Partida Rol por web

Impulsado por el sonido, alentado por sus pensamientos, pues es su subconsciente sentia el poder de la ayuda, si es que lo era. Tiro de Erandil hacia el, alejandolo del nigrmante. Dejando al herido secuaz a un lado se cargo al hombro, aunando las fuerzas que aun le quedaban, el cuerpo herido del paladin. Aun no sabia como, pero corrio, cargado como estaba, apoyando gran parte del peso en su baston. Se alejaba del enemigo, ¿pero hacia donde?. Tenia por delante los hombres-sapo, por detras... bueno, bien sabia lo que habia atras, mejor que lo que aun no habia aparecido por el sinusoso pasillo, aquello que tanto miedo daba incluso a los suyos.

Un pie, despues otro, sus rodillas flaqueaban, otro paso mas... Como pudo llego hasta el lugar donde el muchahco y Atandil esperaban, o mas bien se recluian.

El ruido venía de la zona de las mazmorras y así trataba de indicártelo el bardo, tan sorprendido como tú. Instintivamente corriste hacia allí. Atandil golpeó el hombro del muchacho, para apremiarle. El zagal, despierto como era, corrió por delante de ti para alumbrarte en camino con la antorcha. Después de que pasarais, Atandil miró a un lado y a otro del corredor, en actitud heroica. Los individuos de N´gurth, diseminados entre las sombras, se estaban impacientando con tanto ajetreo. Ahora estaba solo, pero aún así cubriría la entrada. Mas de repente, creyó ver la sombra de un tentáculo por la zona de la que venía Aërengoll con Erandil. Una sombra difusa, un serpenteo aleatorio, proyectado en la pared por la sucia luz del candil. Mejor no se quedaba solo. Y entonces, corrió tras vosotros.

Alli deposito el cuerpo en el suelo.

Le saco las ropas de su sitio, dejando la herida al aire, y cortando parte de su propia camisa, una que aun no parecia manchada, o mejor dicho la menos sucia, le tendio el improvisado paño al muchacho - Brago, aprisa, presiona aqui todo lo fuerte que puedas - le dijo al chaval señalando la incipiente herida que sangraba en el costado del paladin.

Mis heridas... ya no le dolian, sangraban si, pero no sentia dolor alguno.

Habia que trancar la puerta, recuperar el aliento, detener las hemorragias, un respiro...

Al rato, el cuerno vuelve a sonar, esta vez más cercano, a vuestras espaldas. Porque esta vez estaba claro que se trataba de un cuerno. Mas a vuestras espaldas solo hay roca y celdas, una verdadera ratonera. ¡Cruel Ossë, ¿qué clase de broma era esta?!

-¡Los corredores secretos!-dijo entonces Brago, señalando hacia la celda donde pendían macabramente las pieles humanas, cual almas en pena esperando un descanso que nunca llegaría.

- A prisa, entremos - dijo pidiendo ayuda para Erandil - Una vez dentro cerremos la puerta , y busquemos esos corredores secretos.

Cuando estubieron bajo la ilusa seguridad de la puerta de la celda, Aërengoll corrio hacia el fondo de la sala, y tirando fuertemente de las pieles, no sin asco y repugnacia, intento descolgarlas todas para buscar esos corredores. Acosados como estaban, solo su Señor acudia en su ayuda, resoplando las conchas blanquecinas, haciendo rugir las olas del mar, señalandoles el camino de la salvacion. Deberia muchas oraciones, y todas serian entregadas con todo el amor de su corazon. La luz de la esperanza refulgia en forma de sonido.

Mientras echaba abajo las pieles, pensaba en la desesperacion que lo comenzaba a sacudir, era realmente una prueba de fe, verse obligado a manipular los cueros humanos, pero era lo que tocaba, salvarse o morir.

Mientras retiraba las pieles, unas gotas de sangre le alertaron sobre sus heridas. Casi las habia olvidado, y aunque no eran muy profundas, descargaban un fino hilo del liquido vital. Poco a poco sus ropas se habia ido tiñendo del rojo carmesi, poco a poco la vida se le escapaba, no lo suficiente para matarlo, pero si lo justo para que poco a poco la vida se escurriera por las heridas.

Aërengoll se detubo unos instantes, para recuperar el aliento, y para presionar con fuerza las heridas, el tiempo apremiaba, pero se no podia dejar desangrar. Finalmente con la mano izquierda fuertemente apoyada en su pecho, continuo con la tarea.

Mientras Aërengoll apartaba las pieles de los infortunados habitantes de N´gurth -que ondulan cual sudarios fantasmales-, el nerviosismo y el olor a putrefacción invadía sus sentidos, hasta que tuvo que volver a parar para poder vomitar en un rincón.

Entonces, justo cuando la situación estaba empezando a parecerse peligrosamente al final de una película de Trantino, oyó un ruido en la pared del fondo. Ruido de pisadas. Y de alguien o algo accionando un mecanismo. Estaba demasiado cansado, debilitado y jodido como para ponerse alerta. Su actitud era la de ya puede entrar por ahí un balrog maldiciendo mi nombre, que voy a seguir en este rincón hasta que vomite toda la bilis que me hace mal.

Al poco, con un sordo crujido, se corrió parte de la pare de roca y entró una figura, con decisión, recortándose contra la puerta de la celda por la antorcha que chisporroteaba en las manos de Brago. Una tosca puerta secreta se había abierto en el muro del fondo.

-¡Los Ulúmuri guíen los corazones hasta la Luz!-dijo por fin, que era mucho más que decir soy amigo; pues era un saludo en clave que usaban todos los servidores del Señor de las Aguas, más allá de la orden a la que perteneciesen. Después avanzó hasta Aërengoll, para ayudarlo a incorporarse y para interesarse por él.

-¡Voto a Ulmo que me huelgo de ver a vuestras mercedes sanos y salvos!-dijo por fin, más para daros ánimos que describiendo la realidad reinante-. Soy Gaelitos, ermitaño y servidor de los Señores del Mar. Vestía un sobreveste de tafetán blanco y azul celeste con la concha de Salmar impresa en el pecho. Calvo, robusto y con el bigote de bencejo, típico de los servidores de Salmar. Una gran espada de Oesternesse en una mano y un pequeño candil en la otra.

- ¡Que el temor se convierta en amor! - le respondio Aërengoll, haciendo referencia al sentimiento de los primeros eldar para con el sonido de los cuernos y el temor que hasta entonces les producia el mar. Desde entonces el temor desperto un deseo por el mar que perduraba aun en sus almas. - Gaelitos, cuanto he rogado a nuestro señor pidiendo ayuda, escuchadas han sido mis palabras oh servidor de Ulmo - dijo cuando entonces se fijo en la concha de su tunica. - Bienaventurado Salmar por su creacion, que su arpa resuene por siempre junto a los Ulúmuri.

- Mi nombre es Aërengoll, serividor de ulmo, mas no es momento, si me lo permitis, de presentaciones. Algo maligno se acerca, hay que darse prisa. Estamos exahustos, heridos y al borde de la locura, hemos visto cosas inimaginables, rapido salgamos de aqui. - La voz del clerigo sonaba desesperada, mientras se apretaba el pecho con fuerza.

- Rapido amigos - dijo llamando al resto, apremiando la huida.

La espada de Numenor que portaba Gaelitos lo dejo por un momento absorto en las historias pasadas. Seguro que con ella capaz seria de vencer al mas vil de los seres que aparecieran por la puerta. Pero habia que huir, ahora que estaban a tiempo...

Erandil empezaba a perder el sentido. Hice lo que pude, se dijo por fin, intentando consolarse antes de caer en el pozo negro que se abría a sus pies. Ya no pensaba en Aërengoll ni pensaba en nada. Cada vez más débil apoyó la cabeza sobre el muro...

-¡Muchacho!-El tal Gaelitos acudió raudo hacia el paladín-¿puede oírme vuesa merced?-el ermitaño daba palmadas en la cara de Erandil, para despejarlo, para que no perdiera la consciencia. ¡Mírame!-le obligaba. Así hasta que el paladín abrió tímidamente los ojos.

-¡Muy bien, muchacho! Ya veo que perteneces a la Orden Rynd Anathoran. Pueden estar orgullosos de ti sin duda. Mientras le hablaba, comprobó que podía respirar bien, el pulmón parecía indemne; pero la sangre seguía fluyendo, debilitándolo cada vez más. ¡Si hubiera estado fresco, la herida no habría sido tan importante! pero así...

-¡Defended la puerta!-instó al resto. Rasgó las ropas de Erandil anexas a la herida y sacó un lienzo limpio de una de sus faltriqueras. Metió un dedo en la herida para comprobar lo honda que era. No llegaba a dos pulgadas, calculó. Susurró unas palabras en leguaje arcano y entonces vació un vial que llevaba consigo en el lienzo. Después, limpió la herida con él -sus movimientos eran precisos, seguros-. Arrastró su mano por el suelo en busca de tierra; afortunadamente, las recientes lluvias habían mojado el suelo y había suficiente barro, que apretó fuerte contra la herida para formar coágulo. ¿Me oyes, Erandil? Esto te va a doler un poco, le había dicho. Y efectivamente, aquello escoció de veras. Dolió muchísimo, así que Erandil gimió largo, entre dientes, que era buena forma de engañar al dolor, desahogándolo.

-Aprieta ahí, muchacho. Fuerte-le dijo por fin a Brago-Muy bien. Así. Erandil aspiraba boqueadas luchando por seguir consciente. Seguiría el consejo del desconocido.

De repente, algo golpea contra la puerta -¡CRAAAAAAACK!-, saltando astillas, y de no ser porque estaban reforzadas en metal, habría hecho un agujero. No obstante, debido a la humedad, por mucho refuerzo que tenga, no aguantará muchas sacudidas de esas.

Ahora, a través del estropicio de la puerta, oís una especie de jadeo profundo y destemplado. Como si las letanías del nigromante y los gruñidos del monstruo sonaran al unísono. Sobrecoge*.

Brago -asustado por el golpe- había soltado de golpe el lienzo que presionaba sobre la herida de Erandil. Atandil también dio un respingo, reculando hacia la entrada secreta por la que había entrado el paladín.

-¿Puede vuestra merced?-dijo Gaelitos muy educadamente a Aërengoll viendo que el tiempo apremiaba. De buena gana se enfrentaría con su espada ungida en Númenor a quien quiera que estuviera al otro lado de esa puerta para que pudierais escapar, mas sólo él estaba en condiciones de cargar al hombro con Erandil. Y eso si el clérigo podía seguirlos y no tenía que cargar también con Aërengoll. Mas tarde era para arrepentirse de no haber traído refuerzos...

-¡Vayan tirando vuestras mercedes!-instó a Atandil y a Brago, que parecían más frescos -aunque no demasiado- y tenían antorcha-; el corredor lo escavamos nosotros mismos, los paladines de Salmar, y sólo nosotros lo conocemos. Es seguro, aunque largo, trataré de alcanzaros antes de que lleguéis al final...

Aarrrrrgggg, que bonita y dolora es la muerte cuando a tus puerta llama haciendo resonar el badajo de frío y duro hierro, contra el eco de la estancia.... una única llamada, que a la vez parecería la de los propio hijos de Iluvatar......que tranquilidad se respira a las puertas del cielo... que bonitas son las estrellas todas...que sueñoooo.......

- Hay que salir de aqui, de inmediato - pensaba el clerigo para si, cuando la puerta restallo. El jadeo, los gruñidos... aquel tentaculo que habia visto antes le vino a la mente, imaginando a un ser  sin duda menos monstruoso de lo que resultaria ser. Sobrecogido su mente se bloqueo por momentos. Tan solo las palabras de Galitos lo devolvieron al mundo.

- Oh Ulmo mi señor, dame fuerzas y coraje, ayuda a tu siervo, salva nuestras almas. Que tu amor nos colme de dicha y nos proteja ante el mal que nos acecha.... - Susurraba entre dientes, dandose valor a si mismo.

Entonces como su el propio Señor del mar lo inundara de fuerzas. Agarro por la cintura al paladin ayudo a Gaelitos a cargarse a Erandil, cual molinero con los sacos de harina. Su peso lo hizo desfallecer durante unos istantes. Su mano siniestra busco el apoyo de la pared mientras con la aun sujetaba a Erandil. Enseguida, antes incluso de que el mismo se diese cuenta, corria tras Gaelitos. Las piernas dolian, las rodillas flaqueaban. Corria buscando la pared, arrastrando sus dedos por ella, ayudandose en los momentos de flaqueo.

Con un restallido final de uno de los coriáceos tentáculos de la criatura se derriba la puerta, hecha ahora un amasijo de astillas y hierro. Mas justo entonces ya te habías deslizado por la apertura en la pared que daba paso al pasadizo y por el que el monstruo -a todas luces- no cabe (aunque sí esas odiosas criaturas, con el nigromante al frente). Aunque ahora ya te daba igual que os siguieran o no. Sólo pensabas en correr.

Así, corres guiado por la luz del candil que porta Gaelitos, que carga como puede a Erandil a través del húmedo y angosto corredor, que serpentea en las entrañas de N´gurth y cuyo final se pierde en la negrura. A veces, crees vislumbra otra tenue luz que titila débilmente y que supones corresponde a Atandil y el valiente muchacho, que corren por delante de vosotros...

Aërengol corria tras Gaelitos, estaba exhausto, terriblemente agotado, tan cansado que de buena gana se hubiese quedado alli mismo hasta recuperar el aliento. Pero no, no podia ser. Aquello venia, sus tentaculos habian destrozado la puerta de una celda, duradera de por si, con dos sencillos golpes.

El ermitaño cargaba con Erandil, mientras por delante Antadil y Brago hacian lo propio. Todos huiamos, como alma que lleva el diablo, la vision del ser dio nuevas fuerzas a nuesros musculos, por agotados que estos estuviesen. 

No podian hacer nada para detener su avanzace, la galeria, fria y angosta los concucia, presumiblemente, hacia el exterior. solo deseaba respirar el aire puro, correr hasta ponerse a salvo y descansar...

Cuando todos estáis fuera de las catacumbas, ya era casi de noche. Sin embargo, en el pueblo parecía haber una actividad desacostumbrada, aunque ante vosotros había ahora una gran explanada, iluminada por la luna, sin nadie a la vista.

-Ahora viene la parte final -dijo Gaelitos mesándose el bigote- hay que escapar de aquí. Antes, sin embargo, Gaelitos intentó reanimar a Erandil. Al menos hasta que estuviera consciente y que pudiera caminar. El viaje era largo y no podrían cargar con él todo el rato*. Así, tras un rato de primeros auxilios y algún sortilegio, Erandil, mejoró levemente. Al menos, ya podía incorporarse**.

Al fin estabamos fuera, practicamente a salvo. Mientras Gaelitos reanimaba al paladin, Aërengoll echaba un amplio vistazo alrededor, intentando averiguar donde habian salido. Cierto era que no conocia el lugar lo suficiente, pero quizas ya hubieran pasado por alli.

Debiamos recuperarnos rapido y correr, correr hasta encontrar un sitio donde escondernos, descansar, dormir, renacer.

Entre una fuerte respiracion, no estaba acostumbrado a esas carreras, inhalaba todo el aire que podia.

Cansado y nervioso, mientras acababan de atender a tu inestimable compañero, subes hasta un saliente para captar una buena perspectiva del lugar. Y también del mar, que lucía esplendoroso al final de un pequeño sendero que bajaba hasta la playa, bajo la radiante luz de Ithil.

Allá a lo lejos, pasada la escollera, se alzaba la borrosa y sombría silueta del Arrecife de Ossë y, al vislumbrarlo, no pudiste por menos que recordar todas aquellas horribles historias que habíais escuchado en las últimas horas... leyendas que describían aquellas rocas como una verdadera puerta de acceso a regiones de horrores ignotos y monstruosidades inconcebibles.

Entonces, de repente, ves los destellos intermitentes de una luz en el lejano arrecife. Tus músculos se tensan para una huída precipitada, contenidos tan solo por cierta cautela inconsciente y una fascinación casi hipnótica. Y para empeorar las cosas, desde N´gurth -del que habíais salido moderadamente lejos-, surgían otros destellos análogos, aunque diferentemente espaciados, y que sólo podían ser una señal de respuesta.

-Vamos, Erandil, debemos irnos cuanto antes. Mira -dijo Gaelitos señalando los acantilados-, vienen hacia aquí. No pueden permitir que escapemos vivos con su secreto.

-Al menos la lluvia ha remitido. Desde que esas malditas criaturas habitan aquí la climatología anda como loca: copiosas lluvias, extrañas brumas y un mar picado que dificulta la pesca -el paladín se retorció un poco más el fiero bigotazo de vencejo, y viendo que Erandil ya se podía incorporar, aunque lentamente, concluyó- ¡Vámonos!¡Y que Ulmo en su infinita sabiduría contenga la ira de Ossë y de sus abyectos vástagos!