-De momento, es mejor que vayais los dos solos, otra situación le puede resultar confusa. Es sólo un niño y no hace mucho que ha perdido a su padre. Puedes salir con el. Pero te lo advierto John, no te perdonaría jamás que le pasase algo a mi hijo.- dice en una clara amenaza velada.
-¿Insinua que le haria daño a su hijo?- mi tono no es amenazador, pero si lo suficientemente severo como para que piense en lo que dice.
-A mi hijo....no,..o si...no, no lo es.-
-Tampoco sería una confusión tan mala..el chico necesita un padre...Perdonad, mi indiscreción, no debí decir eso.- a mi pesar me ruborizo ligeramente. Para pasar el mal trago vuelvo a comer.
Isabella te mira escandalizada unos intantes.
-Jonathan, mide tus palabras.- te regaña suavemente.
-Es una advertencia que le doy a todo el que se acerca a mis hijos, no hay nada más importante para mí que ellos.- te explica.
Toma un sorbo de vino. El contacto de la copa con sus labios te deja hechizado, haciendo que una corriente de pura lujuria te recorra.
-Lo siento...es solo que...después lo hablamos, mejor.-
Termino de comer embelesado con su rostro y sus labios, tratando, con poco éxito, de no parecer fascinado.
Espero a que termine de comer y me guíe a su despacho.
Isabella acaba de comer en silencio, ignorando tus miradas. Cuando terminais, se levanta moviendo el vestido con un gesto que te hacer recorrer su cuerpo con la mirada.
-Seguidme, sir Jonh.- dice en tono formal. Te guía por el castillo, llevándote hacia su despacho, en el ala contraria a tus aposentos. Cuando entrais, cierra la puerta tras de sí. El despacho es austero, pero elegante. La chimenea está encendida. La mueblería es de madera noble y oscura, tallado al estilo avalones. En las paredes hay libros de leyes en varios idiomas.
-Tu dirás ,John.-dice mientras se dirige hacia el escritorio.
-Antes de nada, perdoname, pero debo hacerlo.-
La sujeto y la beso de forma ardiente, con toda la necesidad de mi cuerpo. Mi deseo por ella cada vez era mayor....
Pasados unos segundos en lso que mi lengua juega con la suya, me separo un poco, mirándola a los ojos, y digo:
-Toc, toc ¿Puede mi humilde servidor entrar a la habitación de la pobre damisela?-
Es lo que le decía cuando me colba en su habitación por la ventana, hace años ya...siempre lo hacía, ya fuera para leer poemas o para bailar con la música imaginaria de nuestro amor.
Te devuelve el beso enredando sus dedos en tu pelo, acercando su cuerpo el suyo. Se separa de ti para escucharte, sonriendo.
-Me parece que aún tardarás un tiempo en poder entrar en mi habitación.- dice mientras se escabulle de tus brazos, protegiéndose tras el escritoria.
-¿Qué urgente asunto de estado te trae por aquí.-
Tras la emotiva conversación, al salir del despacho, mi entereza me abandona. Me apoyo contar una de las paredes, y me dejo deslizar hasta abajo, junto a una de las columnas, casi oculto del todo por un tapiz. Mantengo los ojos cerrados. Si los abro, seguro que empezaré a llorar.
Me quedo así, pensando en la conversación, y después, cuando consigo serenarme, en lo que voy a hacer.
-¿Cómo me integro con los Montaigneses?-
Pensativo, me encamino al salón.
Las dudas te asaltan. Para cumplir tu misión, está claro que crear tal rivalidad entre tu y Françoise no ha sido un buen movimiento. Y menos ahora que intentas recuperar a Isabella. Conseguir información para su bando es algo que puede hacer que la balanza se incline definitivamente hacia tí.
Entras en el salón. Lady Anna está sentada con Sir Françoise y su grupo con aire ausente. Te saluda con uan sonrisa en cuanto entras.
Le devuelvo el saludo y me acerco, no a ellos, sino al resto de nobles Montaigneses y le propongo, pidiendo unos naipes a un criado:
-Señores ¿Dominan el XXX*? ¿Les apetece una partida?-
*juego de cartas Montaignes, pero con poco éxito fuera de allí.
El chico que había molestado a Taylor el primer día se acerca a ti dándote la mano.
-Claro que si, desde que Sir Françoise se dedica a cortejar a su prometida, las cosas se están poniendo aburridas. Juguemos al estilo montaignes.-
Hace que unos criados os acerquen una mesa baja con un tapete y una baraja. Os sentais cuatro a la mesa. Como siempre, se acercan algunos curiosos.
-Barajad, sir John.-
Barajo con estilo de novato, aunque lo hago fingido.
Tras unas rondas en las que las monedas cambian de manos de tal modo que todo el mundo tiene más o menos lo msmo con lo que empezó, y sus correspondientes rondas de vino, saco un tema "al azar".
-En fin señores, les veo muy solos, así que su objetivo no es cortejar a las damas ¿Qué les trae a Avalon?- bebo tanto como ellos, pero siempre he soportado muy bien el alcohol*
*tengo lo de buen bebedor
Se miran deprimidos entre ellos.
-Este país de mierda, incivilizado y hostil... pues que vamos a hacer... informar de lo que hacen los estúpidos aldeanos de este estercolero.- dice Pierre, bastante borracho ya.
Te hierve la sangre cuando habla así de tu país, con esa prepotencia, sabiendo que se cree mucho mejor que tu sólo por haber nacido en otro país.
Me muerdo la lengua y les sigo el rollo.
-Realmente hasta que no fui a Montaigne no supe la razón que tenéis. Avalon está atrasado en todo. Pero no me puedo creer que envien a caballeros como ustedes, a espiar a simles campesinos...- sirvo otra ronda de vino -Me parece un desperdicio de habilidades.-
Beben copiosamente.
-Hay que tenerlos controlados, muy controlados. Y tienen la cosa esa, la magia. Menuda herejía. Va en contra de las enseñanzas del IV Profeta. Y la usan... la Inquisición debería venir a este país y darles caza a todos esos malditos engendros.-
Por un instante, la imagen de Morgan a punto de ser quemado en un hoguera de la Inquisición pasa por tu cabeza.
Tengo que hacer un esfuerzo para no estrujar las cartas.
-Si...pero lo peor es esa regente...Isabella...con gente así en el poder...- la bebida también me afecta, o al menos eso les hago creer -asi es como el pais se va al carajo...¿Pero que podemos hacer? ¡Nada! ¿No es así caballeros?- doy otro trago.
Se dan codazos entre ellos, como adolescentes.
-Pues comiais hablando muy acaramelados, sir John, no podíais quitarle la vista de encima. No os preocupeis, es una mujer hermosa, pero no se le conocen amantes. Hasta que me conozca a mi.- dice Pierre sonrriendo. El resto de los hombres le ríen la gracias.
Te están dando ganas de matarlo.
-Cómo sigamos así me voy a tener que marchar o van a acabar mal...-
Río la gracia.
-Una cosa es lo bella que sea o no...y otra su política. En fin, ya que ha salido el tema ¿Cómo mejorarían el pais caballeros?-
-Invadiéndolo.- dicen al unísono dos de ellos, haciendo de nuevo que el resto estallen en carcajadas.
Cada vez te es más difícil controlarte, el justiciero que hay en ti pugna por salir y darle su merecido a este grupo de bellacos.
-Que den gracias a que son unos estúpidos y aún puedo sacar más de ellos por que.....-
-Pero no es tan fácil invadir unas islas. No ceo que ni tan siquiera Montaigne pueda o sepa acerlo....-