Partida Rol por web

-Curioso que justamente tu lo digas...

Inome estaba bastante serio y silencioso, no parecía demasiado a gusto con dirigirse hacia donde dirigían.

Scire le miró oblicuamente.

-Yo no considero que lo que tengo haya venido gratuitamente -dijo por toda respuesta, con un ligero toque sombrío en la mirada.

Azur había estado todo el rato silenciosa, y no pensaba romper esa postura aparentemente. Ni una palabra por todo el camino, ni se había quejado del brazo. Tan solo avanzaba como autómata, dando la impresión de que se exigía a si misma una dureza excepcional.

Seryu hecho una carcajada para luego decir:
-“Vivir como es debido? Eso quiere decir que todas las personas que no pueden vivir así viven en error, por ser pobres o tener menos que esto-dice señalando la casa con un ademán-realmente no te preocupas por cosas mundanas como un titulo o una buena familia…o quizas nisiquiera por cosas mundanas como el mundo…”- jaque, pensó Seryu, antes nunca se hubiese planteado siquiera haberle hablando a Scire así…

- Loz patazlargas discutíz por tonteríaz ¿No oz duele la lengua de hablar de cozaz zin zentido? Bolg nunca entenderá a loz humanoz. Dizcuten por el zignificado de laz palabraz... No tiene zentido. Murmuró el goblin sin ningún tipo de actitud hostil, y a nadie en particular.

Su rostro era de hastió, pues realmente no entendía a que había venido aquel intercambio de palabras. Lo que si había captado perfectamente, era la tensión, que se podía cortar con un cuchillo, que había entre los interlocutores.

Nauj caminaba por la escalera sin prestar demasiada atención a la discusión que mantenían Scire y Seryu. Le preocupaba bien poco que la muchacha viviera en una mansión o en una choza de ramas; lo importante era llegar, reponer fuerzas y escuchar lo que ella tenía que explicarles.

Es verdad que, momentos antes, cuando se abrió el telón formado por árboles y quedó al descubierto aquel gran caserón, Nauj se había sentido asombrado y extrañado a la vez; era lo último que esperaba encontrar allí en medio del tupido bosque, donde costaba caminar y no parecía caber nada de tamaño mayor a una pequeña cabaña.

Sonrió ante los comentarios que el goblin dedicó a los de su raza y continuó por el camino, en dirección a la residencia de los Seihmel.

Shadar escuchaba la conversación y se limitaba a observarlo todo; el paisaje, sus compañeros, el modo en que Scire había descubierto el camino hacia su casa, las marcas en las piedras... observaba todo como un simple espectador, sin ninguna intención de participar. No pretendía ir mas allá, que aquél que observa como un pintor realiza su cuadro. Porque si participaba de cualquier manera, el cuadro podría cambiar y perder su esencia. Y un cuadro sin esencia no vale gran cosa...

-No espero que me entiendas mucho -se limito a responder, desinteresada- Simplemente, detesto a la nobleza que se cree mas de lo que es y necesita ser reconocida como tal en la sociedad. Definitivamente, comprenderás que no nos interesa algo tan tonto como la opinión externa, pues tenemos nuestros conocimientos.

La parte delantera del caserón estaba delante con aquel leve halo de misterio que le envolvía además de la protección anteriormente vista, sobria e indiferente. Scire llegó primero a la puerta, como era de esperar. Se pudo ver como, al estirar la mano para abrirla, se detuvo un solo instante, cerró los ojos, y respiró hondo. Pasó luego, dejando la puerta entre-abierta invitando a pasar, aunque al instante se vió un resplandor de fuego y un sonido sordo por la abertura.

Tras la respuesta de Scire, solo me limite a sonreír, saliendo un “Hump…” como toda respuesta.
Una vez que la puerta fue abierta note un resplandor de fuego, poniéndome en batou automáticamente…

Shadar estaba justo detrás de Scire. La joven se detuvo un instante, para reunir fuerzas antes de abrir la puerta, y él se hizo a la idea de como se podía sentir. Cruzar el umbral y volver a casa, supone recordar, con todo lo que ello acarrea con sigo. Pasó al interior y sucedió lo inesperado. Un fogonazo le puso alerta. Reaccionó instintivamente. De una patada empujó hacia adentro la hoja entreabierta de la puerta y se echó hacia el lado, mientras un conjuro acudía a sus labios.

El pequeño goblin se agazapó aun más si cabe. Todo el bello de su cuerpo se erizó, y empezó a emitir leves sonidos con la garganta, mientras mostraba los dientes.

Instintivamente, se colocó junto a Nauj, con sus dos dagas desenfundadas y en las manos, listo para actuar ante cualquier contratiempo.

Parecía que cada vez que salían del fuego, era para caer en las brasas.

Nauj también se puso alerta ante el repentino fogonazo. En apenas un instante notó la protección del pequeño guerrero goblin que siseaba a su lado con las armas en las manos y él comenzó a convocar al fuego que en aquellos momentos notaba rebosar a su alrededor.

Antes de que pudiese decidir hacer algo más, el mago le dio una patada a la puerta dejando la visión libre de lo que ocurría dentro.

-¡No me detendrás, vieja arpía! -se escuchó de pronto tras que la puerta se abriera. La voz era la de Scire, y venía con un tono que estaba a medio camino entre la burla y lo firme- Ya puse un pie dentro, no tienes nada que hacer al respecto.

El ámplio y oscuro recibidor principal, tenuemente iluminado, era el marco perfecto para una reunión. Los allí presentes, moradores de la casa, eran diversos y variados en cuanto a detalles, pero habían ciertas cosas en común: casi todos tenían el cabello negro, y los ojos inclinandose a los tonos oscuros o cuanto menos, apagados. Habían algunas excepciones salpicadas, algunos ojos dorados, algún azul incluso, y cada tanto tonos de cabello algo mas claros. Lo que no cambiaba es que por regla general, la mayoría de aquellos personajes se veía cuanto menos, siniestros.

Desde la barandilla del segundo piso se podían ver a dos personas, un hombre ya adulto de cabello rojizo oscuro, ojos de un tomo similar y familiar a la par. Un aire de misterio potenciado por su expresión pensativa y calma parecía acompañarle. Tunicas largas y oscuras, sobrias y funcionales componían su vestimenta. Junto a él otro individuo algo mas joven aparentemente, que resaltaba por ojos profundos y claros. Cabello largo, lacio y negro siguiendo la regla, y tunicas en tono negro mayoritariamente, aunque detalles blancos se dejaban entrever cada tanto.

Apoyada contra la pared junto a una puerta secundaria, había una mujer con la misma característica de cabello, aunque la mirada era de un tono dorado y exótico, y sus rasgos algo mas duros que la media. Quizá se debiera a que, de toda la concurrencia, era la única que portaba una espada, pendiente del cinturón. Su aspecto era notoriamente el mas desentonante, pues vestía ropas parecidas a las de un peregrino, algo rotas por el desgaste incluso, como si viajara mucho e hiciera mucho ejercicio. A pesar de esto seguía teniendo la palidez del resto.

A medio bajar la escalera, con una expresión un tanto sorprendida pero amable, se encontraba un hombre de rasgos muy bellos...aunque fijandose mejor, mas que amable, casi podría decirse que era un aire mas bien meloso el suyo...esa expresión...Su atuendo era fino, muy fino, este individuo si parecía tener gusto por lo ostentoso: largas tunicas carmesí, con detalle de oro y rubí y bordados exquisitos. El cabello se presentaba corto y de un tono claro, excepcional al menos para lo que parecía ser herencia familiar. Los ojos salían de ser de un tono normal a ser rojos, marcadamente rojos.

Y enfrentada a Scire, algo mas atras y aparentemente habiendo recibido alguna clase de impacto, estaba una de cabellos blancos y una cara maquillada en exceso, procurando marcar estilo. Los ojos eran del mismo color que la muchacha recostada, así que probablemente serían cercanas desde el punto de vista genealógico. Tenía una mirada de intenso desprecio en la cara, y una rasgadura en las túnicas de color verde y rojo que portaba. La cara era enmarcada por una diadema blanca e intimidante. En aquel momento esta parecía recargarse en la pared para pararse correctamente, y tenía una rasgadura en una de las mangas de la túnica verde oscuro y escarlata que portaba.

Probablemente habían mas personas, puesto que para un lugar tan grande serían pocos moradores. Todos estaban bastante atentos a lo que pasaba, y lanzaban miradas de curiosidad hacia ti y los otros recién llegados.

-¿Como te atreves? Mocosa insolente...

Aquella voz sibilina escapó en un susurro que lastimó el oído de los presentes. La energía que la anciana comenzó a emanar en aquel momento no presagió nada bueno, casi podía palparse un deje de odio, y era visible en una especie de aura verdosa.

Scire se cruzó de brazos y negó con una media sonrisa.

-Hubiese sido muy desafortunado si al entrar por la puerta hubiese recibido ese conjuro de lleno. Entiendo que probablemente te hayas confundido o asustado por la visita, como para una agresión tan directa. Y yo he reaccionado defendiendome, afortunadamente no me ha pasado nada así que puedes estar tranquila.

Ahora era cuando caías en cuenta de que en la madera de la puerta, había una chamuscadura importante. Con aquel tono cordial pero que claramente destilaba ironía, continuó:

-Menos mal que no ha pasado a mayores, ya sabes, se supone que no debemos atacarnos entre nos a sangre fría. ¿Verdad que no fue esa la intención?

La sonrisa de Scire desapareció.

-No has cambiado nada.

Miró uno a uno a los presentes con expresión mas suavizada, aparentemente les tenía mas afecto o al menos los toleraba mas. Al hombre de cabellos rojizos en concreto, le saludó con muchisimo respeto. Por alguna razón, te pareció que eran familia directa.

Luego giró la cabeza, observandoles.

-¿No van a pasar?

-“Quieres que la mate, Scire?"-fue lo único que dijo Seryu sin moverse todavía, observando a todos, pero mirando directamente a la anciana, esperando la respuesta de la joven…

Nauj se relajó un poco al ver que los ocupantes de la casa eran conocidos de Scire. Con una relación bien peculiar, es cierto, a juzgar por el fogoso recibimiento que les había brindado la anciana. El encapuchado llamó a su perro y atravesó el umbral, entrando en la sala y colocándose junto a la muchacha.

- Buenas noches -saludó, sin mirar a nadie en concreto.

Bolg se limitó a seguir a Nauj, cauteloso y desconfiado. Mirando a todos lados y olfateando nervioso el aire de aquel lugar. Los músculos del pequeño goblin seguían en tensión, apretando fuertemente las dos dagas con sus nervudas manos. Listo para actuar en cualquier momento.