Partida Rol por web

No dejo de observar todo lo que me rodea. Es obvio que esta gente lleva aquí abajo mucho tiempo. Quizá por voluntad propia o quizá porque sabían lo que se acercaba. Mi acompañante parece un hombre de pocas palabras así que no le pregunto nada.

Poco a poco me conduce a un hombre mayor que se afana alrededor de una gran mesa.

Sargento Levinov, 23 Cuerpo de tiradores selectos. -Dijo, casi de corrido, para ponerse firme-
Solicito saber donde me encuentro y cuanto tiempo voy a ser retenido.
Dios, estar rodeado de yonkis de estos no me gusta nada, son la misma escoria que no me cuesta acribillar... Espera ¿Niños? ¿Estos salvajes tienen niños?

Disparo casi de memoria, procurando no perder de vista mi objetivo. Luego todo se vuelve un infierno. Algo me golpea justo cuando todo parece iluminarse con las descargas de muchas balas. Entre la confusión por las ráfagas de luz, el atronador sonido de las explosiones apenas soy consiente de lo que esta pasando. Pero los gritos parecen sobresalir, como si mi mente me los resaltara: Gritan por ti Jack. Sufren por ti. Pero no dejo que esto me afecte, no puedo permitirme dudar ahora que las cosas se ponen calientes. Ruedo sobre mi mismo, para alejarme un poco de donde caí. Vuelvo a apuntar hacia las detonaciones y disparo. La oscuridad del lugar y el echo de que mis atacantes se autoencandilen con sus armas podría ser favorable para mi. Tengo que mantener mi cabeza agacha y rogar que mi suerte no se acabe... Luego veré como termina toda esta mierda.

A la "buena" de Susan parece que le caí en gracia. Probablemente esto podía cambiar con la misma facilidad con la que el viento cambia de dirección, pero debía aprovechar que ahora estaba de buen humor, así que tomé nota mental de toda la información que me facilitaba.

Íbamos charlando y mientras nos adentrábamos en el campamento me estuvo contando la distribución del lugar.

- Igual y sí... veo que no os falta de nada chata - la mientras mi vista iba de lado y lado esquivando la mirada directa con quienes me cruzaba.

- ¿¡Así que aquí hay un Jefazo eh!? Y es capaz de mantener el orden en este tiradero... - entrecerré los ojos, pensando en voz alta - debe ser un tipo con dos cojones.

- ¿La droga solo se vende abajo? ¿cómo hace uno para pagarla? Porque está claro que no será con plata... - mi ex-vida en el cártel me hacía conocedor de que la pregunta adecuada era "qué hacía el Jefazo para cobrarla". Pero debía evitar preguntas directas.

Si, bestias. Manadas de perros encabronaos que están sueltos por los túneles. Seguro que los ios putas del gobierno los soltaron allí pa darnos caza. Alguno de nosotros se ha llevao un buen bocao de ellos y seuro que se han comio a más de uno -os responde el hombre mientras os acercáis a una tienda de campaña más grande que las demás -Ea, tiramos pa´dentro, ahí es donde os espera el Enterrador.

El hombre te deja, al cual le susurra algo al oído, y se marcha sin despedirse de ti. El hombre continúa dándote la espalda, centrado en su tarea. Parece que está preparando los productos para hacer un guiso en una gran olla que descansa sobre una plancha de calor.

¿Podrías ayudarme a cortar esto? -te dice sin volverse, señalando a un trozo de chorizo reseco y a un cuchillo -no está recién traído del matadero pero aún así conserva gran parte de su sabor. Antiguamente la comida era el centro de la sociedad. Las gentes respetaban y amaban a aquellos que les traían el alimento por encima de todo, convirtiéndolos en sus caudillos y líderes. Pero hoy en día nadie valora la comida y lo que hay detrás. ¿Que ves cuando miras ese trozo de fiambre? -su pregunta enigmática y extraña parece estar totalmente fuera de lugar.

Carlos lanza una carcajada ante la respuesta de Levinov -Relájese sargento, aquí no tiene a ninguno de sus mandos y no tiene que comportarse como uno de los perros de presa que llevan uniforme. Solicito que deje de hablar como si se estuviera comunicando por radio o como si fuera un imbécil sin orgullo ni libertad. Respecto a donde estamos ¿no lo ves? esto es el paraíso -exclama recorriendo todo el lugar con su brazo con una sonrisa sarcástica en el rostro -Ahora en serio, este lugar es uno de los campamentos de los subterráneos donde aquellos renegados del mundo de arriba, por distintas razones, han encontrado su hogar.

A ciencia cierta no sabes si el disparo ha acertado o has errado miserablemente. Lo que está claro es que los disparos continúan, aunque con una cadencia mucho menor. Incluso parecen estar más alejados de ti...

Sientes que el ambiente está cargado, que tus piernas comienzan a perder fuerza y que tu cabeza comienza a nublarse, a adormecerse. Los gritos ya apenas se escuchan, parecen más bien quejidos lejanos, procedentes de algún lugar maldito o embrujado. No sientes ninguna herida pero tus fuerzas comienzan a escasear. Tu paladar logra identificar un sabor extraño en el ambiente, algo que no estaba allí hace unos segundos.

La mujer te sonríe agradecida por tus palabras. Su sonrisa sería preciosa si no fuera por los dientes que le faltan y el aspecto podrido de aquellos que mantiene.

Si, el Jefazo es un hombre con un buen par, sabe cuando hablar y cuando matar. Por eso es el que manda aquí -te responde orgullosa -no, la droga aquí no se vende. El Jefazo es un gran tipo, la trae de arriba pa´nosotros, sin cobrarnos ni na. Es muy bueno con nosotros. Quién sabe, tal vez si le caes en gracia comparta algo contigo.

Cada vez me asombro más con estas personas que viven aquí abajo. No sólo no explican nada sino que se ponen a filosofar sobre embutidos. Decido que es mejor seguir el juego sin alterar a nadie y menos a los que tienen un cuchillo en la mano...

¿Qué veo cuando miro un trozo de fiambre? Me viene un gran agradecimiento por la cantidad de personas que han trabajado para que yo pueda disfrutar de él.

El viejo te observa por primera vez cuando respondes, mirándote fijamente durante un instante que parece eterno -Usted es una persona inteligente ¿señor? -te pregunta requiriéndote un nombre -pero no solo las personas son las que nos han aportado mucho para tener lo que hoy vamos a comer. La naturaleza es, al fin y al cabo, es el origen de todo lo que tomamos. El problema de nuestro tiempo es que todo está tan mecanizado, tan encadenado, que no nos damos cuenta de donde viene la comida que todos los días tenemos sobre la mesa. La gente solo tenía que ir al supermercado para tomar lo que quisiera y pagar por ello.

El hombre continuó con su cocina unos instantes más, dejando su discurso o lo que quisiera que estaba diciendo a medias. Tras cortar media docena de zanahorias se gira hacia ti -He escuchado lo que ha ocurrido allí arriba. Yo también he dejado a gente querida allí, en la superficie. El problema no solo son las bombas, es la cadena que se ha roto. La comida dejará de entrar en la ciudad y, entonces, surgirán los verdaderos problemas.

Miro fijamente al viejo. Ya no me parece un loco como hace unos minutos.

Me llamo Raymond, Raymond Brown. ¿y usted?. 

¿Sabe algo de lo que ha pasado arriba?

¿Por qué están ustedes aquí abajo?

Las preguntas se amontonan una tras otra pero me freno y dejo que el hombre vaya contestándome y contando cosas.

Ya veo... Así es como mantiene a la gente contenta, comprándola mediante la droga.

El que no estaba enganchado acabaría estándolo, y así mantendría siempre el control.

- Hay que joderse... Ese pinche wey sabe lo que se hace - dije con una sonrisa divertida viendo el tinglado que tenía montado ese jefazo.

- Me gustaría conocerle, parece un choclo digno contactar - miré a Susan - rubia... ¿me lo presentarás?

El arma en mi mano parece pesar mil kilos, todo a mi alrededor es un puto caos que no hace otra cosa mas que confundirme. De todos modos aun estoy con vida, aun tengo balas y por Dios que no me van a llevar sin darles pelea... Aunque... Siento que todo se aleja.. ¿Se están retirando? ¿Porque todo a mi alrededor parece estarse difuminando? Mierda, no se que... apenas puedo pensar... Demonios, espabila de una vez o te meterán un tiro en tu dura cabeza. Apenas distingo que hago... Creo que aquí se termina mi carrera... No hice ni un poco de todo lo que querría hacer...

Perros salvajes y matasanos con nombres de sepulturero....donde coño he acabado yo, por dios?.-Se dijo a si mismo en un bajo susurro Viktor, aunque dada las cercanías con Zoe y con Abrazos ambos pudieron escucharle sin problemas mientras se adentraba con ambos o solo con Zoe en el interior de la tienda de campaña, mas por necesidad que por gusto, tampoco quería que la chica viera la que ahí dentro podría estar montada pero si no fuera por ella no podría caminar.

Y yo que pensaba que mi vida arriba era una mierda. Estaba claro que todo lo que soltaba el tal Abrazos por la boca, describía un panorama que no alentaba a hacer un tour turístico por esa zona ni en broma. Aunque no me extrañaría la teoría de los perros y el gobierno. No, no sería algo que me pareciera raro.

—Joder... El Enterrador... No es que esté dando muchos ánimos con el nombre pero es lo único que tenemos...

Fue lo único que se me ocurrió decirle a Viktor mientras nos metíamos en la tienda de campaña, esperando algún tipo de milagro o, por lo menos, que el apodo que le habían puesto sólo fuera en plan de broma.

Lo primero que pienso es que el Jefazo es imbécil y que se arrepentirá de haberme despreciado. No es que crea que soy mejor que ellos. Es que lo soy.

Lo segundo que pienso es que Harry y Rob son unos cobardes desagradecidos. ¿Por qué no han salido en mi defensa cuando yo no he hecho otra cosa que intentar mantenerlos a los dos con vida? Les lanzo una mirada relampagueante antes de que Ka me saque de la tienda.

Que os jodan.

Lección aprendida: es la última vez que confío en alguien. A partir de ahora, yo y sólo yo.

No tendría sentido intentar nada, así que dejo que Ka me arrastre sin oponer resistencia. Se me pasa por la cabeza probar a engañarle, convencerlo con alguna artimaña de que me ayude; pero parece el hombre de confianza del Jefazo, seguramente iría a él con la cantinela y no quiero saber qué me harían.

Mientras recorremos la distancia hasta las celdas paseo la vista por el lugar buscando alguna presencia femenina, si es que la hay. Tal vez una mujer pudiera apiadarse de mí... Tengo demasiado miedo y no se me ocurre nada más.

La rubia parece pensar durante unos buenos segundos que te parecen eternos. Finalmente asiente con la cabeza -Por ti lo que sea, guapo. Ven conmigo, te dejaré en mi tienda e iré a buscar a El Jefazo. Pero no me seas cabrón, quédate allí y no te muevas. Si no lo haces te rajaré y te follaré mientras te desangras debajo de mí -concluye con una evidente amenaza.

Susan te acompaña hasta una pequeña tienda en la que te obliga a entrar antes de irse. En su interior solo hay un fino colchón sucio, unas mudas de ropas enrolladas en un rincón, un par de jeringuillas vacías y un plato con restos de comida podrida.

Mientras Ka te arrastra ves a un par de mujeres de rostro demacrado, seguramente enganchadas a una u otra sustancia. Tus gritos y forcejeos no parecen hacer mella en ellas, que continúan andando como si nada.

Finalmente te encierra en unas pequeñas celdas excavadas en la pared de roca. La prisión está completamente a oscuras, sin una simple vela que te muestre lo que te rodea. Por lo que has podido ver los lugareños cuentan con al menos seis de las celdas, todas con puertas de hierro provistas de rejas separadas pocos centímetros entre sí.

Tus manos te guían por la pared de roca hasta que encuentras su límite y, de esta manera, te percatas de que el lugar no es mayor que un cuarto de baño auxiliar. El suelo, lleno de grava y de piedrecitas está vacío de cualquier otra cosa. Siquiera tienes una zona blanda en la que dormir.

No pude evitar reír con complicidad ante la aseveración de la rubia. 

La verdad es que, muy probablemente hablaba en serio, pero las reacciones de la destrozada yonki lograban hacerme reír. Mucho más de lo que había logrado ningún ser humano en los últimos tiempos. La hija de puta estaba empezando a caerme bien.

- Órale nena, yo te espero aquí - entré a esa mugrienta tienda aguantando la respiración de forma inconsciente y me volví hacia a ella sonriendo - cómo para llevarle la contrario a Susan eh...

Joder que asco... ni las ratas vivirían aquí maldita sea...

Cuando se fue eché un vistazo rápido por la tienda, aparté un poco las putas jeringuillas sujetándolas por el plástico, me ponían de los nervios.

Abriendo con un dedo el acceso de la tienda miré al exterior discretamente, me preguntaba cómo les iría a los demás, y luego busqué el rincón menos mugriento del colchón para esperar ahí sentado.