras más con ese viejo chiflado no le harían mal a nadie. ¿Qué vio en ese sueño? ¿Y por que dice que “ve algo maligno en nosotros”? Él nunca había creído en los sueños o las visiones, pero en los últimos días había visto demasiadas cosas que le habían hecho replantearse muchas de sus ideas.

.

   Agacho la cabeza respetuosamente y hablo al anciano sacerdote.

   - No nos vendría mal su bendición, padre. - Tras pensarlo un poco, añado. - Daremos aviso a sus lugareños que se encuentra aquí a salvo, para que le provean de alimentos que refuercen su vigilia, con el permiso de usía. -

   Luego quedo a la espera a ver que dicen mis mayores, que no debe olvidarseme que sigo siendo de clase bajuna.

.

-Ese mal que sentís es un ser maligno contra el que luchamos

¿Y qué ser es el que vas tras vosotros? -preguntó entonces el padre Florencio mientras miraba el báculo pero negaba con la cabeza el conocerlo-. Los vástagos del mal son muchos, y en muy distintas formas se aparecen en cualquier momento y lugar.

¿Qué vio en ese sueño? 

He visto un río de sangre... ¡No! ¡Un mar de sangre! Y pocos o ningún superviviente pereciendo en dichas aguas... ¡Imágenes terribles, joven! -le respondió al pirata-.

¿Y por que dice que “ve algo maligno en nosotros”?

No lo sé... es un sentimiento interno... ¿Qué os ha traído hasta aquí? Tal vez saber de vuestros pasos pueda reconfortar mi propio corazón... aunque también deberíais marchar y ocupar un escondite como éste... ¡el fin del mundo está cerca!

Luego escuchó los comentarios de Dalmau y Eguzki acerca de dar parte a los vecinos, cosa que no le importó.

¿Qué os ha traído hasta aquí?

Nos dirigimos a St. Cristòfol de Monteugues, a buscar unas hiervas a la casa de Adelaida. Una dama se encuentra muy enferma, y nos han encomendado esta noble misión. El pirata se abstuvo de comentar todo lo referente al monasterio y las ultimas palabras del anciano; tampoco comento el primer encuentro con las bruja en su primera búsqueda.  

.

   Asiento vivamente ante lo que ha dicho Damiá y le comento al anciano, una vez que termina el pirata de hablar.

   - Usted que es un hombre santo, ¿podría ayudarnos contra los siervos del maligno? ¿Podría darnos su bendición? -

   Quedo a la espera de su respuesta, mientras tanto mis compañeros piensan que hacer.

.

El padre asintió ante los detalles moderados del pirata Damiá. Luego centró su atención en Eguzki.

Claro... -respondió el padre Florencio-. Que la Gracia de Dios esté con vosotros -os dijo mientras hacía gestos de cruz en el aire con su mano diestra-, y que os guíe su Palabra preclara. Id con Dios... pero temed y desconfiad de cuanto veáis -advirtió finalmente-.

Sin mucho más que decir (o así lo sintió el padre Florencio) marchásteis por donde habíais venido, desandando con cuidado vuestros pasos. Tras subir de nuevo por la vencida escalera oculta, volvísteis a la parte superior. No habia novedad ninguna. La voz del párroco se escucho una vez más en la lejanía, recordándoos que cerrárais la puerta por la que habíais entrado (no sabía muy bien cuál era). En pocos minutos, con cierta tensión en vuestros músculos, salísteis del santo templo de Samalús.

En esos momentos el grupo se detuvo. El primero que lo hizo fue Caitán el Largo. En su interior sentía cierta lástima por aquel hombre, como si fuera aquel el padre que nunca tuvo. El objetivo en la vida del pardo Caitán no era sino hacer vida amasando alguna pequeña fortuna, y en su interior su espera por el largo viaje que andábais haciendo se le hacía largo, muy largo. Por ello, delante aún del muro de la iglesia, os comunicó su deseo de quedarse en Samalús, tratando de convencer al padre Florencio que saliera de allí. Tal vez en aquel pueblo tendría más suerte; y si no la tuviera, trataría de hacer su viaje hacia el sur, como siempre había planeado, para ganarse esa fortuna. Parecía estar cansado de aquellos líos de Burriac, Adelaida, los brebajes y las águilas mensajeras. Y con todo ello, de despidió de vosotros y volvió adentro, no sin antes desearos la mejor de las suertes.

Aún era por la mañana, no había llegado el mediodía, y la nieve lo seguía cubriendo todo: techumbres y suelo, árboles y rocas. El manto blanco no se había alejado aún de vuestro viaje. Tras el anuncio de Caitán, el siguiente destino, después de mirar el mapa que llevábais con vosotros, no era sino el destino final donde se encontraría Adelaida: St. Cristofol de Monteugues. Seguramente quedara a un día de camino, seguramente menos. Aún caminábais a pie.