Partida Rol por web

Al oir la palabra REBAJA a Maricarmen se le dilataron las pupilas.. O igual era las cataratas, que digievolucionaban. Pero intentó hacerse la digna. 

-Rebajados, tal vez. Que son para los nietos, y tienen las defensas de los jóvenes. Ya si fuesen para mí no, que con esto de que estoy delicada del estómago.. Y lo del copago.. Que ahora los médicos salen caros -suspiró, porque ir al centro de salud por todo era otra de sus aficiones de jubilada, y se la habían quitado con tanto recorte-. Pero nada, los nietos se lo comen tan contentos. Total a ellos les sale gratis, así que que no se quejen.. ¡Ale, niño! Ponme una de los rebajados, que ya con ketchup les arreglo el sabor.

Ahora sólo le quedaba ir a comprobar si los bífidus y los con fruta estaban bien de precio en la sección de yogures. A pesar de que estaban cerca, para ello iría por el camino más largo, como siempre.

Al ver como el chino se queda mirando con la barra de pan en la mano, me sale una risita y cuando iba a volver a lo mío veo como llega el ruso pidiendo pan.

-Anda toma-Le doy una de las barras que primero pillo sin mirar y lo veo con el dinero- ¿Tanto tiempo por aquí y aun no sabes que se paga en la caja también? Anda tira...

Al cabo de un momento veo a Sara pasar con un chupa chups en la boca, me guiña un ojo y me hace un gesto con la cabeza en dirección al lavabo, le devuelvo el guiño junto a una pícara sonrisa y corriendo paro la música, rebusco por mi mochila y me voy en la misma dirección al lavabo

Una voz viene del fondo del supermercado allí donde el aire es frío y huele a mar (bien, eso es lo que hay que decir "oficialmente": buena parte del género no ha visto el mar en mucho tiempo):

-¡La merluza, señora, qué merluza que tengo! ¡Para hacérsela a su familia, la merluza a la andaluza! ¡Y las quisquillas estas, bueno, menudas quisquillas! ¡Que me las quitan las quisquillas que en la tripa hacen cosquillas! ¡Y el pulpo, por Dios, qué pulpo! ¡Este pulpo nadaba esta mañana por el océano Mediterráneo, es cuñado de Neptuno, se comió la pierna del capitán Pescanova y le echó un pulso a Spiderman con cada pata! ¡Menudo...!

El pregón se interrumpe con un ataque de tos que el "Lejía" intenta disimular. No obstante, se pone colorado primero, morado después y luego pálido como un cirio. Suda a chorros y se limpia la frente y la boca con el pañuelo que lleva al cuello.

-Joder, lo que daría por un cigarro-masculla paseando la mirada por el lugar.

Hoy era un día como cualquier otro. Y, como todos los días, el ritual en la charcutería era el mismo.

Primero empezaba con los quesos: Sacaba los quesos de la parada para limpiar un poco por debajo, les quitaba la primera capa de moho (para variar, el sistema de refirigeración de la parada no funcionaba demasiado bien) con la loncheadora y los volvía a colocar en su sitio.

Luego venía el turno de los cocidos: cogía el jamón dulce Campofrío y le quitaba la primera capa; lo mismo con los demás jamones dulces, para que estuvieran relucientes. Cierto es que eran mermas, pero así los clientes no me venían con sus típicos "Ay, me vas a abrir un jamón nuevo, ¿verdad? Es que ese tiene muy mala pinta..." o un "Uy, no, de ese no me pongas... pero es que está de oferta...".

Finalmente llegaba a los curados, mis favoritos. Quitaba, como en los anteriores, la primera capa de cada jamón, cortaba un poco la grasa de los bordes de los del país y ésta la restregaba por la primera capa de los ibéricos para que tuviesen ese aspecto apetecible que tanto gusta.

Hoy era un día como cualquier otro.

Mientras levantaba los cristales de la parada para limpiarlos por dentro, veo que entra Carmen a la carnicería, exclamando algo. Creo que ya sé lo que le ocurre.

— Ay, cari, ¿otra vez te toca sustituir a la carnicera? —cruzo los brazos y luego desplazo uno de los brazos a un lado, de modo muy amanerado— A ver si le cantas las cuarenta al encargado y lo solucionan pronto, porque tela telita... —niego con la cabeza mientras recupero la postura y le doy otra vez al "flit-flit" en los cristales levantados, apurando los últimos rincones sin limpiar.

Desde la charcutería se oía el jaleo que provocaban las cajeras y reponedores en la otra punta del supermercado.

— Ya están otra vez esos simios con tetas chillando cuales marujas... Yo, en serio, que flipo. Si yo fuera el encargado me las quitaba de encima y pondría a unos cuantos maromos de esos que quitan el hipo... Alomejor tampoco hacen bien su trabajo, pero al menos seguro que nos alegramos la vista, ¿eh cari? —echo una mirada instintiva y fugaz al salchichón de El Pozo, pero en seguida mi vista se va a Carmen.

-Pues nada, aquí tiene- le dijo dándole unos champiñones que parecía que habían tomado el sol de lo morenos que estaban- seguro que a sus nietos les encanta. El descuento te lo hacen en caja.

Se despidió de Maricarmen anotándose mentalmente que nunca se dejaría invitar por la señora a comer o cenar en su casa.

Y después de aquello volvió a la zona donde estaban los hongos, por si algún cliente, a los que su gerente llamaba a veces incautos, se acercaban allí. Si los champiñones seguían vendiéndose quizá se librara de la bronca este mes. Aunque si todos los clientes eran tan rácanos como la vieja lo tendría difícil.

El espectáculo se acaba y el ritual no parece tener efectos visibles.

Justo cuando estoy a punto de perder la ilusión y voy a ponerme en marcha en busca de algo con lo que acompañar el pan, llega una chica y me hace una seña indicando que la siga. Me pongo en marcha justo al tiempo en que la otra chica detiene el cántico y se pone también en movimiento para seguir a la primera chica.

Se ve que la chiquilla se ha confundido y cree que el gesto era para ella. Pobrecita, me dan un poco de pena estas personas que no entienden nada de lo que sucede a su alrededor

Me encamino detrás de la primera chica cuando la segunda me adelanta como una exhalación.

Menuda prisa se da... un momento, ¡igual quiere hacerse ella con lo que la primera me quería dar!

Ante ese pensamiento echo a correr detrás de las dos chicas y doblo una esquina justo a tiempo de ver como se meten en una puerta y la cierran detrás. La puerta tiene un símbolo místico dibujado: una montaña triangular coronado por un sol sin rayos y una carretera que se dirige a la montaña representada por dos rectángulos longitudinales.

Finalmente entiendo el significado:
¡Es la salida! ¡Después de tantos días buscándola y el azar me ha traído hasta ella!

Ilusionado corro hacia la puerta, totalmente seguro que me dirigirá hacia el exterior.

Atravieso la puerta con energía y una enorme sonrisa sin tener ninguna idea de lo que en realidad me espera al otro lado.

-¡... y las palomillas, que me las traen de Sevilla! ¡Y qué buenos los calandracos, que de la tierra el cordero y de la mar, el calandraco de Ourense! ¡Está que me lo quitan, señora! El calandraco este es que le quita el trabajo a los narcotraficantes, oiga, recién pescadito de la Ría de Arosa.

Arsenio tragó saliva al borde de otro ataque de tos. Incoscientemente, apretó entre sus dedos como morcillas un boquerón extraviado. Al darse cuenta, se limpió la mano como pudo en el perejil. Por suerte, aquella mañana la pescadería estaba tranquila.

Miró con desaprobación como el chino de los congelados pasaba delante de su puesto siguiendo a no sé qué chica. 

Qué barbaridad. Si es que se ha perdido la decencia y se ha perdido todo.

Sara se había sentado sobre la tapa de uno de los váteres y tenía la puerta de su escusado abierta, esperando a ver si entraba Aicha. Había subido los pies, apoyándolos en el plástico de la tapa, por si tenía que cerrar la puerta y disimular que no estaba allí. No sería la primera vez que estaban a punto de pillarla.

Finalmente entró Aicha. 

- Pensaba que al final no vendrías - Le dijo, llevándose el cigarrillo a los labios y encendiéndolo con su clipper.  Aspiró con fuerza el humo y se acercó a la puerta para cerrarla con llave. Las cajeras tenían las llaves de los lavabos para la clientela, y eran las responsables de entregarlas y procurar que fueran devueltas  

- Tía, he pillado una yerba que está... - En ese momento, cuando estaba metiendo la llave en la cerradura, la puerta se abrió de un portazo y el rostro de Sara palideció. Bajó la mano, intentando ocultar el cigarrillo y le hizo un gesto a Aicha para que se metiera en uno de los baños. Pero al ver que era el chino ese que llevaba días pululando por allí y al que nunca veían entrar, respiró aliviada.

Miró a su compañera, confundida. ¿Qué coño hace éste aquí? Arrugó ligeramente el ceño y volvió a mirar al chino.

- No puedes estar aquí. Este lavabo es para mujeres -. Le dijo, haciendo unos aspavientos con las manos para que entendiera que tenía que irse.

Akinlabi llegó como cada mañana a su puesto de trabajo como Auxiliar Cívico Ciudadano del Medio Urbano. Ya conocedor del funcionamiento y reglas sociales del lugar (no como la primera vez, cuando se puso en la puerta de un DIA e intentó abrirla antes de que abriese la tienda, consiguiéndolo sin lugar a dudas para dicha y alborozo del personal del supermercado), hoy se propone alcanzar nuevas cotas de excelencia y virtud cívica, ayudando a quien pueda necesitar de sus servicios a cambio de un bien ganado óbolo.

De hecho, hoy va a probar con un nuevo vocablo aprendido en su "curso de español para extranjeros de origen indeterminado" (1 hora a la semana, los sábados en el Geriátrico de San Esteban) y procederá a dirigirse a los demás miembros de la ciudadanía como los prójimos que son, descartando el término "caballero" que venía empleando hasta el momento en que Sor Aurora le indicó sabiamente la incorrección del mismo dado que no iban a caballo.

- Buenos días Señor Prójimo, permítame que le abra la puerta.

- Pase, pase, Señora Prójima, ¿Quiere que le ayude a acarrear las bolsas hasta su choza?

Algún día podrá volver a su aldea en orgullosa posesión de las cuatro cabras requeridas para poder pagar al hechicero de la tribu por el derecho a contraer matrimonio con alguna mujer con capacidades reproductivas adecuadas a sus necesidades eugenésicas... algún día.

Este pensamiento le hace permanecer mirando bobaliconamente y con la mirada perdida en cápricas ensoñaciones al guardia de seguridad, mientras este le hace unas extrañas carantoñas que probablemente signifiquen algo en algún lenguaje secreto de la casta guerrera del Hombre Blanco.

Avanzo a partes iguales con entusiasmo y barra de pan al interior del baño de señoras y confuso veo que estoy rodeado de paredes. Veo varias puertas de cubículos y las abro una a una incrédulo ante el hecho de que ninguna de ellas dé al exterior.

Una vez más, el gozo de kanaka en un pozo. Por primera vez en días, se borra la sonrisa de la cara de kanaka y sus ojos se achinan en una expresión de tristeza profunda. Resulta que esa tampoco era la salida.

Para ahogar las penas me siento en una de las tazas de loza y parto la barra de pan llevándome un trozo a la boca. En ese momento veo que la pequeña tiene un cigarrillo en la mano. La ilusión vuelve, sonrío amistoso y señalo alternativamente el cigarrillo y la barra de pan ofreciendo un trozo a cambio de un cigarro.

Miro a la chiquilla esperanzado.

Daría 100 cabras y 1000 cubos de leche agria recién ordeñada a cambio de una calada

Digo en perfecto chino

Entro en el baño y tras el recibimiento de Sara me explico.

-Nada, nada, que estaba parando la música y cogiendo el mechero que lo tenía en la mochila.
 

Entonces mientras Sara cerraba la puerta, el chino abre la puerta de golpe con su graciosa sonrisa y no puedo echarme a reír a carcajada limpia viendo la escenita y a Sara echándolo como a un perro sin éxito.

Al observarlo curiosa y finalmente ver como se sienta a comer y señala el tabaco de Sara, saco el mío y le doy uno y tras encenderme yo otro le paso el mechero.

-Anda toma, pero no quiero pan, gracias, tengo suficiente en mi panadería.

-Pobrecillo, déjale aquí un rato, si no se entera de nah. Bueno, bueno, cuenta. Al salir hoy quedada en tu piso ¿no? O mejor aun, hoy mi padre se va de viaje una semana, podemos ir a mi casa y montar una fiestecita privada en la piscina eeh- Aicha le guiña un ojo divertida-¿Qué me dices? A, pero que no se te olvide traer a tus compañeros de piso, ya sabes...

Por suerte entre tanta holgazana había una trabajadora, algo tonta o olvidadiza no lo tenia claro pero al menos era honrada y respetaba al personal.
-Pue' meno ma que esta tu aquin chiquilla que si fuera por estas marujas estaríamos esperando to el día.-Le contesta sin importarle un huevo cóndor que le escuchen el resto de cajeras. Pago con gusto su "amayquetaco" y respondió tras coger el recibo.

-Pue' si chiquilla este día de hoy hace mu malo, pa'mi que el negro de la entrada no va a durar mucho en su puesto, te lo digo yo, a las 12 plaf!! chaparron, si sabre yo, que hoy me duele las piernas como si fuera ayer.-Pelo el platano mientras hablaba con Eva y escucho una voz ronca y familiar del fondo.

-Mia ya se despertó el Lejia, a ese no le echan no, ni con matarratas se van el listo y a un servidor de patitas en la calle, con una miseria y sin derecho a protestar. Que no te creas tu que el extrangejo.-Así llamaba a Pascual Angulo el sindicalista.-Hizo mucho por mi que va, ese malnacio se miro para otro lao, claro como tene mas miedo que un cerdo en matadero... ¡¡A TI TE TENIAN QUE AVE ECÇHADIO GAÑAN!!-En ese momento se le hincho la vena y se percato de que la pelo chicle le miro mal.

-Bue' no te quito tiempo que pa una que curra... Sigue asin mija pero no te dejes engañar que esto no es una casa, ¡Es una trampa!-Dio un mordisco al plátano por fin.-¡Unaf vilf tframpa!-Y volvió a su silla y cartel.

Cuando Sara me pidió que la cubriese asentí con una sonrisa dulce. No porque me hubiera llamado cielo, sino porque contase conmigo aunque fuese para una chorrada como esa. Sin embargo, al ver momento después que Aicha se le unía me sentí como si hubiera perdido una oportunidad. Pero no, no podía pensar así. Después de todo alguien tenía que cubrir a Sara, y me lo había pedido a mí. No a la Sholi o a Miriam, que perfectamente podía ponerse unos minutos en la caja, sino a mí.

Fue entonces cuando me di cuenta de que Mauricio llevaba un rato hablándome. Otra vez me había quedado un poco embobada. Menos mal que con el tiempo había aprendido a asentir con la cabeza según el énfasis que los otros pusieran a la conversación. Así era complicado que se diera cuenta de que no me había enterado de nada. Poco a poco, mientras estaba terminando, las primeras palabras que había dicho fueron procesadas por mis oídos, y mi boca se torció en una mueca de disgusto. No me gustaba nada que se metiera con mis amigas. Quería pensar que el hombre tenía buen corazón, pero por ahí yo no pasaba. Y Klara tampoco.

- Mauricio, - Dije en voz baja, casi como si me diera miedo llevarle la contraria, antes de mirarle a los ojos. - Sara ha preparado todo lo de la caja antes de ir al baño, y estamos la Sholi y yo. - Comenté. Sabía que no tenía por qué darle explicaciones, pero no me gustaba que hablase así de ellas. Hice un gesto hacia la otra caja, donde Paquito charlaba con la Sholi. - Y sólo estás tú para ser atendido. - Le señalé haciendo un nuevo gesto para que viera que realmente estábamos desocupadas.

- Yo entiendo que lo que te pasó es una faena, - Argumenté en voz baja, encogiéndome de hombros. - pero no lo pagues con nosotras, que estamos como tú antes de que te echaran. - Le dije antes de quedarme mirándole una vez más, mientras mis pensamientos se iban a otra parte de nuevo. - Anda, luego si intentan sacarte fuera aunque llueva te echo una mano, ¿vale? - Propuse como si fuera una oferta de paz.

Estaba pasando el mocho con el friegasuelos aire limpio de bosque verde cuando se percató de las presencias de Justina, Maricarmen y Mauricio. Parecía que Maricarmen iba a llevarse un lote de setas de mala calidad recomendadas por Alberto. Que mujer, su tacañería no conocía limites. Justina no era mejor que ella. Hoy seguro que tampoco comprará nada. Menos mal que se ha puesto el guante de plástico para toquetear las cerezas. Que raro que no se contagie de ebola, si siempre está comprando artículos de imitación a los nigerianos de la plaza. Negó con la cabeza. En eso que la señora Justina puso mala cara como si el género que estaba palpando estuviera defectuoso. Ya estamos. No estaba de humor para comprar pero si para cotillear. La vieja no se cortaba ni un pelo. Lourdes tenía que matar el tiempo como fuera, además como ya estaba acostumbrada a sus interrogatorios le contestaba por pura inercia. –Mi marido y yo estamos intentando tener un bebé. Respondió a su pregunta con una sonrisa de oreja a oreja. La anciana la miró con un brillo especial en los ojos. Se habia llevado la exclusiva en primicia.

Por otro lado el ex-reponedor rebelde no tenia muy buena fama entre los empleados. Nadie sabia porque había sido despedido, solo que llevaba 15 años acudiendo día tras día al mercadona para meterse con todo cristo. –Ya ves, aquí me tienen de esclava. Cualquier día me convierto en la sucesora de Carmen. Suspiró resignada mientras seguía limpiando. ¿Dónde estará Asun?. Esto está lleno de mugre. Se llevó la mano a la frente para limpiarse el sudor que le caía a chorros. Daba igual que estuviera puesto el aire acondicionado. Lourdes tenía mucha mata de pelo. Alguna vez Paquito le escondía cosas dentro de la maraña capìlar y no se daba cuenta del trasterio que llevaba encima hasta que no llegaba a casa y se metía bajo la ducha. Entonces su marido le preguntaba: ¿Che, es que hubo un tornado de magnitud 6 en el mercadona?.

Al ver como Mauricio pesaba un plátano y un melocotón en la misma bolsa se la llevaron los demonios. –Pero bueno es que este hombre no sabe que cada artículo se pesa con una tecla distinta?. Exclamó en voz alta delante de Justina y Maricarmen. -El plátano tiene el numero 69 y el melocotón el 33. Ya tenemos la fiesta armada. Dijo indignada. Espero que Eva se de cuenta de que no puede cobrárselo todo junto.

Salgo de las oficinas con mi vaso a medias. Era una mañana de mierda como cualquier otra, sólo que estaba medio colocado me salvaba. Saludo a las cajeras, las que estaban más buenas tenían los mejores turnos. Punto. Teníamos un arreglo en cuanto a tráfico de estupefacientes, veo que alguna va al baño. Cojonudo.

Me cruzo con alguno de los vejetes y toco la pita.

-¡¡A ver esa tercera juventud!!- les digo al pasar. si se mueven lentos les rozo con la silla motorizada, que tiene goma-espumas en las esquinas.

Cuando llego a la pescaderia cojo un poco de hielo pilé y se lo meto a mi vaso para tener el mojito completo. Aparco la silla y saludo al Arsenio, pegándole un trago.

-¿Que tal lejía, como va eso?- aunque veo que hay poco movimiento por su zona-.

El chino le había empezado a hablar y Sara lo miraba con cara de no entender nada de lo que decía. 

- Pe... pero... ¿Será posible? - El hombre no sólo la había ignorado, si no que se había metido de lleno en uno de los escusados y se había sentado. Se volvió a mirar a Aicha, y al final se dejó llevar también por la risa.

- Tienes razón, no se entera de nada - . Comentó mientras cerraba finalmente la puerta con llave. Esta vez habían tenido suerte y sólo era ese extraño chino, pero podía entrar cualquier otro y eso no le hacía ni puta gracia.

Se sentó en el suelo, apoyando la espalda contra la puerta, y se llevó de nuevo el cigarrillo a los labios. Le encantaba sentir el humo bajar por su garganta y después expulsarlo poco a poco, creando una espesa nube encima de su cabeza.

- Tía, pues sí, sería una pasada si pudiéramos ir a tu casa. Lo que te estaba diciendo cuando el Chin Juan este nos ha interrumpido, es que he pillado una yerba muy buena. La probamos anoche y dios... Está de puta madre - . Le dio la última calada al cigarrillo y apagó la colilla en la suela de su bota. Dejándola en el suelo, junto a ella, con la idea de tirarla cuando se levantara. 

- Así que quieres que vayan Javier y Sergio, ¿eh? - Le guiñó el ojo -  Les enviaré un wasap, a ver qué me dicen. Raúl no podrá ir, que trabaja esta tarde - . Raúl era su novio, que trabajaba como mecánico de motos. 

Cogió el móvil y mientras escribía a toda velocidad, continuó hablando con Achia. - Por cierto, le dije a Eva que viniera, no te importa, ¿verdad? - Preguntó como quien no quiere la cosa y levantó la mirada, observando a la joven.

Tio, fiesta esta tarde en casa la Achia os apuntáis? 

-Buah, pues estoy desando probarla, flipas. ¿Y que insinúas con que no viene tu novio eeh?-Aisha vuelve a soltar su típica risilla picarona mientras le da un par de caladas al cigarrillo.-Por mi bien, que venga, seguro que le gusta alguno de los dos, espero no tener que compartir, aunque suena excitante, ¿Que me dices?-Cara de fucker total

Joel dejó de sonreir y frunció el ceño claramente molesto. -¿Oye Patxi, que aquí no curra nadie o qué? -forzó un claro acento vasco para gastarle una broma a su compañero reponedor- Mira las cajeras tio, solo hay una currando. Seguro que se han vuelto a juntar tres o cuatro en el lavabo... ¡No hay derecho tio no hay derecho!

-¡PORRERAS TRABAJAD UN POCO COMO EL RESTO QUE TENÉIS MÁS CARA QUE ESPALDA!  -gritó hacia los lavabos y luego se escondió de nuevo tras los estantes partiéndose la caja junto a Iker.

Rigoberto se paseaba, comiendo disimuladamente de un tarro de papas que había sacado, y se había metido dentro del uniforme.- Realmente no puedes comer solo una eh.- Se decía a si mismo, hasta que de pronto Asunción se apareció por atrás, asustandole.- ¡La que me pario tia! ¡Shh! - La calló, pero justo un cliente random iba por ahí, y se rió con el comentario de la comida de gatos. Apuntó al cliente con la linterna.-  ¡Eh! ¡Que aquí se viene a comprar y no a cotillear, vamos andando! - Volvió a girarse hacía su tía, mirándole enfadado, y avergonzado.- ¡Tía, eso paso cuando tenía 5, ya soy un adulto! - Refunfuño, y comenzó a alejarse.- Ya, estoy trabajando, haga lo mismo.- Mientras se alejaba, su expresión solo era de no tener idea de donde caer muerto.

Se gira mirando a Damián con cuchillo en mano y le señala.

-¿Veh eto? Pue acabaré clavandolo en la cabesa de alguien, fijate lo que te digo. -coge otro pollo y de un movimiento rápido parte el pollo por la mitad, y empieza a desmontarlo para venderlo por partes.- Etoy ha'ta lo mimisimos hue.... Mira, mejó me callo. -de otro movimiento rápido corta las patas del pollo.

Cuando Damián le comenta lo del ruido de las cajas, se queda unos segundos en silencio escuchando.

-¿Ezo? Ezo no e' nah. Otro día te viene a mi casa. Con mis hijo', la pareja' de etos, lo nieto', y la perra, ya te gutaría que hubiera ete jaleo. Pero oye, que si me ponen moromo hermosos, yo aprendo cajas, total, e lo unico que me falta por aprende.

Coge otro pollo y vuelve a repetir el movimiento partiendo el pollo por la mitad.