Partida Rol por web

Lady Taylor se deja abrazar siguiéndote hacia las cocinas.

-Lady Anna está nerviosa por su pronto matrimonio, nada más. ¿Para qué me buscabais Sir John?.- dice Taylor mientras te arrastra detrás de un tapiz.

Su cercanía te recuerda las noches pasadas junto a ella, pero no es Isabella.

Beso su mejilla, pero me separo, saliendo del tapiz, e indicándole que me siga.

-Taylor...no lo hemos hecho oficial pero, tu señora, Lady Isabella, y yo, nos vamos a casar. Esta tarde tengo planeado un picnic con ella y sus pequeños hijos, mis hijos ahora. Me preguntaba si me podría is ayudar a elegir las viandas y qué llevar. La mano de una muejr siempre va mejor para estas cosas.-

-Es increible lo bella que es, y lo poco que me atrae ahora en ese sentido...Isabella es única.-

Taylor te mira sonprendida.

-Me temo que las cosas en los palacios son así. Una pena Sir John. Prepararé una deliciosa merienda para los cuatro.-

Mientras se aleja de tí, crees ver un pequeño atismo de rencor en los ojos de Taylor. Puede que tu relacción con Isabella te cueste al menos un aliado.

-No...-

La sujeto del brazo, para acariciar su cara levemente.

-Taylor ¿Qué te pasa? No me mientas por favor...-

Taylor te mira a los ojos sinceramente. Puede que solo fuesen imaginaciones tuyas.

-No pasa nada, sir John, le llevaré a Lady Isabella el picnic en cuanto esté listo.-

Se suelta de tu brazo con un gesto ligero, volviéndose de nuevo hacia las cocinas. Dejas que se marche, dudando de si deberías seguirla o no. Las dudas se resuelven cuando sir Françoise llega a tu lado.

-Sir John, os buscaba pero no os vi en la comida. ¿Querríais tomaros un refrigerio conmigo?.-

-Claro, Sir Françoise. ¿A qué debo el placer?-

Le acompaño adoptando el papel de perfecto cortesano.

-Más tarde hablaré con Taylor.-

Françoise te lleva hasta unos salones privados. Una mujer joven, con rasgos montaigneses os sirve unas copas de vino fresco.

-Verás, Sir John, me siento en deuda contigo por todos los buenos ratos que me has hecho pasar.Mañana haremos una fiesta en los jardines para celebrar mi compromiso con Lady Anna. ¿Vendrás, verdad?.-

Estais solos en la sala, sir Françoise parece muy cómodo, muy tranquilo.

-Acabo de comer, gracias por el vino, pero no podría beber más. Por supuesto que iré, jamás me perdería una fiesta. Pero no lo entiendo sir Françoise, ¿Es necesario unos salones privados para decirme esto?-

Mi aspecto es relajado, pero no lo estoy en absoluto. Procuro estra atento a todo.

En principio, nada parece alertar tus sentidos.

-Bien, sir John. Ambos sabemos de tu cercanía con Lady Anna. Temía que reaccionases mal y montases una escena. En la corte se habla bastante de tu dficultad a la hora de contener tus... impulsos. Algo muy propio de los avaloneses, si me permites. Me resulta un tanto primitivo.-

Una vez más, necesitas de todo tu aplomo para no responder al obvio insulto hacia tu pais.

-Oh, no, Sir Françoise. Soy único en mi especie. Y no tengo problemas en ese respecto, solo son rumores. Simplemente, me gusta gozar de una mujer. Si me lo permitís, la barbarie, lo primitivo, viene de Montaigne, guerra guerra y guerra...y mal gusto a la hora de vestir.-

-Vale...eso de ponerme del lado Montaignes...no es lo mío....-

Sir Françoise sonríe intentando parecer relajado, pero notas como una pequeña vena se hincha en su frente.

-La guerra, Sir John, es un arte. El problema de Avalon es que no lo habeis entendido nunca, por eso es tan fácil invadiros y tan divertido subyugaros bajo los pies de Montaigne. Eso es lo que os pasa siempre, es el destino de un pueblo de paletos que solo entienden a base de golpes... como los perros.-

-Pues que verguenza para un pueblo amante del arte, experto en la guerra, no pode mantenr su dominio sobre un pueblo de paletos y perros ignorantes de la guerra.-

-Vale...guerra casi aseurada...y si le digo que me he follado a su prometida, por petición de ella...es una baza. Una gerra precipitada por un ego herido, debo tenerlo en cuenta.-

Sir Françcoise te dedica una sonrisa torcida

-No se de que me hablas. La Reina Marge no era más que un títere en nuestras manos, como lo será vuestro nuevo monarca. No dejaremos que un sucio rebelde se siente en el trono de nuestra colonia favorita.-

Es como si te hubiese asestado un puñetazo en el estómago. Lo peor de todo es que sabes que en sus palabras hay mucha más verdad de la que te gustaría reconocer.

-Ah, eso será si Pyram es rey. Cosa que no pasará..y si pasa...bueno, no durará dos días. Lo sabeis perfectamente. Después de tanta opresión, Avalon no va a ceder de nuevo ante un rey pusilánime.-

-Sir Françoise, me abure intercambiar puyas, si no tenéis nada que decirme me marcharé ahora. Acudiré al banquete, por Anna, es una gran persona. Máxime teniendo que someterse a vos.-

Con una inclinación de cabeza me marcho.

Sir Françoise sonríe de forma muy siniestra.

- Recordaré esta conversación cuando mi país vuelva a tener dominio completo sobre el tuyo, John. Creeme que lo recordaré. Puedes retirarte de mis aposentos.-

La amenaza velada te recuerda que esta no es la mejor forma de cumplir tu misión. No solo no has conseguido infiltrarte entre ellos, si no que los has puesto sobre aviso. No será fácil explicarle tu estrepitoso fracaso a John e a Isabella.

Al marcharme, añado una breve frase.

-Si pasa, creedme que lo recordareis. Me aseguraré de ello.-

-Bueno, al menos no es del todo malo lo que he hecho. Estaba claro que no me iba a poder infiltrar con ellos. Así al menos, ya sabemos con total certeza lo que pretenden, y quizá se precipiten. Lo cual dentor de lo malo, es lo mejor que puede pasar.-

Deambulo pensativo por los jardines hasta que llegue una hora cercana al picnic, momento en el que preparo mi arco yespada, asi como todo lo que necesito para un picnic. Llevo también el pequeño arco con el que enseñé a anna. Para morgan.

A la hora convenida, todo está listo. Isabella te espera sentada en el suelo, con los niños. Morgan, con gesto serio, lee un pequeño libro de herbología, mientras la pequeña juguetea en las faldas de Isabella. Al contrario de su hermano, tan parecido a tu amanda, la niña es el vivo retrato de su padre. El pelo rubio casi albino y los ojos negros la delatan. Se aprieta un poco más contra su madre cuando te ve.

Isabella alza la vista para mirarte con una sonrisa que casi te paraliza.

-Niños, este es John, un buen amigo mío. Pasará tiempo con nosotros.-

Morgan se levanta y te da la mano con gesto serio. 

Le devuelvo el saludo solemnemente...pero al terminar, en lugar de soltarl, tiro de él hasta cogerlo y subirmelo a hombros.

-¿Mi señora? Cuando queráis.-

Tiendo una mano para ayudar a levantarla y nos dirigimos a loas caballos.

Morgan ríe mientras subís al caballo. Se sienta delante de tí, agarrándose a las crines. Isabella os sigue con Blanid en su regazo. Llegais a un pequeño claro, en el que tu amada se detiene. -Creo que aquí estará bien.- dice descendiendo con un agil salto.

Deja a Blanid en el suelo, y coge a Morgan de tu caballo. -Cuída de tu hermana mientras preparamos la cosas.- ordena en tono suave al niño. De forma obediente, el niño empieza a jugar con ella, poniéndole unas flores en el cabello.

El día parece que acompaña. Hace bastante calor, y los rayos del sol se cuelan  de forma indirecta a través de las hojas, dibujando extrañas formas en el suelo lleno de hojarrasca.

Extiendo un gran mantel y coloco la cesta sobre él. Dejo a los caballos pastar, atados, pero con la cuerda larga, para que puedan estar a su aire.

Dejo las armas junto aun árbol, más tarde jugaré con Morgan.

Aprovecho un momento en el que los niños no miran, para robarle un profundo beso a mi Isabella.

-¿Qué te parece?-