Partida Rol por web

Alice se apresuró a rebuscar un frasquito de veneno entre sus posesiones. Si iba a tener que luchar, sería mejor hacerlo preparada

Alto. No de un paso más

Dos entradas, dos posibles amenazas. La situación no podría ir peor

Conrad estaba pensando en cómo abordar las preguntas que debía hacerle a François, cuando fue sacado de sus reflexiones por la súbita entrada de aquella extraña mujer. No tenía esperanzas de que fuese una feligresa. Habían entrado allí buscando refugio, pero tal vez tuviesen que pelear de todas formas. Asió con determinación su bastón, preparado para enfrentar una acción hostil de inmediato.

Una daga rompió la ventana del piso superior y se clavó en el techo, dejando un trozo de tela colgando del lugar del impacto. Alice se dio cuenta, mas Conrad ni siquiera reparó en ello. Aquella daga...

¿No era una de las suyas? Se parecía tanto...

Y de hecho... aquellas ropas... las que llevaba la mujer que acababa de entrar en la iglesia.

Sí, no había duda. Eran las mismas que Beatrice había dejado en Karlsrude. No podía ser de otra manera. De hecho, los movimientos extraños, su reticencia a levantar la cabeza... era un disfraz, estaba claro. Aquella mujer había escogido la peor ropa para disfrazarse, la ropa de su objetivo. 

Y una mujer nunca olvida sus vestidos.

El trozo de tela de la daga ondeaba con la brisa que penetraba por la ventana como el péndulo de un reloj, que marcaba un tiempo que estaba a punto de detenerse. No hacía falta más, el alto que le había dado Alice era suficiente para descubrir su disfraz.

Y... de pronto. Toda la ropa quedó hecha jirones.

Unos ojos rojos brillantes surgieron bajo esa multitud de capas de ropa, y una faz extremadamente bella sostenía un arma que parecía sacada de un cuento... o de una pesadilla.

La chica parecía mucho más joven que la que Alice había visto antes y su cuerpo estaba menos cubierto. Aún así, una chaqueta u una falda ocultaban sus curvas mientras corría hacia Alice.

Y en cuanto al arma... la chica llevaba las manos desnudas... o al menos eso parecía. Mas todo su cabello giraba en torno a ella como una serie de afiladas cuchillas que rebanaban todo lo que entraba en contacto con ellas. Los bancos de la iglesia eran partidos en láminas mientras la asesina corría hacia Alice y toda la ropa que llevaba antes quedó reducida a meros trocitos de tela que caían al suelo en un baile lento y cadencioso.

Su cuerpo estaba rodeado por un aura roja, que era casi invisible para un ojo no perspicaz. El brillo que daba a su cabello era fantasmagórico y sus pies al tocar el suelo centelleaban como si una luz se encendiera a su paso.

Su mirada estaba fija en Alice, su objetivo, la razón por la que habían muerto sus amigas, y la razón por la que había tenido que viajar hasta allí. La razón por la que podía perder a su amor, y el motivo por el que la orden estaba tan agitada últimamente.

Esperaba ser la última de las asesinas enviadas a acabar con Alice, lo esperaba profundamente. Guêpe sería tarea de otra, mucho más hábil que ella.

Mientras corría agarraba los mechones que pasaban cerca de sus manos para ayudar a su cabello a mantener aquel movimiento mortífero. Los objetos que saltaban a su alrededor parecían estallar y ser cortados por fibras invisibles, por lo que aquel arma tenía visos de ser muy peligrosa.

A no ser que tuvieras buena vista.

Y aún así... era espeluznante. 

Aaron palideció en un segundo. Aquello no era una mujer...aquello era un monstruo. ¿De verdad Alice era capaz de realizar todas aquellas piruetas? Si así era tenían o un problema o muchísima suerte. Si luchaba se estaba ganando a una poderosa enemiga, pero tampoco podía quedar indiferente viendo como masacraban a sus compañeros

Sin demasiadas ceremonias el chico se pegó a la pared y comenzó a recitar ensalmos ya olvidados, cánticos que desataban poderes muy por encima de la comprensión humana. Poco a poco estos crecían en intensidad y casi parecían perforar hasta el hueso, haciéndolo vibrar, hasta que...

Una columna de pura luz rodeó a Aaron, una columna que parecía surgir del cielo. Pero, ¿Cómo? Aquel lugar estaba techado, no tenía ningún sentido y sin embargo estaba ocurriendo. Un momento, ¿Qué era eso? ¿Una niña?

Si, una pequeña fémina parecía surgir de entre el haz de luz. Más que surgir era ella la que lo formaba. Estaba sonriendo y se mostraba alegre y divertida, como si con ella no fuera la cosa y aquella escena fuera algo sin importancia. Fue solo un segundo, pero la visión había sido clara para todo aquel que estuviera mirando.

La columna le acunó por completo y en vez de desvanecerse continuó allí, con él. Ahora estaba listo para luchar.

Quint se había lanzado demasiado rápido, mientras Faliar estaba absorto en sus propios pensamientos y dudas sobre aquella extraña conversación, lo que le hizo perder unos valiosos segundos de reacción. Sin embargo, tuvo tiempo de ver el veloz ataque de la asesina; habia cometido el error de pensar que sería mejor tiradora que luchadora, y que con su arma de disparo inutilizada no sería una oponente seria. Craso error. Y ya era la segunda vez que veía a Quint sangrar en abundancia pese a su supuesta "invulnerabilidad".

Faliar se lanzó hacia delante con paso lento y pesado, pero firme. Sus intenciones eran claras. Lo primero era canalizar su ki a través de su arma; eso potenciaría sus ataques. La mesa suponía un obstáculo, pero no para un hombre grande como Faliar. A pesar del poco espacio, cogió velocidad y cargó contra la mesa con el brazo del escudo por delante, partiéndola por la mitad por el ímpetu. Casi de una zancada se plantó delante de la asesina, y lanzó dos ataques firmes contra la asesina al tiempo que emitía un grito de guerra. Una ráfaga de aire entró por las ventanas de la casa, despertando los reflejos de sus compañeros y llenándolos de fuerzas.

Alice sonrió. Lo sabía

¿Es que nunca me vais a dejar tranquila?

Sus manos, que aún sostenían las dagas, se colocaron en posición de defensa. Si esa zorra quería un mano a mano, entonces tendría un mano a mano

O quizás no

Como una cuchilla afilada, Mani se acercó casi volando hasta Xerine. Su cabello estaba impregnado de la fuerza de su alma, y aquellas armas tan peculiares tenían la habilidad de devastar lo que encontraran. Era muy complicado saber por dónde iba a venir el ataque.

Movimientos bruscos, cambios de ritmo, saltos, piruetas... Mani se movía alrededor de su enemiga como realizando un baile macabro. Pero su objetivo estaba claro, no quería perder el tiempo. Quería asesinar a Alice. Quería asesinar a Xerine. Quería asesinar a Ghost Note.

-Si, cuando estés bajo tierra

Los cortes, como por arte de magia, iban apareciendo en el cuerpo de Alice. Su ropa se desgarraba y las heridas sangraban levemente dejando escozor y dolor tras ellas. Eran pocas heridas, pero cada una debilitaba más y más el cuerpo del objetivo de Selene.

Al menos... contaba con un aliado que Mani no esperaba.

- Escóndete, aún no hemos terminado... -susurró el cartógrafo a su criado, al tiempo que la luz reflejaba con menos intensidad la figura del noble. Al tiempo que su silueta se oscurecía, se movió para atacar por detrás a la capilar asesina, y desenvainando el estoque de su bastón, dirigió con destreza la afilada punta de su acero hacia aquella nueva molestia. Si quería acabar con Alice, tendría que enfrentarse a dos adversarios. Y ahora, estaba rodeada.

Alice vio por el rabillo del ojo como uno de los cabellos de esa mujer se acercaba a ella a gran velocidad. Logró apartarse a tiempo, inclinándose hacia un lado, mientras intentaba devolver el ataque con una de sus dagas. Pero su enemiga estaba lo suficientemente lejos como para encontrar un hueco en su defensa

Muchas molestias os estáis tomando para ello. No eres la primera que viene a intentarlo, ¿sabes?

Dos filamentos se cruzaron por delante suya. Apenas pudo dar un paso hacia atrás antes de que trazaran sendos cortes sobre su vientre. Se llevó una mano a la herida, en forma de cruz, como acto reflejo, mientras apretaba los dientes. Ese despiste casi le costó el no poder esquivar un tercer ataque, esta vez completamente vertical, que prácticamente partió uno de los bancos por la mitad tras no encontrar su verdadero objetivo

Aunque espero que hayas puesto a tu compañera a salvo. Si no, puedes darla por muerta

Otro corte, esta vez en la manga. Sus ataques eran casi invisibles, y muchos como para poder verlos todos. Cuando creía haberse puesto a salvo, otro de esos filamentos aparecía en su campo de visión, y luego otro, y otro. Dio un salto hacia atrás, intentando sortear otro corte horizontal dirigido a su cuello, acabando en una grácil voltereta que completó impulsándose con sus brazos en el suelo. Cayó a un par de metros, sobre uno de los bancos. Entonces notó la sangre en su mejilla

Joder, eres buena, esto te lo concedo

Se limpió la herida con una manga y sonrió

Las otras también lo eran

-Lo sé.

Los movimientos de Mani cada vez eran más rápidos, siguiendo a la asesina a donde quiera que fuera. Sus filos le cerraban el paso cuando trataba de huir y sólo lo quedaba retroceder.

Conrad llegó por la espalda, pero su acción no fue más que un pinchazo de nada lanzado al aire, pues de una voltereta, los cabellos de la chica se engancharon con el estoque y lo desviaron lo suficiente para que no pudiera alcanzarla. Su objetivo era Alice, Conrad era sólo una pequeña molestia.

Un cabello, como si de una aguja se tratara se lanzó contra Alice, quien se agachó para poder evitar aquella astilla mortal.

-¡SABE CUIDARSE SOLA!¡NO VA A MORIR!

Aquella frase de Alice, la que mentó a su compañera fue el verdadero ataque acertado de la hostigada. Mani perdió la concentración y la mesura y todo su cuerpo se tensó. Una brillante gota de sudor comenzó a caer por su frente, pero fue consumida por las llamas que salían de su cuerpo. 

El siguiente ataque fue brutal.

Un corte trasversal, esta vez en la pierna. No era ni mucho menos tan duro como los primeros, ya no contaba con el factor sorpresa, pero al menos seguía hostigando a Alice sin que pudiera hacer mucho más que defenderse. Conrad, al menos tenía vía libre...

Por ahora...

Faliar parpadeó unos instantes, como si estuviese saliendo de un trance. Había perdido el control durante unos segundos, y no sabía exactamente que había pasado.

En el momento en el que se había plantado delante de la asesina tras destrozar la mesa, había tenido un súbito flash. Dos imágenes se reprodujeron a cámara lenta en su cerebro. La primera ya la había visto. Era la imagen de Julius, recostado sobre el cofre que había traído desde Karlsrude, sentado en mitad de un charco de su propia sangre, y con una herida mortal en el pecho, provocada por el arma de fuego de aquella asesina. Había dado su vida por traer una serie de objetos que cualquiera podría haber comprado en un comercio. Él había prometido que haría que valiese la pena, y no pensaba fallar a su palabra.

La segunda fue quizás la que más le turbo. Era más que nada una fabricación de su mente, pero era algo que había temido secretamente desde su último flash de memoria.

La imagen era de Xerine, tumbada en mitad en un charco de sangre, acuchillada en numerosas partes de su cuerpo por incontables hojas y armas extrañas. A su alrededor podrían intuirse varias figuras femeninas, ocultas por las sombras, que le miraban directamente a él. Repetían continuamente:

- Has llegado tarde. Tendrías que habérselo preguntado antes. Has llegado tarde. Ahora nunca lo sabrás

Y después risas estridentes. Risas, que podrían confundirse con el graznido de los cuervos.

Y entonces la visión cesó. Miró a su alrededor; había muebles destrozados y restos de madera por todas partes. Quint seguía tirado en el suelo, sangrando por la herida que le habían provocado con la lanza. Aaron también estaba allí, brillando con una extraña luz dorada. Y Nahia estaba como confundida. Notó algo viscoso y cálido deslizándose por su cara. Se llevó la mano al rostro, y comprobó que era sangre, pero no era la suya. Y entonces miró al suelo, y vio el cuerpo mutilado de la asesina. ¿Le había hecho él eso? ¿Cuando? Pero tenía que haber sido él, porque su hacha estaba manchada de sangre. Aturdido mientras su adrenalina volvía a sus niveles normales, solo acertó a decir una cosa

- Joder... No quería darle TAN fuerte...

Aaron, todavía brillando, se acercó hasta Faliar y le puso una mano en el hombro.

-Hiciste lo que tenías que hacer. ¿Está muerta?

Pese a que el chico trataba de aparentar tranquilidad, lo cierto era que estaba muy pálido y que un temblor en sus piernas apenas le permitía mantenerse de pie. Además, se veía claramente que trataba de ignorar la mutilación de la joven y que sólo la miraba de tronco para arriba.

¿Quién es este hombre? Dios, la ha destrozado. ¡La ha destrozado en apenas unos segundos!

Pese a que se sentía relativamente seguro con el poder de La Estrella guardándole, una náusea subió por la boca de su estómago y se tuvo que agarrar en aquel que había causado tanto dolor para no caer redondo al suelo. ¿Con que clase de personas estaba viajando? Una asesina, un perro de la inquisición, un guerrero capaz de hacer eso...Aaron no se sentía seguro. Para nada.

Quint se levantó de un salto tan pronto como tocó el suelo, aun poseído por su furia. Pero ya era tarde. Faliar había hecho lo que él anhelaba desde que entraron en la casa. Se acercó corriendo a lo que quedaba de asesina y, colocando la daga en su garganta, se agachó para comprobar si seguía con vida.

-Ahora lo sabremos.

Sería una buena baza poder capturarla con vida. Si aun respiraba y conseguía cortar la hemorragia, el cazabrujas tenía muchas ideas para ella. Para atraer a sus compañeras. Y para causarle la muerte más dolorosa que pudiera imaginar.

Durante un momento, el cronista pareció menos centrado en atacar a la asesina de peligrosos cabellos. Seguía en guardia, tal vez buscando algún punto débil. Pero ya no denotaba actitud atacante. Parecía estar esperando algo.

¿Quint estaba intentando evitar que muriera? Eso le sorprendió más aún; había jurado que se lanzaría contra ella y la haría pedazos en cuanto tuviese la oportunidad. Pero prefería que fuese así; manteniéndola viva, quizás pudiesen extraerle algo acerca de todas esas mujeres que perseguían a Alice, y por extensión, a ellos.

Entonces cayó en la cuenta de que faltaba una asesina, y que si no había salido en la ayuda de su compañera, es que definitivamente no estaba en aquella casa.

- Falta la otra. Deberíamos darnos prisa e ir a la iglesia; seguramente haya ido a por Alice y Conrad.