Partida Rol por web

Alice observó los intentos de aquella mujer por retomar el control de la situación. Por unos instantes, casi sintió lástima. Casi

Todo esto no tiene sentido. Ríndete

No se rindió

De repente, el cuerpo de Alice se llenó de decenas de cortes, que se dibujaban en su piel como por arte de magia. La asesina no pudo hacer nada más que observar: El ataque había sido demasiado rápido, demasiado fugaz y preciso. Su enemiga echaba los restos, poniendo todo su empeño en un último ataque. El giro de los acontecimientos la había pillado desprevenida, y ni siquiera fue consciente de lo que estaba ocurriendo mientras los cabellos de aquella mujer danzaban a su alrededor como fuegos fautos. Sólo cuando llegó el primer latigazo de dolor fue cuando reaccionó, saltando hacia atrás para evitar que un último corte, apuntado a su cuello, terminara el trabajo seccionando su yugular. Su rostro se crispó en una mueca de angustia, y solo tras unos segundos pareció recuperar el control...

No pudo evaluar los daños. El dolor volvía a ella, de nuevo, y con él el pavor, el temor por tantas palizas recibidas, por tanto maltrato a su cuerpo. Los años habían sido duros con Xerine, y esas secuelas se reflejaban en Alice de manera irremediable. Como intentar atravesar una pared con sus puños, así se sentía cuando intentaba hacer frente a su miedo más arraigado: El miedo a sufrir. Y aquella era la segunda vez que esas zorras le recordaban cuán profundamente arraigado estaba. Sus terminaciones nerviosas gritaban, quejándose del maltrato al que estaban viéndose sometidas. Desde sus pies a su cabeza, cada corte era como un millar de astillas, que un niño curioso estuviera clavando en su piel para observar su reacción. Y no sabía si había algún corte que tuviera que lamentar, aún no. Luego, cuando todo hubiera terminado, puede que tuviera que aplicarse primeros auxilios de emergencia. Pero ahora solo pensaba en la consecuencia inmediata de aquellos cortes. La sangre, los daños en sus tejidos y huesos, todo ello podría esperar... Porque, por un instante, incluso estuvo dispuesta a sacrificar su propio cuerpo con tal de que la agonía parara. Con tal de que los pequeños fogonazos que acudían a su memoria, aún vivos aunque distorsionados, dejaran de mostrarle imágenes de golpes y brutales palizas, siendo ella solo una niña...

Perkins la miraba ceñudo, mientras el otro hombre reía. Abajo, el cubo de alimentos que Poignet Voleur acababa de dejar caer al suelo, con su contenido volcado sobre el embarrado suelo

Ni siquiera vales para traer la comida, joder. Solo das problemas

Luego los golpes. Y los gritos de Poignet Voleur se oían en todo el edificio. El aliento de Perkins olía a cerveza, y su cabeza daba vueltas...

¡Cállate! Tendría que haberte dejado morir cuando te encontré en ese callejón. Estoy harto de cuidar de ti, Cara Sucia. No sirves para nada, y no te esfuerzas en hacerte valer. Cualquier día te voy a mandar lejos de aquí, a ver como te las apañas sin mí. ¿Es eso lo que quieres?

El error de Poignet Voleur fue dudar. Perkins dejó de pegarla y, tras observar su expresión de duda, estalló en carcajadas

Eso sí que es bueno. ¿Y qué harías sin mí, eh? ¿Qué harías sola, una niña perdida en medio de una tierra de lobos como esta?

Poignet Voleur miró hacia el suelo, y se sintió estúpida

Nada... Por favor...

Perkins escupió al suelo, y se limpió la boca con la manga

Esto lo hago por tu bien, niña. Para que aprendas

Luego, los golpes de nuevo

Negó con la cabeza, intentando alejar esos recuerdos de su mente. No, no podía permitirse el lujo de rememorar viejas heridas. Había otras amenazas inmediatas, y no podía dejar que el dolor se cobrará su única defensa contra ellas. Fijó su vista en la asesina que estaba frente a ella, y se esforzó por recuperar la concentración. Estaba en Koven, en la iglesia. Bien. Aquella asesina era de Selene, y había venido con una compañera para acabar con ella. Bien. Conrad le estaba ayudando en el combate, y hasta ese momento las heridas que le habían causado a la asesina habían sido considerables. Bien. Cansada y herida como estaba, solo era cuestión de tiempo que cayera bajo los ataques combinados de los dos. Bien

Concéntrate, Innominatum

De nuevo. De nuevo ella estaba herida, en peligro. Superada por la situación. De nuevo la máscara de indiferencia y de control que llevaba la joven Alice caía al suelo, rota en pedazos. De nuevo el destino era cruel y castigaba al cartógrafo con el sufrimiento de una de las pocas personas que realmente le importaba. Y él, de nuevo, no había podido evitarlo. No había sabido preverlo, ni protegerla a tiempo. La agonizante asesina se había guardado un as en la manga, un último esfuerzo sólo encaminado a acabar con Alice. Con Xerine.

Pierre Conrad no era un hombre que soliese dejarse llevar por los sentimientos. Salvo cuando mostraba lo que sentía a propósito, generalmente era frío y calculador. Igual que ella...

Pero, de vez en cuando, se daban situaciones que derretían el escudo de hielo tras el que se cobijaba. Y en esas raras ocasiones, el cartógrafo actuaba sin pensar. Primariamente. Llevado por un sentimiento que era demasiado fuerte para tratar de reprimirlo.

Y ahora, se estaba dando esa situación. Aquella joven, que había creído ya rendida, ya incapaz de seguir luchando, hizo lo impensable. La hirió. No sólo eso. Realmente le había hecho daño. Cientos de cortes, tiñendo de rojo su piel. Pierre vio a cámara lenta la expresión de Alice mientras se daba cuanta de lo que estaba pasando. SIn máscara. Ahí estaba ella. Indefensa. Herida. Vulnerable. Aquello era extraño. A la vez, era un raro momento en el que podía verla como era de verdad. Pero a la vez, la veía demasiado asustada. Vulnerable. Y sabía en ese momento que la máscara realmente la protegía. Como fue en su momento la intención de Conrad. Y se daba cuenta de que ella estaba más segura sin mostrar su corazón. Sin mostrarse como era. Igual que Conrad.

Y al verla tan despojada. Tan vulnerable. Tan herida. La ira se apoderó del corazón de Pierre. Y circuló a través de su sangre. Llegó a su cabeza, donde ahogó los consejos de su mente lógica, acallándolos bajo el rojo y palpitante océano del odio. Y llegó hasta su brazo, que apretó los dedos alrededor de la empuñadura de su estoque, hasta hacerse daño. Pero no importaba. Todo lo que percibía estaba teñido de rojo, sepultado por la ira. Y su brazo se disparó. Lanzando el estoque como si fuese una saeta, envuelta en llamas que ya no eran verdes, sino rojas, directamente hacia el cuerpo de la asesina. Ella ya estaba agotada. Ya no podía hacer nada para defenderse. Pero esos factores no eran considerados en aquel momento. En aquel momento ya no trataba de distraerla, para evitar que dañase a Xerine. Ya era tarde para eso. En aquel momento, el cartógrafo enviaba su estoque con un solo objetivo: atravesar de parte a parte el cuerpo de aquella zorra. Aquella que había hecho daño a su...

El rostro de Pierre se crispó. Sus ojos, que brillaban en verde, se abrieron tanto que parecía que iban a salir de las cuencas de su rostro. Las lenguas esmeralda que le cubrían, trocaron por auténticas llamaradas de color rojo sangre. Las venas se marcaron en el cuello y la frente del noble, y gotas de sudor resbalaron desde su pelo cano. Aun pese a los desmejorados ropajes que aún llevaba desde la fiesta, se podía percibir cómo los músculos se tensaban hasta límites imposibles. Con un grito de rabia, y un rostro hinchado y surcado de venas, el cartógrafo, envuelto en un infierno rojo, lanzó una estocada a una velocidad imposible, enviando su acero, también flameando llamas carmesí, como si fuese una saeta, directamente hacia el cuerpo de la asesina. Aquel ataque no era normal. El cartógrafo forzaba su cuerpo y su energía más de lo que cabría imaginar con el único fin de acabar con aquella asesina.

¡NO!

Alice intentó detener la espada de Conrad, pero no llegó a tiempo. Solo pudo contemplar, impotente, como su aliado la ensartaba como si se tratara de un cochino, sin más miramientos. Entonces la asesina le miró y dijo algo, pero Alice ya no escuchaba. Evaluaba posibilidades. Posibilidades de poder salvarla, de tapar esas heridas y... ¿Y qué? Cuando cayó al suelo, ya sin vida, sus esperanzas se disiparon en el aire como las sombras al alba. Durante unos segundos, solo se oyó el sonido de la espada, emitiendo un extraño susurro mientras salía de su nueva funda de carne

¡NO! ¡NO, NO, NO!

Se agachó junto a ella, tomándole el pulso. Pero ya no había nada que hacer. Iracunda, se giró hacia Conrad

¡Idiota! ¡¿Qué parte no entendiste, el "no", el "la", o el "mates"?! ¡Ya la teníamos!

Se sentía estúpida. Estúpida por haber confiado en un incompetente como Conrad. Ese maldito imbécil había tirado por tierra la única posibilidad que tenía de volver a ganar terreno a Selene, la única vía de escape que se había abierto ante ella en tantos años... ¿Para eso había estado conteniéndose? Si hubiera querido matarla, lo habría hecho antes. Pero se había arriesgado a luchar de forma algo abierta, exponiéndose a un posible contraataque, y todo por evitar que esa zorra muriera. Diablos, tenía el cuerpo hecho una pena por culpa de esa estrategia. Y su supuesto aliado se la había arrebatado, con un movimiento tan innecesario como desafortunado. ¿Qué había conseguido con ello? Nada, absolutamente nada. Solo se le ocurrían dos opciones: O que fuera lo suficientemente descerebrado como para no darse cuenta de lo que estaba haciendo o que realmente tuviera la intención de matarla. Pero la posibilidad de que Conrad estuviera del lado de Selene o que simplemente quisiera evitar que Alice interrogara a esa joven era muy pequeña

Ni siquiera se replanteó el hecho de que, sin Conrad, en ese momento probablemente estaría más que muerta. No, en ese momento no podía sentirse agradecida. Lo único que podía pensar era en la posibilidad de encajarle una de sus dagas en la garganta. No lo haría, por supuesto. No conseguiría nada con ello, al fin y al cabo. Pero eso no implicaba que no tuviera ganas

Cálmate, joder. Estás temblando

Las llamas se apagaron casi a la vez que la vida de Mani. La figura del cartógrafo volvió a reflectar la luz de un modo normal. Y las venas volvieron a quedar camufladas bajo su piel. Con un jadeo, Conrad se quedó mirando cómo la vida se extinguía en los ojos de la asesina. Lentamente, extrajo el filo del maltrecho cuerpo, ya inerte. La respiración del noble era entrecortada, y su expresión era perpleja. Como si no fuese él quien acababa de ensartar a la asesina, y sólo ahora se diese cuenta de lo que había pasado. EL sudor perlaba su frente, y una lágrima furtiva se escapó de su ojo izquierdo.

Retrocedió un par de pasos, al tiempo que Alice, que pese a estar herida parecía bastante activa, se agachaba junto al cadáver de quien había intentado matarla. Mientras ella comprobaba, con fútil esperanza, si realmente su enemiga estaba muerta, el cartógrafo contempló la sangre que teñía el filo de su acero, la marca irrefutable de que lo que había hecho había ocurrido de verdad.

Cuando Alice comenzó a sermonearle, la miró a los ojos. Y su expresión ya no era de perplejidad. Ya había asumido lo que acababa de hacer, y no había marcha atrás. Ahora el rostro del cartógrafo se mostraba ceñudo hacia Alice. Sin palabras, pues no creía conveniente malgastarlas en intentar que aquella muchacha comprendiese sus actos. Sólo una fría mirada. Una mirada que la joven no era capaz de traspasar. Que hacía imposible deducir lo que pasaba por la mente del cronista. ¿Se arrepentía de no haberse mantenido fiel al plan de no matar a la asesina? ¿Había algo más, algo que ella no entendía?

Aquellos ojos sólo la miraban, con una mirada gélida. Si era imprescindible ponerle un nombre a la expresión de Conrad, tal vez el menos erróneo hubiese sido reproche. Tras un buen rato observándola, se volvió, sin mediar palabra, hacia donde estaba François, agazapado tras los restos de un banco.

Alice no pudo evitar crisparse ante la actitud de Conrad. Quizás debido a lo cerca que había estado de conseguir su objetivo, olvidó su habitual recato, hablando más de lo que debía

La única posibilidad que se me ha presentado en años, la única vía de escape... Esfumada Su voz se había convertido en un susurro, tan afilada como sus dagas Por tu culpa. Y ni siquiera tienes el valor de plantarme cara

Cálmate. Esto es contraproducente

Alice contó hasta tres, y luego reprimió la sonrisa que pugnaba por asomarse a su rostro. En realidad, la situación tenía mucha gracia, si sabías mirarla desde el punto adecuado. Pero no se permitió el lujo de hacerlo, ni tampoco el de volver a caer en la furia ciega o el rencor. No, había asuntos más importantes que atender. Y su mente volvió a funcionar

Vámonos Dijo, con tono neutro, diametralmente opuesto al que había utilizado hacía apenas unos segundos El cura debe de estar a punto de volver. Cuando vea esto tendremos problemas

Se echó el cadáver al hombro y se incorporó, decidida, encaminándose hacia la puerta sin esperar la respuesta de Conrad

- Eres una necia -el tono del cartógrafo fue tan frío que hasta la temperatura en el interior del templo pareció bajar un par de grados. El estoque rebotó sonoramente en el suelo, ya que lo acababa de dejar caer de entre sus dedos- ...podías haber muerto, por tu intento de perdonarle la vida. Por muy poco, ha estado a punto de arrastrarte con ella en ese ataque. Mírate -se volvió, señalando a la joven, concretamente a su piel, que parecía un cuadro de líneas rojas sobre un lienzo blanco, la tersa piel de Alice mancillada por cientos de cortes, pruebas de lo dura que había sido la batalla para ella, y de lo cerca que había estado Mani de tener éxito-, después de que casi te derrotare en combate, le das una oportunidad para que te mate...inconsciente. ¿la única posibilidad que se te ha presentado en años? ¿de qué? Si me hubieras contado de qué iba todo esto cuando te pregunté por qué querían asesinarte, si me hubieses dicho que había más, podríamos haber cooperado. Y Julius, ahora estaría vivo. No deberías sorprenderte tanto. Has sido una imprudente, nos has puesto a todos en peligro, y ese error ha costado ya varias vidas, incluyendo casi la tuya propia.

Ahora sí estaba claro, la mirada del erudito era claramente de reproche. Aunque pocos lo podrían haber notado, pero para Alice era tan límpido como el agua más cristalina.

- No eres más que una niña, que no sabe prever ni afrontar las consecuencias de sus actos. ¿Qué demonios quieres ocultar de lo que ha pasado? -preguntó, dando un leve puntapié a una pata de banco que había junto a él en el suelo. Movió el brazo para abarcar gran parte de la iglesia: la mayoría de los bancos, reducidos a astillas. Lo que quedaba del retablo, destrozado, conservando sólo alguna de las figuras de santos, decapitada en el mejor de los casos. La copa, el pan y el resto de objetos del altar, desparramados por el suelo. La sangre que había manado de los cortes de Alice, unida en varios charcos y manchas con la vitae, mucho más abundante, de la asesina a la que el cartógrafo acababa de expulsar de la vida- Creía que tendrías más cabeza. Esto se te ha ido de las manos.

Alice comenzó a andar hacia la puerta mientras Conrad hablaba, quien le seguía para que pudiera escuchar todo lo que tenía que decirle. Aunque ambos estaban vivos, Alice iba dejando un reguero de sangre por donde se movía pues las heridas que tenía eran realmente serias. Tendría que hacer algo o si no, en menos de una hora podría morir desangrada.

Por suerte el cura no aparecía y eso les daba tiempo de maniobra. Alice tenía el cadáver sangrante de Mani al hombro, lo que hacía que el rastro que estaba dejando fuera aún más evidente. Toda su ropa se empapaba y la iglesia se teñía de carmesí.

Al alcanzar la puerta, ninguno de los dos tuvo que abrirla...

Un chico moreno con el pelo despeinado entró corriendo en la iglesia. Parecía que llevaba prisa y no se molestó siquiera en entrar con cuidado. Una vez dentro, se encontró con una escena que quizá nunca se hubiera esperado...

O todo lo contrario.

La gran mayoría de los bancos de la iglesia estaban destrozados, hechos astillas por el suelo del lugar. La sangre teñía tanto las ropas de Conrad como las de Alice que caminaban hacia la puerta en el momento de la intrusión. Marcas de filos de un grosor minúsculo quedaban en el retablo cuyas esculturas y figuras habían sido destrozadas, quedando apenas alguna en los lugares más altos.

Las propias piedras de las paredes también estaban marcadas con los signos de una batalla cruenta. Cortes, manchas de vitae... no quedaba nada en ese lugar que no estuviera teñido de dolor y tensión.

Y allí estaban, Alice y Conrad, con una mujer pelirroja sin aliento. Su cuerpo descansaba en el hombro de la ex-música, quien con el cuerpo maltrecho y lleno de heridas, alguna de ellas bastante grave, lo portaba hacia la salida de la iglesia. Conrad por su lado no parecía tan marcado, el objetivo era Alice, estaba claro.

Alice saludó a Aaron con un simple movimiento de cejas, antes de girarse hacia Conrad

Tú Dijo, con un tono que no dejaba lugar a réplica Cállate y guarda energías. No es el momento ni el lugar, cuando estemos seguros podrás lloriquear todo lo que quieras o echarme en cara todo lo que te sigas inventando

Dando la conversación por acabada, se giró de nuevo hacia Aaron

Luego te explico. Vámonos de aquí

Acto seguido salió de la iglesia, aún cargando con el cadáver, sin preocuparse lo más mínimo por sus heridas. Suponiendo que Aaron iría con ella, aunque sin girarse a comprobarlo, siguió hablando con él

¿Habéis matado a la otra?

Aaron entró a la iglesia con una columna de luz enfocándole desde el cielo (Sin duda alguna creada por alguien del grupo) y apenas abrió la boca sorprendido Alice comenzó a hablar. Una vez le hubo ordenado que salieran de allí Aaron posó su mirada sobre la chica pelirroja. Si, parecía ella...

Antes de contestar a la morena, se giró hacia Conrad y le observó en silencio un segundo. Después, se encogió de hombros.

-Está muy muerta, Faliar se encargó de ello. Queríamos capturarla viva pero se le fue la mano-Comenzó a andar tras Alice-Busca un lugar seguro, intentaré hacer lo que pueda con tus heridas.

De eso nada Dijo Alice, mirando a los lados para asegurarse de que no había testigos molestos Puedo curarme yo sola, y si han muerto las dos me importa más que volvamos a reunirnos todos que tu protección. Ve a buscar al resto, y luego dirígete al norte. Hay un caminito que lleva hasta el pueblo. Tras tres cuartos de hora andando veréis una curva algo brusca hacia la derecha, y luego otra más larga hacia la izquierda. Esperadnos allí, escondidos. No deis explicaciones a nadie del pueblo, estarán confusos e intentarán deteneros. Iremos allí cuando podamos. Y si se da el caso de que las dos asesinas eran un señuelo, y aún quedan más...

Hizo una pausa, y frunció el ceño

Entonces ocurrirá lo que tenga que ocurrir. Y, con un poco de suerte, esta vez cogeremos a alguna viva

Aaron volvió a encogerse de hombros.

-No era protección, era cortesía, y no creo que debas ir sola pero supongo que hacerte cambiar de idea es inútil. Faliar me dijo que en cuanto acabaran unos asuntos en la casa irían hacia la iglesia, así que encontrarles no va a ser un problema. ¿Algo más?

Conrad volvió a internarse en el templo, llamando a François.

Que no vayan a la iglesia. Salid del pueblo antes de que la cosa se ponga fea, o tendréis que explicar muchas cosas

Esta vez sí se giró hacia Aaron, aunque sin llegar a detenerse

Y créeme: Lo de quedarme sola no me gusta ni un pelo. Pero Conrad es un inepto, y tú eres el único en quién puedo confiar ahora mismo. No podemos permitir que los demás se metan en más problemas de los que ya tenemos.