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Asamblea de Bestias

Última Noche - La Llegada

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16/06/2014, 01:00
El Libro de Nod

Aquella era la última noche del año. Treinta y uno de Diciembre de Mil nueve cientos noventa y nueve. La dirección que os habían facilitado era una torre en el centro de San Francisco, una Torre privada que según decía la gente, permanecía cerrada al público, y de la cual solo la más selecta gente podía entrar o salir.

Un lugar que por lo que habíais podido escuchar y oír, permanecía siempre en silencio, donde jamás se veía a nadie por las ventanas, donde jamás se habían visto una luz encendida.

Pero aquel día era distinto, la torre estaba iluminada como si se tratara del árbol de Navidad de Central Park, y sus puertas principales estaban abiertas de par en par. A cada lado de la puerta había dos hombres, seguridad privada, que comprobaban quien entraba y quien salía del edificio.

Aquella noche no había nevado, pero hacía frío, mucho frio. La suave brisa se traducía en un gélido frío que cortaba como si de cuchillas se tratara. Y a pesar de lo despejado del cielo, no podía verse la luna. Aquella noche era una noche oscura, solo combatida por las luces de la ciudad, luces artificiales que daban cierta sensación de calidez o seguridad. Un reloj en la esquina de la calle marcaba la hora.

Había llegado la hora.

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16/06/2014, 01:01
El Libro de Nod

31 de Diciembre de 1999

Y allí estabas, por increíble que pareciera. Durante los 15 días que te separaban de aquella fecha te habías dedicado a intentar descubrir algo más sobre aquel ataque, y sobre la persona que dejó aquella invitación que ahora mismo te quemaba en el bolsillo, en aquel bar de moteros. Sin embargo, y por desgracia, tu búsqueda habia sido en vano.

En el bar lo unico que habias conseguido, en tu par de intentos posteriores por hablar con el fulano que había recibido la invitación, habia sido el número de teléfono de Ruby, algo que no estaba mal pero que, desde luego, se alejaba bastante de tu objetivo real.

En cuanto al ataque a tu ordenador y a tu misterioso interlocutor, fue, sencillamente, como si aquello jamás hubiera sucedido, como si aquello solo hubiera estado en tu cabeza. Y es que, al regresar a casa, pudiste comprobar como todo funcionaba bien, y no había ni rastro de aquel ataque que jamás volvió a repetirse.

El caso es que, fuera como fuera, allí estabas ahora, vestido para la ocasión, ante una de las torres más exclusivas de toda la ciudad. El lugar estaba de lo más concurrido aunque, para tu sorpresa, no todo el mundo parecía tan selecto, ni tan estirado como cabía esperar. Más bien, se podría decir que había todo tipo de gente en aquel lugar.

Delante tuyo, sin ir más lejos, habia una pareja de veinteañeros vestidos de negro, de un aspecto bastante gótico y, justo delante de ellos, un anciano que seguramente había superado ya la setentena, aguardaba su turno para entrar en aquel lugar.

Un público de lo más variopinto, sin duda, pero que compartia algo que también tú tenías en común: aquella entrada que todos y cada uno de vosotros llevábais encima y sin la que, al parecer, no se podia acceder a tan atrayente lugar.

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16/06/2014, 01:13
El Libro de Nod

Aquella era la última noche del año. Treinta y uno de Diciembre de Mil nueve cientos noventa y nueve. La dirección que os habían facilitado era una torre en el centro de San Francisco, una Torre privada que según decía la gente, permanecía cerrada al público, y de la cual solo la más selecta gente podía entrar o salir.

Un lugar que por lo que habíais podido escuchar y oír, permanecía siempre en silencio, donde jamás se veía a nadie por las ventanas, donde jamás se habían visto una luz encendida.

Pero aquel día era distinto, la torre estaba iluminada como si se tratara del árbol de Navidad de Central Park, y sus puertas principales estaban abiertas de par en par. A cada lado de la puerta había dos hombres, seguridad privada, que comprobaban quien entraba y quien salía del edificio.

Aquella noche no había nevado, pero hacía frío, mucho frio. La suave brisa se traducía en un gélido frío que cortaba como si de cuchillas se tratara. Y a pesar de lo despejado del cielo, no podía verse la luna. Aquella noche era una noche oscura, solo combatida por las luces de la ciudad, luces artificiales que daban cierta sensación de calidez o seguridad. Un reloj en la esquina de la calle marcaba la hora.

Había llegado la hora.

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16/06/2014, 01:14
El Libro de Nod

31 de Diciembre de 1999

Si te hubieran dicho hacía quince días que ibas a estar donde te encontrabas en aquel preciso instante, lo habrias negado en rotundo. Después de aquel accidentado amago de cena en el que acabaste abandonando el restaurante presa de la indignacion, pensaste que nunca, jamás, querías volver a saber nada más de aquel tipo arrogante y altanero al que habías encontrado en aquel restaurante.

Sin embargo, por suerte o por desgracia, él no parecía haber decidido lo mismo. A los pocos días de aquella cena, nada más volver a casa, encontraste aquel mismo sobre que dejaste sobre la mesa del restaurante, días atrás, en un más que probable último intento de Dimitri porque lo escucharas y, aunque en un primer momento te sentiste tentada a tirarlo a la basura, hubo algo, no sabrías decir el qué, que hizo que, en lugar de eso, acabaras guardándolo en la mesita de noche.

Lo cierto era que aún no tenias muy claro si era la curiosidad, las ganas de dejar un par de cosas claras a ese engreido de Dimitri o alguna razón que aún desconocias lo que te habia llevado hasta alli, pero alli estabas, en uno de los lugares más selectos de San Francisco y, seguramente, de los más concurridos en aquel preciso instante.

El lugar estaba a reventar y quizás, lo más sorprendente, era que no todo el mundo parecía tan selecto, ni tan estirado como cabía esperar. Más bien, se podría decir que había todo tipo de gente en aquel lugar.

Delante tuyo, sin ir más lejos, habia una pareja de veinteañeros con rastas y look  bastante hamaicano y, justo delante de ellos, un anciano que seguramente había superado ya la setentena, aguardaba su turno para entrar en aquel lugar.

Un público de lo más variopinto, sin duda, pero que compartia algo que también tú tenías en común: aquella entrada que todos y cada uno de vosotros llevábais encima y sin la que, al parecer, no se podia acceder a tan atrayente lugar.

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16/06/2014, 01:22
El Libro de Nod

Aquella era la última noche del año. Treinta y uno de Diciembre de Mil nueve cientos noventa y nueve. La dirección que os habían facilitado era una torre en el centro de San Francisco, una Torre privada que según decía la gente, permanecía cerrada al público, y de la cual solo la más selecta gente podía entrar o salir.

Un lugar que por lo que habíais podido escuchar y oír, permanecía siempre en silencio, donde jamás se veía a nadie por las ventanas, donde jamás se habían visto una luz encendida.

Pero aquel día era distinto, la torre estaba iluminada como si se tratara del árbol de Navidad de Central Park, y sus puertas principales estaban abiertas de par en par. A cada lado de la puerta había dos hombres, seguridad privada, que comprobaban quien entraba y quien salía del edificio.

Aquella noche no había nevado, pero hacía frío, mucho frio. La suave brisa se traducía en un gélido frío que cortaba como si de cuchillas se tratara. Y a pesar de lo despejado del cielo, no podía verse la luna. Aquella noche era una noche oscura, solo combatida por las luces de la ciudad, luces artificiales que daban cierta sensación de calidez o seguridad. Un reloj en la esquina de la calle marcaba la hora.

Había llegado la hora.

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16/06/2014, 01:23
El Libro de Nod

31 de Diciembre de 1999

Nada más llegar, comenzaste a preguntarte qué demonios estabas haciendo tú alli.

Los quince días que siguieron a aquel fatídico día en que Trisha rompió contigo habian sido lo que comunmente se denomina un infierno. No sólo Trisha no habia vuelto a cogerte el teléfono, sino que además tampoco habías conseguido recordar nada y aquel doctor al que Trisha afirmaba que solias ir, no consiguió hacer nada más contigo de provecho que no fuera recetarte pastillas y más pastillas, destinadas a quemar tus neuronas algo a lo que, lógicamente, te habias negado en rotundo.

Además, y por si fuera poco, estaba la chica misteriosa del teléfono. Intentaste dar con ella, en un intento por aclarar qué habia sucedido aquella noche, pero todo habia sido en vano. No habia ni rastro de la chica; era como si, sencillamente, se la hubiera tragado la tierra. Y, para rematar, ni siquiera la policía habia conseguido dar con el responsable de los destrozos. Dos semanas redondas, vaya.

Y alli estabas ahora, en un ultimo intento por encontrarle lógica a tu vida y porque todo volviera a cobrar sentido, por muy estupido o descabellado que pareciera. Quizás alli, en aquel lugar, encontraras parte de ese hueco que habia ahora mismo en tu mente y que habias sido totalmente incapaz de llenar.

Miraste a tu alrededor, sin tenerlas todas contigo: el lugar estaba a reventar y quizás, lo más sorprendente, era que no todo el mundo parecía tan selecto, ni tan estirado como cabía esperar. Más bien, se podría decir que había todo tipo de gente en aquel lugar.

Delante tuyo, sin ir más lejos, habia una chica de aspecto casi tan confunso como tu  y, justo delante de ella, un anciano que seguramente había superado ya la setentena, aguardaba su turno para entrar en aquel lugar.

Un público de lo más variopinto, sin duda, pero que compartia algo que también tú tenías en común: aquella entrada que todos y cada uno de vosotros llevábais encima y sin la que, al parecer, no se podia acceder a tan atrayente lugar.

 

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16/06/2014, 01:30
El Libro de Nod

Aquella era la última noche del año. Treinta y uno de Diciembre de Mil nueve cientos noventa y nueve. La dirección que os habían facilitado era una torre en el centro de San Francisco, una Torre privada que según decía la gente, permanecía cerrada al público, y de la cual solo la más selecta gente podía entrar o salir.

Un lugar que por lo que habíais podido escuchar y oír, permanecía siempre en silencio, donde jamás se veía a nadie por las ventanas, donde jamás se habían visto una luz encendida.

Pero aquel día era distinto, la torre estaba iluminada como si se tratara del árbol de Navidad de Central Park, y sus puertas principales estaban abiertas de par en par. A cada lado de la puerta había dos hombres, seguridad privada, que comprobaban quien entraba y quien salía del edificio.

Aquella noche no había nevado, pero hacía frío, mucho frio. La suave brisa se traducía en un gélido frío que cortaba como si de cuchillas se tratara. Y a pesar de lo despejado del cielo, no podía verse la luna. Aquella noche era una noche oscura, solo combatida por las luces de la ciudad, luces artificiales que daban cierta sensación de calidez o seguridad. Un reloj en la esquina de la calle marcaba la hora.

Había llegado la hora.

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16/06/2014, 01:30
El Libro de Nod

31 de Diciembre de 1999

Miraste a tu alrededor, con aire pensativo, preguntándote si quizás, después de todo, aquello había sido una buena idea.

Durante los últimos quince días habías pasado más tiempo testificando e intentando dar retratos robots a la policía que otra cosa y el resultado, de momento, había sido nulo: no había rastro de los atacantes, ni móvil para aquel crimen, del que no se habían llevado ni una mísera cuenta del ostentoso collar de Beatrice que, por otra parte y a aquellas alturas, descansaba en paz en su cripta del cementerio de San Francisco, como los buenos ricachones.

Tu destino, en cambio, era bien distinto. Alli estabas tu, en el que seguramente debería ser el edificio más concurrido de la ciudad a aquellas alturas, intentando buscar una justificacion a lo que habia sucedido aquella fatídica noche, hacia quince días.

Miraste a tu alrededor, sin tenerlas todas contigo: el lugar estaba a reventar y quizás, lo más sorprendente, era que no todo el mundo parecía tan selecto, ni tan estirado como cabía esperar. Más bien, se podría decir que había todo tipo de gente en aquel lugar.

Delante tuyo, sin ir más lejos, habia una chica de aspecto casi tan confunso como tu  y, justo delante de ella, un anciano que seguramente había superado ya la setentena, aguardaba su turno para entrar en aquel lugar.

Un público de lo más variopinto, sin duda, pero que compartia algo que también tú tenías en común: aquella entrada que todos y cada uno de vosotros llevábais encima y sin la que, al parecer, no se podia acceder a tan atrayente lugar.

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16/06/2014, 01:35
El Libro de Nod

Aquella era la última noche del año. Treinta y uno de Diciembre de Mil nueve cientos noventa y nueve. La dirección que os habían facilitado era una torre en el centro de San Francisco, una Torre privada que según decía la gente, permanecía cerrada al público, y de la cual solo la más selecta gente podía entrar o salir.

Un lugar que por lo que habíais podido escuchar y oír, permanecía siempre en silencio, donde jamás se veía a nadie por las ventanas, donde jamás se habían visto una luz encendida.

Pero aquel día era distinto, la torre estaba iluminada como si se tratara del árbol de Navidad de Central Park, y sus puertas principales estaban abiertas de par en par. A cada lado de la puerta había dos hombres, seguridad privada, que comprobaban quien entraba y quien salía del edificio.

Aquella noche no había nevado, pero hacía frío, mucho frio. La suave brisa se traducía en un gélido frío que cortaba como si de cuchillas se tratara. Y a pesar de lo despejado del cielo, no podía verse la luna. Aquella noche era una noche oscura, solo combatida por las luces de la ciudad, luces artificiales que daban cierta sensación de calidez o seguridad. Un reloj en la esquina de la calle marcaba la hora.

Había llegado la hora.

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16/06/2014, 01:36
El Libro de Nod

31 de Diciembre de 1999

Y finalmente la noche de fin de año llegó. Los últimos días no habían sido precisamente los mejores de tu vida.

Desde lo sucedido con Susan, no sólo no habías vuelto a saber nada de tu padre sino que, tras varios intentos de contactar con la chica, sin demasiado buen resultado, una amable enfermera te informó de que aquel mismo día había sido trasladada de hospital a otro hospital que, desde luego, no pensaba revelarte.

Así pues, aquellos días habían constituido un enorme interrogante en tu vida, en los que la incertidumbre y la preocupación habían sido la tónica constante. Y, para colmo, estaba aquella maldita invitación anónima que te habia hecho llegar hasta alli. Por suerte, al menos, parecia que en todo aquel tiempo nadie más habia vuelto a violar tu entorno, ni a volver a intentar entrar en su casa. Punto positivo.

Miraste a tu alrededor, preguntándote si, después de todo, había sido o no una buena idea ir hasta allí pero el  caso era que, fuera como fuere, allí estabas ahora, vestida para la ocasión, ante una de las torres más exclusivas de toda la ciudad. El lugar estaba de lo más concurrido aunque, para tu sorpresa, no todo el mundo parecía tan selecto, ni tan estirado como cabía esperar. Más bien, se podría decir que había todo tipo de gente en aquel lugar.

Delante tuyo, sin ir más lejos, habia una pareja de veinteañeros vestidos de negro, de un aspecto bastante gótico y, justo delante de ellos, un anciano que seguramente había superado ya la setentena, aguardaba su turno para entrar en aquel lugar.

Un público de lo más variopinto, sin duda, pero que compartia algo que también tú tenías en común: aquella entrada que todos y cada uno de vosotros llevábais encima y sin la que, al parecer, no se podia acceder a tan atrayente lugar.

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16/06/2014, 12:04
April Jackson

Las últimas semanas había estado incomoda a todas horas. A pesar de que estábamos en vacaciones de Navidad y que el único asunto que debía preocupar a cualquier universitaria eran los exámenes de febrero yo estaba tan preocupada por varios temas que habían acontecido. Había puesto excusas para no verme con nadie y había intentado indagar infructuosamente en el asunto referente a Susan y mi padre.

Al ver que no conseguía resolver nada intente olvidar pero fue imposible. Era algo que me obsesionaba y aunque más tranquila había intentado razonar todo ello no había llegado a ninguna conclusión lógica. Había intentado centrarme en estudiar para los exámenes pero no era capaz de concentrarme. Al final me sentí obligada a ir a la fiesta de la invitación con la esperanza de que en ella consiguiese aclarar el asunto.

La semana anterior había ido a comprar ropa nueva para la fiesta: un vestido negro de tubo corto y unos zapatos de tacón negros con la suela azul. También había ido a un salón de belleza para estar más coqueta. Había supuesto que la gente que iría a esta torre iría bien vestida y no quería desentonar aunque en esta ocasión los cabellos azules no iban a ser de ayuda. Esta ha sido una de las pocas veces en las que no he disfrutando yendo de compras, en el fondo me hubiese encantado ir con Lisa y Mel pero solo había dado excusas vagas para evitarlas.

Según el taxi me acercaba a la torre pude contemplar por la ventanilla como por primera vez estaba iluminado. Al menos que yo recordase no lo había visto nunca así pero todo el mundo estaba alterado por el cambio de milenio. Pago al taxista por haberme traído hasta aquí, recojo el bolso y salgo del vehículo. Hacía frío. Bastante para lo poco abrigada que iba pero no era la primera vez que por ir mona había tenido que aguantar la temperatura y los tacones.

Me dirigí hacía la entrada para aguardar mi turno. No tenía intención de entablar conversación con nadie, realmente esperaba que alguien me dijese por qué me habían invitado aquí y más importante. Que diera algo de sentido a todo lo acontecido estas últimas semanas. El misterio hubiese sido excitante si no se estuviese jugando con personas que me importan de corazón.

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16/06/2014, 18:17
Sólo para el director

Todo este trasiego de comunicar datos,prestar informacion y de tratar de descubrir el asesino de la pobre Señora Quarian  con la policia me esta sacando de mis casillas.Estoy esperando a que llegue mi turno y que los dos capullos de la puerta con cara de oso me dejen pasar para poder terminar con este asunto de una vez por todas y tomarme unas merecidas vacaciones.Para la ocasion voy vestido con mi mejor y favorito traje:chaqueta y smokin negros y pantalon un poco mas claro.La cobarta es de color morado.

Delante de mi hay dos personas que supongo que testan aqui por el mismo motivo que deberia de estar la difunta Beatrice.La primera es una chica que parece algo despistada y el segundo es un anciano que yo diria que ronda ya los setenta.
 

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16/06/2014, 19:12
Alice Richardson
Sólo para el director

No era una chica con una gran fondo de armario y no porque no me gustara la ropa que mas bien era todo lo contrario, me encantaba la ropa y los zapatos, pero mi economía no me permitía ir cambiando de modelito cada día, tenia ropa para ciertas ocasiones y después la que usaba a diario e iba renovando cuando podía.

No fue dificil escoger pues vestidos para fiestas no es que tuviera muchos pero al final me decante por uno de color rosado que siempre me había gustado mucho con unos tacones negros que irían a juego con el maquillaje de mis ojos y mi bolso.

Una parte de mi decía que iba a ir aquella fiesta y le iba a estampar la invitación a Dimitri en la cara, porque lo de dejarmela en el buzón ya estaba rozando el acoso. Pero otra... otra no quería estar sola aquella noche, quizás solo fuera ir y volver, pero al menos saldría de mi apartamento, odiaba las navidades, eran la fecha mas dura para mi, en la que siempre recordaba la mierda de vida familiar que había tenido, y veia como el resto disfrutaban de algo que yo tenia claro que ya nunca alzanzaria.

Ojala se os indigeste a todos la cena y os atragantéis con la comida...

Al llegar aquella cola para entrar me sorprendió muchísimo la gente tan variopinta que estaba entrando ¿Que clase de fiesta es esta? Pero bueno, en parte mejor pues así no me sentiría tan fuera de lugar rodeada de gente que seguramente tendría mas dinero en la cartera del que juntaría yo en un año ahorrando, no odiaba a los pijos como muchos otros, yo realmente los envidiaba, la idea de entrar en una tienda y no mirar las etiquetas mas que para la talla, el poder viajar a donde desees, el saber que a fin de mes tu puso seguirá donde lo dejaste... no se, es algo que la gente de a pie jamas vemos mas que en la literatura y la pantalla.

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20/06/2014, 14:28
Sandro Rosselly

La cola de personas se veía desde bastantes metros antes de que el taxi llegara a detenerse. Las luces del edificio deslumbran y extrañan, contraponiéndose a la opaca oscuridad que suele envolverlo el resto de días del año.

Aquí estoy yo, vestido para la ocasión. Pago al taxista y me dispongo a “hacer cola”, algo que realmente no esperaba. La afluencia es masiva y veo que no todos los que esperan tienen el mismo concepto de lo que es venir apropiadamente vestido a una fiesta de Fin de Año. Los contemplo, con un poco de asco.

La situación es de lo más extravagante. Lo más sensato sería dar media vuelta y pagar otro taxi que me lleve de vuelta a casa. Al fin y al cabo, los problemas con el ordenador han remitido y todos mis metódicos exámenes posteriores no encuentran que quede rastro de lo que provocó el ataque.

Pero entonces, siempre me quedaría la duda. ¿Quién fue el misterioso personaje que logró entrar en mi casa como Pedro por la suya? Un cabo suelto que me atormentaría el resto de mis días y del cuál no podría zafarme.

No. Decididamente eso no debe ocurrir, así que, olvidémonos del variopinto grupo que me rodea y mirémoslo de otro modo: hoy es Nochevieja. Vamos a tratar de divertirnos.

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21/06/2014, 00:29
Rick Anderson

Curiosamente, tuviste que esperar menos de lo que habrias esperado. La cola fluia con bastante rapidez y, tan solo un par de veces, aquel tipo que habia en la puerta habia tenido que indicar a un par de espabilados dónde estaba la salida para los que no tenian aquella tarjeta.

- Invitación. - Dijo el enorme hombre. Era un hombre alto, de gran musculatura y fuertes brazos. Tenía cara de pocos amigos, y permanecía cruzado de brazos, girando únicamente la cabeza hacia ti, mirandote fijamente a traves de sus gafas de sol. Y las llevaba a pesar de ser de noche, y aun así tienes claro que estaba mirandote.

Te sorprendio por un lado lo mecánico de sus gestos, de su tono.

Podías ver ahora, desde ese punto de vista, lo bello, caro, lujoso y perfecto del interior del edificio. Sin duda, un lugar único.

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21/06/2014, 00:32
Rick Anderson

Curiosamente, tuviste que esperar menos de lo que habrias esperado. La cola fluia con bastante rapidez y, tan solo un par de veces, aquel tipo que habia en la puerta habia tenido que indicar a un par de espabilados dónde estaba la salida para los que no tenian aquella tarjeta.

- Invitación. - Dijo el enorme hombre. Era un hombre alto, de gran musculatura y fuertes brazos. Tenía cara de pocos amigos, y permanecía cruzado de brazos, girando únicamente la cabeza hacia ti, mirandote fijamente a traves de sus gafas de sol. Y las llevaba a pesar de ser de noche, y aun así tienes claro que estaba mirandote.

Te sorprendio por un lado lo mecánico de sus gestos, de su tono.

Podías ver ahora, desde ese punto de vista, lo bello, caro, lujoso y perfecto del interior del edificio. Sin duda, un lugar único.

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21/06/2014, 00:33
Rick Anderson

Gracias a Dios, tuviste que esperar menos de lo que habrias esperado. Y es que, a pesar de que tu vestido era precioso, lo cierto era que la noche no acompañaba demasiado y comenzabas a tener bastante frio.  La cola fluia con bastante rapidez y, tan solo un par de veces, aquel tipo que habia en la puerta habia tenido que indicar a un par de espabilados dónde estaba la salida para los que no tenian aquella tarjeta.

- Invitación. - Dijo el enorme hombre. Era un hombre alto, de gran musculatura y fuertes brazos. Tenía cara de pocos amigos, y permanecía cruzado de brazos, girando únicamente la cabeza hacia ti, mirandote fijamente a traves de sus gafas de sol. Y las llevaba a pesar de ser de noche, y aun así tienes claro que estaba mirandote.

Te sorprendio por un lado lo mecánico de sus gestos, de su tono.

Podías ver ahora, desde ese punto de vista, lo bello, caro, lujoso y perfecto del interior del edificio. Sin duda, un lugar único.

Un lugar en el que, de momento, no habia ni rastro de Dimitri.

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21/06/2014, 00:34
Rachel

La mirada de Rachel se clavó inmediatamente en Sacha, y una sonrisa traviesa se dibujo en sus labios, mientras, por su parte, los ojos de Reuben estudiaban a Erika, en silencio, transmitiendo aquella misma sensacion de estar disfrutando de aquel momento.

-Ambos nos alegramos de que, finalmente, os hayáis decidido a venir... No os arrepentiréis, os lo aseguro... - dijo la mujer, en un susurro, con aquel tono suave y melodioso capaz de engatusar al mas pintado.

Reuben asintio, inclinandose ligeramente para tomar la mano de Erika, besandola en dorso de la mano, antes de tenderle su brazo, con intencion de que lo acompañara al interior- He de decir que está preciosa esta noche, madmoiselle... -dijo el tipo, dedicandote una de aquellas inquietantes miradas, acompañada de una media sonrisa- Entremos. - añadio, esperando, mientras Rachel se posicionaba junto a Sacha, esperando alguna reaccion por parte del joven.

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21/06/2014, 13:40
Sólo para el director

Espero mi turno y le entrego al vigilante con cara de gorila mi invitación.Mientras que espero a que la verifique,empienzo a analizarlo,a sacar conclusiones de el.

Es un tipo alto,muy musculado,tal vez proceda de los marines.

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21/06/2014, 19:37
El Libro de Nod

Aquella era la última noche del año. Treinta y uno de Diciembre de Mil nueve cientos noventa y nueve. La dirección que os habían facilitado era una torre en el centro de San Francisco, una Torre privada que según decía la gente, permanecía cerrada al público, y de la cual solo la más selecta gente podía entrar o salir.

Un lugar que por lo que habíais podido escuchar y oír, permanecía siempre en silencio, donde jamás se veía a nadie por las ventanas, donde jamás se habían visto una luz encendida.

Pero aquel día era distinto, la torre estaba iluminada como si se tratara del árbol de Navidad de Central Park, y sus puertas principales estaban abiertas de par en par. A cada lado de la puerta había dos hombres, seguridad privada, que comprobaban quien entraba y quien salía del edificio.

Aquella noche no había nevado, pero hacía frío, mucho frio. La suave brisa se traducía en un gélido frío que cortaba como si de cuchillas se tratara. Y a pesar de lo despejado del cielo, no podía verse la luna. Aquella noche era una noche oscura, solo combatida por las luces de la ciudad, luces artificiales que daban cierta sensación de calidez o seguridad. Un reloj en la esquina de la calle marcaba la hora.

Había llegado la hora.