Partida Rol por web

¿Golpes? ¿Del armario, quizá? El profesor, llevado por la curiosidad que ya tenía por conocer lo que guardaba ese mueble, decide pegar la oreja y dar un par de golpes con los nudillos, sin saber muy bien lo que esperar. Desde luego él no había oído nada y, aunque pareciera que sus sudorosos compañeros tenían los nervios a flor de piel, prefería hacer caso a la percepción grupal. No era la primera vez que sufrían un efecto de ilusión colectiva y, sin duda, el contacto con la sustancia amarillenta en este lugar era más que obvio.

Negando con la cabeza, el profesor se aparta del armario y recoge del suelo el camisón de mujer, aventurándose a suponer que perteneció a Camille. Mientras lo observa, reprimiendo las emociones, vuelve a inquirir sobre la posibilidad de llamar al cerrajero. ¿Les parece bien, pues, que solicite ayuda del vecino para abrir este armario?

Patrick se acerca a ver el revuelo causado por el camisón y los golpes que a él le resultaban prácticamente inaudibles.

-Golpes, ¿de qué tipo? ¿Acaso es contra un muro?, ¿una pared?, ¿madera quizás?,-farfulla mientras contempla cómo Desmond da un par de toqes al armario y se centra en el camisón. -Sin duda es algo de lo más inaudito todo lo que está sucediendo-

Durante un instante Patrick refelxiona sobre la posiblidad de traer aquí al vecino.-Desde luego si es cerrajero nos podría echar una buena mano con la cerradura, aunque es probable que pida explicaciones y probablemente algo de minuta, la cuál estaré más que encantado de ceder siempre y cuándo tenga exito en su obra. Por otra parte si alguien tenía alguna opción de conocer a nuestro estimado artista, hay muchas posibilidades de que fuera él, lo cuál en cuestión de, y señalo muy entrecomillado un interrogatorio, nos vendría bien tenerlo aquí. Afirmativo, mi respuesta es sí, Monsieur Desmond, puede contar con mi apoyo y mi ayuda para lo que estime necesario.-

Patrick vuelve al escritorio, y busca de nuevo para no encontrar nada más de lo que ya ha hayado. -Si les parece bien, creo que el periodico en cuestión podría sernos de ayuda, desconozco de qué forma, pero creo que deberíamos llevarlo con nosotros. Si estan de acuerdo, lo guardaré.-

—¿De verdad les parece buena idea mezclar a otra persona más en esto? Podemos romper la cerradura sin más. No creo que nadie nos vaya a poner una multa por ello...

¿Y despertar a todo el bloque de vecinos, pudiendo ser discretos? El cerrajero no tiene que participar en nada más que en abrir esta cerradura, ni siquiera tiene que ver lo que hay dentro. Tampoco creo que pase nada por que se entere de que buscamos a una chica desaparecida y que abrir el armario puede ayudarnos, puede que incluso sienta ínfulas de héroe echándonos una mano. La verdad es que a mí ni me va ni me viene, señor Vytauras, podríamos sacar un revolver y reventar la cerradura ahora mismo por lo que a mi respecta, pero creo que nos conviene un enfoque algo menos invasivo.

Dicho esto, Desmond coloca de manera casi fervorosa el camisón sobre la cama, abierto y sin dobleces, lo observa unos segundos y se encamina hacia la puerta, saliendo de la habitación. Monsieur Tanka, ¿me acompaña? No suelo causar buenas impresiones en desconocidos, y menos fuera de un bar.

Patrick se quedó un tanto sorprendido al ver la petición de Desmond, si bien era cierto que quizá no fuera la mejor baza para presentarse ante un desconocido para pedir ayuda a horas un tanto extrañas, y en una situación más extraña, también era cierto que había demostrado que su carácter era encomiable y que probablemente encontrara la ayuda del cerrajero con o sin la presencia del marchante de arte.

-Por supuesto Aurélien, estaré más que encantado de utilizar mis "encantos" presenciales para obtener esa ayuda que necesitamos ahora mismo. Si los presentes deciden intentar forzar con la pistola la cerradura, es posible que hagamos demasiado ruido, y ahora mismo no querémos tener demasiados espectadores. No obstante si deciden forzarla mediante métodos menos alarmantes y que requieran de maña y un toque de fuerza, estoy seguro de que MOnsieur Vytauras les pueda ser de gran ayuda, dado su porte y físico excepcional, al menos compardo conmigo, claro esta.-

Dicho esto, Patrick se dispone a salir por la puerta en busca del vecino en cuestión.

Desmond y Tanka decidieron abandonar el apartamento para pedir la ayuda del cerrajero que vivía en el bajo. Según las facturas, se trata de un tan "Monsier Bolumburu".

Las luces de la calle ya están encendidas, y el bloque está sumido en un apacible silencio. El frío de la noche otoñal les muerde la cara a pesar de la ausencia de ventanas en el vestíbulo.

 Tristán saluda con un gesto sobrio y una pequeña sonrisa a los caballeros Tanka y Desmond que se ausentaban momentáneamente del estudio del fallecido artista. Mientras esperaba que los dos hombres pudieran convencer al cerrajero de ayudarlos, el subastador se acerca al viejo armario y le da un par de golpes con la mano en la puerta del mueble.

- Realmente creo que no vamos a sacar nada de a- ¡Argh!

 Los golpes que le había dado al mueble, tan leves y cómicos como los había previsto Tristán, no hicieron otra cosa que traerle el amargo recuerdo de ese martilleo macabro que escucho en su mente. Retrocedió, visiblemente molesto.

- ¡E-E-Esto es inaudito! ¿Que clase de broma p-p-pesada me esta jugando mi mente? ¡Habrase visto!

Desmond y Tanka tomaron de nuevo la escalera para bajar hasta el apartamento del señor Bolumburu, cerrajero. Trataron de descender en silencio, pues lo último que deseaban era que a alguno de los vecinos se les ocurriese llamar a la policía y echar a perder toda la investigación.

La puerta de Bulumburu era idéntica a la del estudio de Ambroise, aunque era evidente que había sido mucho menos maltratada —o alguien se había ocupado de su mantenimiento). Unos golpecitos bastaron para que un sobresaltado hombrecillo se asomase. Del interior de la vivienda llegaba un apagado olor a tabaco de pipa. Bolumburu frunció el ceño extrañado, observando a sus visitantes de arriba a abajo, mientras se recolocaba las gafas.

—¿Se puede saber qué quieren a estas horas? Si no es la policía ni es nada importante, les agradecería que se marchasen. 

Tanka y el profesor abandonaron el estudio en silencio, dejando al resto de invesigadores aficionados examinando el resto del lugar. Siguieron revisando un poco más, pero la atención se había fijado en aquel armario cerrado de la habitación. ¿Qué contendría? ¿Acaso habría alguna pista que ayudase a encajar mejor las piezas que ya tenían?

No obstante, había un detalle que todavía no habían comprobado: los trabajos de Ambroise. Lienzos, tablas y cartones amontonados y enrollados. Todos cubiertos con telas y sábanas. ¿Los habría guardado así el propio artista o se trataba de una medida de protección de Gascoigne? Había algo repelente en aquellas obras. Testigos silenciosos del amor y la muerte, como recuerdos mudos que vestían un luto blanco.

Buenas noches, monsieur Bolumburu, ruego disculpe la importunación. Estamos investigando la desaparición de una chica y creemos que puede ayudarnos. Como sabrá, su vecino, el difunto señor Allamand, tuvo un final trágico que ha arrojado un manto de niebla sobre el paradero de esta chica y creemos, con total certeza, que puede estar en peligro. Su albacea nos entregó la llave del apartamento y hemos encontrado indicios de la presencia de la chica, pero hay un armario sospechoso para el que no tenemos llave. Queremos creer que encontraremos algo que nos ayude a encontrar y salvar a esta chica en lugar de encontrar algo mucho más funesto. Se ve usted un hombre con agallas, capaz y resoluto. Agradeceríamos su colaboración en el caso, por no mencionar que abonaríamos sus servicios por duplicado sin apenas tener que moverse. Pocas ocasiones de trabajo le habrán sido tan lucrativas.

Desmond estudia al tipo, evaluando si su oferta era suficientemente jugosa para un tipo como él.

Tanka estaba ligeramente sorprendido. Hasta ahora todo lo que había tratado con Desmond le había dejado a entender que era un tipo bastante capaz para los trabajabos menos delicados y que tenía buen ojo para cierto tipo de arte. Ya habían coincidido varias veces y más por la personalidad de ambos que por trabajo, habían llegado a entablar una cierta amistad. NO es que se conocieran cómo s fueran los mejores amigos, pero siempre había margen para descubrir algo nuevo sobre el otro. EL hecho de que Desmond, con sus formas directas de hablar, sin rodeos ni florituras pudiera ser capaz de empelarse tan a fondo para ser de alguna forma, locuaz y formal al mismo tiempo, estaba dejando a Patrick gratamente sorprendido. Parece que todavía hay margen para la mejora, pensó para si mismo esbozando una leve sonrisa.

—Monsieur Bolumburu, mi nombre es Patrick Tanka y me encuentro aquí con Monsieur Desmond para ahorrarle las preguntas sobre si esto es algún tipo de broma de al gusto. No, no lo es, de hecho es un asunto hartamente serio y necesitamos de su colaboración y sus buenas virtudes como cerrajero para poder abrir ese dichoso armario, que creemos asegurar tiene alguna prueba que nos lleve a la muchacha desaparecida. Si fuera usted tan amable...—

Antoine se puso sus guantes de cuero, para no tocar aquella posible tintura amarilla y se tapó la boca con un pañuelo para no respirar polvo. Ya que estaban en el piso, y no pensaba volver, podría aprovechar para examinar toda la obra.

—Vamos a ver que tenemos por aquí.

Decidido a ser de utilidad y no volver a caer preso de extrañas sensaciones, el padre Regnard acompaña a Vytauras y examina también las obras olvidadas de Allamand. Cuidadosamente retira algunas de las telas y echa un vistazo a las obras, siguiendo su instinto, siempre con cuidado de no levantar una polvareda o entrar en contacto con la repulsiva sustancia amarilla. No está seguro, pero sospecha que tiene algo que ver con sus visiones y sus afectadas emociones últimamente.

El rostro del señor Bolumburu fue relajándose a medida que escuchaba la petición de aquellos dos caballeros. El adulador tono de Tanka ayudó a que el cerrajero se calmase por completo y se mostrase más receptivo.

—¿Una muchacha desaparecida? Lo cierto es que no recuerdo que viviese nadie con el señor Allamand, que en paz descanse. Es una tragedia lo que le pasó a ese muchacho.

Se atusó el bigote con parsimonia mientras entornaba los ojos y estudiaba con detenimiento a Desmond y a Tanka. Cuando decidió que no parecían peligrosos, suspiró, se hizo a un lado y los invitó a entrar con un gesto.

—Pueden esperar en la sala de estar mientras busco algunas herramientas. Será mejor que no se queden en el rellano de la escalera, pues ahora que se acerca el invierno se vuelve cada vez más frío.

Vytauras y el padre Regnard levantaron con delicadeza las sábanas que cubrían las últimas piezas de Allamand. Lo hicieron más por miedo a rozar por accidente aquel misterioso mejunje, que por evitar el deterioro de las obras.

Se encontraron exactamente con lo que habían intuido bajo la tela: tablillas y bastidores plagados con estudios rápidos del rostro de Camille. Sin embargo, les llamó la atención encontrarse con menos retratos de los que esperaban. En su lugar hallaron múltiples esbozos de ciudades similares a la que habían visto en Camille. Algunos eran mucho más definidos que el propio cuadro, y otros habían sido tachados violentamente.

Mientras los estudiaban, una nota revoloteó de entre un par de tablillas imprimadas. La hoja cayó boca abajo. Cuando se acercaron, volvieron a notar una sensación extrañamente placentera y atrayente emanando de ella. Deseaban tocarla. Deseaban darle la vuelta y leer su contenido. Una vez más, todas aquellas notas sugerentes, aparecieron acompañadas de una estela sinestésica que evocaba el color amarillo. Un amarillo vibrante y dorado.

Intentando mantener el tono cordial, Patrick hace un ademán a Desmond de cederle el paso para entrar en la estancia del cerrajero. Una vez allí por fín parece relajarse un poco.

—Es usted muy amable. Es cierto que en los tiempos que corren uno no puede permitirse el lujo de resfriarse pues puede quedar postrado en cama durante unos cuantos dias, y es una sensación de lo menos agradable.—

Tanka echa un vistazo rápido a la sala de estar de Bolumburu sin llegar a entrometerse en el resto de la casa. Fijandose en culaquier tipo de cuadro, y sobre todo buscando si tiene alguno de Allamand, ya que no sería descabellado que un vecino, por unos motivos u otros lo tuviera. Si ya estuviera relacionado con el caso sería la mar de conveniente.

 Tristán no solía preguntarse las cosas dos veces... era de aquellas personas que si sentía un impulso, basaba todo su accionar en el mismo. Claro, a menos que fueran normas ciudadanas o valores éticos cristianos; tenía un pequeño número de principios que no cruzaba. Pero levantar una nota... ¿no tenía nada de malo, no? Si bien resultaba de los más extraño sentir deseo por algo tan mundano como un trozo de papel, el deseo era muy fuerte en el melancólico subastador. Tenía que saber. Tenía que leer... tenía que... tocar...

 Se acerca hacia la nota en el suelo y la da vuelta sin pensarlo dos veces.

Tristán le dio la vuelta a la hoja, deseoso por contemplar su contenido, ávido por saciar su curiosidad. Su mano tembló de emoción al tomarla del suelo. Resultaba sorprendentemente cálida al tacto, aunque de una forma agradable y familiar, como si acariciase el tierno rostro de una joven.

Se trataba de una hoja repleta de dibujos. Bocetos superpuestos de una ciudad similar a la plasmada en Camille, cada vez más surrealistas hasta llegar al centro de la hoja. Allí pudo ver algo que parecía una letra amarilla, un signo que se retorcía y bailaba. ¿Se trataba de algún tipo de efecto óptico? Sin duda, cautivaba el ojo de aquel que lo mirase.

Cuando ya era demasiado tarde como para hacer algo al respecto, todos se percataron de que unas palabras comenzaron a grabarse a fuego en su mente. Versos y diálogos que evocaban tierras más allá de su imaginación. Sin embargo, al igual que cuando alguien trata de recordar un sueño, todo se evaporaba sin dejar más rastro que una sombra al fondo de la memoria.

Tanka echó un vistazo a la decoración del cerrajero. Era un apartamento humilde, con apenas un par de fotos familiares y un daguerrotipo con la foto de una mujer muy joven que quizá había sido su esposa. Junto a la puerta de entrada, a la derecha de un pequeño espejo oval, encontraron dos pinturas que les recordaron al estilo de Ambroise: un bodegón de un jarrón de flores y un lienzo más pequeño en el que había una pequeña flor, como si se le hubiese olvidado añadirla a la naturaleza muerta original.

—Me los pintó el propio Ambroise, ¿saben? —dijo mientras volvía a aparecer con un maletín de trabajo— Insistió en regalármelo como pago por arreglarle la puerta de la entrada. Cuando le dije que quería regalarle la llave extra que me pidió, se empeñó en que también quería pagármela de algún modo. Yo me negué, por supuesto, pero cual fue mi sorpresa cuando, al volver a mi apartamento, me encuentro con un paquete. Ni más ni menos que ese cuadro de la flor y una nota que rezaba: "La flor que faltaba". ¡Estos artistas! —añadió con cariño.

Antes de salir del bajo, el cerrajero se volvió para mirar a Desmond y a Tanka.

—Antes mencionaron a una mujer. ¿Les importaría decirme de quién se trata? No paro de darle vueltas al asunto, como si me hubiese olvidado de algo importante.

Tanka escudriño de cerca ambos cuadros creados por el excentrico pintor. Que interesante me parece la historia de la flor perdida del jarrón en otro cuadro, sin duda era una idea muy original.

—Bien, no tengo problema en contarle a usted algunos de los detalles de lo que vamos a llamar una investigación privada en cierto modo, más si le quiero pedir que guarde la mayor discrección con el asunto, pues no queremos que esto se salga de nuestro pequeo circulo de forma incrontrolada en amplitud. Estamos buscando a Camille, la que debía ser pareja de Allamand. Supongo que si tenía buena relación con él en algún momento les habrá visto juntos o incluso él le habrá hablado de ella. Tenemos la intuición y en algún caso certeza de que se encuentra desaparecida y que es posible que corra peligro, por eso necesitamos que nos ayude a abrir el armario de la habitación del pintor, ya que es posible que albergue algún indicio o pista que nos pueda llevar a encontrarla.—