Un súbito impulso me hace detenerla.
-Espera Taylor.- suspiro -Dadle esto pero...no le digáis de quién es. Mejor aún, haced que lo encuentre entre las rosas. Pero no le digáis de quién es, salvo claro, que os amenace de algún modo.-
Le entrego el poema que escribí.
-Aunque lo más probable es que reconozca mi letra.-
Tras ello la dejo ir, y marcho a preparar las cosas para mi viaje. Hago llamar a Jeni.
-Si, señor.- se despide con una pequeña reverencia. Taylor, que siempre parece alegre o inclinada a las bromas picantes, se ha mantenido seria durante toda la conversación.
Sabes que lady Isabella reconocerá tu letra, que sabrá que eres tu. Y tambien sabes que lo más seguro es que tu poema acabe en el fuego.
Jeni aparece en tu puerta al cabo de un rato. -Mandad, señor.-
-¿Qué le pasará a Taylor?...En fin...Yo...no sé por que le he dado el poema.-
Mientras pienso en todo eso voy recogiéndolo todo. Será cosa de un día y medio de viaje, tampoco me lo tengo que llevar todo, no me voy a quedar toda la vida allí. Cuando me siento a escribir una carta a Jonh, aparece Jeni.
-¿Vendrás conmigo a casa de mi hermano?-
Jenny te mira con curiosidad.
-Si así lo ordenais y nadie en el castillo reclama mis servicios, iré con vos.- contesta con sencillez.
Tienes ya casi todo recogido para salir.
"Jonh, lamento avisar con tan poca antelación. Me marcho a casa de mi hermano durante un tiempo y creo mi deber comunicárselo.
Lamento también el fracaso de mi misión, no soy el más indicado para confraternizar con los Montaigneses, después de todo.
Atentamente, Sir Jonh Agathon."
Sello el pergamino con un poco de lacre y me guardo la carta.
-Jeni, no te lo ordeno, te lo propongo. ¿Vendrás conmigo?-
-Si, iré. A no ser que se me requiera aquí. Debo prepara mi equipaje. ¿Cuando deseais partir?.- te pregunta mirando con curiosidad la carta.
-Mañana al amanecer.-
Me acerco a ella y muerdo su cuello.
-Llevaré pañuelos para atarte.-
Palmeo su trasero antes de dejarla marchar.
-O para ataros yo a vos.- dice mientras te mira desafiante -Iré a prepara mi equipaje, estaré a primera hora en la puerta de vuestro cuarto.-
Se aleja despues de dedicarte una ligera sonrisa. Parece que Jenny va a ser una grata compañera de viaje y estancia.
Río mientras se aleja.
-Creo que no me vendrá mal un rato de esgrima.-
Me preparo y marcho a entrenar, buscando y dísculpándome ante el maestro de la otra noche.
El maestro, en cuanto le aseguras que no te emborrachastes y salistes a buscar pelea, acepta tus disculpas. Todos tenemos malos días. - te dice.
Empezais a pelear al estilo avalones, con la espada corta y la larga. El combate es fluído pero intenso. Acabas muy sudado y cansado, pero satisfecho por lo practicado.
Al salir, llamo a uno de los chavales de las cuadras.
-Chico, ¿Quieres unas monedas? Llevame al lago algo para secarme, y algo para comer, queso y vino por ejemplo.-
Marcho al lago, donde me meto desnudo.
El chico te lleva una toalla, carne seca, pan y vino. Cuando te metes en el agua, empieza a llover de repente. El agua te envuelve, por arriba y por abajo. La sensación es relajante, como si la lluvia te estuviese dando un ligero masaje. Te dan cuenta de que el pan se mojará, pero te da igual, te dejas mecer en las aguas, más tranquilo.
Allí puedes relajarte y reflexionar. Pero, casi de refilón, te parece ver como Isabella se interna en el bosque. Puede que tu obsesión empiece a jugarte malas pasadas.
Aparto la mirada.
-No puede ser. Es mi obsesión. Solo eso. ¿Para qué se iba a internar una dama como ella en el bosque, sola? déjalo, maldito gilipollas, simplemente déjate flotar. Y después disfruta de tu pan mojado.-
Puede que sea obsesión, o puede que no. Cuando estás a punto de salir del agua, Isabella sale del bosque. Sin duda es ella. Sonríe feliz mirando una pequeña copa que lleva en la mano. Está empada, y el vestido se amolda a sus curvas.
Está preciosa y muy sexy, el vestido mojado, el pelo suelto... irresistible.
Me quedo en el agua, sin poder evitar mirarla. Comenzando a excitarme, pese a que no deseo que me suceda.
Procuro no hacer ruido o llamar su atención.
Isabella camina despacio, ensimismada, mirando la copa con una sonrisa. Pasea sin ser consciente de ti, ni del bulto de ropa que hay cerca del lago. Es imprudente por su parte salir así, sola, sin ningún tipo de protección.
Cuando pasa a tu lado, las curvas de su cuerpo son tan evidentes que casi te duele verlas, el vestido se mueve con ella, como una segunda piel. Pasa de largo alejándose tan lentamente que cada uno de sus paso pasa a ser un latido de tu corazón. El deseo te embarga.
No puedo evitar soltar un suspiro, audible a mi pesar.
La copa apenas si me fijo en ella.
Isabella se gira sobresaltada, mirándote unos segundos con miedo. Hasta que se da cuenta de que eres tu. Mira a tu alrededor, como si esperase encontrarte con compañía. Se encoge de hombros al no verla, se gira, y continúa su camino con indiferencia.
Al menos,esta vez ha sido indiferencia y no odio.
No puedo evitarlo, antes de pensarlo siquiera, le hablo.
-¿Leiste..el poema?-
Apenas si me sale la voz.
-¡Idiota idiota idiota idiota!-
Isabella se gira de nuevo, esta vez te mira a los ojos. Unos ojos limpios y sinceros, sin rencor. Unos ojos que te atraviesan.
-Hace muchos años, cuando no sabia como erais realmente, lo hubiese apreciado. Pero es tiempo ya ha pasado, Sir John.-
Por primera vez, te ha llamado por tu título.