Partida Rol por web

Sin perder un instante, os hacéis con el control de la situación: Caedwyr y Zhork rodeáis a la mujer -que lanza la espada a un lado-, mientras Rotryn y Rees separáis a los durmientes de sus armas. Luego, Rotryn se acerca al enano y el clérigo.

—O-oímos a los gnomos en el callejón y decidimos sacarles el oro… ¡Sólo eso! —responde nerviosa a la pregunta del tiflino—. N-nadie, somos de aquí —contesta, refiriéndose a su identidad y la de sus amigos. Luego, mira a Zhork y a Caedwyr.— El gusano que salió huyendo se llama Teddas Flint. —Escupe al suelo a modo de maldición.— Viene de Aguas Profundas. Un mago allí quiere su cabeza, con o sin su cuerpo. H-hay una orden de captura contra él. Cincuenta doradas.

Por como os mira la mujer, es obvio para vosotros que sólo quiere alejarse de aquí cuanto antes y que está decidida a daros lo que sea necesario para que la dejéis ir. Mientras habla, los rufianes dormidos recobran la consciencia y se levantan, pero un vistazo.

—Eres una sucia traidora, Chris —le espeta la de las dagas: bajo la capucha, la voz es de mujer.

—¡Cállate, perra! —protesta iracunda vuestra rufiana—. ¡Nos ha dejado tirados! —Os mira a los vosotros y traga saliva.— D-dejadnos ir y os diré cómo cogerle.

Aquello parece enmudecer a los rufianes recién levantados, que ahora se limitan a observar a Rees y las señales de lucha a su alrededor, incluyendo sus dos compañeros caídos.

La rufiana parece que dice casi toda la verdad, pero cierto titubeo en su «nadie, somos de aquí» te revela que se guarda algo. Una teoría razonable es que, sin saber si sois de la ciudad o no, quizás ha preferido ocultar que ella y sus colegas pertenecen a una banda mayor. Si fuera así, si ella y los demás pertenecieran a una banda mayor y estuvierais en su territorio -como parece ser-, habríais ganado unos enemigos peligrosos… Eso, si dejáis testigos, claro. He aquí la razón: ¡por eso la rufiana se lo ha callado!

¿Cincuenta monedas de oro? No es una gran recompensa, la verdad, pero menos da una piedra. Si hay una orden de captura, entonces la Guardia, el Puño o ambos estarán al tanto: una vez hecha la captura, sólo habría que llevarlo hasta el puesto de vigilancia más cercano. Como buen cazarrecompensas, sabes que allí os pagarían y se harían cargo del criminal. Con Roca del Draco cerrada a cal y canto, el puesto de vigilancia más cercano está en la puerta del Basilisco, que cruzasteis para salir de la ciudad.

—Teddas Flint ¿eh?

Pienso detenidamente, pues quizá estemos ante una oportunidad interesante.

—Te diré lo que podemos hacer, Chris —Miro a mis amigos y vuelvo mi atención a ella. Acerco mis bigotes a su rostro y hablo en voz baja pero firme—. Dinos como coger a ese forajido que os ha dejado en la estacada. También queremos saber a qué banda pertenecéis y lo que sepas acerca del Gremio y de un personaje que *carraspeo*... que mencionaré a continuación. Y no trates de mentir, no es fácil engañarnos y las consecuencias serán inmediatas y posiblemente letales. Después, si mis colegas están conformes y pese a que merecéis los calabozos o algo peor, os dejaremos marchar sin daño alguno. Tenéis mi palabra.

Me remuevo algo incómodo. Chris y estos dos no son más que unos peces pequeños en un mar lleno de tiburones. Mi primera acción sería entregarlos a la Guardia, pero que Torm me perdone…me dirijo de nuevo a mis colegas.

—Tenemos que decidirlo ahora y rápido, amigos. Si los entregamos a la milicia, obtendremos poco beneficio y además no sacaremos información relevante, y sin embargo de esta forma podemos lograr un beneficio mayor para la ciudad y la tarea que nos han encomendado. Por otra parte, un seguidor de Torm no miente, así que si decidimos que colaboren, después debemos dejarlos libres. 

Sopeso la maza en mi mano encallecida mientras aguardo la respuesta.

Curiosa forma la de negociar de este paladin/sacerdote eh? - pensaba para si el tiflino.

"Está bien, por ahora podría vivir con eso..." - luego mira a la atemorizada criatura

"Solo recuerda, no nos verás, pero estaremos vigilando..." - dice con melodramática voz.

"Que opinas tu Zork, Rees?" - espera la respuesta, no perdiendo de vista los otros forajidos.

—Si por el jefe dan 50, por estos no nos darán más que las gracias — comenté a mis compañeros.

Mi idea era clara, estos desgraciados no eran más que peones, entregarlos o no me daba igual... el jefe era el importante al parecer, aunque tampoco es que su recompensa fuera demasiado elevada. Sin embargo... como buen cazarrecompensas que soy, la idea de aumentar el número de órdenes de capturas en mi currículum pesaba demasiado. Uno no puede luchar contra su espíritu después de todo.

Así pues, sin dejar de mirar a los mequetrefes, comenté a mis compañeros:

—Si lo capturamos, creo que bastará con entregarlo en la puerta del Basilisco. No nos quitará mucho tiempo, y 50 monedas de oro es un pellizco que, ¡quién sabe! quizás nos pueda ayudar, ¡jojojo!.

- Yo voto por las 50 monedas, no es cada día que se presenta una oportunidad así. - dijo algo mas animado - Y en el fondo habremos hecho una buena obra igualmente, no creo que la milicia los traten mejor - dijo sonriendo.

Chris aleja levemente el rostro con rabia contenida cuando tú, sacerdote, te le acercas y le haces tu propuesta. Su desprecio hacia ti es patente, aunque también su temor: al fin y al cabo, has sido bendecido por un dios con tus poderes. A ese temor se suma, por supuesto, el que le provocas tú, Rotryn. Mientras intercambiáis impresiones, uno de los bandidos hace amago de saltar a por su arma, pero le quitáis la idea de la cabeza apuntándole con la ballesta.

—Mucho pides, sacerdote —dice «Chris» con disgusto apenas habéis decidido. No parece contenta con el abuso.— Somos de las Arañas de Paso Norte. Este es nuestro territorio. —Al revelar esta información mira a sus compañeros, que a su vez os dirigen una mirada desafiante.— Pero, ¿qué quieres saber sobre la Cofradía?

La conversación se desarrolla durante un rato en un toma-y-daca de preguntas y respuestas. También intervienen un par de veces los otros bandidos. Como la tal Chris os explica -a su pesar, pero también con cierta extrañeza por vuestra pregunta-, la Cofradía es la «federación» de las bandas de la ciudad, nacida para organizar todo el negocio ilícito de la Puerta: contrabando, robo, extorsión, protección, asesinato, fraude… Pocos son los criminales que consiguen -o se atreven a- actuar en Puerta de Baldur al margen de la Cofradía y las bandas. Al mismo tiempo, los territorios de cada banda se han vuelto más exclusivos.

—Los jefes de las bandas se reúnen para tomar las decisiones —dice finalmente—, aunque… —Dubitativa, lanza un vistazo a sus compañeros, que no parecen saber muy bien qué va a revelar y se ponen algo nerviosos.— Es un secreto a voces que alguien llamado «Nuevededos» está en el centro de todo y no pertenece a ninguna banda.

Esta revelación no parece alarmar a los otros bandidos. Por lo demás, la bandida parece abierta a que le hagáis más preguntas sobre la Cofradía u otra cosa, pero también notáis que quizás se rebele si la ponéis contra las cuerdas. Cuando terminéis de interrogarla, os dará la última información: cómo coger a Flint. La respuesta hará que alguno de vosotros alce una ceja: el lugar por el que ha huido el arcanista… ¡Es un callejón sin salida! La mujer os lo dirá con temor, pues ya se huele ahora que su respuesta puede no dejaros satisfechos.

Rees, en segundo plano va asimilando la información.

- Aja... la Cofradía,.. si eso ya lo sabía.. aja.. un tal "Nuevededos".. aja.. vale - iba murmullando mientras diligente iba apuntadoselo en una libreta.

- Vale, pues parece que está claro y no creo que estas ratas sepan nada mas. Ahora decidnos hacía dónde ha ido vuestro amigo, sino queréis que os deje a solas con el semi-demonio.. - dijo mirando a Rotryn.

Mientras decía eso, iba inspeccionando los cuerpos y a los bandidos a ver si tenían algo de valor.

El interrogatorio iba sobre ruedas, lo cual era una noticia más que positiva. Sin embargo, un nuevo nombre entraba en acción, por si no tuviéramos poco...

—Nuevededos...

Un personaje que no pertenece a ninguna banda y, sin embargo, está en el centro de todo el meollo. Intenté recordar si había oído algo sobre ese tal Nuevededos, ya fuera un rumor de taberna o cualquier cosa... quizá por eso me quedé callado. Si había escuchado ese nombre en cualquier lado, éste era el momento de recordarlo.

Hum...

"...la verdad..." Dice friamente Rotryn - " tu información no me es ni trata, ni me parece completa... Creo que tendremos que usar otros medios de persuasión..." A la vez que dice eso, sus ojos empiezan a emitir una débil luz roja, mientras su voz empieza a ponerse más ronca y aumentar su volumen... ".. donde podemos ver a este nuevededos... Si tu historia es verídica..."

Esbozo una sonrisa torcida y autosuficiente ante el evidente disgusto de la ratera. En el fondo, me agrada esto. Iba a añadir algo más, pero mis camaradas toman la iniciativa y me retiro un paso. Disfruto (Torm me perdone) cuando Rotryn y Zhork intimidan a estos miserables. Al menos Rees mantiene unas formas amables.

Cuando encuentro la oportunidad adecuada, me acerco una vez más y, después de que ella responda a mis compañeros, le susurro a Chris.

—Y no sabrás por casualidad, si alguno de esa chusma vuestra tiene algo que ver con lo acontecido hace unos días…lo de la plaza, ya sabes, lo que ha enviado a nuestro querido Duque con sus ancestros. O quizá sepas de alguien que quiera averiguar algo acerca de ello. Abdel Adrian merece que se sepa, ¿no crees? 

No conoces a nadie en concreto que se llame «Nuevededos», Zhork, pero todos os oléis que no debe de ser un mote difícil de conseguir en el mundo del hampa. En cuanto a Chris, parece deseosa de contestar a Rees, pero se detiene al ser interpelada por Rotryn y Caedwyr. Las amenazas veladas del tiflino la ponen especialmente tensa, como dispuesta a dar la batalla antes que caer en las manos del brujo diabólico.

—¡N-no sé cómo llegar hasta Nuevededos! —Lanza una mirada desesperada a sus compañeros y os mira desesperada a vosotros también—. Q-quiero decir... ¡N-no sé! ¡Los jefes sabrán la manera…! ¡Yo qué sé! —Se vuelve rápidamente hacia Caedwyr, el poli bueno. Quiere satisfaceros con alguna respuesta.— N-nadie sabe quién hizo lo del Amplio… ¡No eran de los nuestros, lo juro! —dice, refiriéndose quizás a las Arañas, a lo que sus compañeros parecen darle la razón.

Tras un breve diálogo, os queda claro que realmente ignoran quién lo hizo, y no porque no les importe el tema, sino porque, en cierta manera, también es un misterio en su mundillo. ¡Muchos quieren saberlo, por supuesto! Chris ha oído decir que los atacantes no eran criminales de la ciudad. Además, cree que, de haber sido alguna banda, ellos habrían sabido algo, pero no pone la mano en el fuego por nada ni nadie. Siempre hay razones para asesinar a alguien poderoso: política, intereses extranjeros o malvados, venganzas personales (y Adrian tuvo una laaarga vida)… Los criminales suelen ser los intermediarios, no la parte directamente interesada.

—E-era el duque —contesta, más calmada, al ser preguntada de nuevo por su opinión sobre Abdel Adrian—. El gobierno sólo cuida a los ricachones, pero la gente por ahi dice que él era justo. —Se encoge de hombros.— Yo no sé de esas cosas —añade, tensa, a la defensiva como para dejar claro que todo ese asunto no es asunto suyo.

Luego, interpelada acerca de cómo cazar al arcanista que ha huido:

—Por ahí —dice señalando hacia el punto por el que huyó su compañero— no hay salida. Todo esto —añade indicando la calle lateral en la que estáis— es un callejón sin salida. Se habrá escondido… ¿ME OYES, TEDDAS FLINT? ¡ESTÁS JODIDO, BASURA! —grita enfurecida hacia el lugar señalado. Es obvio que esperaba más compañerismo por parte del mago.— Si ha conseguido huir… —Duda unos instantes.— Frecuenta La Linterna Mortecina, en los muelles.

Os parece que la mujer ha sido sincera en lo que ha dicho. Mientras tanto, Rees, has dejado el interrogatorio en manos de tus compañeros y has podido registrar a los bandidos muertos. En ellos, has encontrado cuatro portones, doce naos y veinte mecos. Además, has cogido la ballesta y el estuche con virotes que llevaba el enano encapuchado -y ahora muerto-. También podrías quedarte con su hacha arrojadiza, con la espada corta del otro fulano -muerto-, con el garrote o las dos dagas de los que dormiste. Su ropa, en cambio, no es de tu talla. Los que están vivos seguramente llevan encima dinero también.

Callejón sin salidas, ¿eh?. Jojo, no nos iba a ser complicado cazar a ese rufián entonces. De hecho, ya estaba pensando en ir directo hacia allí con el martillo en mano. Sólo quedaba una cosa que me lo impedía.

—¿Qué hacemos con éstos? — dije cuando el interrogatorio terminó —. No creo que sea buena idea liberarlos, al menos hasta que hayamos cazado al granuja que falta; no vaya a ser cosa que en cuanto lo liberemos, y aprovechando que buscamos al jefe, llamen a más de su pandilla y nos veamos rodeado de rufianes.

Eso si pensaban liberarlos. Si lo que pensaban era en llevarlos a la justicia, no me negaría, aunque sería un poco deshonroso después de haberles dado nuestra palabra de que los liberaríamos si hablaban. Eso sí, de saquear a los canallas... se lo dejaba al mediano. Él seguro que buscaría mejor que yo entre los bolsillos de esos pillos.

Rees cogió la ballesta de uno de ellos y estuvo probando la tensión de la cuerda, - Esto me irá bien - aprovechó también disimuladamente para guardarse todo lo que vio de valor: unas monedas, la ballesta y unos virotes,  un silbato que parecía imitar a un pájaro que supuso que era para avisarse, unas ganzúas y una cuerda de hilo fino que parecía ligera y robusta.

Todas las demás armas, las tiro al agua, para que no se les ocurriera recogerlas.

- Bueno, yo creo que los podemos dejar atados aquí, que no harán ningún mal y ya los desataran, sus amigos o los guardias, lo primero que llegue. Nosotros podemos ir a por la recompensa de ese - dijo señalando el callejón - y nos largamos de aquí con nuestros asuntos.

Hummm…es indigno de mí registrar a esos malandrines, pero a uno de ellos se le ha caído un par de cosas. ¿Un frasquito de aceite y una tiza? ¿Quién sabe si podría servir de algo? Los meto en un bolsillo sin más.

Son ladrones, maleantes, así que nada de lo que posean les pertenece.

—En fin —les digo a mis camaradas—.He comprometido mi palabra, así que debemos dejarlos libres y atarlos no se ajusta a lo prometido, aunque me parecería una buena idea en otras circunstancias. No son más que esbirros de poca monta. Quizá quieran venganza, pero eso es problema suyo.

Me encojo de hombros y miro con desdén a los rufianes.

—¿Eh, bellacos? No nos interesáis y cumplimos nuestras promesas. Marchad y os aconsejo que os busquéis otra cosa que hacer que no sea volver a tocarnos las narices. El amigo Tiflino está haciendo un esfuerzo para no achicharraros, y el enano posiblemente quiera masticaros los higadillos ahora mismo.

Poco noble, todo esto último. Pero queda claro. Miro a Zhork y Rotryn con expresión solemne.

—Ahora, a por ese Teddas… 

El tiflino mira a chris y le dice:

"La verdad, siento que este camino que han elegido, los puede hacer caer efectivamente en eso.." apunta al enano encapuchado, y muerto - "..y siendo abandonados por su jefe..." deja 

"Pienso que a cada persona se le debe dar la oportunidad de resarcirse de sus actos, no los obligaremos a nada, pero no me quedaré tampoco con nada de lo "vuestro". Básteles a ustedes arrepentirse de este camino, que puede terminar mal. Yo lo haría si valorara mi vida un poco más... En el peor de los casos, nosotros escogimos otro camino."

No soy quien para juzgarlos, pero si soy quien como para indicarles que cesen en su actitud - piensa el tiflino.

"...Ahora con respecto a su lider...eso ya es harina de otro costal, e IREMOS por el..." dice con firmeza y mirando con seriedad al sacerdote.

—Jojo, los higadillos son mi comida favorita. Con un buen vino están delicioso, ¿sabéis? — añado en contestación al clérigo relamiéndome los labios y mirando a cada uno de los rufianes con ojos de psicópata. Cualquiera pensaría que soy un caníbal. Tal vez estén en lo cierto... ¡quién sabe!

Vuestro juego de amenazas parece tener cierto efecto en los maleantes, como era de esperar: en tu caso, Rotryn, porque eres uno de esos tiflinos en los que la sangre infernal es más que evidente, mientras que tú, Zhork… Bueno: se dice por ahí que los enanos coméis cualquier cosa, independientemente de si habla o no. En cualquier caso, no sería canibalismo: no son de tu especie. El sermón de Rotryn probablemente no haya tenido tanto efecto.

Tras un breve intercambio de opiniones, tú postura, Caedwyr, se impone a las demás: les dejáis ir, para mostrar buena voluntad y no alentar sus ánimos de venganza. ¿Es una buena idea? Quién sabe. En todo caso, ahora los rufianes ya se alejan trotando de la escena.

Entonces os acercáis al fondo del callejón. Allí confirmáis que el antepecho de piedra (muy ancho, pero antiguo, maltratado por el paso de los años) es el borde del puente: más allá, oscuridad, pues la niebla impide ver las luces de la Ciudad Alta, y no digamos ya los pequeños faroles de la Ciudad Baja o de los arrabales. Una leve movimiento del aire os hace conscientes de la altura a la que estáis, pero ningún ruido os llega de allí abajo: las aguas fluyen, silenciosas.

A vuestra derecha, por donde huyó el tal Teddas, veis una escalera que remonta el muro y que vuelve a descender, ya sobre el vacío, a una plataforma. Por desgracia, no hay ningún rastro de sangre que seguir. Cuando os movéis hacia allí, prudentes y alertas, veis que la plataforma da a unas escaleras que descienden, primero, hasta una segunda plataforma y, luego, siguiendo la pared del edificio colgante -sin ventanas-, hasta una tercera, donde hay una puerta que parece cerrada. Todo es de madera, hay baranda por todo el perímetro y todo parece que se vaya a caer mañana. La gente aquí no parece tener miedo a las alturas.

Frente a vosotros, bajando las escaleras, en la esquina formada de los dos edificios, un bulto se mueve al veros y gime asustado. Listos para saltar sobre vuestra presa, aprestáis las armas, pero entonces os fijáis mejor en que las ropas -por llamarlas de alguna manera- del sujeto son más harapientas que las del arcanista. Además, parece un hombre más grueso, viejo, peludo y corto de estatura que vuestro objetivo. Pronto lo entendéis: es un mendigo.

La situación pinta confusa e intrigante, como es habitual.

—Vaya, ¿descenso y puerta, o mendigo? ¿Qué opináis? No hay indicios, pero podríamos pensar que Teddas ha escapado por ahí, aunque su antigua camarada parecía dar por hecho que estaba aquí escondido. Mmmm…

Sacudo un poco al mendigo, con cautela y mirándolo a los ojos.

—Señor, disculpe que le saque de su descanso pero… ¿ha visto usted pasar por aquí a un maleante fugado? ¿Está usted disfrazado e intentando engañarnos? ¿Quiere unas monedas (de cobre) por ayudarnos a capturar a un peligroso matón, además?