Partida Rol por web

La cuerda se había enrollado con éxito en el cuelo de aquella sabandija. Hizo el gesto que se hace al tirar de los dos cabos de una cuerda para aumentar la presión. Los ojos miraban para todos lados y no encontraban al agresor. Aún le faltaba un punto de apriete para que estuvieran desorbitados, así que repitió la operación. Los mas posible era que aquél pobre infeliz muriera sin siquiera conocer a su atacante.

Mientras estrangulaba desde la distancia trató de aguzar el oído para saber como iban las cosas por abajo.

Tanto el esbirro de la espada como el hombre del hacha doble seguían enfrascados en su propia pelea, olvidandose por completo de todo lo demas. Pasaban desapercibidos tras haberse alejado unos cuantos metros sumidos en su riña, al punto de ser engullidos por el tumulto general formado por gente corriente, ocasionales personas de paso por el lugar, la guardia y los atracadores. Si se alejaba demasiado probablemente perdieras tu influencia sobre él, ¿pero que importaba? La mentalidad de ambos era predecible, y una vez desatado el altercado por uno u otro motivo no era muy realista que se detuvieran a charlarlo y solucionarlo.

Por otra parte las cosas no mejoraban para el bandido que estabas extrangulando. Por mas que forcejeaba con la cuerda no conseguía impedir que esta siguiera con su doloroso estrujón. Ante el aumento de la presión el rostro empezó a tornarse algo morado, no aguantaría mucho mas.

Abajo no había demasiado ruido aún, salvo que cada pocos segundos se oía el estruendo de algo pesado embistiendo la entrada. Alguna que otra voz se percibía entre golpe y golpe, pero no llegabas reconocer de quienes, y menos lo que decían.

Asentí y sonreí ante la seguridad que Seimhel depositaba en las dos espadas, ahora vería de que éramos capaces.

- Recordad, que antes de este pueblucho, - les dije a ambos - la muchacha es vuestra prioridad. - Miré al guardia, interesado - ¿Cual es tu nombre?

Me dirigí al espadachín herido, ahora se probaría el valor

- Que entren, ahora veremos que sucede...

-Krate señor. Ya me había presentado con usted en Yrubac -contestó aquel. No pareció disgustarle el olvido de su nombre, despues de todo era un soldado raso corriente.

Los golpes siguieron un poco mas, y con cada uno de ellos la gente en la barricada se tambaleaba mas y mas... en pocos instantes entendieron que terminarían entrando, y al ver la "defensa" ya preparada se pusieron de acuerdo para salir de la puerta todos a la vez.

-3...2...1...¡YA! -tras que uno de esas personas hiciera la pequeña cuenta atrás la entrada quedó solo cubierta por el bloqueo improvisado durante unos instantes. Y fue entonces cuando salió volando toda la barricada, la puerta hacía rato que tenía las bisagras resentidas, y sin el apoyo extra fue tumbada en esa última embestida. Desde el exterior se hicieron presentes unos rudos brazos que apartaron del umbral los obstáculos, y finalmente entraron donde deseaban tras dejar tirado un tronco de buen tamaño que habían estado usando como ariete.

El primer individuo, que fue uno de los que despejó la entrada, era un humano algo veterano ya. Relleno de complexión, pero robusto y de fuertes brazos, empuñaba un martillo pesado. Toda su ropa consistía en un pantalón gastado de cuero negro y unas botas pesadas del mismo material, traía el torso descubierto mostrando bastantes tatuajes toscos de mal gusto repartidos por la espalda y brazos: mujeres desnudas, craneos...Alrededor de la cabeza traía una banda de cuero, para apartar de la frente el cabello corto y castaño.

Tras de este entró un mediano que iba descalzo, vistiendo un jubón verde y pantalones de tela gris que acababan poco antes del tobillo. Tenía relativamente poco cabello (de hecho incluso te parecía que los pies estaban mas peludos que su cabeza) en color negro. Traía consigo una espada corta y una marca le cruzaba la cara de forma horizontal. No contribuía a su "agradable" imágen el hecho de que tuviera cara de pocos amigos.

En tropel, otros dos llegaron detrás: Uno era humano, si, pero tenía una pinta de bestia que hacía dudar. Figura robusta, un poco encorvado, con un hacha corta en las manos y le faltaban varios dientes. De todos era el que mas sucio estaba, de sangre y mugre, el pelo rizado enrredado parecía no haber sido peinado jamás. Vestía una harapienta camisa blanca sin mangas, y pantalones de piel de algun animal de pelaje marrón. Botas metálicas calzaban sus pies, y dirigió una mirada alrededor como si estuviera un poco perdido.

Finalmente entró una mole de piel grisácea: piel arrugada, armadura de cuero endurecido bastante descuidada en cuanto a higiene, dientes que no tenías claro si eran deformes o solamente rotos y una mirada que recordaba mas bien a la de un animal salvaje. ¿Un orco? A saber...traía una espada mellada de metal corriente.

-Ya era hora de que se entregaran al destino -comentó burlón el mediano.

-Se que Hebt salió de aqui persiguiendo a una pollita preciosa, seguro hay mas...-recorrió la vista, escrutando momentaneamente a las féminas del local. La mayoría se encogió, era abominable para cualquiera de las mujeres presentes imaginarse siendo raptada por aquel desagradable personaje.

Los otros dos no dijeron palabra pero asintieron y sonrieron cómplices, solo se limitaron a avanzar. Sin embargo cuando avanzaban se toparon contigo, con el joven espadachín y con el guardia cortandoles el paso.

-Ah, ¡pero si es una pandilla de ratas pretendiendo ser hombres! -dijo el sujeto con varias piezas dentales faltantes justo antes de que empezararan las hostilidades. La gente se retiró en su mayoría lo ams lejos posible de esa zona del local, dejando una multitud de mesas vacías interponiendose entre el combate y su integridad física. Scire no se movió de las escaleras, que estaban justo a tu espalda. Los empleados que viste anoche estaban algunos metidos bajo la barra y otros de pie con alguna escoba o arma improvisada en la mano, pero no tenían ganas ni de lejos de acercarse.

El bandido del hacha se fue directo contra el espadachín, que solo le dirigió una fría mirada antes de empezar la trifulca.

La "cosa" que parecía ser un orco se fue de lado directo por la gente, pero se encontró con Krate que le cortó el paso. Estaba algo nervioso, pero no lo dejaría pasar.

El veterano y el hobbit te rodearon por instantes, divertidos.

-Nos queda el señorito en armadura, jaja -escuchó que pronunciaba el hobbit justo antes de lanzarse a buscar tus puntos débiles con el filo de su arma. Debido a su altura era probable que buscara herirte las piernas ya que la armadura mantenía a buen resguardo el rostro. Sin embargo empezó con muy mala pata aquel disturbio, porque apenas avanzó un paso apoyó mal el pie y se le dobló. Hizo una mueca de dolor, no era nada grave pero en esos momentos era probable que se moviera mas lentamente, y le costaría caro a la hora de evadir con total seguridad.

El hombre del martillo no se hizo esperar, en una proeza de su fuerza levantó su arma y se adelantó con ferocidad, dejando caer el terrible golpe sobre ti.

Finalmente un último estruendo fue mas fuerte que los anteriores. Estaba claro, la puerta de la planta baja acababa de ceder, y probablemente agresores estaban ingresando ahora mismo. El tiempo apremiaba.

-¡Mierda, han entrado!- El hombre de la porra se resistía a abandonar este mundo. -Venga, muérete de una vez- Seguía manteniendo los brazos en tensión, tirando de los extremos de una cuerda invisible que representaba la que estaba mas abajo.

Azur se seguía desangrando y debía aprovechar que los otros dos habían ido a matarse para cogerla antes de que fuera demasiado tarde y de que nadie mas se fijara en ella y el hombre que se asfixiaba.

La porra se deslizó de los dedos de aquel sujeto, casi con gracia y suavidad. Se posó en el suelo justo antes de que aquel quedara tan inmóvil como el trozo de madera que había empuñado antaño, tan solo la cuerda mantenía el cuerpo "de pie" recordando vagamente a una horca.

Azur no se había movido, y al estar en el suelo parece que la gente que pudiera estar cerca no le prestaba atención. Despues de todo había muchos cadáveres bajo el cielo nublado (lo estaba tanto de hecho, que había adquirido un homogéneo tono perlado), uno mas no solía hacer la diferencia en esas situaciones. Y realmente parecía tan solo un bulto mas en el suelo, ¿seguiría viva?

Las circundantes riñas parecían estar avivandose conforme pasaba el tiempo, mas alaridos, aún mas choques de metal, incluso alguien salió volando de entre la turba yendo a darse contra la pared donde estaba tu ventana. Era bastante joven, menos de veinte años probablemente. Su tono de cabello era similar al de Azur pero ligeramente mas oscuros. Vestía un pantalón negro que desaparecía dentro de unas botas altas de cuero bien cuidadas, un jubón rojo con discretos detalles dorados y para rematar el atuendo, una capa de viaje gris oscura con bordeados verdes.

-Al final el joven ha resultado obediente. Ha hecho justo lo que le he pedido.- Pensó con ácida ironía. La tensión en los brazos desapareció y bajaron de repente, al igual que el cuerpo inerte y la cuerda, que se deshizo suavemente y calló al suelo.

La batalla empezó a cobrar fuerza poco a poco, como la llama que prende en la madera que resta un poco húmeda. Y como la misma, de vez en cuando iba desprendiendo súbitas llamaradas que ardían con fuerza en donde el calor de la batalla había ganado terreno. Uno de esos virulentos fogonazos fue a estrellarse contra la fachada en la que se encontraba.

Se concentró y empezó a lanzar sobre si mismo un conjuro de volar. Poco a poco sintió como su cuerpo se volvía mas ligero y parecía querer dejar de tocar el suelo. Controló esa sensación y se dispuso a salir por la misma ventana que Azur, esperando correr mejor destino.

Se levantó de su accidentado aterrizaje sujetandose el hombro, y estuvo unos segundos acuclillado antes de ponerse de pie del todo. Miró furtivamente alrededor, buscando a su enemigo.

No lo hayó en primeras instancias, pero si avistó al extrangulado bandido, que se detuvo a contemplar momentaneamente dada la extrañeza de su muerte al igual que su final desplome en el suelo. Y en un momento de hecho, los ojos verdes de aquel muchacho se cruzaron con los tuyos conforme salías del marco de la ventana. Una mirada seria y suspicaz, algo que podía llegar a incomodar. Casi como si hubiera identificado de inmediato algo. De cerca pudiste apreciar que tenía una curiosa cicatriz en una de las mejillas.

Tampoco te dedicó mas que eso antes de apartar la vista hacia otro punto del tumulto. De repente hizo algunos gestos que enseguida reconociste como conjuración la mano describió un círculo en el aire y algo mas en el centro que no llegaste a apreciar con la suficiente lentitud como para deducir. Luego la palma ascendió conforme decía algo con una voz firme y eficiente:

-Fulmen Candidus

Por un momento te planteaste que estuviera pensando en atacarte, y fue entonces cuando la palma bajó súbitamente conforme daba un solo paso atrás para tener buen apoyo en el suelo. Se escuchó un ruido de chisporroteo eléctrico provenir de la cercanía a la par de que se percibió entre la multitud un resplandor blanco. Seguidamente una exclamación de dolor y por el suelo apareció un nuevo cuerpo. No se lo podía apreciar bien, pero era alguien de buen tamaño y piel cenicienta. Si ese era el sujeto al que quería impactar, realmente tenía muy buena puntería como para no herir a nadie mas estando tan pegado al resto de las personas. Luego de esto aprovechó unos instantes para llevar de nuevo la mano al hombro y frotarlo ligeramente. Además miró alrededor con evidentemente pocas ganas de participar en el conflicto de nuevo. Algo buscaba, absorto en lo suyo y sin volver a prestarte atención a pesar de que estabas relativamente cerca.

Tus pies tomaron tierra sin ningun problema, tras dejar la seguridad de la ventana. Aquella pequeña zona estaba momentaneamente despejada, aunque como habías podido ver el fragor de la batalla tardó pocos instantes en volver a invadir ese resquicio de espacio. Estando en tierra apreciaste que, de hecho había una disputa entre guardias y otro puñado de bandidos que si bien antes estaba "lejos" se había ido moviendo hasta tan solo veinte metros de la posición de la caída mujer.

Te diste cuenta enseguida de que si no te movías pronto algún problema acabaría encontrandote. Una flecha pasó rozandote la oreja, que algún arquero había perdido. Uno de los guardias que luchaban cerca retrocedió algo acercandose un poco mas a tu pocisión y de repente se arrojó al suelo. Lo siguiente que viste fue algo que cruzó el aire a toda velocidad, y de imprevisto una oleada de dolor proveniente de tu muslo izquierdo recorrió tu cuerpo. Una daga de acero brillante y empuñadura tosca acababa de enterrarse en tu carne, profundamente.

Algo completamente inconcebible en un momento y circunstancias así se materializó de súbito en todo el pueblo. La tierra se partió tras cubrirse de una hierba tierna que empezó a crecer de súbito. De esta crecieron algunos cardos y arbustos que tardaban nada en florecer, marchitarse, dejar caer sus semillas y volver a iniciar el ciclo. Esto hacía que en cuestión de segundos la flora se multiplicara. Parecía como si el cíclo vital de la naturaleza estuviera siendo acelerado y forzado a una velocidad imposible, incluso jovenes y delgados árboles se habían abierto paso y aumentado su tamaño hasta ser maduros árboles de sauce y nogal entremezclados. Hasta el aire se había vuelto mas fresco y puro, era un bienestar tremendo el tan solo respirar.

Todo este repentino crecimiento de un bosque, sin explicación o salido de la nada había detenido la mayoría de las contiendas de todos los bandos posibles, y exclamaciones de incredulidad a la par que de admiración y susto se hicieron audibles en forma de murmullos distorsionados. Lentamente algunas se fueron retomando en forma de ataques sorpresa, y otras tantas fueron abandonadas pues los participantes decidieron huír de aquel extraño efecto, inquietos.

No entendías que estaba pasando, pero de repente Ivere se había tornado una especie de zona boscosa. La persona de la cicatriz cerca de ti, dirigió una mirada con el ceño fruncido a todo ese espectáculo, sin comprender tampoco.

Impenetrable mi rostro, observé a aquella agrupación de bandidos. Variopinta, cuanto menos. En posición de guardia con el arma desenfundada, los observé acercarse. Cuerpo en tensión.

"Ahora veremos por donde quedan los fanfarrones" pensé

No dejes a ninguno con vida... ¡Ni uno!

Suspiré y preparé mente y cuerpo para el combate. Aquello acabaría rápidamente

Las cosas afuera se estaban tornando extrañas. Estando dentro de la posada fue algo dificil enterarse, pero de repente fuera del umbral de la puerta y através de las ventanas todo se veía verde. Era como si de repente todo el pueblo se hubiese vuelto una zona densamente boscosa.

-Argh- La pierna flojeó ligeramente cuando la daga se clavó. La sacó del muslo con rabia. La tela alrededor de la herida empezó a mancharse de sangre. Unas gotas corrían del filo a la empuñadura marcando su recorrido en rojo. Miró con odio a la zona de donde procedía la daga, buscando a su dueño.

Las yemas de los dedos empezaron a brillar con una luz verdosa y en un instante la daga también fue envuelta por la misma luz, que en el filo se tornaba en llama verde. Y con furia se la mando devuelta a su portador.

Se acercó a Azur, ignorando al otro mago que estaba cerca de él y la tomó en brazos. De repente Ibere se sacudió por una oleada de verde. La naturaleza había decidido hacer acto de presencia y lo hacía a lo grande. Durante unos breves instantes, contempló el maravilloso espectáculo buscando a quién lo había originado, pero rápidamente decidió que no le importaba lo mas mínimo y empezó a elevarse hacía la ventana por la que había salido.

Durante los instantes que te detuviste a observar, en primeras instancias solo avistaste verde y mas verde. Pero el crecimiento de toda esa flora entre otras cosas había hecho apartarse a un lado a muchas personas allí congregadas, por lo que tu vista se encontró en oportunidad de tener en cuenta mas detalles que antes no pudo debido al estorbo de la multitud y de forma excepcionalmente clara de hecho. En la periferia opuesta de donde te encontrabas, tu atención fue acaparada por un joven de cabello corto y rubio, vistiendo un traje blanco con detalles verdes. Dentro de lo poco ostentoso, sus ropas eran ligeramente mas cuidadas que la media circundante y en aquel momento se encontraba apoyado en un bastón. Bajo sus pies el suelo había adoptado un color verde puro e intenso. Esto duró solo un momento, ya que la ejecución había alcanzado su punto culminante. Casi cayó al suelo luego de semejante despliegue de energía (mas que comprensible contando lo que acababa de hacer) pero se apoyó con vehemencia en el báculo para evitarlo. Algo torpemente, empezó a movilizarse, y algunos otros individuos que no sabían si estaban o no con aquel aprovecharon a hacer lo mismo. Cuando abrió lo ojos, advertiste los iris de tono esmeralda cristalino.

Ese muchacho iba acercandose a la zona donde estabas, pero no hacia ti en concreto, sino a la lucha de la cual había salido la daga que te hirió. También con rumbo al mismo sitio comenzaron a movilizarse otros individuos que iban saliendo de la sorpresa inicial de forma temprana.

A punto de saltar sobre alguuno de los integrantes de la contienda guardias-bandidos gracias a la cual fuiste herido, un piel-verde pequeño y bastante típico con ropas de piel toscas y muchas cicatrices como distintivo reptaba acechando. A la par, un hombre con ropas también de pieles bastante rústicas andaba intentando ocultarse y bastante cerca de este. Apreciar su rostro era imposible mientras estuviera oculto en las profundidades de una capa con capucha del mismo color cuero de sus ropas.

Un algo sucio y poco precavido muchacho con toscas protecciones de hueso y metal como armadura avanzaba sin ningun intento de sigilo por entre el verde, portando un muy pesado espadón llamativamente grande y deforme en cuanto a bordes.

Por otro lado te fijaste en una muchacha muy joven y bastante bonita, de 16 o 17 años probablemente. Traía un vestido simple de una pieza, sin mangas y bien cerrado al cuello en color perla, sus pies aparecían calzados por mocasines. También unos guantes altos que acababan unos veinte centímetros antes del hombro, sujetos por brazaletes dorados para que no se cayeran.

Un cinturón del mismo color, bastante flojo y mas decorativo que otra cosa podía apreciarse en la cintura, ladeado mas de un lado que de otro y ciñendo la ropa. En la mano derecha portaba un baston de madera clara delgado con una esfera cristalina engarzada en el extremo, y detalles dorados a lo largo del mismo. Por último una fina tela roja, larga y liviana que daba algunas vueltas al cuello y dos extremos caían hacia atrás.

Ese era un bastón curativo propio de los monaguillos del clero de Alanku, al igual que el atuendo. Te eran conocidos ambos, probablemente fuese alguna aprendiz a clériga de la capital, su único propósito en la vida era ayudar y profesar la fé. La venía medio arrastrando del brazo una mujer mas adulta que pasaría los 20, de piel casi cerúlea, cabello largo tan rubio que casi pasaba a ser blanco. Una capa de piel de oso blanco, botas del mismo material, pantalones de cuero teñido en blanco y un peto que parecía hecho con escamas de admantita terminaban de darle un aspecto severo a un rostro que de por si ya lo era.

De momento nadie mas se estaba moviendo hacia allí, y tampoco era de tu interés en ese momento, ¿o quizá si?

Te centraste en la daga que te había herido, proveniente de un pícaro con cara de rata que procuró aventarla al soldado que viste pegarse al suelo con motivo de evadirla. En aquellos instantes se encontraba en estado de sorpresa como la mayoría por el espectáculo natural, por lo cual recibió la daga sin aviso alguno. Se encogió dolorido, y algo de rojo manchó la hierba fresca.

Tu atención ahora pasó a ser Azur. Al levantarle de su pequeño charco de sangre comprobaste que seguía respirando pero también sangraba, y aunque su constitución era fuerte, a la larga la perdida de sangre iba a poderle. Tenía a la vista la carne viva, la caída del hacha había rasgado el atuendo, las escamas y también la carne. De hecho quizá hasta los huesos de esa zona estuviesen severamente afectados. Hacer peso en el apoyo herido te fue doloroso, pero al perder tierra se vió momentaneamente aliviado.

Después de esquivar ambos ataques, me dirigí a atacar a aquel gigante con el martillo. Necesitaba quitarmelo de encima antes que cualquier otra cosa, pero aquel hobbit también podía resultar molesto

Después, aquellos fulgores verdes. Me cubrí los ojos e intenté no distraerme demasiado del combate

Las cosas empezaban a agitarse, y violentamente. Obviando los extraños sucesos que estaban dandose fuera de la posada, algunos los que se veían envueltos en la pelea comenzaban a dejar la primera estela de sangre por el suelo. Evadir la torpe maniobra del bandido mediano fue realmente una tontería, peroel veterano de momento era una amenaza temible. El certero golpe del martillo que creías haber evitado se hizo presente al caer sobre uno de tu hombro derecho con fuerza, abollando algo tu armadura en aquella zona tras el estruendo que produjo. De milagro no te había arruinado el brazo entero aún y a pesar de estar en la protección de tu armadura familiar.

-Jejeje...-el hombre rió tontamente, y comprobaste que estaba preparando un nuevo y probablemente doloroso golpe, manteniendo la cabeza del martillo en el suelo, con la intención de golpearte directo en las costillas con él de un brusco movimiento que ejecutó en el acto.

Escuchaste un quejido de dolor proveniente del soldado, que acababa de recibir un buen tajo en un costado del torso. Sin embargo no se dejó amedrentar ni retrocedió,  reuniendo fuerzas para cargar contra aquella bestia haciendo gala de la digligencia presente en un veterano del ejército de Alanku

El chico estaba ileso aún, se le veía versátil y concentrado. No era un principiante, se le notaba. El hacha cayó de forma lenta y pesada intentando dar con él, pero un ágil paso hacia el costado puso distancia. La punta de la espada se adelanto eficiente e instantaneamente luego de esto, sin dar oportunidad a que el bárbaro volviera a equilibrarse.

Una parte del reluciente metal se enterró en el torso, y volvió a salir enseguida conforme el muchacho retrocedía ágilmente buscando su proxima oportunidad para manchar su espada.