Partida Rol por web

Los ojos del difunto rey gigante brillan con un intenso furgor cuando te ve tomar las monedas.

-¡¡¡ES MIO!!! -Grita con furia, lanzando un corte horizontal con su mandoble. El golpe es poderoso, notas como corta al aire y lanza una ráfaga de aire helado a su paso. Sin embargo los movimientos de la criatura son lentos, como es de esperar de un no muerto.

-¡NO TE HARAS NI CON UNA SOLA MONEDA DE MI MONTAÑA, LADRON! -Continua vociferando, lanzando un nuevo golpe que esquivas con una finta, rodando sobre las monedas. Esperas el momento oportuno, esquivando los golpes que aunque fáciles de predecir, son muy poderosos como para arriesgarte a dar un paso en falso. Continuas bailando entorno al rey gigante, hasta que este alza su enorme espada por encima de su cabeza y tu te encuentras ahora entre la criatura y el trono.

-¡NO TENDRAS MI TRONO, SERPIENTE! - Grita finalmente el rey no muerto. Justo en ese momento te percatas de que no esta luchando contra ti... es como si estuviese luchando contra el que lo mato por primera vez, cuando seguía gobernando aquella montaña. Pero no había tiempo para pensar en esas trivialidades. El gigante descarga con fuerza su mandoble que destroza su propio trono, desmoronándolo en pedazos de piedra helada, mientras saltas adelante en una finta que atraviesa el cuello del no muerto con tu filo.

-¡Es... mío! -Dice por última vez con voz apagada, mientras el fulgor azulado de sus ojos se extingue y la cabeza del rey gigante se desprende de su cuerpo rodando por el suelo, para ser seguido por el cuerpo desmoronado de lo que fue en el pasado un formidable gigante. La corona del rey derrotado choca contra el suelo al desprenderse de tu cabeza y rueda a tus pies.

Has derrotado a tu enemigo y ahora la niebla que había revivido al cadáver se ha difuminado en el aire helado del salón del trono. Los dos cofres que había junto al trono siguen cerrados, a la espera de que los abras para clamar tu recompensa. Tras el trono, ahora desmoronado, sigue la apertura en la pared semiderrumbada, que parece el único camino por el que continuar.
 

Al tomar las monedas no hacía falta tener un sexto sentido ni nada por el estilo para saber que la ira inundaba a aquel enorme gigante, no dudo en gritar contra mí a la par que lanzaba un golpe con su mandoble. No eran un golpe digno de un espadachín pero sin duda tenía la fuerza de 6 o 7 de estos, si llegaba a tocarme aquel mandoble mi cuerpo este llegaría a la ciudad de un solo viaje. 

Para mi suerte fue que mi agilidad siempre estaba de mi parte, siempre ha estado conmigo y ha crecido desde que empecé a buscar tesoros en presas mayores pero era lo que había, en todo caso comencé a esquivar aquellos demoledores golpes uno tras otro. No eran difíciles de esquivar pero no podía permitir ningún fallo, tenía el problema del suelo que me mantenía muy asustada, si pisaba algunas monedas podría resbalarme y sería mortal.

Durante toda la refriega de golpes acabé entre el y su trono pero cuando me fijé en él gigante parecía que estaba mirando al infinito, ¿no estaba viéndome? era extraño pero seguía pelando como si no fuera yo a quien se dirigía aunque eso no quitaba que necesitara esquivar sus golpes. Su amor por el tesoro parecía que trascendía en el tiempo, sin duda nos hubiésemos podido llevar bien, si no intentase destrozar mi cuerpo con una espada claro, pero no había mucho más que hacer, levantó su espada contra mi pero golpeó su propio trono momento que pude aprovechar para golpear el cuello del gigante. Su cabeza se desprendió de su cuerpo mientras mantenía el énfasis en que no se tocara su tesoro, la corona que tenía rodó por el suelo siendo el único ruido que inundaba la sala como si solo estuviésemos el y yo en un vacío infinito, me dolía tener que ver como mis manos se manchaban de sangre cada vez más, prefería mantener mis manos libres pero era defenderme o morir y no aún no podía permitirme lo segundo.

-Tranquilo compañero me llevaré lo menor posible- caminé hacia el cadáver de aquel ser y le dejé las monedas que había tomado en su cuerpo solo iba a tomar el contenido de los cofres si me gustaba, si no lo dejaría para que pudiese descansar un tiempo más. -Cada día esto es un poco más difícil- pensé mientras me dirigía a los cofres.

Pasas por encima de los restos del gigante no muerto y abres los cofres. En el primero solo encuentras una antorcha normal y corriente y poco más

En el segundo cofre encuentras otra cosa... deshechas algunos trastos inútiles hasta encontrar una banda hecha de cuero con una hebilla de hierro y bronce... Cuando la alzas ante tus ojos te percatas de que es una especie de cinturón. Parece de manufactura humana, aunque notas algo curioso en la hebilla, que está decorada un una especie de runa en relieve. Tiene un encantamiento de protección, y uno fuerte, parece que perteneció a algún mago o a algún otro aventurero que se aventuro por la montaña y tuvo menos suerte.

Te pones el cinturón y tan pronto como cierras la hebilla ves como se forma por un instante una burbuja transparente a tu alrededor. El efecto solo dura un segundo pero podrías jurar que sigue ahí, aunque no puedas verlo.

Escuchas un ruido proveniente del agujero que hay tras el trono... es de gran tamaño, tal vez te conduzca directo al "rey de la montaña"... es el momento de dar tus últimos pasos hacia la victoria o tu final.

a mi me va bien

Ahora con el combate finalizado podía ver que me esperaba en los cobres, aunque para mi desgracia en el primero no encontré más que una antorcha, -no se que tipo de tesoro planeabas proteger pero creo que eras pobre-, suspiré cerrando de nuevo el cofre, no era precisamente lo que había imaginado que iba a encontrar dentro de él. 

El segundo parecía tener trastos y trastos de diferente calidad, lo único que me llamo la atención fue una especie de cinturón, no tenía ninguno así que no veía el porqué no tener uno, así evitaría que mis pantalones sufriesen un repentino despliegue vertical. Tenía una bonita runa dibujada, no esperaba demasiado de ello, pero al ponermelo y terminar de cerrarlo noté que algo ocurría, una especia de pompa me rodeaba haciendo soltar un leve quejido de susto para después ver como se hace completamente invisible aunque podía notar como no había desaparecido, -¿es una especie de escudo o algo así?- no estaba del todo segura pero era un buen cinturón.

Hecho todo lo que podía en esta sala, miré con algo de pena al cadáver del gigante,  en cierto modo yo también era ambiciosa a la hora de los tesoros y me temía acabar como él pero lo importante continuaba, tenía un pequeño camino que seguir tras el trono que ahora yacía destrozado, esperando no encontrar más problemas

Atraviesas el agujero en la pared tras el trono y te adentras en un túnel excavado en la montaña... te conduce hacia lo que en algún momento fue parte del glorioso templo de los gigantes... pero ahora era una gran cueva con una entrada abierta al cielo. El techo está lleno de estalactitas, algunas tan grandes que llegan al suelo formando  comunas que sostienen la bóveda de hielo y roca que cubre la caverna. El suelo esta regado de escombros congelados y huesos. Te llega el hedor de la muerte ... y un brillo dorado. En el centro de la gran cueva hay una montaña de monedas de oro congeladas así como algún cofre que de seguro contiene más riquezas. También se ven esparcidos algunos artefactos destrozados por el suelo y manchas de sangre congelada. La luz del cielo nocturno se filtra por el agujero del techo, iluminando el suelo entre el tesoro y tu, pero todo lo demás está ensombrecido por el contraste entre la luz del cielo, los reflejos del oro y el hielo y la oscuridad que acecha desde todos los rincones de la basta caverna.

Un leve crujido te sobresalta, mientras escuchas algo arrastrarse en la oscuridad helada. Luego escuchas un gruñido y una respiración rasposa... sientes que te observan. Más aun cuando una voz poderosa  y terrible rebota en los muros de la caverna.

-¡¡¡BIENVENIDA... LADRONA!!! ... NO SEAS TIMIDA... ¡¡¡ACERCATE A LA LUZ!!!

Sin duda la atronadora y profunda voz pertenece alguien o algo grande y peligroso. Alguien que te acecha desde las sombras sin que puedas llegar a verlo desde tu posición.

Empecé a adentrarme en aquel agujero que llevaría a alguna parte, se podía decir que era la emoción de la aventura lo que me embarcaba pero tenía una extraña sensación sobre lo que podía pasar tanto en el lugar como sobre mí misma, desde hace un tiempo sentía que todo poro donde iba o trataba de matarme o era mortal. 

Quizás era por querer tomar tesoros pero de vez en cuando prefería tener una conversación con alguien, aunque ahora que hacía memoria mis últimos compañeros fallecieron en la misión, sin duda no tengo nada de suerte para muchas cosas. En cualquier caso seguí por la cueva que estaba tras el agujero, llegué con el rato a una especie de caverna con un techo lleno de innumerables estalactitas que lucían amenazantes, por el suelo solo podía ver la misma muerte presente, no solo por el olor que desprendía el lugar sino por la cantidad de cadáveres que allí yacían.

Lo mejor de la sala se presentaba en el un lado donde la luz de la luna iluminaba un tesoro que parecía ser más grande que el anterior del señor gigante de la gran espada, pero en cualquier caso no pude sentir un escalofrío al escuchar una voz que retumbó no solo en mí sino en toda la sala de la caverna. -Encantada igualmente pero no me gusta demasiado el apodo de ladrona, solo tomo prestadas las cosas, las traeré de nuevo, probablemente- me "defendí" un poco pero no estaba del todo equivocado por poco que me gustase. -Además no es por rechazar su amable invitación pero preferiría que se presentara primero a la luz si es posible ya que usted sabe que soy mujer creo que me ha visto con lo que me gustaría estar a la par si no le importa- puse una mano en mi florete por precaución

Un profundo murmullo recorre la cueva, algo que podrías diferenciar entre un ronroneo y una risa.

-OH... PERO LO ERES... UNA LADRONA Y UNA MENTIROSA.

Escuchas después un sonido como si alguien estuviese olisqueando el aire.

-ELFA... ME SORPRENDE QUE UN SER TAN FRAGIL HAYA LLEGADO HASTA AQUI. NI TAN SIQUIERA CREO QUE ME SIRVAS DE MONDADIENTES, PERO AUN ASI HAS LLEGADO. HAS MATADO A LO POCO QUE QUEDA DEL VIEJO REY... INCLUSO PORTAS EL HACHA QUE FORGE PARA QUE SUS HIJOS SE HICIERAN CARGO DE MIS DESPRECIABLES HERMANOS...

Sientes en tu nuca un aire gélido y un crujido. Justo sobre la entrada, suspendido en el techo, ves como un grupo de estalactitas de hielo se resquebrajan, mientras una enorme figura camuflada ente ellas desciende, clavando sus garras en la pared, y cayendo luego pesadamente entre la salida y tu.

En la oscuridad de la sala distingues sobre todo un par de ojos grandes, que brillan con un fulgor celeste. Los ojos se alzan a varios metros por encima tuya, mientras avanzan seguido por fuertes pisadas de garras, que arañan la helada superficie de la sala.

: ... Y POR ELLO TE CONCEDERE TU DESEO, LADRONA. CONTEMPLA MI ESPELDOR Y TIEMBLA, PUES YO SOY GELCIFRAXX, EL UNICO Y VERDADERO REY DE ESTA MONTAÑA.

Y por fin, puedes contemplar al rey de la montaña, un colosal dragón de escamas blancas como la nieve. Se mueve sobre sus cuatro patas terminadas en garras, y a su espalda extiende dos gigantescas alas, que parecen ocupar toda la cueva. Con su largo cuello y silueta te es difícil calcular su tamaño, pero es enorme, mucho más que los gigantes. Sus fosas nasales desprenden un suspiro helador, mientras toma aliento y da otro paso hacia ti.

Las garras de la bestia arañan el suelo helado, mientras su vasto cuerpo te bloquea el paso a la salida. La criatura te mira como un gato que mira una presa, con sus grandes y brillantes ojos azules. Aunque de momento no te ataca.

Su risa recorría el lugar con fuerza para volver a llamarme ladrona y mentirosa, lo de ladrona lo dejaba pasar pero ¿mentirosa? eso si que no, aunque tras ello volvía escuchar su gran voz. Se notaba que me observaba y que sabía más de mí de lo que me hubiese podido parecer o más de lo que yo mismo hubiese querido que supiese, en cualquier caso sabía que yo maté a más de uno de los gigantes que había en la entrada aunque sinceramente no es que tuviese elección.

-Personalmente no es de mi gusto tener que hacer esas co....sa.ss- mi voz se entrecortó cuando vi como algo de gigantescas dimensiones se descolgaba del techo y bajaba hasta estar entre mi y la salida, era una enorme dragón de un color celeste y unas garras dignas de desmembrar a los gigantes de antes. Tragué un poco de saliva antes de darme cuenta de que sus ojos se encontraban a unos cuantos metros por encima mía, daba un poco de miedo la verdad ver tal ser depredador frente a mí.

Inspiré tras escucharlo decir que me concedería mi deseo, -creo que mi deseo sería más bien poder beber en la taberna mientras me baño en monedas de oro- mi sentido del humor me acompañaba aunque la verdad dudaba del mismo, pero en cualquier caso tomé el hacha que el mismo dragón forjó en un tiempo atrás, a la par que la sostenía una sonrisa sádica aparecía en mi rostro, acababa de recordar el sentimiento que tenía la primera vez que toqué aquel arma y ahora ocurría algo parecido.

Comencé a reírme sin ningún motivo a grandes carcajadas, notaba como la ira me embriagaba poco a poco y las ganas de enfrentar a aquel dragón crecían más y más pero podía conservar aún mi cabeza en su sitio. Inspiré profundamente para tranquilizarme y volver un poco en mí. -Dudo que seas tan benevolente de dejarme pasar, o sí lo harás señor rreeeeeeeeyyy- mi voz no era tan suave como antes, se notaba ira en las palabras al igual que apretaba con mis manos la empuñadura del hacha, estaba preparada para ir contra el dragón con todas mis fuerzas y arrancar una a una las escamas si hacía falta, ahora mismo todo en mi mente era asesinar o ser asesinada.

Apreté mis pies contra el suelo, estaba lista para contraatacar cualquier movimiento de la "amistosa" bestia la cual amenazante ante mí parecía ser el final de un viaje más largo de lo que me hubiese gustado

La sierpe lanza un leve bufido ante las palabras de la elfa.

:NO... NO CREO QUE TE VAYA A DEJAR PASAR... HACIA TIEMPO QUE NO VENIA UNA CENA TAN VOLUNTARIAMENTE... HABRIA PREFERIDO CONVERSAR UN POCO MAS, PERO HAS RESULTADO SER MAS ABURRIDA DE LO QUE ESPERABA. -Una sonrisa se dibuja en los labios del dragón, mostrando sus afiladas hileras de dientes y añadiendo con un tono igualmente cruel -PERO PUEDE QUE AL MENOS PUEDA DISFRUTAR DE TUS GRITOS MIENTRAS TE DESPEDAZO POCO A POCO.

El dragón lanza un rugido atronador mientras te preparas para el ataque. Las garras de la bestia destrozan el suelo y las fauces de Gelcifraxx se abren, lanzándose vertiginosamente sobre ti.

Desde tu postura defensiva solo tienes unos segundos para decidir cómo actuar ante tan veloz ataque. Demasiado rápido como para esquivarlo, demasiado fuerte como para bloquearlo... solo te queda una opción... contraatacar.

Blandes el hacha con ambas manos y te lanzas contra las fauces abiertas de la bestia, percatándote de una sencilla verdad. La criatura está fuertemente acorazada con escamas, aunque tiene algunas cicatrices donde deberían ser más blandas... pero su boca, aunque repleta de dientes afilados, no tiene protección ninguna.

Descargas el hacha sobre las fauces de la bestia que se cierran a tu alrededor. Por un momento temes un temprano final... pero las fauces no llegan a cerrarse. El hacha hiende la blanda carne de la quijada del dragón que lanza un nuevo rugido, solo que esta vez es de sorpresa y dolor. La bestia repliega su ataque, aunque el impacto te hace volar unos cuantos metros por los aires, aun con tu hacha en la mano y sin hacerte daño.

Gelcifraxx retrocede por unos instantes meneando su enorme cabeza y escupiendo sangre. Aunque le has herido gravemente no es ni de lejos una herida mortal... y el dragón ahora esta mucho mas enfadado.

:INSECTO... ¿COMO OSAS HERIRME CON MI PROPIA ARMA? ME ASEGURARE DE HACER QUE CHILLES POR DIAS ANTES DE QUE ACABE CONTIGO.

Los ojos del dragón empiezan a brilla con un intenso fulgor azulado.

El dragón lucía seguro e ilustre ante mí, además parecía mofarse de mis palabras aburriéndose de mi presencia así que pasó a ponerse ¿manos a la obra? bueno, realmente tenía garras pero supongo que la expresión servía para lo que estaba ocurriendo. En todo caso un rugido del dragón retumbó en la sala dejándome unos segundos sorda, menudo rugido sin duda no era un dragón cualquiera sino el rey de esta montaña, usó sus enorme garrar para destrozar el suelo que rozaban temí durante un momento por mi propio cuerpo pero la adrenalina que emitía el hacha con la ira hacía que me olvidase de aquello.

Mantenía mi postura y una extraña sonrisa psicópata en el rostro para cuando el dragón se lanzó directamente a por mí, apenas tuve tiempo para nada cuando su cuerpo estaba casi destrozando el mio. Con el hacha en mis manos giré sobre mí misma para tomar impulso y utilicé el hacha contra sus fauces haciéndolo retroceder del dolor, por suerte para mí para mí el golpe fue a parar el lo poco blando que tenía aquella criatura dragónica, seguramente si llegase a lanzar un mal golpe rebotaría como si golpease la misma roca o incluso algo más duro.

Tenía un sudor frío recorriendo mi frente y espalda, no cabía duda de que el miedo había estado presente, si no llega a ser por la sed de sangre de aquella hacha seguramente hubiese intentado escapar acabando en el peor de los casos. Escuché al gran dragón quejarse sobre el golpe. -Siempre que invites a un té o un café no veo el porqué no estar aquí unos cuantos días, aunque creo que no tenemos la misma opinión sobre como ser un buen anfitrión- me temblaron un poco las manos al verlo tan enfadado y al ver como le comenzaban a brillar los ojos en un tono azul ¿sans?. 

Coloqué el hacha en mi hombro y comencé a correr hacia la parte de abajo de la cabeza de la criatura, temía que fuese a lanzar enormes llamas así que intentaba situarme debajo de su cabeza, en la parte inferior de la mandíbula, el único lugar que me ocurrió donde su fuego no pudiese darme y además quizás lograse algún golpe