Partida Rol por web

Volvéis todos a la parte trasera, donde Ruperto se prepara para entrar de nuevo por el diminuto agujero que ha dejado al descubierto la tabla destrozada por Simplicio. Un trueno resuena a lo largo del cielo encapotado, como si fuera un inquietante interrogante a lo que se avecina. Os quedáis mirando cómo Ruperto trata de entrar de la misma forma que antes, apretándose y rotando, pero no es suficiente; sabe que tendrá que hacer un sacrificio para poder entrar. Legítima es su duda, pues aparte de que no acostumbra a prestarse ni a sacrificarse en pro de un bien común, no sabe qué encontrará al otro lado ni si sacará algo útil de todo esto. Sin embargo, empuja con todas sus fuerzas, hasta que cae al interior del edificio, lastimándose el hombro izquierdo en el proceso. Lo único que véis después es el resplandor que proviene de la antorcha* que acaba de encender.

La luz de la antorcha ilumina una amplia estancia en la que solo ves montones de grano. La lluvia choca con el techo de madera, causando un molesto sonido constante que no te deja escuchar nada, así que agudizas los demás sentidos. Caminas entre el grano con la antorcha en alto para que su luz alcance el mayor radio posible. Da la impresión de que el grano que está aquí almacenado es el que no se han podido llevar en un saqueo, porque los montones están dispersos; pero entonces, si el grano ha sido robado, ¿cómo es que están intactas las tablas que protegen el edificio? Tal vez no es lo que parece... o tal vez sí, quién sabe. Llegas hasta la puerta, y en un momento descubres que es totalmente imposible abrirla, porque se abre hacia fuera. Mucho temes que tendrás que salir por donde entraste, porque tampoco hallas ningún otro hueco en las paredes del granero por donde puedas pasar.

Entonces, al darte la vuelta, te parece ver algo o alguien sentado sobre uno de los montones... pero solo lo ves un segundo, o tal vez solo lo crees ver, porque tras el sobresalto, al parpadear solo ves el montón solitario; sean imaginaciones tuyas o no, has soltado de golpe la antorcha, quedándote a oscuras, y te acabas de mear encima. Te diriges a toda prisa al agujero para salir de allí, con el corazón latiéndote tan fuerte que parece que se te va a salir por la boca.

Observáis cómo la luz de la antorcha de Ruperto se aleja, titilando muy tenuemente al otro lado del agujero. El resplandor se intensifica al cabo de unos instantes, lo que indica que se está acercando otra vez a vosotros. De pronto, la luz se apaga, y acto seguido aparece Ruperto por el agujero, con la cara blanca y tratando de salir desesperadamente.

-Que ocurre maese Ruperto?- Dice Roger en voz no muy alta, pues esas prisas en apagar la antorcha y salir no vaticinan nada bueno.

Entre los movimientos involuntarios del cuerpo, debido al frio, Ventura se acerca al hueco por el que viene Ruperto alargando la mano para ayudarle a salir.

—¿Qué ocurre ahí dentro? Venga, salga, salga —le apremia.

Cuando un brazo asoma Ventura tira de él aún a riesgo de hacer más daño a Ruperto, parece apurado así que el daño le parecerá menos.

Sin importarme nada ni nadie, me lanzo al agujero que hay en el granero. Por supuesto, ahora es mucho peor, ya que no voy con cuidado al salir. De hecho, me lanzo directamente al agujero, quedándome encajado.

—¡Tirad, tirad por lo que más queráis! —grito visiblemente asustado al resto del grupo, mientras estiro mi único brazo libre para que tiren de él. No me hace gracia estar ni un segundo más encajado en este granero. Prefiero mojarme que seguir aquí...

- ¿ qué sus ha pasado zagal? ¿ qué han visto vuestros ojos que tanto mieedo muestran?

Ruperto se retuerce, luchando por salir desesperadamente. Ventura tira de él, hasta que consigue traspasar el hueco dolorosamente y ambos caen al suelo, llenándose de barro. El miedo aún se refleja en los ojos de Ruperto cuando se pone en pie.

Roger se inclina inmediatamente para examinar a Ruperto y aplicarle una primera cura a las heridas que se haya hecho al entrar y al salir por ese maldito hueco tan estrecho. No son las mejores condiciones para hacerlo, pero tiene claro que debe limpiar la herida y aplicarle un vendaje para evitar que el mal vaya a mayores no deseables.

Hecho esto Roger pregunta: -No se que habeis visto ahí dentro, debemos marcharnos de aquí inmediatamente o puede atender vuestras heridos mejor?

Respiro agitadamente, aunque ya he salido fuera. Tengo los brazos lastimados, pero ahora mismo no siento ni un ápice de dolor, la adrenalina me lo impide. Con ojos asustados, miro al resto, mientras me alejo todo lo que puedo del agujero por el que he salido.

Miro de nuevo al agujero para decir con voz entrecortada— Había algo... No... No sé muy bien que era. Estaba sobre un montón de trigo, y al segundo siguiente desapareció como por arte de magia —trago saliva un momento, para continuar relatando— Era como una especie de presencia o algo así. Sólamente el verlo hace que se te hiele la sangre. No pienso volver a entrar ahí, y listos seríamos si nos fuesemos de aquí cuanto antes.

Sólo espero que no hayamos despertado a ningún mal durmiente, como esos de los que hablan en los cuentos para asustar a los muchachos... —Al decir esto último, miro de nuevo al resto del grupo, para acabar diciendo—. Vámonos a donde sea, pero vámonos ya de aquí.

- No parece juicioso dedicarnos a perseguir diablos ni apariciones ni bajo la lluvia ni sin ella. Pensad con calma, maese zagal, lo que habeis visto et con calma et aliento, contarnoslo meior.

- Creo que la compaña tiene que mudar de aqui. Veamos que camino seguir.