Partida Rol por web

-Ossian. Ossian y sus malditas ideas de casamiento. Todo es culpa suya, maldita sea, solo suya.-

Aprieto mis manos con furia mientras digo:

-Ossian, por respeto a nuestra amistad, marchad ahora, o temo que no contendré mi lengua ni mis manos.-

Es el tono más amenazador que he empleado nunca, e incluso a mi me sorprende la hostilidad que me despierta mi antiguo mentor. Pues en el fondo sé que no es culpa suya, que es un hombre bueno. Pero....en el fondo.

Ossian te mira ofendido. -Pues buscaos una mujer que os ayude a desahogaros, antes de ofender a los pocos amigos que teneis.- dice, muy desacertadamente.

Se aleja con aire ofendido. Te quedas solo y aun más amargado. Cuand piensas que nada podría ir peor, Lady Anna entra por la puerta del brazo de Isabella, las dos charlan bastante animadas. Se sientan en la otra parte del comedor. Ninguna de las dos parece haber reparado en tu presencia.

Sin siquiera terminar mi plato me levanto y marcho, sin importar quien me mire o se sorprenda, sin importarme que la silla en la que me sentaba caiga ruidosamente.

Me dirijo a los patios de armas, a templar mi furia con la espada, contra alguno de los maestros. No me importa la hora, si es necesario los despierto.

El jefe de armas, que ya estaba recogiendo, accede amablemente a practicar un poco contigo. Pero,al ver tu ira y la fuerza de tus ataque, para el entrenamiento.

-Lo siento sir, pero es tarde y debo regresar con mi familia. Le aconsejo que descanse y que se aleje de los bares.-

Se marcha bastante enfadado, dejándote solo en la armeria.

Lanzo la espada contra una de la columnas con un grito.

Mi, en esos momentos, casi desquiciada mente, recurre a la única solución que se le ocurre, por burda que sea.

-Cálmate, aseate, vistete bien, y busquemos en la corte a una dama que se parezca a Isabella. Si, para después someterla, que me desee, que grite mi nombre, que me suplique que le haga daño. Si, eso haré. Pues es mejor que nada.-

Marcho a mi habitación.

Sales del cuarto con una de tus mejores galas. Cuando entras en el salón, empiezas a buscar una cara que te recuerde a ella, pero no la encuentras. Unos ojos parecidos, unos labios igual de efímeros... pero ninguna es ella. Sabes que no lo será, no serán sus gemidos, ni sus besos ni sus manos. No tendrá el olor de su pelo, ni la suavidad de su piel. No hay otra para ti, solo ella.

Hasta que la ves, es ella. Esa te servirá, es casi perfecta. Das dos pasos hacia su persona, cuando dos ojos cargados de desprecio se giran hacia tí. En tu empeño por encontrar una sustituta, volvistes a la propia Isabella. Un escalofrío te recorre cuando posa esos ojos rencorosos en los tuyos.

Mantengo su mirada, pese al desprecio que emanan, no podría apartar mis ojos de los suyos, no ahora que comprendo lo que siento, como lo sentía antaño. Como siempre lo he sentido.

No reprimo la pena en mi mirada, aunque si las lágrimas.

En cuanto detecta el verdadero significado de tu mirada, frunce el ceño y se marcha con gesto airado y paso ràpido. Pasa a tu lado, dejando un rastro de su olor que respuras como si fuese oxígeno.

-Jamás la podré sustituir.-

La revelación, ya sabida, pero no aceptada, aparece en mi mente como escrita a fuego.

Marcho a mi habitación, buscándo a una criada bella.

-Traeme mucho vino. Y dos vasos. Beberás conmigo.-

La muchacha entra poco después en el cuarto. Es una chica morena de rasgos suaves y abundantes pechos. Deja una bandeja con varias jarras de vino y dos copas. Sirve en las dos copas, y te acerca una de ellas.

-Mi señor.-

-Gracias.- la vacio de un trago, y la relleno para repetir lo mismo. Con mi tercera copa, la miro apreciativamente, de arriba abajo, para acabar fijando mi mirada en sus ojos. -Brindemos por nosotros.-

Cuando acabamos las copas me acerco, pasando mis dedos por su cara y su pelo.

-¿Cómo os llamáis linda dama?-

-No se merecen mi señor.- dice mientras se sienta a tu lado, bebiendo de la copa. Se relame el vino de los labios. Te mira con sus ojos castaños- Me llamo Jenifer, sir John.-

Deja que le acaricies la cara mirándote con tranquilidad, esperando a que decidas que hacer con ella esta noche.

-Jenifer, bonito nombre. Esta noche mi humor es...extraño Jenifer. ¿Me ayudarás a calmarlo bella Jenifer? Debo decirte que podría hacerte daño en algún momento...pero no os asustéis.-

Mis manos pasan de su rostro y su pelo a sus pechos generosos mientras pego su espalda a la pared.

Te mira asustada unos segundos, pero recupera rápido la compostura. Se muerde sensualmente el labio antes de contestar.

-Haré todo lo que vos mandeis.- dice mientras sientes el movimiento de sus pechos bajo tu mano.

La tela del su uniforme de doncella deja su cuerpo demasiado lejos de tu piel.

La beso rudamente mientras desgarro sus ropas, arrojándola desnuda a la cama a continuación.

Uso los restos de su ropa para atar sus manos, y tapar sus ojos y boca. Tras lo cual me desnudo yo.

La penetro con fuerza y sin consideración, más y más rápido, sin importarme sus gritos palmeo con fuerza sus muslos periodicamente, y doy algún mordisco, con fuerza, en sus pechos.

No me importa si le duele, necesito sexo y violencia.

La doncella gime, a veces de placer y otras de dolor. la tienes frente a ti, completamente dominada. No puede hacer nada sin tu consentimiento. Empiezas a comprender a Lady Alileen, lo que siente cuando ordena y los demás obedecen.

El golpeteo de la cama contra la es la musica de fondo de esta noche. En sus muslos empieza a aparecer la rojez provocada por tus golpes.

-¡Grita mi nombre, grita lo que me deseas, que no quieres que pare!-

La fuerza de mis envites y golpes aumenta, aunque sin pasarme del todo con estos últimos, no quiero lastimarla de verdad. Mi orgasmo llega con un gran grito de placer, paara dejarme caer sobre ella.

La desato lentamente, y le doy los jirones de tela.

-Ahora os toca a vos. Hacedme sufrir.-

Hace todo los que le pides, grita tu nombre, te pide más... y a medida que lo hace tu te excitas más y más. Cuando la liberas, decide cobrarse todo lo que le has hecho, tanto lo bueno como lo malo.

Te ata, y lo primero que hace es afobetearte. Lo segundo empezan una felación que deja a medias y lo tercero, montarte de forma salvaje, sin dudar a la hora de morderte o tirarte del pelo.

Sin duda, aprende rápido.

Es justo lo que necesito para evadirme, sexo salvaje, violento.

Cuando terminamos y me desata, la beso de forma ardiente.

-Creo que te llamaré a menudo, gata salvaje.-

No la dejo levantarse, manteniendo sus brazos sujetos contra la cama, mordiendo su labio y cuello para empezar un lento vaivén, penetrandola lenta y profundamente.

Se retuerce jugando, intentando escapar mientras se deja que te acerques más a ella. Esta vez, el sexo se convierte en un juego de poder, en el que los dos luchais por tomar el control. Ganas tu, sobre todo porque eres fisicamente mucho más potente.

Cuando acabais, se separa de ti después de un dulce beso, que contrasta con el tipo de sexo que habeis tenifo.