Partida Rol por web

Se muerde el labio y resopla, no le hacia gracia darle su fusil a uno de esos greñosos pero ¿Que otra opción le quedaba? En ese momento deseo que no se hayan percatado en su arma de cinto, los muy catetos.

Fusil reglamentario modelo M14BR, 9x19 Parabellum, cuidadmelo ¿Si? -Dice entregandolo a uno de los guardias-

Obviamente no son de rescates, nadie que lo sea hablaría de esa forma. Maldita suerte la mía. Me jugué a una sola carta y ahora estoy metido en mucha mierda... Al diablo con las buenas maneras, al diablo con todo, espero tener el pulso firme...

-Ok, quitaré las trabas en la puerta y saldré...- dije alejándome un paso de la puerta para correr lo que quedaba de la barrera-. Dispara cuando yo lo haga...- le murmuré a la mujer, aunque no sabía si estaría en condiciones de hacerlo o si me había escuchado. Moví el mueble y puse mis manos en mi nuca, tapando el arma con mi cabeza. Saldría haciendo que ellos me miraran y luego dispararía... No seria la primera vez que tendría que matar a alguien que amenaza mi vida y a quienes protejo. 

Caminaba por aquellos túneles sintiendo mi corazón latir acelerado por la tensión y los nervios. No podía reprimir ciertos gestos de repugnancia cuando escuchaba, y en ocasiones sentía, las ratas corretear con total impunidad. Por más que al principio de la caminata había intentado fijarme por donde íbamos, la oscuridad y que todos los túneles me parecían iguales, hizo imposible que, después de varios minutos andando, supiera distinguir un túnel de otro. Lo dejé por imposible. De todas formas no creía que pudiera dar un solo paso sin recibir un balazo.

Y esa teoría se confirmó cuando llegamos al "refugio" de aquellos dos. Me parecía increíble lo que tenían allí montado, con sus tiendas, sus defensas, más personas armadas, su cocina... Todo un mundo bajo la ciudad. Sabía que los túneles estaba habitados, o por lo menos eso se comentaba, pero lo que no esperaba era el tinglado que estaba viendo. Joder... si hasta tenían mesa de billar y todo.

Volví a levantar las manos, enseñando las palmas para indicar que no llevaba armas.

—Como ya les dije a estos dos, voy desarmada.

Acojonaba un poco estar en medio de tanta gente apuntándonos, y más después de escuchar a la rubia que nos había guiado. Estaba claro que aquellos no dudarían en meternos una bala en la cabeza si se les cruzaba un cable, así que lo mejor sería mantener la calma dentro de lo posible.

De ninguna manera quiero formar parte de esta banda repugnante, pero haré lo que sea para mantenerme con vida.

-Yo... -comienzo a decir con la garganta repentinamente seca por el miedo. Este hombre va en serio, si no le gusta lo que digamos nos asesinará-, soy lista. Conozco el hambre y lo que debe hacerse para sobrevivir, no me importa mancharme las manos. Y... soy culta. Puedo enseñar algunas cosas a tus hombres. Cosas útiles, quiero decir. Puedo serte útil.

Ésa es la clave: no quieren una boca inútil que alimentar sino gente que resulte de utilidad, y espero por su bien que Rob y Michael lo hayan entendido también.

Recibo el cigarro con un gesto de agradecimiento con la cabeza, mientras Carlos me ayuda a encenderlo, digo – Se, la verdad que a mí me gusta un poco vivir arriba, en la ciudad, lo que no me gusta son sus condiciones, por eso he vivido al margen de sus reglas. No me interesa la revolución ni nada parecido, sólo quiero vivir bien y si para eso tengo que quitarle a alguien lo que a mí me falta, no me tiembla el pulso. 

No deja de sorprenderme lo bien organizados que están estos desconocidos. Es extraño, teniendo en cuenta el poco tiempo que hace que las bombas han empezado a caer.

Me coloco al lado de César. Hay algo que no me cuadra en todo esto. Manténte atento.

Cuando nos requieren las armas continúo con los brazos levantados.

Ya os dije que iba desarmado.

Hay que joderse. Son unos malditos descerebraos pero está claro que saben ocultarse.

Por el camino traté de memorizar referencias, fijar mentalmente los cruces pero pronto me di por vencido.

¿Entregar las armas? Esta 7 muelles ha estado conmigo des de que tengo uso de razón, y aquí seguirá.

Oculta en mi bota, había superado innumerables registros siempre con éxito con mi preciada navaja encima, estaba confiado.

Compartía el mismo pensamiento que Ray, pero sabía que mientras él estuviera cerca yo seguiría con vida. Este tipo tiene estrella. Asentí con la cabeza despacio cuando me susurró.

- Nada wey - negaba con la cabeza ante la exigencia de la rubia - el resto de armamento pesado es pura genética - dije señalándome la entrepierna tratando de relajar la tensa actitud de la jodida yonki. Me ponía de los nervios.

Kaleb, que había estado callado todo el camino, se unió a la respuesta -Ya tenéis mi arma aunque podéis registrarme si así os sentís más seguros. Ese hombre está herido, debería verlo ese médico del que hablasteis -dijo señalando a Viktor.

Solo con una revolución de la mente cambiarían las cosas allí arriba. Los atentados, revueltas y demás no sirven de nada si la mayoría prefiere no mover el culo -te responde tu nuevo compañero mientras camináis por el campamento cuya extensión está, en su mayoría, libre de movimiento. Cuando volvéis a pasar por la entrada veis que han llegado un buen número de hombres, entre ellos un crío -Parece que hoy tenemos mucha visita, vamos a ver que se cuece. Allí hay un crío, ese es un problema...

Tras su respuesta se adelanta a ti, acercándose a un gran grupo de sus compañeros, que están recibiendo las armas del grupo de recién llegados.

Un par de sujetos más se acercan a vosotros a diferente ritmo, pues uno de ellos, un hombre de unos treinta años, camina ayudado por un par de muletas. El adelantado, un hombre que pasea con un cigarro en la boca con total seguridad, vestido con ropa propia de militares y sin rastro del deterioro claro de las drogas, se planta frente a la rubia que os ha traído y comienza a hablar a un tono medio, sin necesidad de levantar la voz para dar fuerza a sus palabras ni demasiado bajo para que no podáis escucharlas.

Habéis traído a un grupo demasiado grande, suerte que os he visto yo antes que Ka -dice el primero de los recién llegados -El Jefazo está reunido en estos momentos, será mejor organizarnos. Ese chaval no tiene buena pinta, será mejor que lo llevéis a la enfermería. Que lo acompañe la chica-ordena señalando a Viktor y a Zoe -Colett, Abrazos, cacheadles primeros para ver que no van armados. Ya sabéis que si damos con algún arma que no nos han entregado debe impartirse justicia. Los demás aún estáis a tiempo para darnos todos las armas que tengáis. Todas.

Una mujer de aspecto demacrado y el pelo largo y sucio comienza a cachear a Zoe mientras un hombre calvo, gordo y con barba hace lo propio con Viktor.

Me cago en estos putos yonkis de mierda, en cuanto pille a uno a solas lo muelo a palos, lo maseo en el suelo JO-DER

Resopla y mira al resto del grupo, se lleva la mano a la pernera y desenfundando un poco el arma, saca el cargador de la 9mm y alarga la mano, ofreciendolo para que alguno de sus "captores" lo coja.

Me hacéis sudar, amigos.

El hombre del cigarro recoge el cargador y observa de arriba a abajo a Anastazy. Sin embargo no aborda el tema de su afiliación obvia al gremio militar sino que da una sencilla orden -La pistola también. No podéis tener arma de fuego o blanca aunque estén descargadas. Ya hemos aprendido de la experiencia en anteriores ocasiones y nunca habíamos recibido a un grupo tan amplio.

La rubia que os había acompañado lanza una larga mirada a César tras su comentario, deteniéndose en su entrepierna varios segundos. Finalmente se acerca a Carlos y a Anastazy -Será mejor que hagas lo que dices. Él es nuestro hombre más diplomático, mejor que hagáis las cosas a su manera. Ya me encargo yo de cachear a este -concluye acercándose a César para comprobar si tiene algún arma y, de paso, comprobar si sus palabras son ciertas -Mi nombre es Susan guapo.

Vale, me han pillado, la de la recamara joder.

Resopla de nuevo y desenfunda la pistola, extendiendosela por el cañón al hombre. 

Con vuelta, ¿No? 

El Jefazo no os informa de la valoración que hace de tus palabras, simplemente se acerca a Harry y, tomándole de la barbilla, le obliga a alzar la cabeza. El joven sabe lo que tiene que hacer y, en una muestra de valor, mira directamente a los ojos del hombre.

Mi nombre es Harry. Es obvio que puedo servir para muchos tipos de trabajos físicos ya que es obvio que no soy débil. También tengo algunos conocimiento de sociología y política, aunque dudo que te sean de interés. Lo más importante que puedo decirte es que soy fiel a mi palabra, jamás quebraré un compromiso. También se donde vivían políticos importantes y otros altos cargos pero, tras la tormenta de arriba, no creo que sea algo importante -dice el chaval sin cortarse el pelo ante la atenta mirada de vuestro evaluador.

El hombre da una fuerte calada al cigarro y recoge la pistola, dándosela a uno de sus subordinados -No soy yo quién debe decidir sobre ello. Lo único que puedo ofrecerte es un cigarro y un consejo. Solo pide en el primer caso y escucha en el segundo, no hagáis nada raro y no contradigáis a El Jefazo.

Sin apartar la mirada da su consentimiento a la rubia, la que se ha presentado como Susan -Bien Susan, puedes llevarte al chaval a enseñarle el campamento pero antes verifica que no tenga arma alguna. Ya sabes lo que pasa si cabreas a El Jefazo. Chico, cachea al de azul y llévatelo con El Viejo para que prepare algo de comer. Nosotros nos quedaremos aquí con el militar y el chaval de pelo largo. Si os encontráis con Ka decidle que yo he dado las órdenes. Y que alguien avisa al jefe.

Un hombre atractivo de pelo largo peinado hacia atrás, cuya forma parece mantenerse gracias a la propia suciedad y a la grasa, se acerca a Raymond para cumplir las órdenes.

Rapaz, ¿que te parecen nuestros nuevos amigos? -pregunta al hombre de las muletas.

Nuevamente el hombre al que llaman El Jefazo cambia el turno de palabra y alza el rostro de Rob que, incapaz de mirarlo a los ojos y decir palabra, se mantiene en silencio. Por su rostro notáis que está totalmente aterrado y es incapaz de reaccionar. Vuestro interrogador lo mira con desprecio y cierto hartazgo, parece que se le acaba la paciencia.

Abres la puerta tras quitar algunos de los impedimentos que hace solo un rato habéis colocado tras la puerta. La luz de las linternas te impide ver a priori el rostro de los hombres ya que os apuntan directamente a vosotros. Sin embargo tenéis claro donde están pues la luz es un faro hacia su propia posición.

¡Salid todos ya! Aquí estamos en peligro -os urgen de nuevo para que Xia, los ancianos y José María salgan. Este último se apresura, colocándose a tu derecha e implorando por su vida.

-Es mudo -se me ocurre de pronto, y no sé si miento para salvar a Rob o para salvarme a mí misma de ver cómo asesinan a un chico en mis narices-. Bueno, no mudo del todo -me corrijo por si el Jefazo o alguno de sus hombres lo ha oído hablar-, es... una variante de la dislexia. No puede hablar cuando está nervioso, se bloquea, o algo así. Pero tiene muchas cualidades: es fuerte y trabajador, y se le dan bien las armas.

El Jefazo te observa con ojos incrédulos y puedes ver como se lleva una mano al cinto, comenzando a sacar un cuchillo de su interior. En ese momento Harry arremete contra Rob y le da un fuerte pellizco en el brazo, haciendo que el chico reaccione.

¡Aaaaaahhh! ¿qué haces? -pregunta enojado hasta que se da cuenta de la situación y, bajando la mirada, comienza a hablar. Parece que Harry ha logrado sacar de su mutismo al joven -soy estudiante de último curso de medicina, tal vez mis conocimientos os sean útiles.

Sus palabras son suficientes como para que El Jefazo vuelva a esconder el arma blanca y os observe detenidamente. La chica. Quiero que me digas con cual te quedarías de tus compañeros.