Partida Rol por web

Una repentina humedad, acompañada por la imposibilidad de respirar, te sacan de tu obligado sueño.

No sabes donde estás ni que está ocurriendo. Abres la boca para coger una necesaria bocanada de aire pero solo consigues tragar agua. Algo te sujeta la cabeza y te obliga a permanecer bajo el agua hasta que comienzas a forcejear, momento en el que te ayudan a salir del fluido, evitando una angustiosa muerte.

Luchas por abrir los ojos pese a las gotas que caen en ellos continuamente y observas a tu alrededor. Estás en un lugar bastante iluminado, con las manos esposadas a una silla de hierro. Desde tu espalda escuchas unos pasos y se planta frente a ti un hombre de color, con rastas y unas gafas de sol negras.

Por fin te has despertado, pensé que podías estar en coma o algo así -dice el hombre rompiendo el silencio -imagino que te preguntarás la razón por la que estás aquí. Te encontramos a ti y a otro hombre en uno de los túneles. Junto a vosotros había varios muertos, cosidos a tiros.

Mi nombre quedó atrás, al igual que mi anterior vida. Ahora solo soy El Viejo, el más anciano del grupo. Sólo se lo que me han contado, que alguien finalmente apretó el botón y la gente inocente lo ha pagado caro. Sinceramente era algo que todos sabíamos que ocurriría, de una forma u otra -te responde mientras continúa cocinando -Estamos aquí abajo porque arriba no nos quieren. Durante años los repudiados o perseguidos por la civilización se han ocultado en los niveles inferiores de los túneles del metro. Con el tiempo nos hemos organizado y hecho fuertes. Esa es la razón de nuestra existencia.

En el interior del lugar que parece ser la enfermería del campamento os espera un hombre joven de ojos rasgados. A su alrededor se amontonan herramientas y útiles que podrían estar sacados de una película de terror. Garfios, cuchillos, escalpelos, sierras, una camilla oxidada, botellitas sucias llenas de líquidos extraños. Lo único que rompía algo con la estética y que parecía dar el toque de enfermería al lugar era un botiquín blanco con una cruz roja en la parte delantera.

Enterrador, me han mandado pa que trates de curar a este -dice Abrazos al hombre que parece responder a dicho mote.

Ufff, este parece estar bastante jodido -se dice así mismo mirando a Viktor -tumbadlo en la camilla. Hoy puede ser tu día de suerte, vamos a ser cuatro manos las que te cosan. Hoy voy a recibir la ayuda de un estudiante de medicina que se nos ha unido. Pero vamos a lo importante, una pregunta que me obligan a hacer antes de tratar a los sujetos que no pertenecen al campamento. ¿Aceptas recibir nuestra ayuda, sabiendo que quedarás en deuda con El Jefazo? Él te curará pero, a cambio, deberás prestarle la ayuda que te pida hasta saldar tu deuda con él -dice el hombre, ignorando a Zoe tras acercarse y observar con satisfacción las heridas del joven Dashkov.

Un hombre aparece en escena. Su gesto serio, agresivo, os da a entender que no es una persona amistosa, aún menos para vosotros. En sus manos cuelga un rifle que os apunta desde un primer momento -El soldadito se viene conmigo si no quiere recibir un tiro -avisa a Carlos, que decide dar un paso atrás y alejarse del conflicto y de la posibilidad de recibir alguna herida.

Observa a Ka llegar, cuando se fija en que le esta apuntando le queda claro que no va a salir muy bien de esta.

A sus ordenes, señor. -Dice llevándose las manos a la cabeza, dejándolas sobre la nuca y se dispone a seguir al sujeto que le apunta-

Dios, ten piedad de mí, pecador... Dios purifica mis pecados... Tú que me criaste, oh Señor, apiádate de mí.

Sin fin he pecado, Señor perdóname.  Susurra, de manera casi inaudible mientras camina.

El hombre te conduce por el campamento, guiándote a punta de rifle, hasta llegar a uno de los extremos del campamento. Por lo que ves los lugareños cuentan con seis habitaciones excavadas en la pared de roca, cerradas con puertas de hierro con barrotes separados unos de otros escasos centímetros. Ka te obliga a abrir una de las puertas y a entrar en una de las estancias. Justo cuando estás en su interior notas un crujido y notas como el suelo se alza y choca contra tu cara. Escuchas como el hombre cierra la puerta detrás de sí, encajando varias cerraduras. Parece que han decidido encerrarte y, encima, tu custodio te ha dado un fuerte de golpe antes de marcharse.

Tus manos te guían por la pared de roca hasta que encuentras su límite y, de esta manera, te percatas de que el lugar no es mayor que un cuarto de baño auxiliar. El suelo, lleno de grava y de piedrecitas está vacío de cualquier otra cosa. Siquiera tienes una zona blanda en la que dormir.

La cosa podría pintar peor de lo que ya pintaba, pero Viktor decidió darse con un canto en los dientes si salía de allí con vida y un par de cicatrices feas de cojones.-Bien, gracias Doctor.-Asintió a las ordenes del tal Enterrador, a priori el tipo parecía competente y que sabía lo que estaba haciendo.-Que?.-La pregunta lo cogió descolocado en su agonía y tuvo que pensar muy bien si estaba recibiendo realmente aquella maldita pregunta.-Si joder, tu dejame como nuevo y con el brazo en su sitio y yo le pagaré al Jefazo el precio que el acuerde por la ayuda prestada....y después me iré cuando el jefe considere el trato pagado.-Dejó claro antes de quitarse la camiseta con la mano buena, enrollarla como pudo y llevarsela a la boca por que sabía que gritaría y que estos tipos no usarían ninguna clase de sedante.

No se que pasó, solo que de pronto estoy intentando respirar, trago agua y esta se me mete por la nariz y los oídos. Trato de moverme, usar mis manos para hacer algo, pero algo me las aferra con férrea tenacidad. En el siguiente segundo logro tomar una bocanada de aire, toso como si mis pulmones quisieran salirse del pecho. Apenas logro ver algo, el agua hace que todo sea borroso. Pero después de unos instantes veo a mi captor. Un tipo con rastas y lentes negros. Me toma unos segundos digerir lo que me dice. Todos están muertos. Supongo que el que estaba vivo seria José María. Malditos hijos de puta.

Miro a mi alrededor, como si estuviera desorientado aún, pero ya estoy bien despierto y no me agrada nada mi situación actual. Todos murieron por mi culpa, quizás siga ese camino pronto. 

-Unos sujetos nos atacaron...- murmuré mirando al piso, necesito que el tipo hablara más, saber que demonios quería y en qué mierda había quedado metido-. ¿Donde estoy?

Asiento en silencio meditando las respuestas de El Viejo.

Y... pregunto después de un rato de reflexión.. ¿qué quieren de nosotros?

Aquel lugar parecía más una carnicería que lo que pretendía ser... una enfermería. Ahora entendía mejor el apodo que le habían puesto al que se decía médico, viendo todo aquello parecía que acabábamos de entrar en una morgue y, sólo esperaba que el tipo supiera lo que hacía.

Tampoco me gustó escuchar la deuda que Viktor contraería con el que mandaba en esas cloacas. Estaba claro que hoy en día nadie daba algo a cambio de nada, se había perdido por completo el concepto de caridad. Suspiré resignada esperando que al resto de nosotros no se nos pusieran también condiciones, aunque mucho me temía que no nos iba a quedar otro remedio si queríamos seguir con vida.

—¿Estás seguro de querer quedarte en sus manos?

La pregunta no sólo se refería al Enterrador sino también a la supuesta deuda que Viktor acababa de contraer. Aunque viendo las condiciones de sus heridas me imaginaba que se pondría en manos del mismísimo diablo con tal de calmarle el dolor.

Le ayudé a echarse en la camilla y me obligué a mantenerme a su lado, aunque no sabía cuánto tiempo aguantaría sin desmayarme si tenía que presenciar el espectáculo.

Viktor miró a Zoe y luego lo que le rodeaba y finalmente al supuesto médico del lugar.-No tengo mas opciones, soy demasiado joven para morir...aún me queda mucha vida por delante y muchas cosas que solventar antes de siquiera pensar en morir....-Viktor estaba nervioso, se había jugado la vida unas pocas veces y en menos de un mes era la segunda vez que estaba al borde de la muerte si contamos aquel tiroteo en el piso donde recibió una bala en un pulmón.

—De acuerdo, como tú quieras. De todas formas no tienes alternativa, a no ser la de morir desangrado en esos túneles.

Suspiré resignada. Si se ponía en manos del Enterrador podía tener una posibilidad, si antes no cogía una infección que también le llevara a la tumba. Me imaginaba que yo, si estuviera en su misma situación, también me arriesgaría. Al fin y al cabo el instinto de supervivencia estaba demasiado arraigado en todos los animales, incluidos nosotros por supuesto.

Me aparté ligeramente de la camilla para dejar al supuesto médico actuar.

Agarro un puñado de piedrecillas y las arrojo al otro lado de los barrotes; no tengo intención de dar a nadie en concreto pero si casualmente alguien pasaba por ahí, que se joda.

Empiezo a darme cuenta de que es muy probable que no salga de ésta, y la rabia se me apaga de golpe. Me siento en el suelo y me abrazo las rodillas. Debería haber pasado de Rob cuando lo encontré, haber seguido sola como hasta entonces. Me iba mucho mejor por mi cuenta. Seguramente esta gentuza no me hubiera pillado.

Observo la cerradura sin mucho convencimiento. Aunque estuviera oxidada y vieja no tengo ni siquiera una horquilla para intentar forzarla. ¿Y de qué serviría? Este sitio está lleno de gente.

Me acomodo como puedo, con la espalda apoyada en la pared de roca, y decido esperar. Quizá si descanso un poco vuelva a pensar con algo de claridad.

Tras pasar varios minutos rodeados de oscuridad y silencio vuestros sentidos comienzan a adaptarse al lugar. Poco a poco comenzáis a notar la presencia de otros presos, gracias a su respiración o al movimiento de sus pies sobre la piedra de las diminutas celdas. Parece que todos os habéis percatado de ello.

¿Quién está al otro lado? Soy Kaleb y estoy aquí, encerrado, con el crío que encontramos -os llega una voz grave y varonil desde otra de las celdas excavada en la roca.

Tras un tiempo que te pareció eterno, diez minutos según tu móvil, llegó la oportunidad que esperabas. Un hombre que aún no conocías te obliga a salir de la tienda sin dejarte ni siquiera reprochar. Fuera de esta te esperan otros dos matones, uno de ellos el del cigarro que os recibió a las puertas del campamento. El tercero, que aún no ha hablado, te observa con claro interés.

Tu no encajas con el resto de tu grupo. Dime ¿cómo has llegado hasta aquí? ¿qué es lo que quieres? -te pregunta de forma directa. Te percatas de que su ropa está algo sucia, cubierta de polvo y con manchas de sangre recientes.

El hombre se toma su tiempo para responderte, siempre con un tono tranquilizador y amable -Estás en mi hogar. Y el tuyo, si así lo deseas. Mi nombre es Aaron, líder de este lugar, pastor de entre las tinieblas de los túneles. Sabes, muchas veces es necesario caer muy abajo para renacer, para volver a la vida. ¿Quiénes os atacaron? ¿unos matones? ¿gente del ejército? ¿hombres vestidos con extraños trajes?

Carlos, tras organizar a todos los recién llegados, se queda a solas con el chico de las rastas y su compañero cojo.

Bueno, parece que nos hemos quedado bastante tranquilos -dice rompiendo el hielo. Acto seguido se termina el cigarrillo y lo aplasta contra el suelo con el pie -creo que tu también encajaras en este lugar, chico, pero no soy yo quién decide. Algo me dice que te gustan los excesos en la vida, joven. ¿Tu que crees Rapaz? ¿piensas que a este le gusta meterse droga fuerte en el cuerpo?

Un hombre interrumpe vuestra conversación alzando la voz desde vuestra espalda -Date la vuelta, arrodíllate y pon los brazos sobre la cabeza. Te vienes conmigo -te ordena el hombre, apuntándote con una pistola al pecho. En su mano lleva unas esposas y una especie de bolsa de cuero.

El anciano no parece sorprenderse ante lo ocurrido pero, tras meditar unos segundos, te da un consejo -Será mejor que hagas lo que dice. Siento que tengas que pasar por esto...

El hombre conocido como el Enterrador espera paciente vuestra decisión y fin de la conversación. Cuando ya habéis decidido todo sigue jugueteando con el material, sin parecer demasiado interesado en intervenir. Al poco entra un chico de pelo rubio, cubierto de polvo como todos vosotros. Parece nervioso, tiene la tez pálida y mira constantemente al suelo.

Bueno, parece que ha llegado mi ayudante. No os preocupéis, él parece saber mucho de medicina y yo se de rajas y coser cosas. Además, El Jefazo lo ha dejado bastante claro, si tu mueres él va detrás -afirma el Enterrador señalando al rubio, que tiembla aún más ante la amenaza.

Pese a todo pronóstico el sanador del lugar parece tener bastante práctica y, con los consejos del joven, consiguen contener la pérdida de sangre, coser las heridas y mejorar la situación de su paciente. Viktor, por su parte, sufre los efectos de la falta de material en el lugar. Lo único parecido a la anestesia es morfina o, directamente, drogas, motivo por el cual apenas se percata de nada de la operación, perdiendo la noción del tiempo y de lo ocurrido durante la intervención.

Zoe, por su parte, actúa como enfermera, limpiando la carne de Viktor, trayendo instrumentos o ayudando al Enterrador en las situaciones complicadas. También parece ser capaz de calmar al joven rubio para que de buenos consejos al "cirujano".

Finalmente todo acaba y os permitís tomaros un respiro para relajaros. 

Vaya, ha salido bastante bien la cosa -exclama el Enterrador entusiasmado, palmeando la espalda de Zoe y Rob, el joven ayudante -Voy a tener que hablarle muy bien de vosotros a El Jefazo.

Miro al anciano que intenta tranquilizarme..

Pero...¿qué pasa ahora? 

Parece que en este sitio no acaban las sorpresas.

Bueno tranquilo...no quiero problemas.

Muy lentamente me doy la vuelta, me arrodillo, y coloco las manos sobre la cabeza.

Y ahora...¿qué?