Partida Rol por web

La soldado se movió rápidamente en busca de algo de cobertura y de enemigos a los que poder cubrir nuevamente con promethium, les habían golpeado bien, pero los arbitradores aún eran una fuerta a tener en cuenta.

Por la expresión de su rostro, era evidente que Lo-Tan no esperaba recibir órdenes de Claudius*; el psíquico tenía el rostro lívido, aunque se las apañaba para mantener una expresión orgullosa. Por un momento pareció que fuera a responder algo a Claudius, pero las sus palabras desaparecieron en su garganta junto a lo que parecía un súbito ataque de nauseas. En lugar de responder, Lo-Tan buscó una de las granadas indicadas por el noble, pero solo encontró explosivos, ninguna de las otras granadas que le habían indicado*².

Los disparos volaron y la mayoría de los arbitradores cayeron al suelo, pero en seguida fueron sustituidos por una nueva oldeada que venía de más atrás. Los que permanecían en pie, incluso heridos, devolvieron el fuego obligando al soldado de las FDP que acompañaba a los acólitos a esconder la cabeza ante la lluvia de balas que le sobrevino.

El lanzallamas de Gianna parecía volverse más débil con cada descarga a medida que agotaba su combustible, pero suponía una auténtica amenaza para los arbitradores que a duras penas podían protegerse de su fuego. Otro de ellos terminó en llamas, y ambos se retorcían incapaces de defenderse o combatir mientras el fuego les envolvía el cuerpo.

Nero disparaba cubriendo la mayor cantidad de terreno posible para amedrentar al enemigo, aunque apenas preocupado por acertar los disparos, mientras que los soldados de las FDP se adelantaron un poco para disparar a matar. Uno de ellos abrió fuego contra los que se habían refugiado en las escaleras, eliminando la poca protección que esta les ofrecía, pero cuando su compañero presionó el gatillo se escuchó un crujido horrible y ninguna bala salió por el cañón; el arma se había atascado.

Helios y Jonas optaron por otra estrategia y dispararon a los arbitradores en llamas, acabando con ellos en el acto. Tal vez no fueran una amenaza inmediata, pero en aquél momento eran un objetivo fácil y tal vez no durasen mucho en ese estado.

Al darse cuenta de sus bajas y que la protección de la cobertura no les iba a servir de ayuda los arbitradores abandonaron la protección que tenían para enfrentarse a los acólitos al descubierto. Sus disparos no fueron muy certeros, pero con sus escopetas uno solo de los disparos fue suficiente para derribar a uno de los soldados de las FDP que les acompañaban, que ahora sangraba profusamente en el suelo.

Nero, que estaba contando las balas según disparaba, supo que le quedaba muy poca munición, por lo que optó por ráfagas más controladas. Apuntó al que había derribado a uno de los soldados y le colocó dos balas en la cabeza. - ¡Skarmen, vas a caer, hereje, tus marionetas no van a detenernos! - amenazó, esperando que la conexión que suponían que el ex-jefe de los arbitradores tenía con los cuerpos que controlaban le permitiera escucharle. 

- Giana, no dejes que se rehagan. Sigue inflamándoles. - 

El tiroteo arreciaba. Arcturus miró un momento a ambos lados. Allí estaban otra vez, en esa situacion que hacía encogerse el vientre del más mecánico; y sintió un inusitado y repentino afecto por ellos. Porque enfrentarlo hombro con hombro creaba, desde luego, lazos a veces sutiles, pero siempre difíciles de romper.

Volvió a mirar al frente y tomó un nuevo blanco. Apretó el gatillo dos veces. El humo y la lluvia complicaban la visión, ¿le había dado o no?

Cada vez quedaban menos herejes con vida, y en un nuevo acto de locura se lanzaron de cabeza hacia el cuerpo a cuerpo. Quedaba una única carga y por suerte para los inquisidores estaban tan cerca que Gianna podía cubrirlos de purificador fuego a todos. La soldado apretó el gatillo y vació del cargador hasta la última gota de promethio.

Cuando Lo-Tan no encontró las granadas que Claudius hubiera jurado haber metido en la bolsa Claudius, quien rara vez se irritaba (sólo hablando de su hermano) y jamás alzaba la voz (tampoco lo hizo esta vez) no pudo evitar soltar un bufido

- Maldita sea - dijo - coja un arma y haga fuego sobre ellos. Aún falta para que pueda usar esa espada suya.

Su propia pistola colgaba de su cinturón. Lamentaba dejar aquella arma, una potente, preciosa y muy exclusiva pistola Carnodón en manos de cualquiera, incluso si era por corto espacio de tiempo, pero los enemigos se acercaban en gran número y no parecía haber otra forma de que aquel hombre pudiera colaborar (si al menos estuviera dispuesto a utilizar los poderes psíquicos de que tanto alarde había hecho frente a la mansión de Lady Amorita), aunque fallara, sus disparos quizás harían bajar la cabeza a los arbites que se acercaban (si es que éstos eran remotamente humanos y el hechizo de Skarmen/su demonio no los había convertidos en auténticos idiotas/suicidas).

No perdió (más) tiempo en disquisiciones mentales o en dar sugerencias (dificilmente podían considerarse órdenes) a aquel hombre. Por enesima vez (en realidad no era si no el cuarto disparo desde que llegaron a la torre) tomó puntería, contra uno de los arbites más alejados (dejando los más cercanos a sus compañeros con armas más cortas), disparó y volvió a cubrirse mientras el percutor electromagnético se enfriaba.

Isolda apretó los dientes y alzó la pistola bolter que acababa de obtener, apretando el gatillo dos veces de forma consecutiva con la intención de acabar con el arbitrador más cercano, pero fallando ambos disparos.

-¿En cuanto tiempo tendremos el ascensor aquí?. Tenemos que salir ya.

El traqueteo del ascensor sonaba a espaldas de los acólitos indicando que faltaba poco para que llegase, pero cada segundo para los acólitos que no sabían por cuanto tiempo podrían contener a los arbitradores.

Invitado por Claudius, Lo-Tan cogió la pistola del noble con expresión de indignación mientras apuntaba con complicación — No soy el mejor tirador. — Aunque el disparo pronto contradijo sus palabras; en gran parte se debía al diseño del arma: complicada de fabricar pero sencilla de usar, y a las propias modificaciones de Claudius pero fuera como fuese, uno de los arbitradores que más se habían acercado había caído fulminado por el disparo.

Otros tantos disparos lograron abatir a varios arbitradores, pero estos comenzaban a encontrarse lo suficientemente cerca como para abrir fuego y arrancaron varios pedazos de paredes y el mobiliario que protegía a los tiradores del interior de la torre. A espaldas de los acólitos, con un último crujido el ascensor llegó a la planta baja y, sus puertas de reja se abrieron de par en par.

Los disparos de Nero, aunque bien dirigidos, apenas parecieron capaces de penetrar el grueso casco de aquellos arbitradores. Las llamas de Gianna los dañaban y los contenían, pero no tanto como antes, ninguno se prendió en llamas esta vez y tampoco redujeron su avance.

Helios y Jonas parecían haber admitido la resistencia de sus adversarios y se coordinaron para disparar a uno solo entre ambos. Sus armas combinadas hicieron el trabajo y uno de aquellos arbitradores cayó abatido. El soldado de las FDP que quedaba miró a su compañero mientras devolvía el fuego valientemente, pero le sirvió de poco. Uno de los arbitradores avanzó a pesar de las balas hasta quedar frente a él y le descerrajó un disparo a quemarropa; el soldado cayó fulminado. Las escopetas que llevaban y que no habían sido tan efectivas durante el tiroteo comenzaban a ser armas letales a tan corta distancia. Peor aún, el arbitrador había llegado a la altura de Jonas, cuyo bólter de poco le servía ahora si aquello se convertía en un combate cuerpo a cuerpo.

El otro arbitrador actuó de manera similar, descargando su escopeta contra la cobertura tras la que se protegía Gianna, que por suerte recibió el impacto protegiendo a la soldado de la guardia, antes de cargar contra ella, forzándola a defenderse con otras armas.

Con unos movimientos repetidos una y mil veces en la sala de entrenamientos, Gianna guardó su lanzallamas completamente descargado y sacó su pistola láser de duelo. Lástima que el haz láser pasara rozando unos milímetros la cabeza del arbitrador.

-Una ronda más, señores, y nos vamos.

La frase parecía sacada del repertorio de un sargento tontaina de una novelucha de serie B sobre marines espaciales enfrentándose a incontables legiones de orkos. Pero dicha por el tecnosacerdote... Sonaba a un bibliotecario leyendo la novelucha en voz alta pero sin mucho crédito.

Apuntó, tiró y falló.

Se encogió tras la cobertura, que empezaba a flaquear; en cuanto los arbites aflojaran saldría disparado al ascensor.

Nero soltó el fusil, que cayó a su costado gracias a la correa colgada por uno de sus hombros, desenfundó el revolver a tal velocidad que el arbitrador juraría que el arma había saltado a su mano, apuntó al arbitrador que tenía casi encima a la cabeza de nuevo y disparó. 

El tiro impactó de lleno en la cabeza de aquel desgraciado. 

Uno de los disparos impactó junto a Claudius que soltó un respingo al caerle sobre la cabeza gravilla desmenuzada. Los arbites, que no dejaban de llegar en gran número les estaban (algo previsible) superando y la presa estaba a punto de verse desbordada.

Se quitó la gravilla del gorro con gesto desmañado volvió a asomarse al parapeto. En ese momento el psíquico, dubitativo derribaba a uno de los arbites de un tiro.

- Bien hecho señor Lo-Tan ¿Lo ve? el Emperador guía su mano - señaló exibiendo una sonrisa desde detrás del visor.

- Los más cercanos son suyos - disparó a uno de los arbites más alejados. Una vez más, el disparo fue certero. El chorro de láser practicamente seccionando el brazo por completo a la altura del hombro*.

Isolda alzó la otra pistola para disparar de nuevo al que se estaba acercando a su posición, fallando nuevamente y a duras penas consiguió escuchar el sonido del elevador cuando llegó al suelo entre los estruendos de sus disparos.

-Nos tenemos que mover ya -normalmente ella cerraría la marcha, pero portaba uno de esos malditos cristales y no era momento de andar pasándolo de manos. Tendrían que largarse todos a la vez y entrar lo más rápido posible en esa caja de la muerte.

Gianna falló su disparo y continuó forcejeando contra el embrujado arbitrador, pero Nero logró un tiro certero a la cabeza de su adversario y derribó al que se enfrentaba a Jonas. Con un asentimiento de cabeza en señal de agradecimiento, el miembro de la otra célula cargó con el bólter en ristre contra el oponente de Gianna, intentando atravesarlo con la cuchilla que descansaba bajo el cañón de su arma, pero su ataque no dio en el blanco.

Chasqueando la lengua con desaprobación, Helios dejó caer su pistola bólter para desenfundar su espada, una elegante y letal espada de energía que se iluminó con luz propia al ser activada mientras cargaba contra el arbitrador igual que había hecho el otro miembro de su célula. Esta vez no hubo escape posible, el arbitrador intentó protegerse con los brazos, pero el acero envuelto en crepitante energía atravesó armadura, carne y hueso. Ninguno de los arbitradores era ya capaz de moverse o responder, no quedaban enemigos a la vista.

— Tch* sin munición. — se lamentó Arkadia apartando su elegante carabina del puesto de tiro y adelantándose al interior del elevador. En aquella ocasión la advertencia de Lo-Tan sobre su habilidad como tirador fue más certera que su disparo. El disparo se perdió en el vacío más allá del umbral de la torre, y el soldado de las FDP no hizo una mejor actuación. Apresurado por levantarse para dirigirse al ascensor disparó una ráfaga desordenada que ni siquiera estuvo cerca de los objetivos.

Solo uno de los arbitradores había caído en aquella ocasión, víctima del rifle de Claudius, pero los demás no perdieron el tiempo y tirotearon a los acólitos intentando alcanzarlos antes de que escapasen a la planta superior de la torre. La mayor parte de disparos, por suerte, fallaron o resultaron inútiles gracias a la cobertura que proporcionaba el interior de la torre; solo un par de balas perdidas alcanzaron el interior del ascensor sin causar mayores daños, pero uno de los arbitradores fue lo suficientemente certero como para alcanzar al soldado de las FDP en la espalda. El hombre emitió un gruñido acompañado por una salpicadura de sangre antes de caer al suelo frente a las puertas de reja del ascensor, para entonces el ascensor ya había comenzado a elevarse con los acólitos en su interior, y para cuando la visión de la planta baja ya había desaparecido por completo, el soldado abatido no había dado señales de moverse de nuevo.

Un último traqueteo del ascensor indicó que por fin había llegado a la segunda planta de la torre. El panorama allí parecía no haber sido mucho mejor que lo que habían dejado atrás los acólitos que permanecieron en la planta baja. Al menos cinco o seis arbitradores con gruesas armaduras completas yacían abatidos en la habitación, que ahora se encontraba llena de agujeros de bala, varios de ellos estaban carbonizados.

Los acólitos habían evitado heridas de consideración, aunque en algunos casos estaban cubiertos de hollín y un poco magullados, pero los soldados de las FDP no podían decir lo mismo. Aparentemente los arbitradores les habían atacado con escopetas de combate, y los soldados habían recibido sus disparos de lleno a muy corta distancia. Del tercer soldado que había permanecido en la planta baja tampoco había rastro, y los recién llegados tuvieron que explicar como lo habían abatido en los últimos momentos antes de que lograran ascender con el elevador.

Solo los acólitos de la inquisición permanecían en pie, y, a menos que se equivocasen, su próximo enemigo sería un poderoso brujo que había pactado con un demonio, nada de aquello invitaba a pensar que sería un enemigo fácil de vencer, o que se entregaría sin luchar a muerte.

Isolda salió corriendo en cuanto vio que todos se movían para llegar al ascensor. Se agachó en varias ocasiones por si algún disparo iba en su dirección, pero tuvo un acto reflejo que hacía mucho tiempo que no tenía y mucho menos con desconocidos, y este fue extender la mano cuando vio que el soldado de las FDP caía de bruces. Tuvo que recogerla rápido cuando el ascensor se puso en movimiento, pero ese acto le dejó un ligero zumbido detrás la cabeza.

Sacó las pocas balas de bolter que le quedaban en sus bolsillos y se dispuso a cargar ambas armas. Con la costumbre que tenía era fácil hacerlo, un entrenamiento que la permitía recargar de forma mucho más rápida que otras personas sin entrenar y así esperaba estar lista para cuando se abrieran las puertas de nuevo en la planta de destino.

Solo quedaban ocho disparos de pistola bolter. Tenía que asegurarlos.

Isolda apuntó ambas pistolas bolter en cuanto llegaron al piso, buscando objetivos pero dándose cuenta de que no había nada más que aliados y cadáveres.

-Bien, ahora tenemos que ir a por él. Lo-Tan, si de verdad hay un demonio o algo así ahí arriba, nosostros nos encargaremos de él porque somos los que estamos mejor preparados para ese tipo de enfrentamientos. Lo más importante es que ninguno de los cristales caigan en sus manos.

Solo soltó el aire contenido cuando se abrió la puerta del ascensor y constató que no eran recibidos por una ensalada de balas. El panorama, en cualquier caso, no era precisamente alentador. Miró a los del primer grupo con estoicismo mientras hurgaba en su túnica.

-Tenga, Arkadia.

Le tendió la pistola bólter que cargaba con él desde su llegada al planeta. Tal vez por fín sería útil; más en las manos de Arkadia que en las suyas, desde luego.

-¿Algún plan específico, aparte de subir en fila y liarnos a tiros? -dijo en un cuchicheo, mirando dubitativo a Isolda y al que parecía ser el líder de la otra célula inquisitorial. Podría haber sonado sarcástico en una persona normal, pero no en alguien con los atributos sonomecánicos del tecnosacerdote. Ni con su historial de escenas de combate.