Partida Rol por web

Escena introductoria

Se dice en los mentideros...

-Que gran suceso fue el auto de fe de la semana pasada, en la que se quemaron algunos marranos en la Plaza Mayor. Durante el mismo, dícese que a una conocida y vanidosa dama le robaron las joyas dos hombres disfrazados de frailes dominicos que querían darle una bendición.

-Poco se preocupan chicos y poderosos de los dimes y diretes de los mentideros, pues reina gran excitación en las calles... que es tiempo de Carnestolendas, y habrá diversión y entrentenimiento en las calles, y gran jolgorio y escaso comedimiento. Ya que es bien sabido que solo los aguados y los frailes más ascetas, rechazan salir en este día a la calle con sus mejores galas... y una máscara tapándoles el rostro.

Dos veteranos de los tercios caminan por las calles de Madrid. Se conocen de antiguo, al haber servido juntos: el cabo Antonio Clavijo, en mal nombre "el Mozo" y el más veterano y grave Patxi Balboa, vascongado y cristiano viejo.

Caminan, alegres ante la espectativa del desenfrenado día, pensando en si frecuentarán taberna o mancebía, aunque en lo segundo a veces no es necesario en días como este, donde las mujeres, al amparo de la máscara, se ayuntan con quien les viene en gana.

Dos hombres dispares caminan por Madrid. Se conocen, apenas de unas semanas, al haber trabajado juntos en la carda (barrios bajos), mancando o señalando a algun pisaverde a cuenta de algún acreedor. Uno se llama, o le llaman "el Bravo de Antequera", un rufo que ha sido bandolero en Andalucía, tuerto y con malas pulgas. El otro, un valenciano muy peligroso llamado Rufino Acosta, en mal nombre "el Rufo".

Van contentos por la calle, pensando a donde irán, si a taberna o mancebía, con máscaras puestas en el rostro. Hoy es día en que todo vale, y estos dos seguro que tinen muchas ideas.

¿Qué le parece a vuestra merced si paramos en alguna taberna local? No es que rechace la compañía de una "dama", pero no he comido nada desde que salí del cuartel esta mañana

Noche de fiesta en la embajada francesa. Hace mucho que no pisas el lugar, pero te seduce la idea de cortejar a alguna damisela dándotelas de mosquetero. Así que, decides por un día vestirte bien, e ir a hacerle una visita al embajador Bassompiere.

Pero para ello debes conseguir antes dos objetivos: atravesar los barrios bajos de Madrid y que no te estropeen el traje en el intento. No es moco de pavo, considerando el efeméride. Sales de tu casa (un piso más de una corrala de vecinos) y miras a izquierda y derecha... españoles con máscaras de carnaval y animados, conversando con vecinos y extraños. De momento, despejado.

La posada del Aguilucho se ha animado. Los frecuentes en la sucia y barriobajera corrala se unen a los extraños. Incluso, varios cóimes han traído a sus daifas para que alivien al paisanaje... aunque allí lo que van a aligerar a más de uno es la bolsa. La posada del Aguilucho es conocida en Madrid por su pésima reputación como baluarte y aposento de lo más granado de los "vientos" de Madrid (ladrones), y también de tahúres y otras gentes que viven, en suma, a la española: del prójimo y sin pegar un palo al agua.

Juan de Aznárate se siente bastante mal allí, a pesar de que él mismo hace sus pinitos embaucando a los primos de la Villa y Corte. Esta allí el cómico por su amigo, el pícaro Tobías Fernández, en mal nombre "el Inocente", que es un verdadero artista de lo ajeno, pero buen compinche. Su amistad vino a raíz de que, un día, ambos consiguieron escapar de los corchetes de cierto alguacil gracias a una mezcla de ingenio y desvergüenza. Desde entonces, siempre que hay que robar algo o conseguir dinero, se vuelven uña y carne.

Ambos hombres se miran, conscientes de la disyuntiva: seguir en aquel antro, o lanzarse a las calles de Madrid en busca de víctimas en el día del combate entre don Carnal y doña Cuaresma.

- Tobias, amigo mío, ¿En que tipo de antro nos hemos metido? - miro la corte que me rodea... Taberneros impregnados en pegajoso sudor y varones eufóricos por el desmadre alcohólico que allí se vive esperando el momento idóneo para subir a su fulana a la habitación... - Menuda locura de lugar.

Carnestolendas.

El vulgo está excitado ante la espectativa de poder cometer todo tipo de bromas y tropelías a sus semejantes con la impunidad de una máscara. Los eclesiásticos abominan este día, pero lo tienen que consentir... ya atan corto al pueblo durante los 364 días restantes.

El gentilhombre Gaspar de Zapata y Meneses ha llegado, al fin (y tras esquivar a un grupo de mozalbetes que querían llenarles las ropas de alcanfor) con su amigo el cirujano Lorenzo Sánchez de Medilla ante el palacete de la signiora. Ambos hombres se conocen desde hace algunos años, cuando Medilla curó a Zapata de una mala herida por un duelo a causa de una dama excesivamente bella e indecentemente promiscua. Desde entonces, siempre que hay alguna fiesta en la Corte, el gentilhombre procura invitar al cirujano, para que este tenga buen trabajo sanando a lo más granado de la sociedad.

La fiesta que se traen entre manos es prometedora: un baile de máscaras y disfraces en la embajada francesa, con gran afluencia de damas y caballeros. Todo un evento, al que piensan escoltar a la señora de Cagliorostro, doña Esmeralda Orsini, desde hace algunos meses conocida suya y compañera de intrigas en las covachuelas de la corte del rey Felipe. Tarda, como tardan todas las mujeres que se visten bien, en su afán de ser las más bellas de la noche. Y esa dama, a pesar de tener sus años, no es precisamente una gorgona.

El cochero aguarda en la puerta, con el negro coche en cuya puerta está dibujada la heráldica de la señora. Dos caballos de buena raza relinchan, entre aburridos e inquietos por la algarabía que se oye en las calles.

El mendrugo de pan sigue en su plato, una pequeña loza de cerámica muy tosca que está apoyada en el scriptorium, cerca de la ventana enrejada y con las contraventanas cerradas. Arrodillado frente al crucifijo, la imagen de nuestro señor Jesucristo crucificado, el cordero de Dios, reza por las almas de tanto pagano como anda suelto por la calle...

Carnaval. Una fiesta impía, de orígen pagano y ancestral, un capricho del soez populacho, que durante un día se atreve a desafiar y mofarse del órden divino de la sociedad. Alguien pica a la puerta de la celda, sacando al fraile del ensinismamiento de su oración.

- Os parece mejor idea entonces salir a buscar alguna victima en las calles?, podríamos conseguir un par de Maravedies de esta sucia gente antes de salir.

- Aguarda. Creo tener una idea. - miro el ambiente. - Aquí no queda un alma en su sano juicio... Podríamos aprobecharlo ¿no? Sígueme la trama... - le digo a Tobias alzándome sobre una de las mesas de la posada.

- ¿Que vais a hacer?

Parece ser que no me ha escuchado, le seguire la trama de igual modo, confio en que lo que tenga en mente sea bueno

Le guiño un ojo desde lo alto del inmueble antes de iniciar mi discurso.

- Daaamas y Caballeeeroooos. - miro al horizonte del local mas detenidamente. - Perdón. Quise decir. Caballerooos y Rufianeees. - hago una pausa para comprobar que he captado la atención del gentío. - Díganme.... Acaaaaso no es cierto que cada uno de los que aquí hoy nos encontramos disfrutando de la compañía de estas señoritas, ¿no somos meros y humildes trabajadooores de esta plebe? Acaso, ¿No tenemos derecho de disfrutar de los placeres que la vida nos concede? ¿¿¡¡Porque tenemos que pagar por ello!!?? ¡Es nuestro dinero! ¡Nuestro sudor y nuestro esfuerzo! ¿¿¿Acaso no son ciertas mis palabras??? - espero una respuesta de los clientes de la posada a mis palabras antes de proseguir.

Lorenzo se muestra un tanto inquieto y nervioso esta noche, las apariciones en sociedad siempre le provocan nervios que desencadenan con unos dolores de barriga muy incómodos...
Lleva una máscara que le cubre todo el rostro y tan sólo muestra la parte de la boca...aiii!Qué gran verdad!Pues es sabido de todos que mientras el populacho se muere de hambre, los nobles mueren hartos! Aún así, esta sería una ocasión para darse a conocer entre lo más selecto, la creme, de la sociedad!
Lorenzo se mantendrá discreto y callado en el baile dando pie a que su amigo, Gaspar de Zapata, sea quien haga las presentaciones correspondientes.

Al escuchar como alguien llama a la puerta , me santiguo - Signum Crucis. In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen-

A quien le acontece visitarme en un dia como el doy...en el malvado camina entre nosotros en forma de Lujuria y arrogancia.

Adelante Digo con tono seco,mientas aun arrodillado miro hacia el umbral de la celda.

¿7x14? ¿Éxito o Fracaso? ¿Menos que cual debía que sacar? ¿De 14? ¿O multiplicarlo por 14?

Abre la puerta uno de tus hermanos, fray Domingo de Siles, que se santigua al verte rezar. Es un hombre de entre unos treinta y cuarenta años con barba poblada y tonsura de barbero. Te mira con ojos nerviosos.

-Tenemos un problema, hermano -te dice- Fray Hernando ha salido... disfrazado de caballero.

Fray Hernando de Mendoza es uno de los dominicios del convento, y una oveja descarriada. Uno de tantos hidalgos segundones que han conseguido el hábito merced al poder de su familia y que no tienen ninguna vocación. Aprovecharía cualquier circunstancia para romper los votos, más o menos veladamente.

Los parroquianos están demasiado borrachos y son demasiado chorizos como para oponerse a ese razonamiento. Comienzan a elevarse quejas ante los proxenetas allí presentes, y en un momento el lugar se convierte en una verdadera merienda de negros.

A río revuelto, ganancia de pescadores.