Partida Rol por web

Impaciente no era la palabra para describir el estado de Antoine, más bien era ansioso. Y no por la extraña actitud de su amigo. No quería reconocerlo, pero no había venido aquí a ver a Gascoigne, había venido a ver a Camille. Sin embargo convenía mantener las apariencias. Caminó decidido hacia su amigo y le puso una mano en el hombro mientras aprovechaba para mirar el cuadro junto a él. Le era muy difícil separar la mirada del lienzo.

—Gascoigne, querido amigo. ¿Se puede saber que sucede? Te noto muy alterado...

Vytauras se concentró tanto en el cuadro, que el resto del despacho desapareció para él. A su alrededor, las paredes y las estanterías perdieron su color original, y un aura dorada inundó la habitación. Por el rabillo del ojo pudo percibir cómo la realidad adquiría el irreal tono de un negativo de fotografía ante las estrellas negras. Pero para él solo existía una cosa: la perdida mirada de Camille.

A pesar de convencerse a sí mismo de que no se trataba de un sueño, cada vez sentía aquella imagen como un recuerdo propio. La certeza de que Camille era real y pertenecía a su pasado era cada vez más tangible. Tan cierta como las pinceladas que tenía delante. Tan auténtica como esa sensación de paz que le envolvía cuando se perdía en esos enormes ojos verdes como un mar en calma.

Gerard se giró lentamente. Tanka, que lo tenía más cerca, fue el primero en reparar en sus pupilas dilatadas. Aquello era algo bastante inusual, pues en aquel despacho olía como siempre, y Gaspar no había mencionado que Gerard estuviese consumiendo ninguna clase de droga.

El galerista se dirigió a sus amigos con la mirada perdida. Cuando por fin habló, lo hizo muy despacio y arrastrando las palabras:

—Hola. Lamento que me encuentren en este estado tan deplorable. Por eso precisamente os pedí que vinieseis. Yo… Yo necesito ayuda. Ella necesita ayuda. Sé que está en peligro. Ya la semana pasada, cuando os mostré el cuadro, sentía que algo no estaba bien. Camille… Algo le ha ocurrido a Camille. Traté de mantener la compostura. Traté de engañarme a mí mismo fingiendo que solo era el amargo delirio de la nostalgia. ¡Ah! ¿Pero acaso no somos todos actores en esta gran mascarada que es la vida? Yo solo interpreto mi papel. ¿Qué puedo hacer yo? ¿Qué?

Tanka se quedó perplejo al encontrar a Gerard de aquella forma. Era el rostro de alguien prácticamente hundido y que no ha dormido o comido en días, y todo producido por una terrible obsesión.

Al principio no supo como reaccionar, pero pasado el primer momento de quietud, por fin pudo hablar.

¿ Gerard ? ¿ A que te refieres con que necesita ayuda ? ¿ Se ha puesto en contacto contigo ? Intentaré hacer todo lo posible para asistirte, pero tienes que calmarte y contarnos qué esta pasando, y sobre todo qué es lo que está mal con ese cuadro. Desde que lo vi no he podido dejar de pensar en ello, y se escapa a mi conocimiento la razón.

Patrick entra en la habitación en intenta hacer que Gerard se siente para que pueda hablar más tranquilo.

 Tristán se mantuvo entre los últimos de los hombres que ingresaron a a la habitación, mirando cautelosamente desde los hombros de uno de ellos. La imagen del galerista, consternado y desbordado por la paranoia, no hacia más que preocupar al subastador. Sin embargo, lo que le provocaba esa desestabilidad a Gerard era el pensamiento sobre Camille. De manera similar que a él y que a algunos de los presentes, aquella muchacha del cuadro se había adentrado en la cabeza del joven muchacho.

 Manteniendo una distancia precausiosa Tristán se dirige al muchacho.

- Monsieur Gascoigne, ¿a que se refiere? No conocemos a la dama del cuadro. Mucho menos su paradero o su situación actual... ¿porque no se sienta y toma algo de agua para recomponerse? Lo noto tenso...

Un sudor frío recorre el rostro del sacerdote cuando se acerca rápidamente a Gerard y posa las manos sobre sus hombros; aunque no lo hace con brusquedad, hay algo en su expresión que hace que el gesto se perciba más violento y desesperado de lo que ha sido realmente.

"¿C-camille? ¿Qué es lo que ha pasado? ¿Has visto a... a la mujer? ¿D-ónde se encuentra?", pregunta, sin dejar tiempo a dar una respuesta cada vez. "C-céntrate, Gerard, SÉ MÁS CLARO. P-por favor."

Al darse cuenta de que su actitud llama la atención, se aparta un poco y se sacude las manos en las ropa, sin dejar de mirar el cuadro de reojo y con cierta culpabilidad.

"D-disculpadme. Creo que me dejé llevar... si... si alguien está realmente en peligro, creo que tendríamos que aclarar lo que sucede y buscar una s-solución..."

Gerard se apresuró a cubrir el cuadro con un mantel. Al hacerlo, casi de inmediato, se sintió mucho más tranquilo. Las ojeras de su rostro perdieron aquel curioso tono azulado, y pudo recostarse con comodidad en el sillón.

Vytauras y el señor Tanka todavía tenían su mirada fija en la sábana que cubría a Camille. Aunque el galerista no pareció notarlo, a todos les llegó un profundo suspiro cuando Gerard tapó el cuadro. Era una ligera brisa de olor a flores que parecía surgir del propio lienzo, como un susurro. En aquel instante, lo que habían intuido como un sueño, despertó en ellos el siempre furtivo acorde de un déjà vu. Vibró en sus recuerdos. Les hizo dudar allí y ahora sobre si aquellas imágenes eran reales o sugeridas por la obra. No obstante, algo en sus corazones les decía que todo era real: la sonrisa de Camille, su mirada perdida, su tono urgente…

—Por supuesto —carraspeó—. Por supuesto que Camille es real. Tan real como este despacho, señores. Tan real como la culpa que me atormenta, y tan real como la confesión que les haré y la petición que escapará de mis labios. Espero que sepan perdonar mi pedante retahíla, pero me siento como si la angustia fuese a devorarme por dentro. Verán, el cuadro que está colgado a mis espaldas no fue ningún legado. ¡Lo robé yo mismo del estudio de mi amigo Ambroise! Todo lo que les dije acerca de su suicidio es cierto, incluso el nombrarme albacea del resto de su obra. ¡Pero me pidió que ocultase al público su Magnum opus! ¿Cómo iba yo a prender fuego a tan hermosa creación?

Gerard aceptó uno de los vasos de agua mientras sopesaba las reacciones de sus amigos.

—Pero no es la culpa la que me atormenta. Quizá alguno piense que me siento así por mis pecados, pero es por un motivo mucho más noble. La noche en que Ambroise me llamó para anunciarme que tenía intención de quitarse la vida, lo hizo con estas palabras:

¡¿Qué he hecho?! ¡Cielo santo! ¡Nadie en el Cielo, el Infierno o la Tierra podrá perdonarme! He de acabar con esto de una vez por todas, Gerard. Esto empezó por mi culpa y terminará conmigo. 

 »No puedo entender a qué se refería, pero creo que le hizo algo a Camille. ¡Ahora lo sé! La última vez que la vi fue en su estudio, pocos días antes de que se quitase la vida. Sabía que Ambroise era un hombre obsesivo y celoso, ¿pero esto?

Cuando Patrick tocó los hombros de su amigo Gerard para tratar de tranquilizarle y hacer que se sentase, tuvo una extraña sensación de vértigo. 

¿Qué está pasando? ¡No! Seguro que se trata de aquel Château Sisqueille que degusté con el almuerzo. Solo eso y nada más, pensó tratando de tranquilizarse. Con calma, regresó al baile de disfraces mientras se acomodaba la llamativa máscara roja y se alisaba los pliegues la túnica. Todo el mundo en la corte llevaba antifaces y caretas, como en toda mascarada que se precie, y aquel era ni más ni menos que el baile de disfraces del castillo.

Los perfumes, el vino, los deliciosos destellos malvas y ambarinos que bailoteaban sobre el lago…, todo era un espectáculo para los sentidos. Tanka suspiró satisfecho. ¡Qué gran fiesta! ¿Pero ¿qué era aquella figura en la otra orilla? ¿Era su imaginación o acaso estaba haciéndole señas? Por unos instantes dudó si debía alejarse de la fiesta, pero la curiosidad pudo con él.

El camino fue mucho más corto de lo que esperaba, dada la distancia y su propia constitución. A su alrededor, todos los edificios comenzaban a vestirse de musgo y grietas. Los salones se convirtieron en bosques de columnas olvidadas, y dos luces negras colmaban el cielo. No obstante, la silueta seguía allí, mortalmente asustada. Era una joven de ojos verdes y el cabello de color miel, con ropas extrañas y poco adecuadas para una reunión social como aquella. En cuanto sus miradas se encontraron, ella le suplicó:

—Despierta, Patrick, te lo suplico. ¡Despierta y encuéntrame!

De pronto, todo se volvió blanco. Pero no era como esa luz dolorosa que siempre aparece después de un largo y placentero sueño, sino el blanco de la sábana con la que Gascoigne acababa de cubrir la pintura llamada Camille.

Patrick se desplomó súbitamente golpeando duramente su rechoncho culo contra el duro, frío y marmoleo suelo de la estancia. Un sudor frío recorría todo su cuerpo a la vez que su corazón bombeaba exageradamente con la intención de hacer que su piel retornara a su color habitual. Las venas del cuello de Tanka estaban excesivamente hinchadas y revelaban un pulso acelerado junto con las venas de la cabeza palpitantes como un ritmo de batería.

Su mano asió rápidamente y por costumbre el pañuelo con el que siempre juguetea y suele tener a mano, para taparse la cara por completo, secarse y respirar profundamente.

-¿Que...que demonios ha sido eso Gerard? ¿ Es posible que haya tenido una alucinación estando tan despierto y cabal? No, era algo más, era demasiado lúcido y vívido, ella.....ella....me ha llamado, Camille.....se encuentra en peligro.

!!!Gerard!!!- gritó súbitamente Patrick

-Dinos la verdad, ella también te llama en sueños ¿cierto?-

Impresiones del estado de Gascoigne. Por Aurélien Desmond

Farmacología: en efecto, la midrirasis es un efecto común derivado del consumo ciertas substancias. No obstante, no hay ningún otro síntoma que indique que Gascoigne haya consumido opio o cocaína —pues se notaría enseguida por el olor, arrugas en el traje tras haberse remangado para aplicarse una inyección, etc.—. Parece que el haber cubierto el cuadro ha mejorado ligeramente su estado, pero te llama la atención un pequeño frasco junto al resto de botellas de licor, en el mueble de la derecha. A diferencia de las demás, su tamaño apenas llenaría una copa, y carece de cualquier tipo de etiqueta que identifique el tipo de contenido. Además, está completamente vacía a excepción de un ligero poso en el fondo. 

La marca de los celos ensombreció el rostro de Gerard unos instantes antes de comprender la verdadera importancia de las palabras del señor Tanka.

—Tú también lo has sentido, ¿verdad, Patrick? ¡Sabía que no estaba loco! Nicolas también vino a verme hace tres días, jurándome que la había visto. P-pero, ¡Ahora ni siquiera contesta a mis llamadas! Temo que también haya podido pasarle algo. ¿Alguno de ustedes lo ha visto?

El paradero de Nicolas D'Alembert. Por Aurélien Desmond.

Bajos fondos: Durante alguno de tus escarceos nocturnos, te ha parecido ver al señor D'Alembert callejeando por calles poco recomendables, en el barrio de Montparnasse. Sabes que por allí hay varios fumaderos de opio disfrazados de restaurantes y salones de té. No resulta extraño ver a hombres de su talla en locales así, pero sí te llamó la atención verle de nuevo ayer. Te consta que lleva así varios días.

Aurelién siente una punzada en las sienes parecida a un sentimiento de culpa sazonado con rabia y regada con resaca. Avanza a pasos lentos y vacilantes hacia Gerard, como si tuviese miedo a acercarse más al cuadro. El profesor coloca su mano en el pecho de Gascoigne. Desde la perspectiva de los demás no queda claro si le está agarrando de la solapa o si es una simple mano conciliadora, pero su mirada inquisidora apunta a lo primero.
Aquí está pasando algo, Gerard. Todos hemos visto algo y tú, que pareces saber más que nadie sobre la chica, no compartes la información que tienes. Yo mismo la he buscado y juraría haberla visto, pero su amigo D'Allembert parece haber estado buscándola en lugares equivocados en los que más que encontrar, lo que uno hace es perder. El profesor parpadea y relaja el brazo, alisando la chaqueta de Gascoigne con la palma de la mano. Se da la vuelta y carraspea, camina hacia los licores y prepara una copa, lanzando una pregunta al aire.
¿Cuánto hace que el señor D'Allembert consume opio? Espero que no haya comenzado su adicción impulsado por este asunto de Camille. Al decir el nombre, derrama una generosa cantidad de cognac fuera del vaso.

El profesor da un trago y mira fijamente a Gascoigne. Del mueble de la derecha, junto a los licores, extrae un pequeño frasco sin etiqueta, prácticamente vacío, y lo abre para examinarlo, como si fuese a mezclarlo con su bebida. Se lo lleva a la nariz mientras sige hundiendo la fría mirada en su amigo Gerard.

Al parecer todos estaban teniendo la misma clase de sueños. Desde luego el opio o la morfina no iban a atenuarlos, más bien todo lo contrario. Eso lo sabía cualquier dandy que hubiera pasado por una "etapa oriental". Antoine trató de mantener la calma y aventuró su teoría, basándose en sus conocimientos sobre psicología:

—Mantengamos la calma, monsieurs. —Hizo una pausa, como tratando de cuadrar sus pensamientos con sus palabras. —Es obvio que todos somos víctimas de una especie de... alucinación colectiva, y que... este cuadro —evitó mirarlo directamente, torciendo el gesto— ha despertado algo en nuestros subconscientes, y sin embargo ignoro cómo o de donde proviene tal poder sugestivo.