Partida Rol por web

Pasáis la tarde alrededor del brasero, discutiendo vuestros planes con cuidado de que ninguna de las tres personas que están en la taberna oigan nada. De vez en cuando veis pasar a Pedro y a su mujer por la taberna, pero no habéis vuelto a ver al encapuchado.

Bien entrada ya la tarde, comprobáis que por fin ha escampado. Sin embargo, cuando os asomáis a la puerta, seguís sin ver ni un alma en el pueblo. Es difícil de saber por el cielo nublado, pero deben quedar unas dos horas de luz.

-Compaña, anochecera presto, y creo juicioso estirar las piernas por el pueblo y entrenas oxos y orejas, por si algo vistoso sucediere.

-Un par de vos andais muxo de  moxados, ergo quedarse al fuego y reposar tambien parece juicioso. Ego saldre a pasear por el pueblo, con o sin compañia de vos.

-Discutid pues,amigos constuctores, si es juicioso ir presto a presentarse al castillo, o estirar paiernas por otros lugares tales como el campamento de los ex-soldados, o el arroyo ese misterioso.

Hablad pues y quitarme las palabras que en esta posada solo resuena mi voz.

Simplicio andaba cabilando mientras espera los comentarios de su compaña.

Le parecia interesante acercarse a la colina boscosa donde se esconden los antiguos soldados (ahora bandidos), pero es consciente del peligro que tendria esa excursión,pero algo le dice que seria vital para llegar a buen puerto hacerles una visita. ¿ comó contactar con ellos, cómo hacerlo sin perecer, sin levantar sospechas, sin delatar su verdadera misión...? en eso andaba el viejo pardo, esperando tambien que el buen juicio de los suyos ayudase en tal lid.

—Ahora que ha escampado, podríamos dar una vuelta por el pueblo. Puede que no averigüemos mucho, pero aquí poco podemos hacer...

Cuando digo esto, caigo en la cuenta de que aunque seco, mis ropas están manchadas por barro y otros excipientes. Así digo— Aunque yo necesitaría lavar un poco la ropa... Y creo que vos también, Ventura, o se pensarán que somos simples mendigos. Y la gente no suele hablar con forasteros, mucho menos con mendigos.

-Por suerte, yo si me aprovisioné de unas mudas limpias, aparte de los nuevos hábitos que adquirí- Roger las busca y acto seguido se retira a un rincón donde nadie lo ve y se cambia de ropas.

-Yo también las quisiera limpiar las mudas de ayer, que aunque no estén tan manchadas como las vuestras, necesitan un buen lavado. Quizás la señora nos los haga a un precio razonable.

—Más me preocupa lo que pudieran pensar de un maestro de obra con tales pintas —añadió a la llamada de atención de Ruperto.

—Maese Pedro —dijo a renglón seguido de la sugerencia de Roger—, estaba pensando si sería posible que la vuestra esposa nos dispusiera de ropa limpia, ya sea limpiando la nuestra o procurándonos de otra, para tener mañana. Tenemos una importante vista y no quisiera que nos tildaran de lo que no somos sin siquiera llegar al verbo. Por supuesto que pagaríamos por el servicio. ¿Qué me decís?

Ventura aprovechó que Pedro había pasado por la taberna para preguntarle. Este asiente con un gruñido.

"Mi mujer va al arroyo algunas mañanas para lavar ropa", explica. "Dejad la vuestra en el rincón de la cocina, procuraré que mañana esté limpia."

Una vez que amontonáis la ropa en el rincón, salís de la posada. El sol está ya presto a esconderse tras el horizonte, pero aún hay luz suficiente. El terreno está lleno de barro como consecuencia de la lluvia, y en algunos puntos se forman unos charcos bastante grandes. El agua huele mal, parece estancada de varios días. Las casas por lo general son humildes, con techos de paja que a duras penas pueden resistir la lluvia. A los pies de la colina del castillo se erige una iglesia construida sobre las ruinas de una antigua mezquita; incluso se conserva el alminar, con sus ventanales estrechos y alargados. Otra cosa que os llama la atención, en la cabecera, es la presencia de cuatro gárgolas que representan un perro, un mono, una serpiente y una sirena. La puerta de la iglesia está cerrada, y el resto del pueblo parece desierto, pues aún no habéis visto ni un alma.

Cuando estáis en las cercanías de la iglesia, veis un pequeño grupo de personas que bajan del castillo. Aún están lejos para distinguirlos, pero son unos cuatro o cinco y portan lanzas.

—Creo que aquí hacemos poco. Deberíamos de ir a ver si alguien del pueblo puede decirnos algo —comento la resto del grupo ante la aparición de los guardias. No me hace gracia normalmente cruzarme con guardias, pero quedarme pasmado a ver como vienen me gusta menos aún.

—Por si no tuviese bastante con ir vestido con el gambesón, que sin ropa debajo pica demasiado, encima guardias. No he hecho nada ahora, pero siguen sin gustarme cruzarme con ellos...

Continuáis deliberando, cuando de pronto oís un fuerte crujido que proviene de la puerta de la iglesia. Por ella sale un tipo bajito y algo regordete, y vuelve a cerrarla con llave sin reparar en vosotros. Después empieza a caminar en vuestra dirección y entonces advierte vuestra presencia. Nada dice, empero, y parece que va a seguir su camino, mas, al ver que algunos estáis mirando en dirección a la colina, mira hacia atrás como por reflejo, y entonces le cambia la cara.

"¡Jesú!", grita involuntariamente. Sus rosadas mejillas se tornan pálidas al ver bajar al grupo de soldados, pues eso deben ser. Rápidamente, se mueve a la derecha para salir del ángulo de visión de los soldados, y vuelve a la iglesia corriendo, mientras saca nerviosamente la llave, la cual tiene atada a un cordel bajo el hábito, con la intención de abrir la puerta.

Puede que, por la lejanía, los soldados aún no os hayan visto, o, si os han visto, tal vez crean que sois campesinos, pues igual que vosotros a ellos no los distinguís bien, ellos a vosotros tampoco. En cualquier caso, la reacción del mozo rollizo os ha puesto alerta: ¿es que le están buscando y por eso se esconde, o es que están bajando al pueblo con malas intenciones?

No me quedo a preguntar qué ocurre aquí, pero la reacción del monaguillo es suficiente para que yo haga lo mismo, y ponga pies en polvorosa. Seguro que cerca hay algún lugar donde hacer una de las cosas que mejor se me da... Huir de la justicia.

-Poca gracia me hace a mi que nos pillen, donde nos metemos?-Digo en voz baja intentando quedar fuera de la linea de visión del grupo.

A Ruperto no le da tiempo de oír la pregunta de Roger: sale disparado hacia el interior del pueblo y desaparece de vuestra vista, mientras oís el portazo de la iglesia y al individuo de antes echando las llaves desde el interior.

Los soldados se mueven a paso ligero, pero aún tardarán uno o dos minutos en llegar a la altura de la iglesia. Vuestra indecisión os deja cada vez menos margen para desaparecer de su vista, si es lo que queréis hacer...

...pero son soldados del castillo. ¿No les tocará simplemente hacer la ronda por el pueblo, como habéis observado en otros lugares? ¿No los habrá confundido con bandidos el sacristán? ¿O es que los propios soldados también se comportan como bandidos? Nada sabréis hasta que lo comprobéis, y estáis a punto de hacerlo, a no ser que hagáis como Ruperto y pongáis pies en Polvorosa.

De nuevo huyendo de la justicia, aunque esta vez, que tú sepas, nada has hecho para que puedas temer represalias. Sin embargo, ese miedo enfermizo que te acompaña desde hace tanto te ha empujado a huir una vez más, como un resorte.

Corres como alma que lleva el diablo, intentando evitar que te vean desde lejos los soldados, y te adentras en el pueblo, dejando atrás a tus compañeros de viaje, a los cuales olvidas completamente en estos casos.

Echas un vistazo rápido a tu alrededor, buscando lugares donde podrías esconderte. Solo ves cabañas con techo de paja, que podría ceder fácilmente si trepas por él. No hay rincón donde puedas ocultarte, pues todas las puertas están cerradas a cal y canto y no ves ni un triste árbol al que puedas trepar para esconderte entre sus ramas.

Sin embargo, no muy lejos de allí queda la posada en la que os alojáis. También ves una zona cercana en la que se aglomeran varias cabañas, y en la que sería posible dar esquinazo a los soldados metiéndote entre las cortas y estrechas callejuelas que forman; si te metes entre ellas no te verían, y tú les oirías muy bien cuando se acercaran.

Las opciones no son muchas, y de las pocas que tengo, algunas no me parecen válidas. Podría ir a la posada, sí, pero es posible que allí es donde se dirijan los soldados para gastar su paga en morapio.

De ser así, no me quedan muchas más opciones, así que me dirijo hacia las casuchas que veo al fondo. Tal vez alguien más grande que yo no pudiese esconderse bien en las callejuelas, pero una pequeña rata como yo es capaz de adaptarse a la estrechez de las calles.

Cuando encuentro un sitio un poco guardecido me detengo. Si los guardias se acercan, los oiré llegar, y podré ir a otra de las callejuelas.

Aun consciente de que lo juiciso, seria irse de esa situación, Simplicio aguanta pie en tierra,apoyado en su lanza como si de una carga de caballeria se tratase. Mira a sus compañeros de fatiga, pendiente de su reacción, y contempla la marcha del zagal sin ira.

Mientras, maquina en su sesera algo sensato, que le permita salir airoso. Creo que a costa de perder maravedis y ganar vino, pero todo se andara si procediese

-Sea pues. mi buen compañero, si os quedais, me quedo- Roger se planta un paso detrás de su compañero.