Partida Rol por web

Roger pone todos sus sentidos en alerta por si hay algun detalle que no cuadra en todo lo que vea o oiga en esta posada. Hay algo en todo el ambiente, desde que encontraron los campos sin arreglar despues de la granizada y los animales muertos en el campo... esta maldita lluvia que no tuvo aviso previo... el extraño suceso del granero... demasiados detalles para ser casualidades... "que calamidad plana por estas tierras?" se pregunta Roger y sigue muy, muy atento a todo su entorno.

Ante las palabras de la mujer, sólamente me dedico a asentir y arrimarme al fuego, al cual me quedo mirando mientras procuro calentarme y secar mis ropas, intentando olvidar lo ocurrido.

Ahora, más calmado y sin la recia lluvia sobre nuestras cabezas, puedo pensar detenidamente en lo ocurrido. Realmente, no he visto nada raro, exceptuando el hecho de la forma humana que estaba sobre el montón de grano, y que desapareció al segundo. No obstante, puede que solo fuese mi imaginación, y que allí no hubiese nada. Aunque la sensación de que algo malo me acechaba no me la quita nada ni nadie, por mucho que quiera darle vueltas.

Mientras me caliento, me froto los brazos, que ahora al calor del fuego me recuerdan que están magullados por la entrada al granero. Así, mientras me caliento, digo a Roger— Necesitaría que revisáseis mis heridas, maese Roger, ahora que estamos más tranquilos y junto al fuego.

- A la paz de Dios maese tabernero, quisiéramos unas raciones hondas et colmadas, que todos semos  de buen yantar, raciones de hombre llano, que nuestro  bolsillos esta a dieta, et como benos cristianos semos enemigos de la gula et de bocado de noble, que todas las viandas llenan presto la tripa, pero las ultimas  vacían más presto la bolsa.
Para beber, vino tinto bene est, vino sin bautizar, que ni vos sos eclesiástico et estas tablas no son de altar.
Marche pues ben hombre, a sus laboros presto, pos o hay fieras bravunas fuera o son mis tripas las que suenan.

Ademas simplicio otea la taberna y pone sus sentidos a trabajar, y no puede evitar detener su mirada en el extraño hombre embozado.

El posadero asiente a Simplicio y os acerca las jarras llenas de vino. Tiene algunos posos (no lo ha colado), pero su olor y su sabor os parece exquisito y reconfortante.

"Vino nuevo, como vos dije", apunta a Simplicio.

Después se dirige a Ventura: "Habemos buena estancia dispuesta para viajeros cansados. Serán doce maravedíes por cabeza, por la estancia, la comida et el vino."

Acto seguido contesta a la última pregunta formulada por Ventura: "Bien avisados sodes, que non vienen muchos por acá. El pueblo era próspero, los pastos abundaban, las cosechas eran buenas, mas desque manda Fernando, todo ha ido de mal en peor. En cabo va a tener razón la vieja et Dios nos ha maldito por los pecados del nuevo señor." Todo esto lo dice como para sí.

La mujer, aprovechando que llega para serviros el estofado, reprende a su esposo.

"Non digas porradas, Pedro, eso non son más que hablillas de vieja. Non asustes a aquestos mozos con esas estorias."

"¿Qué sabrás tú, mujer?", le replica, pero aún así deja de hablar sobre el tema. "Estonces, ¿habedes de fincar acá aquesta noche?", os pregunta.

El encapuchado sigue dando sorbos esporádicamente de su jarra. No parece que esté pendiente de vosotros, aunque tampoco puedes asegurarlo, ya que no puedes verle la cara. Fijándote bien, parece vestir hábito monacal bajo su jubón. Enseguida se te viene a la mente el granuja de Millán, pero no puede ser él: este hombre es más alto y delgado.

Desde hace tiempo, simplico acostumbra a catar con calma las primeras cucharadas, y los primeros sorbos, pues no quiere paladear ni ponzoñas ni venenos, ni descubrir tarde que lo pagado por liebre era gato.

Reflexionas unos instantes sobre lo que has visto hasta ahora, mientras tratas las heridas de Ruperto. La tormenta, las malas cosechas, los animales muertos... todo esto te recuerda al famoso poder maligno que tienen las brujas. Nunca lo has comprobado por ti mismo, pero has oído muchas historias sobre brujas poderosas que asolaban los pueblos con sus maldiciones. Sobre todo es sospechoso porque hasta ahora no había hecho tan mal tiempo en el transcurso de vuestro viaje desde Granada, y de hecho el día de ayer fue muy soleado y caluroso y no había indicios de un temporal. Aunque por otro lado, se dice que en abril, aguas mil...

Simplicio  hace ademan de decir algo secreto, por lo que hace que el grupo junte las cabezas para oírle y baja la voz, para decir esto consumo cuidado:

-Compaña, mis sesos dicenme, que deberíamos trazar aquí et agora mismo, un plan bien juicioso, pues ninguno  tenemos aún,  para acometer nuestro pleito. Si nos apañan por separado capaces no seremos de cantar el mismo misal. Recuerden vuesas mercedes que entramos juntos en el otro pueblo, y nunca dijimos ser canteros ni ayudantes.

-Credo que maese ventura debería fablar más que ninguno, puesto que él es maestro cantero et murero. El debiera llevar la voz e mando en lo de acometer preguntas, et si me lo permite vuesa merced, deberíamos de saber cosas de la destrucción del rededor, del amigo de Ruperto don trigo, de esa vieja que dice don tabernero, et  del nuevo señor Fernando…

-Yo sí que no embusto pues soy hombre de armas et agora escolta de esta compaña, y ando buscando a un rufián robacaballos. Uno de los últimos que topo con él fue un caballero de Santiago et su criado, ergo  preguntaré a todos por él. Eso permitirme fablar sin temor puesto que en temas de armas soy capitán en esta compaña, y algo de mando me queda para poder fablar et preguntar.

No se que sus parece mi treta.
 

Las palabras de Simplicio convencieron plenamente a Ventura. En cierto modo le henchía eso de ser el "jefe" del grupo como decía el gigantón hombre de armas.

—Non habedes falto de razón, buen Simplicio. Si les parece bien a vuestras mercedes yo mesmo haré las preguntas mas no está fuera de lugar que convengamos todos las preguntas que hacer.

A renglón seguido se separó un tanto del cerrado circulo en el que cuchicheaban y se dirigió de nuevo al posadero y su mujer.

—¿Tiene pues este lugar nuevo mando? ¿Acaso el antiguo murió? Mi más sentido pésame si eso es así —dijo ladeando la cabeza consternado—. ¿Y hace mucho de tal?

- Maese ventura, como ducho en comercio, procurad sonsacarle un precio mejor(regatear) a aqueste tabernero, que  el "no" ya tenemos, procura torcer el no en si.

Os observa con atención, pensando que estáis deliberando sobre si quedaros o no en la posada. Pero luego Ventura le salta con algo distinto a lo que esperaba. Él, sin embargo, pone un gesto como comprendiendo por fin, y entonces responde:

"Fernando es el hijo de don Juan, el comendador. Meses ha que tomó el mando del castillo por estar el su padre indispuesto; el pobre hombre sorprendió a su esposa fornicando con el mayordomo*, los dos en quienes más fianza había. Destrozóle aquello, tanto que, desque hubo ajusticiado a ambos, dicen que parescía un fantasma vagando por todo el castillo sin fablar una palabra. Depués se metió en su torre et ya nadi lo ha visto más. Algunos vieron con buenos ojos que el su hijo Fernando se fiziera cargo del castillo pr que volviera el orden, mas despidió aqueste a los hombres que su padre contratara para defender el castillo et trajo los suyos proprios. Los antiguos soldados, non sabiendo a dó ir, quedáronse en la colina et diéronse al bandidaje, et muchas veces bajan para rapiñar lo que pueden del pueblo. Todo lo dicho passó a finales del año passado, et vino con época de pedrisco, malas cosechas, grand muerte de ganado. Tal como anunció la vieja..."

"¿Comistes lengua hoy?", le recrimina la mujer a su esposo desde la cocina. "¡Deja la charla para la noche, que nin siquier sabemos si van a fincar en la posada aquestos mozos! Acabarás trayendo acá tú también la desgracia, que paresce que solo a nosotros non ha tocado, fablando de lo que non debes; que prestos están los oýdos de Fernando para saber de dó vienen malas hablillas sobre su persona, et aquestos que dirán: de Pedro, el posadero."

"¡Calla, mujer, que nada malo he dicho de nadi!" replica Pedro. "Et dígolo porque seguro soy de dó viene el interés: habedes de ir al castillo por algún negocio, ¿non es cierto?", os pregunta. Se nota bastante que lo que quiere el hombre es agradaros para que os quedéis, por eso os da conversación.