Partida Rol por web

El combate había acabado con algunas bajas entre el grupo que había subido en el ascensor, pero por suerte para la soldado, sin ninguna herida sufrida.

Nadie sabía qué podía esperarles arriba, pero era el momento de subir. Con la rapidez que proporciona los cientos de ejercicios de prácticas Gianna sustituyó el vacío cargador de su lanzallamas por uno lleno. Era el último completo y esperaba que durase lo suficiente. 

Claudius había descargado una vez más el rifle contra los arbites y había corrido hacia el ascensor cuando el retumbar metálico anunció que había llegado por fin. La carrera desde el parapeto al ascensor fue una locura y Claudius tan sólo se detuvo un instante para recoger los restos de su servocráneo. Sin la protección del murete, ni del fuego supresor, los arbites se habían envalentonado y habían corrido hacia ellos disparando a lo loco. Una bala, desafortunada alcanzó al soldado en la espalda que cayó inmediatamente, Isolda amagó rescatarlo, pero era tarde. Muerto o moribundo no había diferencia. Quedarse en la planta baja era sinónimo de verse desbordados (salvo que acabaran con todos y cada uno de los arbites de la fortaleza, el propio Claudius había dejado 4 cadáveres en la entrada (amén de aquel del sótano) antes de retirarse.

En el ascensor, apretados como raciones poco pudo hacer salvo respirar profundamente. A su lado Isolda se afanaba en recargar sus armas a pesar del limitado espacio. Cuando llegaron a la planta de arriba Claudius la imitó, quitando el cargador (aún con media carga) y sustituyéndolo por uno sobrecargado. Sólo tenía dos de aquellos y cada uno sólo duraría para un disparo, pero quizás fuera suficiente para dañar a Skarmen o a su demonio (o eso deseó con todas sus fuerzas). A fin de cuentas si el corrupto Magister Primus había enviado a los arbites contra ellos era porque les temía ¿no? y por tanto en su mano debía estar poder detener sus planes.

- Urge bloquear el ascensor, mecánica o físicamente. De lo contrario, los arbites de la planta baja no tardarán en llegar y rodearnos. Señor Arcturus ¿haríais el favor?

Repuesta la carga echó un vistazo a la zona de combate. En el piso de arriba las cosas habían ido regular para los acólitos, los otros dos soldados yacían en el suelo muertos junto con arbites con un equipo que contradecía el triste estado de la armería cuando lo habían evaluado la torre por primera vez. Recogió una de las escopetas de combate y una de las armas de los soldados de las FDP y volvió con Lo-Tan.

- Señor Lo-Tan, lo ha hecho bien. Mi enhorabuena. A pesar de su supuesta falta de habilidad, sus actos han demostrado sobradamente su valía disparando. Si la psiónica es su campo fuerte, nuestra lucha está ganada de antemano ¿no? - terminó - ¿cual prefiere? - dijo ofreciéndo ambas armas largas al psíquico y una vez éste eligió, recuperó su preciada e insustituible pistola, que igualmente procedió a recargar.

Registró a los soldados y a los arbites en busca de munición para el arma de Lo-Tan asi como objetos útiles.

Nero vigiló el entorno con la pistola extendida y el brazo en paralelo al suelo, moviendo su puntero láser con varios de los cuerpos de los arbitradores. Con el sonido del ascensor abriéndose y el desembarco de sus aliados, el arbitrador recargó la bala que le faltaba en el pistolón que llevaba y lo enfundó de nuevo. Después se agachó y recogió el rifle automático, sustituyendo el cargador por otro igual, y guardando la bala sobrante del antiguo cargador para un futuro uso. Luego abrió el cargador del lanzagranadas que llevaba acoplado al rifle y le metió una granada térmica, cerrándolo con un satisfactorio chasquido. 

Finalmente, comprobó que el cuchillo y la espada seguían en su sitio y palpó la granada de mano térmica que llevaba guardada. - Bien, sigamos adelante, no le demos más tiempo a ese bastardo. - dijo Nero, abriendo la marcha hacia adelante. 

Bloquear el ascensor resultó una tarea sencilla, bastó con introducir la llave para evitar que respondiera a ninguna orden de volver al piso inferior. No vendrían más refuerzos para Skarmen desde ese lugar, ahora solo estaba él contra los acólitos.

Arkadia aceptó agradecida el gesto de Arcturus y recibió su pistola bólter, al menos tendría algo más de potencia de fuego a su disposición. Lo-Tan, por el contrario, tras encontrarse algo peor por momentos al fin pareció comenzar a relajarse y lo más que llegó a responder fue con una negación de cabeza a las armas que le ofrecía Claudius, entregándole la que le habían prestado antes. — Ya veremos. Nunca antes he competido en habilidad con un demonio. La buena noticia es que ya no hay forma de ocultar mi presencia por más tiempo así que no tendré que preocuparme más por eso. Además, solo hay un arma con la que me pueda sentir cómodo. — desenfundó su espada de energía para dejar claras sus intenciones.

Decidiendo rápidamente por todos, Nero ascendió rápidamente por la escalera de caracol. Solo habían estado una vez antes en aquella habitación. Su aspecto era prácticamente el mismo. Rollos de pergamino y placas de datos diseminadas y apiladas junto a las paredes, un sobrio escritorio cercano al centro de la sala y una pizarra que antes estaba cubierta con supuestos planes de acción de los arbitradores ahora solo tenía anotados los nombres de los anteriores portadores de los fragmentos de cristales, la mayoría de ellos tachados.

No había nadie en la sala, pero al momento la voz de Skarmen se escuchó como si estuviera en todas partes, nadie sabría decir a ciencia cierta si provenía de las paredes o estaba en el interior de su cabeza. — Indeseables. Podríais haber vivido un poco más si os hubierais mantenido al margen, pero ahora que habéis traído los fragmentos restantes mi tarea será aún más sencilla. ¿De verdad creéis que me habéis atrapado? —

Los contornos de la sala se desdibujaron ante los ojos atónitos de los acólitos. Las paredes rezumaban lo que parecía sangre y un grito de sorpresa proveniente de la parte baja de las escaleras los distrajo. Aparentemente, varios arbitradores derrotados por Nero y Gianna habían vuelto a ponerse en pie y cargaron contra la otra célula de acólitos que estaba más rezagada. El grupo de Helios, Jonas y Arkadia, sin forma de bloquear la escalera, se quedaron atrás para contener a aquellos revividos.

— El maestro ha recuperado suficiente poder. Rendid ahora los fragmentos del espejo y tal vez considere poneros a su servicio. — Entonces, la gran bandera imperial que cubría toda la pared tras el escritorio se agitó como impulsada por un potente viento y cayó de su soporte, revelando un hueco oculto en la pared, lo suficientemente espacioso como para que lo cruzasen un par de personas a la vez. Una sombra inundaba aquel hueco secreto, algo informe que se movía y agitaba con conciencia propia, la "sombra" se arremolinó, concentrándose en una figura semitransparente que parecía vagamente humanoide, con un rostro de facciones imposibles que miraba directamente a los acólitos. Una punzada de miedo atravesó sus corazones al ser observados por aquella figura, y mientras se recomponían, Skarmen, ataviado con una dorada armadura de Juez Arbitrador apareció tras la sombra, con los ojos oscuros y profundamente hundidos en su cetrino rostro, ahora cubierto de pequeños cortes, como tatuajes indescifrables.

El mariscal recitaba unas palabras con una horrible voz gutural, y su propia figura parecía desvanecerse en el aire a medida que se adentraba en la habitación.

El psíquico estaba mentalizado para lo que se avecinaba, pero aun así, la imponente presencia de la negra figura demoníaca le impidió avanzar un solo paso. Aún así, fue capaz de decir entre tartamudeos — N..nno... es e.eel demonio au...auténtico, s..ss.solo es su es...ss..pectro. Aaa..aún n..nno ha rrr...recuperado ss.su poder. —

Claudius hubiera deseado descansar algo más en el segundo piso, pero Nero no parecía por la labor y se encaminó escaleras arriba apenas Claudius había empezado a recuperar el aliento. Lo-Tan había rechazado las armas de los arbitradores, pero eso no le había restado entusiasmo, espada de energía en mano (eso le recordó a Isolda luchando contra un monstruo en Quaddis).

Su llegada al despacho de Skarmen (ahora claramente mostraba su faceta de guarida herética) fue bastante menos heroica de lo esperado. La presencia demoníaca les golpeó con violencia y según iban entrando en la sala, se iban deteniendo, como si de una ventisca se tratara.

Al frente, Skarmen, con peor cara que nunca, pero que aún parecía esbozar una media sonrisa sardónica (o eso le pareció a Claudius, que lo miraba por el rabillo del ojo mientras trataba de seguir (y entender) los constantes movimientos de la masa traslúcida que era el demonio.

Algo llamó la atención de Claudius y fue el parloteo del demonio. Sus libros hablaban de esta tendencia a vanagloriarse en los relatos de supervivientes (al menos los escasos relatos creibles). Había llamado maestro a Skarmen ¿era éste el superior en aquella relación? (¿improbable?). En todo caso, todos los informes hablaban de la resistencia a los demonios a las armas (la espada de energía de Isolda decía lo contrario) y el suyo era un rifle de precisión, formidable si, pero nunca había tenido la necesidad de bendecirlo en un templo.

Levantó el arma hasta los ojos, tomó puntería sobre Skarmen y disparó intentando borrarle aquella repugnante sonrisa. Pero las manos le temblaron (quien lo hubiera dicho, los libros no le habían preparado tanto como había supuesto para enfrentarse a un demonio y su seguidor). El disparo de alta potencia salió desviado en un fogonazo de luz y calor.

Nero entró en la sala apuntando con el rifle hacia la mesa y la pizarra, parándose a mitad de camino y apoyando una rodilla en el suelo mientras sopesaba dónde estaría aquel malnacido. Pronto el hereje se rebeló, pero lo que sucedió a continuación paralizó por completo al arbitrador inquisitorial. 

La voz inundó su cabeza, aquel ser de pesadilla, junto con la visión distorsionada de la realidad a su alrededor, hicieron que Nero se quedara clavado en el sitio, pugnando por mover alguna parte de su cuerpo, pero se percató que no podía. Tenía los músculos agarrotados, y le empezaba a doler la mandíbula por la fuerza que estaba haciendo al apretarla. Lograba contener a duras penas el dedo del gatillo, pero notaba el sudor resbalando por sus sienes y espalda. - Vamos, perro viejo...vamos....no....es....tan....horrible.....vamos.... - se decía una y otra vez, pero sus ojos desorbitados no podían apartarse de aquel ser grotescamente deformado. 

Por no lograr, no lograba ni articular palabra. Quieto como una estatua, así estaba Nero. 

-Siempre hay una primera vez, lo importante es que no sea el final -contestó la sororita mientras se centraba en sí misma, en lo que iba a hacer y en que no era el Viudo. Esta vez no le pasaría lo mismo.

-Vivir eternamente es solo algo al alcance del Emperador y sus Santos. Todos aquellos que buscan lo mismo en otros seres acaban condenados para toda la eternidad.

Isolda apretó los labios, cogió aire profundamente por la nariz y lo soltó muy despacio por la boca, ignorando por completo la mirada del No Nacido.

Alzó las dos armas y disparó sendas ráfagas contra el demonio mientras pasaba junto a Nero y Claudius, mostrando una voluntad que hacía un tiempo que le fallaba.

Gianna no se amínalo en la presencia del demonio, sino que sintió la luz Emperador en ella iluminándola. Se acercó hacia el antiguo mariscal, sus tatuajes imponían, incitaban a apartar la mirada de su impía presencia. La soldado no pudo con ello y justo en el momento que apretaba el gatillo de su lanzallamas cerró los ojos impidiéndole una acción completamente certera.

La escena en el despacho de Skarmen era dantesca, como no podía ser de otra manera. Arcturus luchaba con toda su fuerza de voluntad para plantar cara al maligno arbites. La aparición del demonio, todavía apenas una sombra, era sencillamente pavorosa.

-Vivir eternamente es solo algo al alcance del Emperador y sus Santos. Todos aquellos que buscan lo mismo en otros seres acaban condenados para toda la eternidad.

Las palabras de Isolda fueron inspiradoras. El tecnosacerdote dio unos pocos pasos laterales hacia la derecha* y vació el lanzallamas en dirección a Skarmen.

De la debilidad de la mente, Omnissiah sálvanos, 
De las mentiras del Antípata, circuito presérvanos, 
De la furia de la Bestia, hierro protégenos, 
De las tentaciones de la carne, sílice límpianos, 
De los estragos del tiempo, ánima protégenos, 
De esta jaula podrida de biomateria, Dios Máquina, libéranos.

Nero se alejó de aquellos dos, justo al otro extremo de la habitación, casi sin atreverse a mirarlos directamente. Un pequeño hilillo de baba le caía de uno de sus labios mientras trataba de que no le temblara el mismo. - No....nos va a matar a todos, es un De....demonio... - se dijo a sí mismo. - Nero....contrólate....nero... - repetía una y otra vez. 

El tiroteo en las escaleras del piso inferior casi parecía haber quedado silenciado por la mera presencia del demonio, o su espectro, y los poderes demoníacos de Skarmen. Solo Isolda, Gianna y Arcturus conservaron la compostura, y Claudius a duras penas; ya fuera por su férrea voluntad, el entrenamiento soportado para ignorar el miedo, o el coraje que les inspiraba su fe, no permitieron que el pánico dirigiera sus actos.

Los lanzallamas de Gianna y Arcturus resultaron providenciales. Incluso invisible, la figura de Skarmen no pudo evitar por completo la lengua de fuego que lo envolvió por un momento, un grito de sorpresa indicó que el ataque había sido efectivo, pero en cuanto se apartó de la trayectoria de las llamas, su figura volvió a parecer un simple reflejo desdibujado en el aire.

El demonio, por otro lado, simplemente siguió sonriendo de forma macabra cuando los proyectiles bólter de Isolda y las llamas simplemente atravesaron su sombría figura como si no existiera. La sombra alzó un brazo negro sin forma física y señaló de forma funesta hacia el psíquico Lo-Tan, una corriente de aire atravesó la sala, y aunque parecía que nada más había ocurrido, el psíquico se llevó las manos al cuello, alarmado, intentando agarrar algo que no estaba allí; se había quedado sin voz y uno de sus ojos parecía inyectado en sangre después de que un diminuto capilar de sus globos oculares se desgarrase.

Aquella sensación de peligro fue todo lo que el Lo-Tan necesitó para recobrarse, un temor a morir más real e inmediato que el simple miedo del momento. Lanzando un grito sin voz, enarboló su espada de energía y cargó hacia adelante contra sus enemigos.

De la debilidad de la mente, Omnissiah sálvanos, 
De las mentiras del Antípata, circuito presérvanos, 
De la furia de la Bestia, hierro protégenos...

Arcturus siguió con su letanía y con su lento movimiento en lateral* mientras cambiaba el rifle a su disparo normal. Vio con estupor cómo Lo-Tan se lanzaba espada en ristre contra el demoníaco adversario. Miró alrededor, algo desconsolado, como buscando algo que pudiera servirles de ayuda... Y disparó de nuevo a Skarmen.

...De las tentaciones de la carne, sílice límpianos, 
De los estragos del tiempo, ánima protégenos, 
De esta jaula podrida de biomateria, Dios Máquina, libéranos.

El nulo efecto de sus armas sobre el demonio la hizo darse cuenta de que no iba a ser un buen objetivo para las pistolas, así que aunque no veía bien a Skarmen, dirigió sus armas hacia él y disparó sendas ráfagas con ambas pistolas. Tenía muy claro que en cuanto terminara el cargador de una de ellas, sacaría la ex-espada de energía de Garza y la usaría para acabar con el demonio.

Claudius había visto caer a Nero presa del pánico. Sin duda a él le temblaban las manos, pero aquel hombre, tan duro, tan fiero, se veía aterrado. Normalmente la situación era opuesta y Claudius se permitió una, pequeña, sonrisa sardónica. Lo-Tan también pareció aterrado inicialmente para inmediatamente cargar enloquecidamente (suicida) contra aquel demoníaco dueto.

Aún temblando, pero decidido (no quedaba otra, era vencer o morir) levantó el arma, apuntó (esta vez se tomó más tiempo en estabilizar la danzante figura en el visor) sin temor a darle al psíquico, cuya vida él mismo había puesto en peligro y que aún no había alcanzado al magister corrupto (pero lo haría en breve y Claudius no dudaría en seguir disparando). Apretó el gatillo contra Skarmen, que recibió el impacto de lleno en el brazo derecho, junto al hombro.

El miedo clavó sus armas mirando al suelo, le hizo retroceder hasta que chocó con la pared y aún así, siguió intentando retroceder a fuerza de empujar la pared con  el hombro, en un fútil intento de alejarse de allí. 

No cabía otra cosa que correr ante aquel horrible ser que le miraba con los ojos encendidos. 

- Te voy a devorar, voy a masticar tus entrañas, me voy a comer tus ojos mientras lo último que ves es el interior de mis fauces... - era lo único que escuchaba Nero, aterrorizado como estaba. De donde salía la voz, no lo sabía, pero le empujaba uma y otra vez a intentar alejarse. 

No era consciente, aún, de las miradas de sus compañeros, eso vendría después. 

Una vez cubierto de llamas, la perturbadora figura del hereje Skarmen perdió fuerza a ojos de la soldado. Sabiendo donde estaba el antiguo mariscal Gianna volvió a pulsar el activador de su lanzallamas. El promethio caliente volvió a cubrir la sala, aunque en esta ocasión el fuego salió sin demasiado potencia.

Skarmen sin duda había confiado demasiado en que sus nuevos poderes lo mantendrían a salvo. un puñado de impactos afortunados golpearon su cuerpo invisible y la hechicería se desvaneció haciéndolo visible de nuevo, Presentaba varias quemaduras y sangraba profusamente por una herida en el pecho. Se trataba de una herida grave, y la expresión de horror y odio de Skarmen lo confirmaba.

El mariscal continuó entonces recitando palabras en aquél horrible tono gutural, pero su figura no volvió a desaparecer. Mientras se acercaba al grupo de acólitos con su maza de juez en su mano derecha, la izquierda se alzó señalando vagamente en dirección a Claudius — ¡Dispara a la mujer! — rugió Skarmen, y el volumen de su voz se elevó hasta convertirse en un aullido que destrozaba los tímpanos y reventó los cristales superiores de la sala, provocando una lluvia diminutos pedazos de vidrio acompañados por la violenta lluvia del exterior que ahora comenzaba a entrar por el hueco abierto en el techo. Mientras la mayoría se cubrían los oídos o la cabeza refugiándose de las consecuencias de lo que había hecho Skarmen, Claudius se quedó rígido; su cuerpo se estaba rebelando contra él ansioso por cumplir la orden que le había asignado el brujo, solo mente pugnaba por recuperar el control de sus músculos, aterrada, negándose a obedecer.

Mientras tanto, Skarmen no se había detenido ahí, Arcturus estaba solo a unos pocos pasos de distancia, que había cubierto con facilidad mientras los acólitos se recobraban de la súbita violencia que se había desatado sobre ellos, y sin piedad descargó su maza sobre el apenas preparado tecnosacerdote, que apenas pudo apartarse a tiempo, salvándose de recibir una brutal herida.

Mientras tanto, al otro lado de la habitación estaba teniendo lugar un combate muy diferente. Lo-Tan había intentado cargar con su espada de energía contra la sombra del demonio, que evitado ser golpeado por ella. Entonces el demonio hizo algo extraño, envolvió con sus sombras el cuerpo de Lo-Tan, que intentó revolverse y luchar, pero apenas podía moverse. Su espada cayó al suelo repicando estrepitosamente mientras una risa estridente cubría el resto de sonidos y las sombras se introducían más profundamente en el cuerpo del psíquico, refugiándose totalmente en su interior.

Los ojos del arbitrador solo tenían un objetivo ahora mismo, que no era otro que la criatura de pesadilla por la que habían acabado allí. Nero contempló como las sombras del Demonio engullían a Lo-Tan. Sus ojos se abrieron desmesuradamente cuando vio caer la espada de las manos del psíquico, y aún más cuando vió el fútil intento de asir el puñal que estaba destinado a acabar con su vida. 

- Nero... Acaba con él, no dejes que le posea. - decía una débil voz en su mente. - Voy a comerte, voy a devorarte, tu sangre es mía... - rugía otra sobreponiéndose al maremagnum dentro de la mente de Nero. Sus dedos se crisparon encima de su arma, que se movió unos centímetros apuntando en dirección del psíquico, pero no pudo apretar el gatillo por el pánico que le producía llamar la atención de aquel Demonio. 

Ni siquiera notaba la lluvia golpeando su rostro, o los gritos desaforados gritos de Skarmen o el resto. 

Ver como sus balas impactaban en Skarmen hizo que esbozara una ligera sonrisa, pero escuchar esa voz potente e imperiosa contra ella, eso la hizo sentir una gran satisfacción pues no había nada mejor que ver como una fiel siervo del Emperador imponía miedo a los Herejes. En lugar de resistirse con todas sus fuerzas contra el dolor que amenazaba con provocar ese ruido, Isolda lo dejó pasar, como si fuera una ráfaga de viento fuerte repentina, soltando el aire para no centrarse en la presión en sus oídos, sino en lo que tenía que hacer.

Ahora sabrían lo que es el miedo a la luz del Emperador.

Dejó caer al suelo la Pistola Bolter Sacristana, la que tenía menos balas en su interior, y con la velocidad de la práctica, sacó un pequeño estuche que llevaba encima. Se arrodilló y lo abrió, mostrando una pequeña efigie imperial y unas cuantas varas de incienso.

-En nombre de San Drusus yo castigo a los no-nacidos -dijo mientras sacaba un pequeño encendedor- en nombre de la Eclesiarquía yo protejo de los inhumanos -cogió una varilla de incienso e hizo un movimiento antes de acercar un extremo a ese encendedor- en nombre de la Inquisición yo destruyo a los demonios -cerró los ojos y con la vara encendida hizo un movimiento de brazo trazando un círculo sobre su cabeza- ¡EN NOMBRE DEL EMPERADOR TE PROHIBO QUE TOMES ESE CUERPO!.