Partida Rol por web

Trato de superar el feroz sentimiento de rabia e incredulidad cuando veo la fuga rastrera de Rees. A la muchacha la comprendo, pero a Rees...¡éramos camaradas, aunque fuese por breve tiempo!

Aprieto los dientes y sacudo brevemente la cabeza pues pues la cosa está que arde. Tenemos que salir de aquí, pero parece que ese Cringe no está por la labor. Quizá si se queda solo se ablande un poco, o al menos deje de acosar a Rotryn.

El rival inmediato está a mi merced, se tambalea, es el momento de terminar lo que empecé. No me agrada rematar al secuaz aturdido, pero no será yo quién deje un enemigo a nuestras espaldas.

Por tanto, golpeo de nuevo con la maza. El rufián debería de estar acabado...¿o no?

—¡Serás tú quien muera, Cringe! A menos que rindas las armas...

El tiflino sufre con la grave herida en su costado. Al notar que el bandido que está con Caedwyr está aún atontado, hace una floritura con su cuerpo adolorido y esquiva la presencia de Cringe.
Acto seguido se mueve rápidamente para ubicarse al lado del clérigo.

"Arghhh.. necesito algo de ayuda amigo..".

Dice mientras el rostro se le crispa de dolor.
Al hacer esto queda al lado del clérigo... con la espalda contra la pared de la tienda.

espero que esto sirva o no aguantaré otro golpe- piensa el tiflino.

¡Es normal que te sientas traicionado, Caedwyr! No hace ni un mes que os conocisteis en aquella posta en el camino y compartisteis risas y bebida, pero sé que su decisión de ayudarte cuando os encontrasteis te hizo pensar que algún día podríais ser amigos. Quién puede culparle: nadie quiere morir, cosa que parece que vosotros estáis a punto de hacer.

Por lo demás, tu golpe, clérigo, por poco revienta la cabeza de tu adversario, pero no está acabado, pues consigue reaccionar a tiempo: con un desesperado movimiento de su daga y un agotador esfuerzo, consigue desviar tu maza. No parece que sea algo que vaya a ser capaz de repetir. Cuando le ves mirar brevemente hacia Cringe con el rabillo del ojo, sabes que tiene miedo y espera que el otro le salve. Ahora se centra en evitar tus golpes. ¡Las tornas han girado!

No le pasa lo mismo a Cringe, desgraciadamente: cuando tú, tiflino, te escurres como una anguila para evitarle, el hombre se desliza veloz detrás de ti, buscándote con una sonrisa sádica. Una vez te alcanza, lanza una estocada terrible contra ti, ¡pero la esquivas!, y la daga produce un fuerte golpe en la pared de la vivienda. Por desgracia, no eres capaz de apartarse de igual modo de su siguiente golpe.

Un dolor fortísimo en el abdomen. La falta absoluta de aliento. La negrura de la inconsciencia. ¿De la muerte? Eso es todo lo que sientes con el último golpe fatal de Cringe, miembro de las Arañas de Paso Norte. Pero ya no estás ahí. Ya no estás en casa de Ysrra. ¿Qué son esos colores, joven Rotryn? ¿Esos olores? ¿Esas sensaciones?

Al apartarse Cringe de Rotryn, tu compañero cae -¿muerto?- al suelo. No eres capaz de ver la herida, pero la sangre mancha el suelo con abundancia. Ahora, el asesino se gira hacia ti, satisfecho, moviéndose y cambiando la daga de una mano a otra con destreza sin par. El cabrón es rápido.

—¿Rendirme por qué, padrecito? Si ahora os tengo justo donde os quería.

A tu espalda, oyes la risilla nerviosa de su secuaz. Estás rodeado.

De un momento a otro estaba peleando, luego una fuerte puntada, y luego ...nada.

Rotryn se encontró repentinamente rodeado de ...algo indescriptible...algo que parecía lo succionaba a todos lados a la vez, y un gris se empezó a tornar mas oscuro, a medida que pasaba el tiempo?

No, no era tiempo -pensó el tiflino, y se sobresaltó al no escuchar a esa entidad que habia escuchado anteriormente.

Siempre pensó que la vería finalmente...por que este era el final...o no?

No, no era tiempo...no aún -  se repitió el tiflino mientras intentaba descifrar donde estaba.

Repentinamente todo se empezo a tornar en vivos colores, y pareció trasladado a un verde jardín, uno que rodeaba aun pequeño, pero hermoso castillo.. tenia algo de familiaridad...

Un pequeño niño venía corriendo, su cabeza un poco grande, y calva a su corta edad.

El pequeño venia mirando hacia atrás con preocupación y luego con algo de temor... Pasó junto al joven Rotryn quien miraba boquiabierto como el pequeño se escondía en unos matorrales...

Luego la escena cambió y aparecía el mismo Rotryn un poco mayor conversando con sus padres....la imagen se tornó borrosa cuando sus cachos ya daban la impresión de salir del mismo cráneo de su cabeza... Iba con una mochila y se iba alejando por el camino... lejos del castillo, y hacia el puerto...

Que diantres sucede aqui? - pensó.

Mi primer impulso es atacar con la fe en mis dios como arma y escudo. Sin embargo, el instinto me dice que la astucia o la prudencia también serían visto desde las alturas como algo meritorio. La fe a locas ya me ha metido en demasiados líos.

—¿Justo dónde nos querías? —le digo a Cringe, tratando de mantener la expresión inmutable—. ¿Acaso no sabes lo que es ese humo verdoso, no has escuchado a la dama antes de que huyese sabiamente? ¿Te perdiste las clases de química, muchacho? En contacto con el fuego, las sustancias liberadas que flotan en el ambiente reaccionarán con violencia...y la explosión se podrá ver desde la Ciudad Alta, te lo aseguro.

Me pongo en guardia, escudo en alto pero con la mano alzada, como para gesticular.

—Todos moriremos si invoco la llama sagrada, nadie podrá impedírmelo. Estoy en paz con mi dios...¿y tú?

Intento, de todas formas, no parecer amenazador. Quiero dejarle una salida (rápida, eso sí). Soy consciente del cuerpo de mi camarada caído, pero no tengo más opciones.

—Además, no tenemos nada que ver con esos mequetrefes del Puño. En eso también te equivocas.

Ese pensamiento de duda, esa sospecha, esa incertidumbre, se esfuma. En los sueños, uno no cuestiona lo que le rodea, como no lo haría en el mundo real. Para tu mente ahora, tiflino, esto es la realidad. Da igual que el jardín alrededor de la torre de tus padres sobre los acantilados parezca extenderse hasta donde llega la vista, verde incluso sobre el mar. Da igual que el pequeño Rotryn que has visto no tuviera rostro, y que los matorrales tras los cuales se ha escondido fueran ciertos barriles del barco en el que fuiste pirata. No importa tampoco que tus padres luzcan edades que no se corresponden con el momento del recuerdo. O que a medida que te alejas del castillo veas los cuernos del pequeño Rotryn crecer, sangrando y haciéndose más y más grandes, y más grandes, y más grandes, hasta que dos grandes pájaros, uno negro y uno blanco, se posan en ellos. Lo aceptas todo.

En un momento te ves caminar hacia el puerto, y al otro eres tú mismo quien camina hacia el puerto. Paso a paso. Es aquel día. Estás teniendo aquellos pensamientos que te torturaban. ¿Acaso eran pensamientos de rencor hacia tus padres, por no haberte ayudado? ¿O amor por su apoyo y tristeza por la necesaria separación? ¿Acaso les dijiste lo que te proponías, tu marcha? Mientras caminas, las piedras bajo tus pies ya no son piedras: ahora son tablones. Caminas por cubierta. La cubierta de tu barco perdido. Una voz te habla a tus espaldas. Es la voz del capitán. Te dice aquello que te dijo la primera vez que os encontrasteis… ¿Qué es lo que te dice?

El hombre de la Cofradía que está detrás de ti titubea ante tu farol: ¡has conseguido engañarle! Incapaz de decidirse entre huir espantado y redoblar su ataque, el canalla no hace nada salvo mirar asustado a Cringe, esperando que él tome la decisión. Por lo que respecta a éste, por un momento crees ver en sus ojos la sombra de una duda y del miedo, como si por primera vez el asesino tomara en consideración la amenaza del humo. Sin embargo, este conato de temor no dura demasiado.

—No todas las clases —contesta finalmente, medio sonriente, medio asustado, lanzándose contra ti—. ¡Y no podrás invocar nada si te mato antes, cura del demoño!

Pero esta vez has preparado tu escudo para esta eventualidad. Una puñalada letal es desviada por el metal. Un tajo a tu garganta acaba resbalando sobre tu pecho, cortándote las vestiduras, pero inofensivo sobre la malla. Otros golpes los esquivas. Su cuchillo se mueve con una velocidad infernal. Oyes el silbido del acero al cortar el aire, los gruñidos que suelta el hombre al tratar de apuñalarte, y también algunas toses en el rufián que tienes detrás. ¿El humo, quizás? Pero tú también gruñes, pues estás necesitando todas tus energías para defenderte. ¿Cuánto tiempo podrás aguantar este baile de la muerte? ¿Cuánto más tardará el aire en volverse irrespirable? ¿Es el mismo humo que recuerdas? Y… ¿Reaccionará al fuego, como les has dicho?

"Hola, buscas trabajo?llegaste al lugar indicado...marinero."

Esas fueron las primeras palabras que escucho del capitán y las que siguieron le dejaron igual de complacido:
"Para mi, eres igual que los demás...mientras hagas tu trabajo correctamente..."

Es para cabrearse. No importa que esté lanzando un farol como una casa (mi mentor no sé si me sonreiría condescendiente o me obligaría a correr treinta vueltas alrededor del templo). El caso es que no ha funcionado y toca seguir en la brecha, a palos...pero con un rival que temo me supere en el cuerpo a cuerpo. ¡Es muy rápido! Apenas logro esquivar sus ataques, ¿qué hacer, mantener el terreno a la defensiva, contraatacar, gastar el comodín de la llama sagrada?

—No eres de los que atienden a razones ¿eh? *uf puf puf* (respiración agitada por el esfuerzo)

Al final, la gallardía innata de Cedwyr se impone e intenta un golpe con su lacerante maza rompe piños. Sin embargo, el malvado sicario parece que se defiende bien. 

Si al menos no nos hubiese abandonado todo el mundo. Miro de reojo a mi colega astado...al menos yo no lo abandonaré a él. 

Te giras al escuchar esas palabras. Ahora ves frente a ti a tu capitán. Mide dos metros y está envuelto en llamas, pero parece no importarle. Su piel se está asando como se asaría la de un cerdo, con ampollas que se van tostando y endureciendo. Sus cabellos se han esfumado. Sus ojos se han derretido, pero sabes que te mira. Es la noche del ataque, es el barco.

—Mientras hagas tu trabajo correctamente —te dice en el tono que recuerdas—. Mientras hagas tu trabajo correctamente —repite, ahora con cansancio—. ¡Mientras hagas tu trabajo correctamente! —te reprocha, conteniendo el llanto.

Ahora el capitán es el duque Escudoargénteo. Repite la frase, perentorio, autoritario. Ahora no es Escudoargénteo, sino tu compañero, Caedwyr.

—Para mí, eres igual que los demás —dice con la voz del capitán.

Intenta detener a los soldados del Puño liderados por Bigotitos, se oscurece. Nant Thangol, el enano recaudador, ríe. Tiene dientes de oro.

—Para mí, eres igual que los demás —repite el clérigo.

Estáis sentados en la celda, tú, él, Zhork, tus padres, el capitán, Aishël, el duque, la voz en las llamas. Esperando. Te van a ejecutar por la muerte de un puño.

—Para mí, eres igual que los demás.

Estáis luchando contra los miembros de las Arañas en el callejón. Miras a Rees, pero en su lugar hay un agujero oscuro en el aire. El callejón es la posada El Yelmo y la Capa. El busto de piedra de un unicornio adorna una ventana del callejón. Oyes gritos de muerte a tu alrededor. Son gritos de piratas, a los que estáis atacando. Son gritos de tus camaradas, muriendo en el barco. Son gritos de muerte de tus compañeros en Puerta de Baldur. Son tus gritos de muerte.

¡No desesperes, Caedwyr! ¡Tu golpe ha dado en el blanco! Aunque Cringe ha levantado la daga a tiempo para detener tu mazazo, no ha podido evitarlo del todo, y la cabeza metálica de tu arma ha golpeado su brazo derecho con fuerza. Un dolorido gruñido ha salido de sus labios y su ceño se ha fruncido con preocupación.

¡Lástima que no saliera bien, Caedwyr! Pero las apuestas, como te enseñó el viejo cillerero de tu convento, a veces se ganan y a veces...

Por el rabillo del ojo, ves cómo el maleante que te atacó con la cortina alza el brazo para lanzarte un ataque, pero algo le detiene.

—¡Déjamelo a mí, Daryl! —ruge furioso tu principal enemigo, y tose, quizás notando el humo.

Distraído por la amenaza del cofrade, no ves venir el siguiente ataque de Cringe, y sólo notas su acero veloz e inmisericorde hundiéndose en tu costado. Aterrado y enrabietado por el dolor, te giras con rapidez para devolver defenderte, pero sólo alcanzas a ver al asesino de la Cofradía sonriendo lobunamente y su puño impactando en tu rostro. Ya no tienes que preocuparte de qué hacer a continuación: la oscuridad te envuelve y escuchas una voz profunda que en tu cabeza...

La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo...

Un grito de muerte te despierta de pronto. Percibes que estás tendido de costado sobre una superficie sucia y rugosa: el suelo de la vivienda de Yssra. Una cuerda mantiene atadas tus manos a tu espalda, y tus pies entre sí, y te han amordazado con un asqueroso trapo que sabe a alquimia: no puedes hacer magia, ni moverte. Cuando consigues enfocar, ves al otro lado de la estancia a Caedwyr, inconsciente también en el suelo, pero no amordazado. Sus ropas están manchadas de sangre, pero deduces que sigue vivo, porque le han atado como a ti. Sus pertenencias y las tuyas están en un montón junto al hogar.

—Buenos días, princesa —escuchas decir en tono burlón a tu espalda. Al girarte a ver, Cringe te propina una fuerte patada en el costado. El dolor es intenso.

El hombre se sienta en uno de los taburetes, cansado, o aburrido. Parece encontrarse bien. Cerca de donde Rees lo mató, en el suelo, inerte y boca arriba, vislumbras el cuerpo del cofrade muerto. Del otro no hay ni rastro, como tampoco de Rees o Yssra. Las cosas de Yssra -libros, ropas, alimentos- están ciscadas por toda la estancia, evidencia de un registro. Aunque hay aún un cierto olor en el ambiente y el aire está cargado, el espeso humo ha desaparecido. La puerta está cerrada con una tranca, pero las ventanas están abiertas de par en par. No sabes cuánto hace que quedaste inconsciente, pero no ha debido de ser mucho.

Durante un rato largo, Cringe espera. A veces sentado, a veces paseando impaciente, a veces urgando entre las pertenencias de la maga. Por cómo manipula las sustancias del labotorio -que ha sido respetado-, deduces que sabe algo de alquimia. Ocasionalmente, Cringe te propina una patada, juguetón. En otros momentos, se dedica a murmurar. Parece fastidiado por haber tenido que sudar, pero ya relajado. A veces te habla, relajado y burlón.

—No seas impaciente, demoño, el jefe estará al llegar —dice en un cierto momento.

—Cuando Tajada llegue aquí, nos vamos a divertir, ya verás —comenta en otro momento.

—¿Os creíais muy listos, verdad? ¿Creíais que podríais jodernos? —te pregunta más tarde—. Pues ahora os vamos a joder nosotros, y os vamos a joder bien.

Los comentarios de este estilo van sucediéndose durante la espera. Finalmente, alguien llama a la puerta y Cringe se levanta para abrirles. La luz de la calle ilumina a un grupo de cinco figuras -tres hombres, una mujer, un enano-, que entran en la habitación. Van armados con palos y cuchillos, una espada. La figura central, a la que los demás escoltan, se quita la capucha con unas manos enguantadas: su cabeza es un cráneo sin piel ni músculos ni nada. No tiene ojos, pero percibes en sus cuencas vacías un algo de inteligencia y maldad. Viste ropas que le cubren todo el cuerpo, guantes de trabajo y un mandil de carnicero manchado de sangre. Su mandíbula sin lengua ni labios comienza a moverse. 

—Espabilad al sacerdote —dice una voz repelente y más aguda de lo que esperabas, como de villano de opereta.

El enano coge un cubo de agua sucia junto al hogar y arroja el contenido sobre Caedwyr. Tu compañero recupera la consciencia de golpe, agitando la cabeza y abriendo la boca para coger aire. Tajada se sienta en un taburete y os observa, encorvado, los codos sobre las rodillas, la manos cogidas entre sí.

—Bienvenidos a mi humilde barrio, Héroes del Amplio —saluda Tajada, cuya mandíbula sin lengua ni labios se mueve de arriba a abajo.

Probablemente, en su fuero interno, esté sonriendo.

El frío y la humedad de una calderada de agua te devuelven a la consciencia. Frente a ti, sosteniendo un cubo de madera mojado, un enano con cara de pocos amigos te observa, indiferente. Tratas de levantarte, pero te fallan las fuerzas y a duras penas puedes mantenerte consciente [1]. Además, una cuerda mantiene atadas tus manos a tu espalda, y otra hace lo mismo con tus pies entre sí. No sabes cuánto hace que quedaste inconsciente.

Cuando consigues enfocar, ves a Rotryn al otro lado de la estancia, en el suelo, sucio de sangre y atado como tú, pero además amordazado. Te mira, y mira a las demás figuras -armadas con palos y cuchillos- que hay en la habitación: tres hombres -uno de ellos, Cringe, aparentemente recuperado del combate-, una mujer, el enano… y Tajada. Su cabeza es un cráneo sin piel ni músculos ni nada. No tiene ojos, pero percibes en sus cuencas vacías un algo de inteligencia y maldad. Se ha sentado en un taburete y os observa, encorvado, los codos sobre las rodillas, la manos cogidas entre sí. Viste ropas que le cubren todo el cuerpo, guantes de trabajo y un mandil de carnicero manchado de sangre.

Un rápido vistazo a tus alrededores te informa de que tus pertenencias -y las de Rotryn- están en un montón, no lejos de ti, junto al hogar. Las cosas de Yssra -libros, ropas, alimentos- están ciscadas por toda la estancia, evidencia de un registro. Aunque hay aún un cierto olor en el ambiente y el aire está cargado, el espeso humo ha desaparecido. La puerta está cerrada con una tranca, pero las ventanas están abiertas de par en par. Cerca de donde Rees lo mató, en el suelo, inerte y boca arriba, sigue el cuerpo del cofrade muerto. Del otro no hay ni rastro, como tampoco de Rees o Yssra. Una voz chirriante y aguda te interpela.

—Bienvenidos a mi humilde barrio, Héroes del Amplio —saluda Tajada, cuya mandíbula sin lengua ni labios se mueve de arriba a abajo.

Probablemente, en su fuero interno, esté sonriendo.

Las palabras "...mientras hagas tu trabajo correctamente" aun resonaban en su cabeza cuando despertó. El cuerpo adolorido, pero aparentemente algo recuperado le hizo darse cuenta rápidamente de donde estaba.

Atrapado!!! resonó su conciencia antes de aún estar espabilado.

Las palabras de Cringe sonaban como un cansino hablar, que no llegaba a preocuparle, lo que más le preocupaba al tiflino ahora era Rees, que había salido por patas aun cuando tenían posibilidades... esa había sido la carta decidora en este juego...

Maldito Rees, cuando lo vea, lo despellejaré yo mismo... Pensaba el tiflino, cuando otra personalidad entró, rodeada por un par de guardias.

Mientras el llamado Cringe lo pateaba, y con ello sentía los dolores de la vida, intento cambiar su situación.

Sus manos estaban firmemente atadas con cuerdas, pero había algo que los captores habia obviado, sus manos tenían uñas que asemejaban ligeras garras...

Con mucha paciencia, empezó a juntar palmas, hasta que uno de sus dedos con largas uñas, en su espalda empezó a raer las cuerdas lentamente.

No alcanzó a saber si la cuerda se había debilitado o si realmente nunca funcionó su pequeño truco de manos, cuando entró Tajada mismo, y vió que la cosa ahora si se ponia color de hormiga.

Al menos tengo que distraerlo y mantenerme alerta.. se repitió a si mismo.

¡Tus esfuerzos tienen éxito, tiflino! Mientras Cringe se entretenía golpeándote y dando vueltas como una fiera encerrada, poco a poco has ido desgastando los cordajes que ataban tus manos, de forma que ahora sabes que con un fuerte tirón deberías poder romperlas fácilmente, liberando tus manos. Sigues atado de pies, y amordazado, pero algo es algo.