Partida Rol por web

–Disculpadme, dama Asianne. Habrá tiempo luego de aclarar las cosas –respondió Mith a una mirada algo tensa de la haradrim que bien podría recordar una anterior situación.

–Oh, rayos –dijo apesadumbrada al comprender lo que el hobbit había descubierto.

La elfa le devolvió la señal al mediano, indicándole que esperara.

–No sé si os habíais enfrentado a un troll con anterioridad. Pero yo que he deambulando a través de Eriador por largo tiempo os puedo decir que son ese tipo de criaturas que una evita a toda costa. Son estúpidos, pero no me fiaría ni un pelo del aspecto torpe y adormilado que tienen. Son fuertes, muy duros y, a juzgar por su tamaño, deben tener una buena zancada. Y si ya uno me parece un adversario a temer, dos...

La sinda meditó durante unos instantes las opciones que tenían con el nuevo escenario.

–No me gusta la idea, Leah. No me gusta nada la situación en general. Pero creo que podemos probarlo. Sería bueno alejar a ese troll con el menor ruido posible, para evitar que el otro despierte. Confío en tus habilidades para pasar desapercibida y darle esquinazo en medio del bosque. Distráelo y muévete en círculos para no alejarte mucho en caso de que tengamos que ayudarte. En cualquier caso estaremos atentos al principio, por si su velocidad es realmente endiablada. Yo subiré con la dama Asianne para ayudar a Ruby a liberar a los cautivos. Öter, preferiría que te quedases en la base de la colina, escondido tras una roca en la línea del camino que Leah quiera hacer recorrer al troll. Sólo por si no hay otra opción que cargar contra la criatura.

- Esta elfa habla mucho... - dijo en bajito para él mismo mientras escuchaba el plan a seguir - Está bien... - aceptó el enano no con muy buena gana, pues a él le hubiera encantado ir y partirle la dura cabeza sin tantos rodeos - si con alguien tiene que verse aquella estúpida y pestilente criatura será conmigo. Intentad que no os hagan picadillo en el intento.

Öter esperó a los demás comenzaran a moverse, colocándose en un lugar donde podía controlar la situación y acudir en auxilio de alguno de sus compañeros en el caso de que el trol se volviera hostil. 

- Vamos a intentar no armar mucho escándalo - dijo refiriéndose a las señas de su compañero hobbit -. No queremos que se nos complique la situación...

Mientras contenian la respiración y se organizaban entre ellos a base de miradas y señales, echaron una ojeada a aquella puerta que separaba a los cautivos de sus fétidos captores. La madera original estaba totalmente desaparecida,  y al parecer alguno de sus ocasionales ocupantes habian añadido una vieja piel de cabra a modo de cortina, cubriendo el vano de piedra de las miradas del exterior. 

El hobbit se había escabullido y vigilaba una zona que era donde se encontraba el otro troll, el cual y según las señales, debía estar durmiendo. La elfa por su parte y conociendo a esas criaturas no consideraba que el plan fuera lo suficientemente bueno pero... ¿acaso había otra posibilidad más que intentar alejar al bicho de la zona de entrada?... Y además sabía como hacerlo para que el ser actuara de manera irracional o guiado por el instinto.

- Öter ven conmigo pero promete no mirarme, solo mira al troll, ya verás como va a perseguirme sin lugar a dudas... - dijo la mujer con una muy pícara sonrisa, caminando despacio hacia un lugar bien visible pero con la suficiente vía de escape para correr como una campeona.

Leah se puso a distancia y con todo su valor se levantó la camisola que la cubría para mostrar de manera impúdica sus pechos, moviéndose a un lado y a otro mientras éstos se bamboleaban, como si fueran dos cántaros de agua situados a uno y otro lado de un pollino. La mujer además dedicó la mejor de sus sonrisa al monstruo y le guiñó el ojo, no es que quisiera seducirle, ¿acaso era posible el intento con esa cosa?... Pronto lo comprobaría.... El caso era que no deseaba gritar, puesto que elevar la voz en aquel momento supondría que el otro "bicho" despertara de su plácido sueño.

Si el trol hacía el amago de ir hacia ella correría por el bosque guardando siempre las distancias, que pudiera verla pero no atraparla, y con claro interés de darle esquinazo cuando estuviera lo suficientemente lejos de la torre, a ver si había suerte y no sabía orientarse en terreno abierto.

La sinda observó con resignación como el molesto enano murmuraba, como siempre, quejidos y maldiciones.

Mientras el comando "distracción" se preparaba, Mithgannel los acompañó con la vista, se apostó en una roca cercana, e indicó a la haradrim que se posicionara mas alejada, en línea con el sendero utilizado por el mediano.

El fino rostro de la elfa enrojeció como un tomate nariz de bruja típico de la Cuaderna Sur al descubrir la tosca estrategia de la viajera temporal, y al admirar de paso sus preciosos senos salpicados por pecas similares a las de sus mejillas. Desviando la mirada hacia lo alto de la colina, algo avergonzada, Mith preparó una flecha y rezó a los Valar para que la vulgar triquiñuela surtiera efecto.

Vaya con Leah... –pensó, desconcertada.

Öter comenzó a avanzar lentamente por aquellas tierras tras Leah, intentando mantener la distancia, pues las dotes del enano para esconderse no eran de manufactura fina. Su cuerpo, tosco y rechoncho, tenía poca agilidad y poco arte para hacerse "invisible".

El enano, consciente de eso, intentó mantener las distancias para no llamar mucho la atención. La incursión se la dejaría a quienes podían moverse sin casi ser visto. La cota de malla tintineaba a cada paso, mientras que Leah se acercaba a la posición del trol.

- Descuide, señorita, no sé a qué se refiere pero mis intenciones son las de acabar con aque...

Y se hizo el silencio. La mandíbula del enano llegaba a las rodillas, sorprendido por la estrategia que la humana había llevado a cabo para llamar la atención de aquella criatura.

- Por mi martillo... parecen forjadas por el mismísimo Aulé...

Ante la visión de la delantera de Lèah bamboleando al aire en pleno bosque, al principio el trol pareció dudar. Pero cuando un chorro de baba salió a borbotones de su boca, Lèah y sus compañeros supieron que la estratagema había tenido efecto. ¿Sería lascivia o sería más bien hambre lo que le tentaba? Seguramente una combinación de ambos. 

Pero no solo eso, el señuelo fue perfecto en el sentido en que el trol, llevado por un gran egoísmo, pensó con su cerebro troglodita que "no iba a compartir con su compañero durmiente tan apetitosas pechugas". Así que miró a su alrededor y con gran sigilo (para los de su especie), se puso a la carrera en pos de Lèah sin despertar a su compañero trol de su siesta.

La maniobra de Leah habia sorprendido a propios y a ajenos, y tanto Öter como Mithgannel tardaron un poco de más en reaccionar al desmelene de su compañera. Öter, que ya estaba en movimiento buscando un escondrijo, tuvo la fortuna de encontrar una roca perfecta detrás de la que ocultarse, aunque le venía un poco justa y si el trol se fijaba mucho en su entorno mientras corría tras Léah - cosa que se suponía difícil que ocurriera, dadas las circunstancias. 

Mithgannel, por su parte, despertó de su enrojecimiento con un agilísimo movimiento, colocándose justo por detrás del trol en su ruta de persecución, dejándole via libre para dispararle, y con el arco en tensión y una flecha apuntando a la bestia en movimiento. 

Ruby, el hobbit, que había asistido a todo desde la distancia y el troll babeante le había tapado la visión de Léah, desenvainó la daga cuando el trol se puso a correr y apretó los dientes con todas sus ganas, esperando que el segundo trol no despertara. Parecía que continuaba su siesta, de momento.

El trol tentado habia salido como un podeso detrás de Léah,  posando su tosco barrote delicadamente en el suelo para no despertar a su compañera. Para atrapar a aquel caramelito se bastaba con sus garras y dientes, debió pensar, ajeno a la presencia del resto de aventureros. Leah hizo una huida muy lenta y accidentada, mientras se colocaba las ropas de cualquier manera, pero el troll tampoco anduvo fino y no llegó a su posicion hasta bastante adentro de uno de los senderos que se metian en el bosque. Al final alcanzó a Leah justo al lado de la roca donde Oter se escondía. Leah trastabilló, y mientras se ponia en pie, una liana de baba regalimó cayendo sobre su cara desde la bestia que se cernia sobre ella.

Öter estaba más pendiente del generoso pecho de Leah que de la bestia gigante que se avalanzaba sobre ellos. Agitó la cabeza con energía, intentando quitar de su cabeza la imagen que había visto hacía tan solo unos segundos y poder concentrarse en el ataque.

Aunque la "maniobra" de la humana había llamado la atención del trol, la naturaleza de aquella criatura era la de "comerse" a la humana... o parte de ella. Leah, que con giro inesperado casi cae en un huida, se expuso demasiado lo que hizo que hiciera que el enano saliera en defensa aprovechando la ventaja que su posición le ofrecía.

Solo faltaba que Mith hiciera un buen lanzamiento y hiriera a aquella criatura lo suficiente para que cayera, al menos, inconsciente.

–Diantres... –masculló Mith mientras la flecha salía despedida y volaba veloz en dirección al troll.

El burdo ardid había tenido resultado pero una inoportuna piedra había hecho trastabillar a la asesina, permitiendo al troll unos valiosos segundos para alcanzarla y comprometer la misión.

Con un par de señas la elfa le pidió a la haradrim y el mediano que siguieran adelante y sacaran a los cautivos lo antes posible. Por su parte, tomó otro proyectil del carcaj y descendió unos metros hacia el lugar del combate.

"¿Sorprendida por un trol en las tierras Salvajes?, más te vale tener un par de amigos cerca..."

Si algo deseaba Leah en su fuero interno era que el troll no sintiera lascivia por ella, con el hambre ya se conformaba y le animaba a correr lo suficiente como para no mirar atrás, sin saber que a sus compañeros los había dejado algo maltratados psicológicamente después de ver aquel espectáculo hipnotizante.

La asesina corría pensando que le estaba pesando el trasero mucho más de lo habitual, quizás la culpa fuera de la comida anterior, demasiado copiosa a lo que estaba acostumbrada, buena cosa sería retomar hábitos livianos, más que nada por si en otro momento debiera correr por delante de otro trol, como si fuera una zanahoria delante de un burro para que éste provocara su avance.

- Joder que me pilla.... Maldición cómo se mueve el condenado... - pensaba agobiada, tropezando con un par de raíces del suelo -... Torpe, torpe, gorda... - se auto recriminó cuando de repente sintió un líquido espeso en su rostro - ¿Llueve?.... - miró arriba y vio la apestosa boca del trol, babeante, tan cercano que la mujer casi prefirió que la matase de un hostión a que lo hiciera de asco -... Joder, cómo me alegro de ser humana.... - y es que las caries del bicho eran tan negras y supuraban humores esperpénticos para alguien con cierta delicadeza de estómago, y Leah, aún resistente como era, no pudo evitar sentir que todo su tracto digestivo se ponía del revés.

Leah viendo que aquello se tornaba de claro a oscuro y que había sido alcanzada, sacó sus dos dagas y procedió a atacar, con claras intenciones de hacer filetitos de troll, pero desde luego con el pestazo que echaba la criatura tenía claro que bajo ningún concepto se lo comería, aunque quizás sí el otro troll... ¿Y si hacía un experimento para adquirir mayor conocimiento sobre las asquerosas criaturas del bosque?.... Ya que iba a jugarse la vida, al menos que la experiencia fuera didáctica.

La vista de Leah se nubló un instante con la espesa sustancia que le había caído de la boca del trol, de forma que apenas pudo ver cómo la criatura levantaba y lanzaba una garra espeluznante contra ella. Sólo la intuición de su oficio le llevó a cubrirse con ambas dagas cruzadas por delante de ella. Mientras esperaba que algo muy malo sucediera, sólo escuchó un zumbido surcando el aire y un impacto en seco. 

Entonces lo sintió: las dagas apartadas violentamente, unos filos como de cuchilla entrando en su pecho - como si éste estuviera pagando un karma instantáneo por haberse mostrado impúdicamente pocos segundos antes - y la sangre brotando a continuación.  

"Apenas un segundo para nacer, apenas otro para morir", decía el dicho de las Montañas Azules, y no podía ser más adecuado. Öter vio como su martillazo descargado sobre el brazo del trol chocaba contra la masa inerte de un saco de patatas: el bicho ya estaba desmoronándose con una flecha élfica atravesando su cráneo. Una muerte instantánea, silenciosa, limpia. Sorprendente.  

Hubo un instante de inmovilidad de todos los presentes, como si el tiempo se hubiera detenido. Entonces vieron a Ruby haciéndoles señas apresuradas para que se acercaran, con medio cuerpo dentro de la torre de Bar-en-Dindol y el brazo sosteniendo la piel de cabra que hacía de rudimentaria cortina. Entonces el hobbit reparó en la sangre brotando del pecho de Leah, y se llevó la mano a la boca, alarmado.

La bella asesina, aun herida y con la cara húmeda de babas de trol, seguía manteniendo un aura implacable, temible y mortal.

Todo pasó tan rápido que a Öter no le dio tiempo a reaccionar en parar su ataque. Su martillo golpeó en el cuerpo sin vida de aquel trol, que cayó fulminado por el flechazo de Mith. Pero aún así, no pudo evitar el ataque sobre Leah, que aunque pudo cubrirse, no pudo evitar el ataque.

- ¿Se encuentra bien, señorita Leah? - dijo mientras observaba el aspecto de la asesina.

La situación había sido resuelta con la mayor de las discreciones, pero aún el peligro estaba presente. Había que moverse rápido y de forma decidida para ir en busca de los compañeros de Asianne. El enano miró a Ruby, visiblemente preocupado por el aspecto de Leah, más superficial que real.

Öter giró la mirada hacia Mith para ver si se acercaba y comenzó a acercarse lentamente hacia la posición del mediano. 

- Bien hecho, señor Ruby, sabía que no nos defraudaría - le susurró, mientras le dedicaba una sonrisa.

En un suspiro todo había terminado. Al menos todo resquicio de vida del aparente temible adversario. Su flecha certera había acabado con él, aunque lamentablemente no sin antes de que pudiera atacar a la humana.

Con rostro horrorizado Mithgannel observó la sangre brotando del pecho de Leah, y corrió a auxiliarla.

–¡Leah! ¡Leah! Déjame ver... –dijo jadeante tras la carrera.

La culpa la tuvo la baba, consistente y viscosa que se le metió en los ojos. Si ya era complicado superar el asco, añadirle el no ver era una desventaja considerable en aquellas malas condiciones de combate. ¿A qué idiota se le ocurrió que ella misma se pusiera de cebo ante una criatura tan peligrosa?

Maldición, si fui yo, que mala elección... - Pensó como si fuera una ráfaga de aire antes de que la fatalidad aconteciera y una garra se lanzase contra su persona. Le salvó la intuición y el hecho de anteponer las dagas, pero aún así fue inevitable que la fuerza de aquel ser apartara sus armas y se clavaran sus uñas, afiladas como cuchillas y sucias como cochiqueras, en su pecho. Sintió algo cálido brotar desde dentro de su ser hacia el exterior, y supo lo que era. 

Leah bajó la mirada y observó la herida con mística belleza. Sangre al nacer, sangre al morir. Esperaba un golpe de gracia que irónicamente no le llegó a ella, sino a la vil criatura, la cual se desmoronó al recibir el impacto de una flecha.

El primero en preguntarle fue el enano, ¿se encontraba bien? -... He tenido días mejores... - fue su respuesta mientras sonreía débilmente y la bonita elfa que le había salvado la vida se acercaba hasta ella -... Mith..., ¿por qué el plan no fue dispararle desde lejos?.... - si hubiera sabido que la elfa era tan increíble disparando, jamás se habría expuesto -... Necesitamos tapar la herida..., joder, como duele..., ¿tienes una tela?.... Maldita sea.... - con una de sus dagas cortó la manga de su camisola para improvisar un vendaje que situar alrededor de su pecho -... Al otro trol, disparadle de lejos, por experiencia puedo deciros que dan largas zancadas....

Intentaba bromear y tomarse con buen humor aquello, pero para qué negarlo, ver su sangre era impactante, normalmente ella solía portar la de otros, un momento de empatía ante todas las almas que en algún momento de su vida, había arrebatado.

–Calla, tonta. Estarás bien, no es tan grave como parece. Déjame, yo te vendaré –dijo tras revisar la herida, mientras sus delicadas manos se rozaban al tratar de coger el vendaje improvisado.

–Ese flechazo fue muy fortuito, Leah. No creas que todas mis flechas son así de certeras –comentó con una sonrisa–. ¿Por qué no haberlo matado allí? Porque cualquier cosa que no fuera matarlo en el acto habría alertado al otro, y como tú dices, les habría dado la oportunidad de alcanzarnos con gran facilidad, quedando a su merced. Los Valar han estado con nosotros en esta ocasión.

Mithgannel se disculpó cuando comenzó a vendarla. Tanto por si le hacía daño al apretar demasiado, como por el propio hecho de tocar la piel de la bella humana.

–E-es algo improvisado. Estoy segura que la haradrim podrá tratar la herida más tarde. Vamos.

La situación había dado un vuelco con la muerte sorprendente e inmediata del baboso troll y la herida en el pecho de Lèah. Mith acudió a donde se encontraba la joven y examinó el origen de aquella herida. Mala pinta, pero nada que no se arreglara conteniendo la hemorragia. No es incumbencia de este cronista dilucidar si la elfa sinda se detuvo más tiempo de lo que dicta el decoro en la curación de la herida, pero si lo hizo, fue sin duda involuntariamente o traicionada por los nervios, dado el sonrojo que siguió a su improvisado vendaje y que antecedió a sus entrecortadas palabras. Por otra parte, Öter, más ducho en pegar mamporrazos que en curar heridas, se había acercado llamado por Ruby Moss en silencio para que le acompañara al interior de la torre. 

Asianne, la bella danzarina haradrim, que durante el combate se había mantenido apartada, se puso en camino hacia donde estaba la herida Léah, para ofrecerle también su ayuda, cuando de pronto, del interior de la torre en ruinas emergió un largo y prolongado lamento, un lastimoso aullido que todos podían asociar al de un lobo, aunque no sonaba desafiante o amenazador como suele hacerlo el de este tipo cánido. En lugar de ello, se percibía como un aullido de profundo dolor y desesperación. Inmediatamente Asianne modificó su destino y en lugar de acercarse a Lèah se precipitó hacia el interior de la torre, pasando por delante de Ruby y Öter y atravesando la pelliza de cabra que habíase puesto a modo de puerta de entrada. 

Tras ella, Ruby y Öter, alarmados y sin poder ya contener su curiosidad, entraron en la torre detrás de Asianne. La planta de la torre, circular, se mantenía bastante entera a pesar de los años y las vicisitudes pasadas. Todo el techo se había ido cubriendo de los modos más variopintos, a trozos con cuero, a trozos con cortezas de alcornoque, o bien maderos procedentes de barriles, y en algunos casos inclusos con viejas velas de barcos. El caso es que toda aquella amalgama de materiales servían para cubrir la sección derrumbada de la torre, protegiendo a sus ocasionales visitantes de las inclemencias del tiempo, en aquellos casos en que era utilizada como refugio.

Los ojos de Öter, acostumbrados a la oscuridad de los pasadizos de las Montañas Azules, no tardaron nada en acostumbrarse a las tinieblas, y por tanto, a discernir todos los detalles de la escena que se estaba desarrollando allí dentro: dos hombres, vestidos con pardos ropajes de caminantes, se encontraban en el suelo, atados de pies y manos con fuertes ataduras. Algo más apartado, contra la pared, un enorme lobo de pelaje increíblemente níveo parecía batirse interiormente a los rigores de grandes dolores. El enano se fijó que en el flanco tenía grandes heridas que manchaban su blanco pelaje con tonos sanguinolentos, así como en el cuello. Eran heridas recientes y frescas. El lobo estaba echado sobre y apenas podía levantar la cabeza del suelo. Sus afilados dientes se mostraban una y otra vez mientras fruncía el hocico en muecas de auténtico sufrimiento. En un instante Asianne había llegado al lado de aquella bestia y, rodeándola maternalmente con sus bellos brazos alrededor del cuello, le susurraba suaves palabras en su oído, intentando tranquilizarle.

Sólo en el momento en que los gemidos dejaban un mínimo intervalo de silencio, pudieron oír cómo el segundo trol, que hasta ahora había dormido como un tronco, se despertaba en medio de un concierto de ruidos guturales. Súbitamente alerta, le oyeron olisquear el aire con avidez, ruidosamente. Entonces comenzó a gruñir y, desde dentro de la torre, pudieron escuchar sus pisadas, circundando la torre. Incluso el lobo se contuvo en sus gemidos de dolor. Pero tal vez ya era demasiado tarde.

Desde su posición, Leah y Mith pudieron igualmente escuchar el despertar del trol, pero en todo momento quedaba fuera de su rango de visión, por la parte norte de la torre.