Partida Rol por web

Me quedé desencajado al recibir la noticia. Todavía tenia visiones de la batalla en la que maté a uno de los atacantes, y en esa ocasión fué una pelea de vida o muerte. O él o yo. Pero matar a alguien por acercarse a Clara...

-¿Manel, os parece bien si preparo mi treta para esta noche? ¿Podré contar con vuestra presencia en el claro de las afueras del castillo?

Dionís, si yo estoy presente... ¿Qué deseáis que haga? Soy un soldado Dionís, no soy un gran filósofo, siempre he arreglado las cosas con la espada y aunque Vincenç sea mi futuro señor, al igual que el tuyo si daña a Clara lo más mínimo ni siquiera todos los demonios del infierno salvarán su pescuezo. Suspiro.

Mi plan está en marcha, estoy intentando que Clara se case con un buen hombre lo antes posible, uno que le pueda dar lo que yo no puedo, seguridad, felicidad y descendencia, para acto seguido poder irme lejos de aquí y perderme en alguna batalla.

-Esta noche. A medianoche. Estad en el claro que hay detrás del castillo. Le pediré a Clara que aparezca por allí. Veréis como unos hombres de le acercan e intentan secuestrarla. No hagáis nada, pero localizad a Vicenç y ved que cara pone. Sabremos si realmente quiere ayudar a su hermana o, en realidad, desea su eliminación. Pero antes, dadme un poco de tiempo. Requiero que Clara quiera participar en esta representación.

A continuación me voy a ver a Clara. Tengo que contarle mi situación y conseguir que colabore en el plan. 

No metas a Clara en esto, ha pasado ya por mucho estos días, se lo diremos a mi hermana, Caterina, no costará demasiado convencerla de que se disfrace como su sobrina si es para protegerla de un peligro. Podemos confiar en ella totalmente.

Empiezas a escribir el registro de la historia como la recuerdas, hasta que llegas a Joan, el anterior señor, y a su hijo Gerard. Es una época complicada, convulsa. Los recuerdos personales no te dejan ver las cosas de manera distante y objetiva... Violaciones, sacrificios... El reinado de Terror de Gerard está difuso, se te aparece como en brumas.

Y de repente, clara como el día, se te aparece la imagen de una sirvienta, una muchacha joven. Era la favorita de Gerard. Siempre estaba con él, por miedo a lo que pudiera pasarle a su familia. Pero un día... un día dejaste de verla.

Clara llega al lugar justo a tiempo. La estaba buscando. Veo como ocupa su lugar y hago un leve asentimiento, imperceptible, de aprobación. Me sorprende la pregunta de mi hija, ¿dónde puede haber conocido a aquella bella dama? ¿Quizás en su viaje con su tío? En cualquier caso, tras las formalidades pertinentes y la urgencia que parece tener el señor de Lara, les despido a él y a su séquito con la correspondiente reverencia.

-Será un absoluto placer para mí ser su anfitriona y poder presentarle al Rey, mi señor -respondo a su propuesta en un escueto y poco florido castellano.

Luego, cuando los recién llegados ya se hayan marchado, tomo a mi hija del brazo y como si le contase un secreto, le digo:

-Necesito hablar contigo, ¿tendrías un momento para tu madre? No, aquí, no. En algún lugar más discreto.

Vamos, Clarita, la palabra de una mujer no vale una mierda y lo sabes, sólo servís para complacer a vuestro marido cuando lo tenéis y parir hasta que uno de esos pequeños bebes os desgarra más de la cuenta y morís. Dios os creó a partir de la costilla de Adán para servir al hombre, no para tener que escucharos.

¿Quién dentro de la santa inquisición va a creer a una mujer? Sobre todo cuando ya mandé hace días una carta diciendo que estabas perdiendo la cabeza, todo a raíz de ver el suicidio delante tuyo de una antigua amiga en la plaza de la villa. A por cierto, esa carta fue también enviada a unos cuantos nobles. Nadie va a creer ni una palabra de lo que digas, "querida hermanita".

¿No quieres abrir? Bien, no pasa nada. Recuerda que te di la oportunidad de llevarte bien conmigo y la rechazaste.

Post data: Mandar dichas cartas.

- Supongo que lo mismo puede aplicarse a tu noble ramera, ¿no? Cuidado Vicenç vuelvo a decirte que no eres el único con amigos... Además, las amenazas ya no te sirven de nada conmigo. ¿No lo entiendes? Yo no tengo nada más que perder salvo mi propia vida, y ni eso me importa ya... En cambio tu... Puedes perderlo todo... A la sucia de tu noble ramera, tu posición, tu poder, tus aliados... Y sabes, lo único que lamentaré será no poder estar ahí para verte caer y hundirte en un pozo de miseria y desesperación... 

Jajajajaja.

El jinete carmesí tiene que cumplir lo prometido Clarita. y por eso tus amenazas están totalmente vacías de poder.

jajajajajajaja.

Yo, moriré siendo el cabeza de familia y durante las siguientes generaciones que salgan de mi, Alós medrará. Ese es el trato que hice a cambio de mi alma querida hermanita. No puedes quitarme nada porque no tengo nada y lo que tengo está fuera de tu control.

- Claro madre, yo también quiero hablar con usted... 

-Me parece una idea excelente. Aunque ya te avanzo que creo que Vicenç nos dará una decepción y ni se preocupará por intentar rescatarla. 

Aunque ya habia emprendido el camino hacia la habitación de Clara, el aviso de Manel me frena. Me parece una idea excelente el usar a Caterina. Así que le pido a Manel que se encargue de hablar con ella y yo me voy para el pueblo a buscar a los comediantes. 

Hablo con mi hermana y se lo propongo, ella seguro que acepta ya que adora a Clara tanto como yo.

Mientras escribía los registros, toda esa información sobrepaso por mi cabeza y junto con lo que ya sabía junto al padre Rodrigo, las piezas del puzle empezaban a encajar. O al menos eso parecía, es muy posible que Dionis sea el un hijo bastardo de Gerard.

Sintiendo alegría y pena a la vez por Dionis, nunca ha conocido a su familia, pero siempre ha estado con ella; pero su padre es un asunto, que me da miedo revelar, fue un monstruo aterrador y revelar que él es su hijo, solo traería miseria al pobre niño.

Me quedo mirando por la ventana con cara triste y digo. Señor, que debería hacer, por favor dame una señal. Algo, esta carga es demasiada para mis viejos hombros.

Tu hermana Caterina acepta. ¿Cuándo planeáis llevar a cabo la treta? ¿Le envío a Vicenç la información?

La cabeza te empezaba a dar vueltas, la habitación era de repente demasiado pequeña para ti, mientras recordabas esa época del pasado. Los instantes, los recuerdos, se solidificaban en tu mente como pepitas de oro encontradas en el río Gat.

Pepita: Gerard a lomos de su corcel negro, en armadura, preparando la defensa de la fortaleza. Mujeres y niños escondidos dentro, rehenes de su locura.

Pepita: una habitación llena de sangre y cadáveres de niños. Los secuaces de Gerard nunca te dejaron entrar, pero sabías perfectamente lo que había en ella. Gerard nunca te escuchaba. Cuando todo acabó, sólo había dos niños con vida.

Pepita: la tía Joana implorándole a su hermano que se rindiera, por su bien, por salvar su vida, y Gerard echándola de su lado de una patada. Era más de lo que podías soportar.

Pepita: la caseta de los guardias, de noche. Convences a un muchacho para que te deje entrar, abrís el portón del castillo y hacéis una señal a las fuerzas de Carles. Los soldados entran en la fortaleza.

Pepita: La villa de Alós en llamas. Unos bandidos franceses aprovechan la confusión de la guerra intestina para prender fuego al pueblo y al viejo torreón del Águila. Cuando se cansan de matar y violar, se van. ¿Quizá Maria o Carles sabían algo más de esto? Después de todo, tuvieron que verlos bajar desde su campamento.

Pepita: Gerard, de pie frente al balcón de su habitación, que a día de hoy sigue cerrada a cal y canto, mira el río Gat. Tú le dices que puede rendirse, que su hermano Carles respetará su vida. Cuando conseguís abrir la puerta, la figura alta y negra, delgadísima, del Barón d'Alós se precipita desde el balcón. Nunca se supo adónde lo llevaron las frías aguas del Gat.

Pepita: los únicos dos niños vivos, a salvo, que había en la habitación de los gritos de Gerard. Uno de ellos era el hijo de Maria d'Olot y Carles de Mormont, el joven Vicenç, demasiado niño para recordar nada. El otro no tenía nombre, ni madre, ni padre. Los cogiste a los dos con tus manos temblorosas, y le devolviste a Vicenç a su madre. Tanto Maria como tú llorabais. La guerra había terminado.

Todos esos momentos te llevan a la situación actual de la familia. Carles está débil y, aunque cuidado por las atenciones de Hassan, probablemente siendo envenenado por alguien dentro de la fortaleza. Su hijo Joan es un inepto que sólo sueña con irse de Cruzadas, y su hermano Vicenç... algo en él te resulta inquietante. Demasiado ambicioso. Y también estaba Manel, otro potencial competidor para el trono de Alós.

Y Dionís, cándido, bonachón Dionís. Sabes que no aguantaría ni dos días siendo el barón en este nido de víboras. Pero, después de todo, ¿no se merece a veces el pueblo un buen gobernante? En ese momento comprendiste, Pèire, que el dilema era todo tuyo. Dios no te podía dar más claridad mental que la que ya estuviera en tu interior. Sin duda esta información era de la máxima delicadeza. ¿En quién confiar?

No te preocupes, que pronto avanzo con tu trama.