Partida Rol por web

En medio del caos de la situación, de pronto Ruby y Öter notaron un escalofrío en sus cuerpos: sí, era innegable, de pronto se podía notar una corriente de aire fresco que circulaba desde la cámara amplia donde habían descendido al túmulo por la cuerda (F) hacia el este (D-C-A?). Este hecho les llamó la atención, ya que hasta ese momento el aire de la gruta había sido estanco, quieto, opresivo. Parecía claro que un acceso se había abierto, a lo lejos hacia el este. 

Mientras tanto, el cuerpo desbocado del tumulario se precipitó encabritado por el fuego hacia el interior de la gruta donde se encontraban las féminas. Lèah consiguió apartarse a tiempo, no así Mithgannel que recibió un fuerte impacto de la mole en movimiento*. La elfa rodó por el duro suelo de la gruta y apenas pudo ver como el tumulario llegaba a la posición de Cormac, que lo fintó en el último momento, para quedarse encarado finalmente con Azaroth.

El hermano corrupto de Mith alzó la espada contra la criatura espectral, y al instante se enzarzaron en una lucha sin cuartel. Tal vez la historia de Valandur - el rey caído en una emboscada de orcos - ahora pesara en la elección del tumulario contra Azaroth, una vez liberado el espectro del sortilegio que le mantenía sometido a la voluntad del chamán.  

Léah estaba pendiente del pasadizo del que provenían los sonidos, y eso la salvó. Cuando vio aquella masa de fuego acercándose a toda velocidad pudo reaccionar a tiempo y apartarse. Y sí ya fue una sorpresa ver ardiendo de esa manera a la lúgubre criatura del túmulo, no menos sorprendente fue descubrir a los autores de semejante acción: ¡sus compañeros Oter y Ruby! Que de alguna manera las habían encontrado y de paso ¡habían prendido fuego a aquel maligno tumulario! 

 Las novedades se iban sucediendo a un ritmo vertiginoso, y lo que Léah había fantaseado apenas unos segundos antes, estaba cerca de convertirse en realidad: aquel espíritu llameante se detuvo justo al tiempo de alcanzar la altura de Azaroth, ¡y se dispuso a entablar combate con él!

 La asesina pensó que era una oportunidad única: tenían a su gran objetivo al alcance, y contaban con la inesperada ayuda de un adversario poderoso que atraería gran parte de la atención del antaño guerrero elfo. Si había una ocasión en la que podrían enfrentarse a aquel enemigo con posibilidades de vencer, era aquella.

 Antes de lanzar una mirada a sus recién reencontrados compañeros y justo después de ver cómo Mith se reponía del encontronazo con el tumulario, Léah empezó a deslizarse sigilosamente hacia Azaroth, por si había ocasión de sorprenderle por un flanco o incluso por la espalda. Estaba también pendiente de las acciones de Cormac, las habilidades de combate de aquel ladrón serían otra inestimable ayuda que el destino podía poner a su favor. 

La voz del enano y el saber que sus compañeros se encontraban vivos le enardeció el corazón. Aunque esos ánimos fueron vapuleados rápidamente por la tarascada del desbocado tumulario. La sinda rodó por el suelo para tratar de mitigar las consecuencias del impacto y las rozaduras por el áspero suelo de la caverna.

Apretando los dientes se reincorporó, escorándose un poco mas hacia la pared este de la gruta donde se encontraban. Allí, mientras sus luceros observaban con extrañeza y curiosidad el devenir de la estrambótica situación, su mano tomaba con celeridad otra flecha del carcaj.

«¿Cómo habrán llegado ellos hasta aquí?», se preguntaba entretando. «¿Qué hacer? ¿Acabar con él con la ayuda del tumulario? ¿Y después qué? ¿Escapar de esta horripilante criatura por el mismo lugar desde donde Ruby y Öter entraron? ¿O...?»

- ¡Cuidado señor Moss! - dijo el enano cuando el hobbit lanzó la antorcha al barril - ¡Bum!

La estrategia que habían planeado había sido exitosa, y por ahora habían evitado el peligro con aquel tumulario corriendo como un poseído por las galerías de aquel subterráneo.

- ¡Tenemos que reunirnos con los demás!

Una corriente de aire llegó desde alguna parte. El enano levantó la cabeza levemente mientras cerrada los ojos, sintiendo el frescor. 

- Creo que hay alguna salida cerca, señor Moss, ¿lo nota? Debemos de encontrar a Mith y Leah en primer lugar, no sabemos si están peligro...

Corrían tras el tumulario despavorido, con tanta velocidad que se encontraron a sus compañeras de frente, quienes tuvieron que esquivar a aquella criatura en llamas con habilidad.

- ¡Mith, Leah! ¿Estáis bien? - preguntó el enano mientras se miraba de arriba a abajo - ¡Es lo que me dieron! ¿No se me ve nada, verdad? - dijo mientras empuñaba su arma improvisada atento a cualquier peligro.

Aquella criatura desfigurada estaba presente, Azaroth, junto a Cormac. 

- Creo que hay una salida cerca, ¡no podemos luchar en estas condiciones! - advirtió el enano, a pesar de sus ganas infinitas de combate y de venganza por el ataque de la casa en Bree.

Ruby sintió el calor que le rizaba las pestañas antes de que la onda expansiva le lanzara hacia atrás para caer de culo. Se levantó como pudo entre toses y aquella humareda espesa. El olor ácido de la brea ardiente se le pegaba en las fosas nasales. Y sin embargo se dio cuenta de que estaba sonriendo. 

—¡Chúpate esa Valandur del Valle Angosto! —dijo nerviosamente y abrazó al enano, eufórico. 

Asintió a las palabras de Oter y enseguida recogió una tea ardiente a modo de antorcha. Tendiéndole otra a Oter, salieron corriendo en pos del nomuerto. ¡Se dirigía hacia sus amigas! Corrieron por el axfisiante corredor hasta llega a una caverna donde en efecto estaban las chicas y Cormac. Sin poder evitarlo, y sin pensar que apenas llevaba una piel de cabra mugrienta y una capa de barro pegada al cuerpo por todo atuendo, se abrazó a las piernas de Mith. Y después a las de Leah.

—¡Menos mal que estáis bien, nos temimos lo peor! ¿¡Os han tocado un pelo esos sucios orcos!? —dijo envalentonado por la reciente explosión que llevaba su firma y la de Oter—. ¿Tienes mi daga, Mith?

Entonces se percató de que los dos malvados más terroríficos que hubiera contemplado jamás combatían a espada a solo unos pasos de su posición. Con horror, tiró de Leah hacia el lugar por donde venían.

—¡Hay que largarse de aquí! ¡Por allí, vamos! —señaló con urgencia el corredor por donde habían venido.

Al notar el contacto de Ruby casi se le saltan las lágrimas de la emoción. No tuvo tiempo ni de darse cuenta de que mediano y enano se encontraban prácticamente desnudos. La sinda estaba pasando por una situación de tanta tensión como sólo en otra ocasión había vivido. 

—Está ahí, en el cinto. Cógela —respondió indicándole la posición de la daga con un movimiento de cadera.

—N-no, Ruby, no me puedo marchar. No hasta terminar con esto —le dijo luego, con una mezcla de pena y convicción mientras cruzaba una vez mas su mirada con la de la asesina—. Marchad vosotros y alertad a Arthedain, por favor.

Preparándose una vez mas para disparar, envió un último mensaje.

—¡Losto raica Azaroth! ¡Cuiva vanya toron! ¡Tolo dan na ngalad!*

El reencuentro del grupo en una situación tan crítica no hizo sino aumentar la confusión. Por una parte, Ruby y Öter, una vez descubiertas las posibles aperturas en dos extremos de la gruta, generando aquella corriente de aire fresco tan reconfortante, dentro de lo que cabía en aquella situación, estaban por la labor de poner los pies en polvorosa. No así Mithgannel, que veía aquel enfrentamiento como su destino insoslayable, ni Lèah, a la que le ocurría algo parecido. 

Una vez neutralizado el fuego en el cuerpo gélido del tumulario, la figura fantasmal se enfrentaba a Azaroth, con ambas espadas blandiéndose en el aire pero aún sin ser descargadas. Aquel ser espectral, cuyos ojos refulgían en la oscuridad, pareció cambiar de estrategia y dio unos pasos hacia atrás, dirigiéndose a la posición de Ruby, Mith y Cormac. Entonces, alzando una mano descarnada, empezó a emitir una melodía horrible y embrujadora, como si todo un coro de seres de ultratumba se alzaran en un cántico ensordecedor.   

Léah miró al pequeño Ruby que le insistía en huir a través del corredor y, por un momento, dudó. Pero bastó cruzar su mirada con la de Mith para que la determinación volviera con firmeza. Negó con la cabeza con resignación, dando a entender que su destino estaba allí abajo. 

-Hemos de acabar con él - susurró. 

A continuación retomó su cauteloso avance hacia aquel enemigo, hasta que se fijó en que el tumulario se retiraba unos metros. La asesina entonces se detuvo de inmediato con un atisbo de pánico, pues ante la momentánea inacción de Cormac y de aquel ser espectral Azaroth bien podía acometer ahora contra ella, encontrándose vendida en un choque cara a cara. 

Así que paralizada y con la respiración contenida, retrocedió un par de pasos dando tiempo a que alguno de sus aliados se lanzara contra su adversario antes de que reparara en ella. 

- ¡Por el martillo de Durin! ¿Qué estáis haciendo?

El enano, que a pesar de sentir las ganas de combatir por todo su cuerpo, no creía lo que veían sus ojos. Si había prendido fuego a ese tumulario era para poder salir huyendo y no para enfrentarse a él y menos en esas condiciones. 

- ¡Cuidado! - exclamó Öter al ver como el fantasma levantaba las manos y emitía un escalofriante sonido.

Intentó avanzar para quitar del alcance del tumulario a sus compañeros pero se frenó en seco al ver que era un suicidio. El enano seguía pendiente de la situación.

Moss estaba desenfundando su daga familiar de la cadera de Mith cuando sintió los crueles ojos del tumulario clavados en él. Sus manos ganchudas estaban extendidas hacia ellos y susurraba palabras torcidas y turbias que hacían estremecer. Por un momento notó la aplastante voluntad de la criatura tratando de imponerse a la suya como entre una pesada niebla, pero la testarudez de los de Delagua jugó en su favor aquella vez. Sacudió la cabeza y las nieblas y el influjo desaparecieron antes de hacer presa en él.

Oter tenía razón, aquel enemigo les superaba. Los orcos eran una cosa pero ¡no sabían nada de espectros! Y además estaba el elfo deforme y jinete de bestias malignas, que blandía la espada como un auténtico demonio. Con su daga mágica en una mano y la tea encendida en la otra, Ruby retrocedió hasta la posición del enano sin dar crédito al arrojo inconsciente de sus compañeras.

—¡La luz! ¡Le molesta la luz y el calor! —dijo anteponiendo su tea entre ellos y la criatura.

Una sensación similar a la anterior notó la sinda cuando el cadaver andante se le acercó, aunque era algo diferente. De nuevo le heló la sangre, pero esta vez Mith pudo contener esos impulsos de hacer algo que no le pidiera su propia mente. Aguantando también sus ganas de huir y mientras buscaba ángulo una vez mas, trató de persuadir, si tal cosa fuera posible, al antiguo rey.

—No somos nosotros los que hemos venido a perturbar su descanso, mi señor Valandur. Le juro que una vez hayamos terminado con su saqueador nos iremos sin tocar sus riquezas —dijo mientras señalaba a su otrora hermano con la flecha.

Al tiempo que se movía de un brinco hacia su derecha antes de soltar cuerda, un par de colgantes saltaron juguetones desde su pecho, refulgiendo durante unos instantes con las flamas de la brea. Ahí pudo observar como la temeraria asesina seguía moviéndose furtivamente hacia su destino.

—¡Cormac, agáchate! —bramó con rabia.

Una vez mas su flecha parecía perderse hacia el fondo de la caverna. Y con una mueca de desesperación la desdichada elfa esperó un milagro, o el triste final. 

El intento del tumulario de subyugar a Ruby y a Mithgannel había fracasado. Parecía que aquellos tercos aventureros estaban blindados contra ese tipo de sortilegios. Cormac también había parecido resistir el embrujo del tumulario, dado que retrocedió colocándose junto a Öter en la ruta de huida hacia el elevador. 

Azaroth parecía determinado a terminar con el espíritu resucitado de Valandur. Quizás pensara que era una molestia inesperada que convenía zanjar antes de dedicarse a menesteres más interesantes, o quizás disfrutara cruelmente pensando en la idea de terminar con un rey de Arnor por segunda vez. Ignorando a Lèah, que se había mimetizado con éxito con las paredes de la gruta y sin apenas percibir la flecha que su propia hermana le había lanzado, con escaso tino, se acercó con grandes zancadas hacia el tumulario, mientras balanceaba en el aire un enorme espadón que resplandecía con un tenue fulgor azul. 

Ruby, que había estado azuzando el aire con su tea para mantener a raya al tumulario, se agachó y apartó todo lo posible de aquel palmo de terreno en el que el sentido común, y de eso el hobbit tenía de sobras, le decía que más valía alejarse.

Con la armadura destruida por la deflagración, el acorralado tumulario apenas tuvo tiempo de interponer su herrumbosa espada en el camino letal de aquel mandoblazo. Azaroth había apuntado con maestría contra aquel pecho descubierto y le infligió un terrible impacto que extrajo de aquel espectro un chillido desgarrador. Varias de las joyas que ornamentaban al espectro salieron despedidas y rodaron por el suelo.

Los aventureros asistieron atónitos a cómo la figura espectral palidecía por momentos y parecía difuminarse ligeramente en el aire. Poco a poco el espectro aún quejumbroso, empezó a replegarse hacia el lugar del que había aparecido, pasando de largo junto a Öter y Cormac. 

Azaroth miró la escena sin un ápice de movimiento en su desfigurado rostro.

- Entrégate ahora, Mithgannel, o verás morir a todos y cada uno de ellos - dijo haciendo un arco con su mano enguantada que abarcaba a Ruby, Cormac y Öter - Y eso será lo último que veas antes de tu conversión.

De pronto, el servidor del Rey Brujo pareció reparar en el diminuto hobbit y pareció dispuesto a ejemplificar su amenaza anterior con una primera víctima. Ruby pudo ver aterrorizado como aquella temible hoja refulgente, que había neutralizado al tumulario de una sola estocada, se levantaba ahora sobre él, presta a atravesarlo como a una aceituna. En ese momento, unos pasos apresurados sonaron llegando desde más atrás, y una lluvia de flechas empezó a llover sobre Azaroth. Flechas élficas. En el cuello de aquella gruta donde estaban se apostaba un grupo de cinco arqueros, rodilla hincada en el suelo, ropajes grises y cabellos rubios. En el centro se encontraba una figura conocida para Mithgannel, alguien a quien sólo había visto recientemente en sueños.

Pero esta vez, Gilmith, su hermana, era real.    

Léah echó el freno y volvió a detenerse. En su desesperación al ver cómo Azaroth alzaba su espada contra el hobbitt había estado a punto de echar a correr hacia su enemigo, con la infantil esperanza de al menos posponer una matanza que parecía inevitable. La asesina asimilaba a la fuerza la enorme dificultad de la empresa que tenían que realizar: había visto como con un solo mandoble Azaroth había destruido a aquel terrible espectro, un inesperado aliado que Léah pensaba que iba a aguantar más. Cormac de momento tampoco se atrevía a enfrentar al hermano de Mith, y los valientes Öter y Ruby, no estaban en las mejores condiciones para afrontar un combate así.

Pero entonces se había producido un nuevo giro de los acontecimientos con la milagrosa entrada de aquellos elfos. Y es que ahora amenazaban con descargar una lluvia de flechas sobre Azaroth, al menos hasta que este arremetiera contra ellos. 

Léah, que por fortuna no había llegado a moverse, permaneció quieta observando la situación, esperando la reacción de su enemigo. Ella apenas podría despegarse de la pared si no quería meterse en plena lluvia de flechas élficas. Esperaba que Azaroth no pudiese reducir a aquellos nuevos e inesperados aliados fácilmente, y eso podía darle a ella y a Mith una oportunidad.

“Paciencia, ahora no me debo mover...”

El cuerpo de la sinda tembló al tener tan cerca a su antaño hermano mayor. Era otra persona. Su cara era totalmente opuesta a la del apuesto varón que había sido. Sus pertenencias también. Pero tras esa mirada llena de odio y dolor aún creía Mithgannel poder ver los mismos ojos de su padre.

—Entregaría mi vida a mi valeroso hermano, con gusto. La entregaría por todos ellos —respondió con rabia, señalando a sus compañeros—. Pero prefiero morir que permitir que la oscuridad me retuerza y domine como a tí.

Sus generalmente certeras flechas no se habían ni acercado. Ella sabía que las condiciones del lugar no habían tenido que ver, pero sí el oponente contra el que luchaba y sus propios sentimientos. Tal vez no podría dañarlo ella misma, pero al menos trataría de evitar que él hiciera lo mismo con los suyos.

Mientras pensaba qué hacer, Mith pudo observar como la cruel hoja que ya se había llevado la vida del desdichado Sigimun se dirigió hacia el mediano.

—¡No! —gritó desesperada, al tiempo que agarraba el colgante mágico y trataba de interponerse entre el hobbit y la curvatura del tajo.

Mithgannel cerró los ojos con la misma fuerza que se concentraba en desatar, al menos una última vez, lo que sea que hacía el dichoso objeto para desviar daños inminentes.

En vez del sonido del espadón al volar lo primero que escuchó fue el silbar de muchos virotes. Abriendo un ojo en dirección al origen de éstos Mith pudo admirar el rostro de su hermana, y por una vez en mucho tiempo pensó que tal vez podría haber un final feliz. Al menos para sus amigos y las gentes libres de Eriador.

La aparición de los elfos y sus certeros arcos le habrían infundido ánimos en casi cualquier otra circunstancia, pero Ruby palideció al ver la enorme hoja mágica apuntar en su dirección en manos de Azaroth. Ya había visto como aquella promesa de muerte había despachado al nomuerto de un solo golpe así que solo pudo tratar de esquivarla por todos los medios mientras retrocedía e interponía su daga familiar.