Partida Rol por web

Escucho muy atento todo lo que la muchacha os cuenta. Es fascinante y aterrador, a pesar de ser oriundo de este lugar, no había llegado a sospechar que la Cofradía hubiese extendido una red tan fuerte e indiscriminada. Parece difícil, por tanto, que muchas cosas puedan escapar de su atención, como por ejemplo la presencia de unos nuevos agente de parte del Consejo, no demasiado bien encubiertos.

Quisiera mostrarme afable con la chica, pero lo cierto es que está a sueldo de nuestros supuestos enemigos. De no ser por la palabra empeñada, la arrestaría…a ella y a medio barrio. Por lo menos está cumpliendo.

Sonrío torvamente al escuchar acerca del clérigo de Tempus. Es notable lo fácil que esos muchachos de la guerra consiguen llevar a la gente al límite de sus emociones. Linchar a un oriental, y sin pruebas ni juicio, seguro. Claro que me cuesta creer que Ferral no viese algún indicio para actuar. 

—En fin…según tu opinión el tal Nuevededos no existe, es un farol. Pero, aunque nos has mencionado al tal Tajada, de las Arañas de Paso Norte, no creo que sea tan fácil llegar hasta él, y no sé hasta que punto nos conviene. Supongo que podrás decirnos algún nombre, de un agente o un ejecutor…¿Quién viene a verte con los encargos, o a pagarte por tus innobles servicios? Y ya puestos…¿Qué quieres decir con pedidos «turbios»? ¿De qué tipo son?

Carraspeo un poco, tengo sed, por Torm. 

Esto es complicado, ¿Que haremos con la información? ¿En que medida estará implicada la Cofradía en lo del Duque?

—Alguno de tus «amigos» ha hecho comentarios acerca de lo sucedido al Duque Adrian? ¿Les ha afectado de alguna forma? —una súbita idea peregrina— Laraelra Thundreth...¿La conoces?

Rotryn escucha calmo un poco absorto en sus pensamientos.
Mira a Caedwyr mientras una idea se forma en su mente...

...que tal si en realidad ellos estan siendo mal guiados por las pistas dadas inicialmente? Parece mentira , pero al parecer alguien está tratando de destruir de forma feroz la Cofradia ésta y para aquello incluso
Les está dando datos falsos para que perdamos la pista...

Una voz de tono diferente suena en su cabeza mientras estos pensamientos divagan y Rotryn escucha a la alquimista...
Una alquimista que tal vez sea solo un peon como ella dice de la Cofradía o tal vez su rango es el que no le permite conocer o hablar del incidente del Duque.

Cuando Caedwyr hace la pregunta, Rotryn se inclina un poco hacia la derecha. Su capuchon capilar cae , dejando ver el par de cuernos tiflinos a plena luz.

El silencio es incómodo mientras el tiflino solo espera la respuesta de la muchacha.

(1) La alquimista traga saliva al ver los cachos de Rotryn y las preguntas se van acumulando sobre la mesa. Yssra se aferra a la última de ellas para tratar de satisfaceros.

—¿Thundreth? Claro, conozco ese nombre, ¡sí! —responde rápidamente, nerviosa—. Tiene una taberna flotante en los muelles, en Camino de Oriente. —Yssra describe el sitio: efectivamente, se refiere a La Linterna Mortecina.— Ella trabaja con la Cofradía, todo el mundo lo sabe, ¡sí! Su local es un sitio seguro: allí uno puede hacer negocios lejos de los oídos del Puño, intercambios, apuestas fuera de la ley… Esas cosas.

—Eso ya lo sabemos —tercia Rees, ¿para vuestra sorpresa?—. ¿Es un agente? ¿Un capo? ¿Un peón?

Yssra se encoge de hombros, poniendo cara de impotencia. Parece genuinamente desinformada sobre el asunto.

(2) Le repetís las preguntas sobre la muerte del duque Adrian.

—¡Nadie sabe nada! ¿Por qué alguien de los bajos fondos querría matar a Adrian? —os responde sin tapujos—. E-es todo muy extraño…

Le retorcéis las tuercas haciéndole ver que puede tener problemas si no os dice la verdad, pero parece que está siendo sincera.

—Hay quien dice que fueron espías de Amn o así… Al matar al duque, quizás querían causar tumultos en la ciudad o debilitarla… Y-yo… ¡No lo sé!

(3) Volvéis a preguntarle por Tajada, o por algún agente o ejecutor al que le podáis sacar información. Yssra está de acuerdo en que llegar hasta él puede ser complicado.

—Además, Tajada es un hueso duro de pelar. Literalmente. Es un esqueleto andante.

—¿Quieres decir… un no-muerto? —pregunta Rees titubeando, sin entender bien.

—Algo así, pero… Es inteligente, sí. No tiene carne: su cabeza es una calavera pelada.

Mientras Yssra trata de explicarlo, tú, Caedwyr, rápidamente atas cabos: ¡tú conoces a ese hombre! O esqueleto, o lo que sea... Sólo que no se llamaba «Tajada» cuando te fuiste: le llamaban «el Carnicero Fantasma». Su llegada hará unos treinta y tantos años fue una auténtica conmoción, pero Puerta de Baldur es una ciudad muy cosmopolita y la gente, pasada la reacción inicial, se fue acostumbrando. Cuando te largaste, ya sólo era una atracción de feria para críos y extranjeros. ¡El tipo incluso tenía una carnicería y le iba bien! Está en la baranda oeste del puente.

Entre Yssra y tú, Caedwyr, explicáis todo esto a Rees y a ti, Rotryn. Pues bien: por lo visto, ahora es el jefecillo mafioso del barrio. Tras hablar de Tajada un rato, volvéis a preguntarle por sus contactos en la Cofradía, o por alguna persona a la que podáis sacar más información sobre Tajada, la Cofradía o la muerte del duque. Aunque se hace la remolona, finalmente se le suelta la lengua:

(4) —El que suele venir con los encargos es un hombre. Cringe. Un ejecutor importante de Tajada... Un matón, pero sabe algo de alquimia...

Pero tú, Rotryn, ya no la está escuchando, pues has oído algo más importante: pasos. Pasos de varios individuos, en las escaleras de la vivienda, al otro lado de la puerta. Suben tratando de evitar hacer ruido, y sin correr. El mago y tú, clérigo, no los habéis percibido, pero el cambio en tu atención, Rotryn -tus ojos, el leve ladeo de su cabeza-, da a los demás las pistas necesarias para entender qué está pasando. Yssra también se da cuenta de que algo ocurre, pues a medida que habla su voz se convierte en un susurro y, finalmente, en silencio.

Para cuando una mano firme llama a la puerta con calma, vosotros ya os habéis preparado*.

—Abre, Brackrel —reclama una voz ronca—. Soy Cringe. Tengo negocios para ti.

Yssra está aterrorizada. Por cómo os mira, sabéis que responderá lo que le indiquéis.

En cuanto oye por primera vez los pasos, Rotryn le dice a sus compañeros:

-Rees: escóndete detrás de eso. Caedwyr, tenemos compañía -dice mientras señala un gran caldero en el fondo. Acto seguido, mira si es que encontrara algún escondite rápido para Caedwyr*.

-Rápido, tengo una idea -dice mientras con una tiza dibuja un círculo en el piso, y dentro de él una estrella de seis puntas.

Luego, rápidamente se saca sus vestiduras (muy a su pesar) y las ubica al lado de Rees.

Luego, musita unas palabras y una cortina de humo rojizo se posa en sus pies, mientras su cuerpo resplandece de color rojizo infernal.

"Yssra, sígueme la corriente: estas en un ritual -dice seguro mientras sus ojos resplandecen blancos.

¡Nos han pillado, con las manos en la masa!

Mi primer pensamiento al escuchar el llamado en la puerta, es invocar el poder de Torm para abrasar a esos indeseables…pero inmediatamente recobro la sensatez, pues una confrontación inmediata ahora parece poco deseable.

Y luego, al amigo tiflino parece habérsele ocurrido una maléfica idea.

—P-pero…¿estás en tus cabales? —le digo con un susurro imperceptible.

No, claro que no, pero no hay tiempo. Me tengo que salir de en medio, parece que sería un tanto sospechoso ver a un clérigo de mis evidentes características en plena invocación demoníaca, así como si nada. Hago señales hacia los cortinajes de separación, el único lugar que parece factible para que yo oculte a la vista mi apuesta estampa. Y que sea lo que Torm quiera…

—No nos delates, por tu bien…—le susurro al oído a la muchacha.

Reservaré un buen castigo para ella si lo hace. Trato de moverme con todo el silencio de que soy capaz.

Rees, alarmado, confía y obedece, corriendo rápidamente a esconderse. Sin embargo, el espacio tras el caldero debe de parecerle pequeño, pues se decide por los baúles y las cestas de la derecha. En cuestión de segundos es prácticamente invisible.

Mientras, tú Rotryn ya has dibujado el pentagrama y el círculo en el suelo, entre la mesa de madera y las cortinas de la zona del laboratorio, un pequeño espacio. El trazo no resulta ser gran cosa, lo que revela un gran nerviosismo, absoluto desconocimiento del asunto, o ambas cosas. De pie y desnudo en el centro del círculo, sudas la gota gorda tratando de formar una tétrica nube de humo, pero sólo consigues que una ligera neblina a tus pies. Tus ojos efectivamente se ponen en blanco, pero tu cuerpo sigue en su tono rojizo habitual, aunque la neblina lo colorea levísimamente con su tenue brillo. Acabas agotado y sudoroso.*

—¡Cúbrase, por los dioses! —sisea una azorada Yssra a la vez que te arroja una especie de chal para que te cubras tus vergüenzas.

La mujer, aterrorizada, colabora con la farsa corriendo las cortinas de los ventanucos para sumir la habitación en una penumbra rojiza y ahora se mueve nerviosa en el centro de la sala, sin saber qué hacer. Asiente ante tu advertencia, Caedwyr.

Aún sin creerte que estés participando en esta pantomima, tú, Caedwyr, te escondes tras los cortinajes del fondo, en el laboratorio. Te mueves en tan perfecto silencio que evitas los chirridos y tintineos de tu cota y armas. En tu escondite, a tu alrededor, ves lo que ya habíais visto desde fuera: velas, redomas, potas y potes, estantes, frascos, códices, cuencos, diagramas en papel… Al fondo, en montoncitos sobre el mesado, destacan los materiales con los que la alquimista estaba trabajando: carbón mineral, azufre y un árido blanco.

—¡Abre, mujer! —grita el hombre al cabo de un rato, impaciente—. ¡No nos tomes el pelo! Sabemos bien que estás ahí. -La falta de respuesta de Ysrra, que está paralizada por el miedo y os mira buscando instrucciones, acaba por exasperar al hombre.— Muy bien: tú lo has querido.

Oís un fuerte golpe contra la puerta: van a tirarla abajo. Antes del segundo impacto, Yssra empieza a canturrear en un tono monótono y a mover los brazos, como realizando un ritual. Al tercer golpe, la puerta se viene abajo y tres hombres armados aparecen en el umbral. Entran en la vivienda. La escena parece sorprenderles y divertirles, pues os miran a Yssra y a ti, Rotryn, con sonrisas cómplices.

—No sabía que te gustaran esos bichos raros, Yssra —comenta el hombre del centro con calma, divertido. Es la voz que se identificó como Cringe. La mujer pega un respingo y se detiene.— Bien: a quien te folles no es asunto nuestro, pero resulta que ese es un perro del Puño y anoche él y sus amigos se cargaron a varios arañas. Y eso sí es asunto mío. —Mira a Rotryn con seriedad. Yssra te mira, Rotryn, enmudecida, paralizada.— ¿Dónde están los otros dos? El padrecito y el mediano.

Hace un gesto a sus hombres, que desenvainan sendas espadas y comienzan a revisar la habitación. Uno se lanza a la cama adoselada, pero no encuentra nada. Entonces se dirige hacia los cestos de la derecha, donde está Rees. El otro avanza para investigar el laboratorio, donde tú, Caedwyr, estás bastante bien escondido: podrías sorprenderle. Antes pasará al lado de Rotryn e Yssra, pero no parece darles mucha importancia.

—Vas a tener que darnos explicaciones, alquimista —comenta Cringe, que espera.

Al ver la charada descubierta, y aun sudando muchisimo, el tiflino sonrie maléficamente en cuanto el que se hace llamar Cringe, hace desenvainar a sus amigos.

"Ok, quería hacer esto por las buenas no ME dejan opción"

Con la rapidez en la mente, el tiflino da un paso al costado, acercandose a Rees disimuladamente, y juntando los dedos, pillando por sorpresa a los maleantes, murmura unas arcanas palabras, mientras el fuego inunda sus ojos.

Acto seguido, sus manos juntas irradian una onda de fuego, que se extiende en un cono desde donde esta el, rotado para no impactar a su amigo, escondido a su izquierda, ni a Yssrra, a su derecha.

¿Padrecito? Por Torm que esa alimaña sufrirá.

No queda otra, hay que dar la cara y aprovechar el ímpetu. Me concentro para invocar el poder de Torm y, cuando éste asoma a mis manos, aparto la cortina con brusquedad.

—¡La ira del Justo caiga sobre vosotros! ¡Pagad por todo lo que (no sabes nada, Caedwyr, pero sin duda merecen tu castigo)…ehh por lo que sea!

Proyecto el rayo de luz sobre el que considero el jefe y portavoz. A ver si esto le sirve para cerrar ese sucio pico.

¡Prodigioso, tiflino! ¡Las llamas brotan de la punta de tus dedos hacia dos de tus enemigos! De hecho, alcanzan de lleno al que había comenzado a investigar la zona donde está escondido Rees. El pobre diablo se ve completamente envuelto en la llamarada.

—¡AAAAAAIIIIIIAAAAARRRRGGGGHHH! —chilla arrojándose al suelo para apagar el fuego.

A su lado, el líder -Cringe- también recibe las llamas de tu conjuro, pero sus reflejos son mucho mejores que los de su compañero pues, tan pronto siente el daño, se refugia tras la mesa. Así no sólo evita lo peor, sino que también esquiva tu saeta de luz mágica, Caedwyr. La ira del Justo se pierde en el cielo, más allá de la puerta abierta.

—¡A por ellos! —ordena a los otros dos hombres—. ¡No dejéis que vuelvan a hacerlo! —También se dirige a vosotros:— ¡Os vamos a matar, hijos de puta!

Vais a tener que hacer algo más para cerrar "su sucio pico".

El bandido que estaba aproximándose a ti, Caedwyr, es el que toma la iniciativa: desenvainando una daga en su diestra y arrastrando con su siniestra la cortina, el canalla se arroja sobre ti, atrapándote en el paño. ¡Tu camisote de malla evita que la puñalada sea fatal, pero no te salva del duro impacto del arma en tus costillas! Por suerte consigues liberarte inmediatamente.

Mientras tanto, el matón chamuscado ha conseguido recomponerse en el suelo y se ha arrastrado veloz hasta un refugio entre las pertenencias de Yssra, donde desenvaina su espada y trata de cobijarse del siguiente ataque de Rotryn. No es consciente de lo cerca que está de Rees.

En cuanto las llamas dejan de ser una amenaza, Cringe se yergue tras la mesa y con terrible precisión te lanza a ti, Rotryn, un puñal. El tajo que te produce en tu cuerpo desnudo es tan profundo y doloroso que por un momento, crees que te vas a desmayar.

Sobre la mesa, el fuego prende en los papeles y los platos sucios y las verduras se churruscan visiblemente.

—¡LOCO! ¡Aquí hay muchas sustancias inflamables! —grita Yssra a Rotryn al tiempo que se arroja al suelo—. ¡Ni yo sé lo que podría pasar!

El rostro de la mujer es la encarnación del pánico. ¡No consigue decidir si debería atacar a los cofrades o a vosotros! Ante la duda, gatea hasta el hogar sin lumbre y agarra la tapa de una olla y un atizador. ¡Está indefensa sin su libro de magia! Libro que debería encontrarse en la zona de laboratorio, en algún lugar entre las sustancias y los cacharros.

La daga vuela por los aires y se clava densa y pesada sobre el cuerpo del tiflino.

El dolor es tal que Rotryn no puede reprimir un pequeño quejido, mientras se aleja de Cringe hacia atras.

El tiflino, se mueve para tener algo de cobertura y alejarse de los maleantes que estan demasiado cerca de el y mientras sus ojos se ponen verdosos por un momento... de sus manos brota una especie de bola verde que sale disparada contra el jefe Cringe.

El dolor hace que el disparo se vaya ligeramente desviado e impacta cerca de la cabeza del maleante...atras... en una pared....

¿Mi fe se tambalea? ¡He fallado como un mequetrefe!

Para colmo, el villano ha logrado dañarme. El dolor punzante lo es tanto en el cuerpo como en el orgullo.

—¡Que las llamas sagradas te abrasen!

Demos una buena función.

La situación pinta fea: no sólo nos igualan en número, sino que parecen guerreros habilidosos y seguramente curtidos. Al menos, Cringe lo parece. Por suerte, entretenidos con cosas más urgentes, se han olvidado de mi existencia y, de hecho, uno de ellos se ha puesto muy cerca de mí, aterrado y malherido por las llamas. Mi mente procesa rápidamente la escena, agarro con firmeza la daga que ya tengo desenvainada hace un rato y... ¡OH, NO! ¡Se ha dado cuenta! ¡Me ha esquivado!

¡Tranquilo, Rotryn! El dolor ha sido tan intenso que pareciera que la daga se te ha clavado profunda en el pecho, pero tuviste suficiente habilidad para evitar un impacto directo y sólo fue un tajo, terrible, pero un tajo. Otro golpe así y probablemente no lo cuentes.

¡Y tú debes concentrarte más, clérigo! ¡Demasiado lento! El maleante ha entendido lo que estabas haciendo y ha saltado a un lado, salvándose del fuego que surge de la nada para devorarle. ¡No te permitirá otra así! ¡Ánimo, clérigo! ¡Aún estás a plena energía! ¡No es tu fe lo que falla, lo sabes, sino la suerte!

Al ver que de nuevo tú, Rotryn, tratas de atacarle con tu magia, Cringe decide que ha tenido suficiente: ignorando a Rees y a su compañero herido, y extrayendo de su cinto otra daga -la que te ha lanzado se clavó en la pared, no lejos de Caedwyr-, avanza hasta tu posición. Su primer golpe va directo a tu cara, pero cuando llega, tu cabeza ya no esta allí. ¡Gran esquiva! Sin embargo, su segundo golpe no te lo esperas, y al momento te estás doblando de dolor. La sangre mana de tu tripa por un segundo corte igual que el de tu pecho. ¡Sorprendentemente, sigues vivo! Por poco, pero vivo.

Al mismo tiempo, el rufián que ha escapado a tu fuego, Caedywr, te lanza ahora un múltiples cortes al cuello, pero, por suerte, eres más rápido que él y consigues detener su brazo con el tuyo todas las veces. ¡Torm está contigo, clérigo!

Por otro lado, aunque -debido a la urgencia de la situación- sólo lo intuís, un combate está teniendo lugar donde Rees se encuentra. Consciente ahora de la presencia del hin, el miembro de la Cofradía blande su espada curva contra vuestro compañero, que grita de dolor al sentir el acero clavándose en su brazo izquierdo.

Además, si atendierais, también veríais a Yssra gateando bajo la cortina, en el extremo izquierdo de la habitación, para alcanzar su libro en los estantes inferiores de su laboratorio. Lo alcanza, sin duda, pero al hacerlo sin querer golpea el mueble y dos frascos de cristal con extraños líquidos caen al suelo, rompiéndose y mezclando sus contenidos. La mezcla sisea y comienza a generar un denso humo. Yssra, al ver lo que ha sucedido, se queda ojiplática, pero se muerde la lengua y se apresura a alejarse de allí con su preciado libro.

¡Ese humo! Mi cerebro pugna por recordar, y en mi mente aparecen imágenes de una angustiosa asfixia, toses agónicas o bien gente aturdida que se mueve como borracha y actúa de manera ilógica, quizá presa de alucinaciones. Mi maestro me mostró una vez los desafortunados efectos de cierta mezcla alquímica…pero no estoy seguro de que sea la misma cosa.

Sea como fuere, si el humo me envuelve trataré de aguantar la respiración todo lo que pueda. ¿Aviso a mis aliados? Con eso perderé toda ventaja, pues también pondré en guardia a los enemigos. Callo pues...(decisión moral apartada de un plumazo)

La cosa se pone complicada. Sé que mi amigo de sangre ingfernal está herido, pero si me descuido yo seré el siguiente. Decido que tengo que acabar con mi rival antes de ayudar al camarada…¡y rápido!

—¡Aguantad, amigos! —me vuelvo al rival— ¡Y tú, fenece! 

Encantado conmigo mismo y bien parapetado tras el escudo, ensayo un golpe lateral con la maza. Ya a medida que vuela mi brazo, sé que va a ser un buen golpe.

¡AAGGHH! ¡Mi brazo! La sangre mana a raudales, la vista se me nubla. ¡Tengo miedo! Nunca antes había temido por mi vida así... ¡Y ya van dos refriegas en las que me juego el pellejo en el último día! Pero no tengo tiempo para pensar en estas cosas: debo moverme. Atrapado entre un baul y la pared, reúno todas mis fuerzas, agarro con firmeza el puñal... ¡Sí! ¡Lo he conseguido! ¡He apuñalado a este hijo de puta en el vientre! ¡Muere, cabrón! ¡Muere! Creo que voy a vomitar...

¡Pero no hay tiempo! En cuanto el muerto se derrumba sobre el baúl, y aprovechando que todo el mundo tiene problemas más urgentes, me escabullo hasta la puerta. Observo la escena: el clérigo y el tiflino están en problemas. Los dos rufianes vivos van a por ellos, y Rotryn parece herido y vulnerable. Un espeso humo surge del laboratorio. No presagia nada bueno.

—Lo siento, chicos —murmuro antes de irme.

No he venido a Puerta de Baldur a morir.

Soltando un gruñido visceral, el cofrade que estaba combatiendo contra Rees cae sobre un bául y queda inerte, pero... ¿Y vuestro compañero mediano? ¿Qué ha sido de él? Aunque estáis con asuntos más acuciantes, al momento conocéis la respuesta, pues veis como su figura emerge al fondo de la sala de entre las cosas de la alquimista y corre hacia la puerta.

Un momento... ¿Qué está haciendo? Os observa. En su mirada hay miedo y culpabilidad. No oís lo que murmura. Simplemente, le veis desaparecer en el umbral. ¡Ha huido!

—¡ALTO! ¡Detengamos este combate! —gritas tú, Rotryn, tratando de esquivar los golpes de Cringe—. ¡Hablemos!

Mientras tanto, a tu espalda, Rotryn, el combate va algo mejor para vosotros, y es gracias a tu compañero, al que Torm parece sonreirle al fin: ¡tu mazazo ha sido tan poderoso, Caedwyr, que has dejado a tu enemigo totalmente aturdido! ¡Le va a llevar unos segundos recuperarse de ese golpe!

¡Pero Cringe no baja la guardia ni ceja en su empeño! No va a para preocuparse por su compañero herido, ni por el mediano que pulula a sus espaldas, ni a la nube de humo que se está formando en la esquina del ático: su prioridad eres tú.

—No hablaré con un hijo del infierno... —te escupe, mientras trata de asestarte la puñalada final—. ¡Y menos con uno muerto!

Pero tú, Rotryn, pese a la velocidad de sus movimientos, te concentras en tu defensa y consigues evitar que el arma de tu enemigo se clave en tus tripas como la de Rees se clavo en las del rufián. ¡Sigues vivo! Por ahora, porque… ¿Cuánto más puedes aguantar así? El acero muerde el aire a tu alrededor. ¡Temo por ti, brujo!

Por suerte, el otro enemigo que aún se mantiene en pie no es capaz de reaccionar en absoluto, y agita la cabeza, cerrando y abriendo los ojos con fuerza, como tratando de recuperarse de tu ataque, clérigo. Mientras le observas, ves como Ysrra huye subrepticiamente del combate por la puerta, como Rees, no sin antes mirar con expresión llorosa su casa, su laboratorio, sus cosas. ¡Pero no tiene otra opción! Sin duda cree que, salga quien salga vencedor, su futura pinta negro si cae en vuestras manos.

Y además, está el humo, que poco a poco va elevándose y acumulándose en el techo del apartamento. Ya empiezas a olerlo, y su olor te resulta terriblemente familiar.