Partida Rol por web

- Buena suerte, yo no volveré ahí casi la bestia se hace conmigo, están luchando es decir están alerta será muy difícil pillarlos por sorpresa e igual de difícil que no te detecten. Intentaré buscar un cobijo antes de que salga el sol, ¡ten cuidado!.

Enzo huye del lugar ocultándose y moviéndose en sigilo intenta buscar un cobijo para ocultarse del día.

Siento como un intenso temor recorre todo mi cuerpo. Un temor más allá de toda lógica, un temor irracional.

Delante de mí queda una persona que me ha tirado la piedra y otros tres en el suelo, todos en el camino de huida. Con un rugido de rabia me lanzo hacia el templario para darle dos nuevos garrazos y empezar a abrirme paso para poder huir del fuego.

Nuevamente la mente de Allan parecía mejorar, seguía teniendo miedo sin saber todavía si tenía más miedo de los templarios o de sus propios compañeros, siguió agazapado en la maleza hecho un ovillo mientras intentaba tranquilizarse con el miedo atenazandole y que en cualquier momento le podría hacer enloquecer nuevamente.

Bilyana golpeó con sus garras al templario que quedaba hasta que acabó con él, se disponía a huir cuando alguien invisible, la golpeó, sintió una aguja, como una picadura de mosquito, y de repente cayó desplomada al suelo, no pudo ver la cara de su atacante. Pero al igual que ella, uno a uno, siguieron su misma suerte, atacantes invisibles que les daban caza, que les clavaban algo hasta que les hacía perder la consciencia.

Cuando despertáis no sabéis donde os encontráis, no sentías a la bestia y os encontráis relajados después de un reparador sueño, sentís que os han alimentado contra vuestra voluntad, para algunos una violación, para otros la diferencia entre la vida y la muerte, aquellos que estabais heridos habéis dejado de estarlo, a excepción de Nicolae, Anton, Albert y Pietro, ya que sus heridas eran bastante graves y necesitan más tiempo de curación.

Miráis por la ventana y un letrero os indica donde estáis, en el Monasterio de San Timoteo.

El Monasterio de San Timoteo se alza en medio de un hermoso jardín que parece exuberante incluso de noche. Los coloridos pétalos y hojas son blancos y plata a la luz de la luna, y el aire está cargado con el aroma de las flores e hierbas curativas. Solemne en medio de la vegetación, el modesto edificio está silencioso, y sólo unas pocas velas se oponen a la oscuridad reinante. Desde la habitación donde estáis, podéis oír profundas voces elevándose en un reverente cántico.

Hay una docena de monjes en el patio interior, inmersos en la oración nocturna.

-Os habéis despertado, menos mal -os dice Roderigo-, cuando todos perdisteis el control no supe que hacer y fui a pedir ayuda, cuando os trajeron a todos inconscientes temí lo peor. 

Antes de que podáis hacer alguna pregunta a Roderigo un joven monje os hace señas de que le sigáis, conduciéndoos al interior del monasterio y, bajando por unas escaleras de piedra, a las catacumbas que hay bajo el mismo.

Pasáis juntos a unas hileras de nichos que hay en las paredes, alcanzando por fin el nivel más profundo del monasterio, donde sois guiados hasta una estancia tenuemente iluminada por un cálido resplandor que no parece proceder de ningún purito concreto: no hay velas ni fuego. En el centro de la habitación hay un altar sobre un estrado, y tres sillas en el extremo más alejado: dos de ellas están vacías, pero en la de la derecha se sienta un hombre muy alto y delgado que luce las ropas de un monje y su característica tonsura. El hombre alto se levanta y dice:

-Soy Japheth Cappadocius, primogénito del gran Cappadocius, abad del Monasterio de San Timoteo Mártir -se fija en Nicolae, Anton, Pietro y Albert-, aún no estáis curados, deberíais permanecer en la cama, mis monjes os curaran

Habían llegado a su destino por obra de magia... Antón había perdido la esperanza cuando sintíó sus entrañas arder hasta el punto de encontrarse entre la vida y la muerte entre estertores de dolor sin comprender por qué la sangre de aquel hombre le quemaba. Supuso que era lo mismo que las piedras, pero solo lo podía suponer. Parecía que los hombres santos quizá estuvieran protegidos, pero que le follaran por detrás si hubiera conocido a un hombre santo de verdad y de repente se encontraba a 6 en el camino.

Despertaron todos, prefirió guardar silencio mirando a los demás canallas que le hubieran dejado tirado en aquel camino ante enemigos. Luigi  jamás hubiera hecho eso ¿Que habría sido de él? Se preguntó en silencio.

Se acercó a Mc Tánger y le palmeó el hombro.

- Gracias por el gesto en el camino... Muchas gracias, amigo.- Dijo con cierta dificultad, no estaba acostumbrado a dar las gracias a nadie, al menos no de verdad, en su mundo todo eran intrigas y puñaladas traperas.

A continuación salieron de sus aposentos. Y se encontraron con Roderigo. Verlo le hizo sonreír, aunque le dolía todo el cuerpo.

- El mundo no llorara mi muerte - Le dijo de forma cómica y teatral con el fin de arrancarle una risa al hombre.⁰ 

- Todavía no, gracias a vos. Dejad de engordar nuestra cuenta para con vos o nunca seremos capaces de pagaros. - Añadió volviendo a la normalidad y no diciendo nada más salvo dirigiendo un asentimiento de agradecimiento.

Salió tras los demás al patio, siguiendo el rumor de las voces, todos parecían igual de confundidos que él, o eso veía en su cara. Y se encontró rodeado de monjes orando... eso hizo que el recuerdo de como ardía la sangre de los templarios guerreros en su garganta viniera a su mente y se estremeció¹

Solo estuvo algo mas tranquilo tras las palabras de Japhet quien le recriminó que estuviera fuera de la cama:

- No comprendo por que estas heridas... - Dijo Antón tratando de disculparse por las molestias. -Quiero decir... que agradezco sus atenciones y que no pretendo ser una carga - Rectifico su discurso.

Carraspeó un instante y procedió a Presentarse al darse cuenta de que su confusión había mermado sus modales y hablaba muy mal de él ahora mismo:

- Antón Rossi, erudito y artista, vengo de Milán... y la historia de este viaje es una triste tragedia que aunque quisiera no sería capaz de explicar aunque me lo propusiera. Pero debo decir que sois la primera persona amable que nos cruzamos en estas inhóspitas tierras y por extensión tenéis mi gratitud, buen señor.

A pesar del re sentimiento de todo su cuerpo acompañó de sus palabras de una mas que ensayada reverencia.

Otro de los enemigos cae, ya solo me quedan tres objetivos entre yo y la libertad. Sin embargo los tres parecen agachados, igual simplemente no harían nada por impedir mi huida.

Estoy en ese tris entre huir o seguir luchando cuando siento como un pinchazo. Me doy la vuelta con las garras preparadas para enfrentarme a este nuevo enemigo cuando la oscuridad me invade.

¿Es este acaso el final de Bilyana Strakovski? ¿Acaso la gran guerrera va a terminar por un ataque a traición?

Mis ojos vuelven a abrirse pero tengo que parpadear un par de veces antes de hacerme a la idea de dónde estoy. Parece algún tipo de... ¿convento? ¿Acaso nos capturaron los templarios?

La presencia de Roderigo calma mi temor. Le observo pero, cuando voy a hablar, un joven monje se presenta ante nosotros. No puedo evitar pensar cómo sabrá su sangre, si será tan dulce como se me antoja ahora mismo. Sin embargo ha quedado bastante claro que la gente devota de Dios no es un blanco demasiado tentador ahora mismo, como lo demuestran Anton y Nicolae. Así pues decido seguirle sin atacarle.

Entonces finalmente nos encontramos ante Japheth, aquel que mencionaron Giovanni y su banda. Le sonrío e imito la reverencia de Anton. Bilyana Strakovski digo a modo de presentación, con una tenue sonrisa por la teatralidad de Anton. Traíamos un mensaje para vos cuando fuimos atacados. Lo cierto es que ni siquiera sé si el mensaje sigue en nuestro poder o no, me parece que perdí los nervios de algún modo que no había experimentado antes y no recuerdo muy bien qué fue lo que hice.

          Después de tratar de cofrontar el miedo provocado por el fuego, la obtenebración y la batalla contra los templarios y el peligro que tal vez nunca había enfrentado de tal manera, la duquesa grito al despertar aunque ya no era presa del pánico como antes y cuando pudo reaccionar de nuevo en control de si misma dijo mientras qué reconoce el lugar, a sus recientes camaradas cainitas y a Rodrigo a quienes les sonríe feliz por saber y comprender lo que ha pasado:

            - !Me da mucho gusto verlos de nuevo hermanos ... del destino!    !Hemos vuelto a sobrevivir juntos a pesar de las desgracias a las que nos enfrentamos!    !Muchas gracias por ayudarnos Roderigo!    Pero ya que por lo visto tu conoces tanto al conde Geovanni como a nuestro actual anfitrión y salvador!

             Dice con voz baja María mientras qué se asegura que no hay espías en el lugar ni afuera del cuarto y cierra la puerta antes de continuar con voz baja a Roderigo y el resto, hasta que aparece el joven que les indica que lo sigan, tras intentar acercarse a Roderigo en el camino para susurrarle unas palabras al oído, acompaña frente al primogénito Capadocio, a quien saluda con respeto y etiqueta antes de corresponder presentándose: 

           - Buenas noches estimado señor Japhet Capadocius!    Es un gran placer conocer le en persona, yo soy la duquesa María Borgia del Clan Setita y junto con el resto hemos venido para avisarle que el conde Geovanni desea verle, según me parece con no muy buenas intenciones, así que le recomendaría se preparase con los suyos para ser visitados por el poderoso cainita y sus aliados, nuestros sires, tal vez podrían pedir apoyo de lord Hardestat y los suyos con un rápido y confiable mensajero como nuestro buen Roderigo u otro de su entera confianza

Enzo se despertó tras sentir un golpe pero se siente mejor, no siente esa sensación tan desagradable de la bestia. El lugar parecía calmado, también se sentía saciado no tenía hambre todo era muy raro. Enzo se alzó de la cama para ver donde se encontraban al mirar su exterior vio que era un monasterio. De repente creyó que había sido presa de sus enemigos, pero si era así... ¿qué hacía allí en una cama y sin ataduras? Vivo y más calmado que nunca... Enzo escuchó los cánticos y supo ver que eran de monjes por su experiencia pasada en iglesias y monasterios.  

Detrás de él un monje habla que por ahora no se había percatado. Enzo se dio la vuelta y escuchó mirando al joven de arriba a abajo, para ver la sensación que tenía. Era un joven muchacho vestido de fraile, llevaría poco tiempo entre aquellas paredes... es la sensación que le dió. El muchacho parecía alarmado y según su explicación fue él el que los vio y los recogió. Pero antes de poder hablar con él les conduce hacia las catacumbas...

Por las catacumbas vieron una luz sin origen alguno, viendo nichos a los lados hasta llegar a una sala con un altar y sillas. Un vampiro está allí y se presenta como el abad del monasterio. Un vampiro del clan de los Cappadocius...

- Un honor conocerle y gracias por ayudarnos, soy Enzo Bonacelli del Clan la Sombra.

Dijo Enzo haciendo una lenta reverencia hacia el abad.

Albert se desperto algo dolorido  pero por lo menos se habia despertado libre de ataduras y amenazas de una muerte proxima, aparte sentia que le habian alimentado y aunque le daba asco que lo hicieran sin permiso no podia mas que sentir que habia sido necesario.
Segui a Roderigo mientras observaba la vida del monasterio , habia matado a un hombre "santo" y ahora se encontraba rodeado de ellos algo que le hacia preguntarse la razon de que no estuvieran siendo ejecutados en aquel momento pero tampoco tenia el animo de preguntar abiertamente aquello.

- Gracias por el gesto en el camino... Muchas gracias, amigo.- Dijo con cierta dificultad, no estaba acostumbrado a dar las gracias a nadie, al menos no de verdad, en su mundo todo eran intrigas y puñaladas traperas.

No hay de que , mi oficio es o era salvar a gente de una muerte proxima  solo intente hacer lo correcto- le dijo sin mas mientras seguia valorando en su mente las implicaciones de que su sangre pudiera contrarestar los daños de aquellos soldados bendecidos por dios y hasta que punto se volveria efectiva, quizas tendria que probar en alguno de los soldados caidos a ver si el echo de tener su sangre protegida de alguna manera contra mordeduras tambien los hacia inmunes a la recepcion de esa sangre maldita.

mientras cabilaba todo aquello llegaron hasta el Abad que era su objetivo y escucho sus palabras de amabilidad , si aquello era posible viniendo de un hombre de dios hacia los demonios en los que se habian convertido.

-Soy Japheth Cappadocius, primogénito del gran Cappadocius, abad del Monasterio de San Timoteo Mártir -se fija en Nicolae, Anton, Pietro y Albert-, aún no estáis curados, deberíais permanecer en la cama, mis monjes os curaran

Soy el Dr. Albert Mctagger , agradezco su preocupación pero es innecesaria, pronto estare en perfectas condiciones- le dijo al abad , mientras sabiendo las posibilidades de su sangre decidio concentrar todo su ser en curarse a si mismo  con ella.

Piero había regresado sobre sus pasos al enfrentamiento entre los templarios, decidido a ayudar a sus compañeros a acabar con aquellos guerreros de Dios. Apenas pudo ver cómo Bilyana descargaba sus garras contra el último de los templarios antes de sentirse golpeado por lo que tuvo la sensación de que fuera el golpe de una aguja sobre su cuerpo. Luego, todo se volvió oscuridad para el pintor.

Al despertar en el Monasterio de San Timoteo, Roderigo les explicó que era el responsable de que les hubieran encontrado los monjes, y acto seguido un joven monje les conduce al interior del monasterio hasta las catacumbas de este, donde divisan a un monje alto y delgado que se presenta como Japheth Cappadocius.

-Es un honor conocerle -dijo el rechoncho pintor, sabiendo que aquel era el vástago al que le debían entregar el mensaje-. Mi nombre es Piero Mantegna, pintor florentino.

En un momento estaba hullendo, poseido por sus propios instintos llamados, la bestia, una criatura destructiva e irracional que nada le importaba, solo su propia supervivencia.

Y al siguiente estaba en un lugar seguro, levantandose con el resto de cainitas que le acompañaban, no habia caballos, ni fuego, ni templarios ni nada, es cómo si hubiera sido una pesadilla, o una ilusión aterradora.

Su mano ya no le dolía, pero si que su mal humor crecía a cada momento, Basilio permaneció detras de todos atento, desconfiado y mirando en todas direcciones.

Estaban en su objetivo segun parece, el monasterio de San Timoteo, pretó nada de atención a Roderigo hasta que un joven les comenzó a guiar por un camino que llevaba a unas catacumbas, un camino que no supo decir si fue largo o no, más solo seguía a los otros cómo cordero al matadero.

Ya frente al Abad, el solo se inclinó y mostró respetos a el antes de hablar.

Un placer conocer Basilio Nicetas mi señor

Dijo el monje al descendiente de Cappadocius, dejando que los demás hablaran para nofastidiarse, ya que su "Hermana" ya lo estaba haciendo bastante bien.

El ultimo recuerdo de Constanza era estar huyendo por el bosque. Ahora se encontraba en un monasterio. Todo era confuso. ¿Era la misma noche?¿Habia pasado días o semanas?

Constanza se lleva a Roderigo a un aparte y le pregunta:

- ¿Que noche es esta? ¿Donde estan el carruaje en el que fueron atacados? y quiza lo mas importante ¿y sus atacantes?

Para cuando les llevan ante Japheth Cappadocius ella se presenta:

- Mi señor, soy Constanza de Tournai, como dice lady Maria, vos y vuestra comunidad estais en medio de una refriega entre dos facciones antagónicas que pretenden generar un conflicto de dimensiones para nosotros desconocidas. Ambos bandos nos estan usando como mensajeros. A mi entender no conocemos las implicaciones de este cometido pero os rogamos que os prepareis.

Despierto. Estoy algo desorientado pues de estar en plena noche en el camino y luchando por mi... vida, me encuentro entre paredes de piedra y luz de velas. Aún siento el terrible dolor tras beber la sangre del templario; una sangre venenosa que quemaba mis entrañas. Sin embargo, el dolor es menor. Siento que hay algo roto en mi interior pero también siento mi cuerpo trabajando para curar ese daño. De nuevo ese nuevo instinto me lleva a concentrarme en sanar mis heridas.

Acompaño al resto a las catacumbas y, por fin, nos encontramos con quien debíamos buscar. Al tal Japhet.

La mención de la carta por parte de Bilyana hace que me lleve la mano al pecho, donde guardo la carta que nos diera Giovanni. Noto el crujido del papel y asiento a mi compañera.

Extraigo la carta, aún sellada, mostrándola, esperando una reacción de Japhet.

Etienne había recobrado el dominio de sí mismo... pero ya no estaba en el mismo lugar, y tampoco recordaba bien qué había ocurrido. Sólo sabía que seguía ileso... y que no tenía hambre.

En silencio, asintió la cabeza hacia Roderigo: la acción del cochero le había salvado de sí mismo, y estaba agradecido.

El caballero descendió junto con el resto de tan variopinto grupo, hasta llegar a quien se presentó como Japhet. Habiéndosele dado la carta, ya no había nada que añadir, y tan solo esperar.

—Mi señor — dijo, inclinándose con sobriedad — Soy Etienne de Bourgogne.

Al despertar la pesadilla no había terminado, Allan pudo ver como los malignos seres seguian vivos, pero había algo más, pudo sentir su cuerpo lleno de vitalidad no sabía como pero sin duda le habían alimentado de sangre, aquello le hizo sentirse mal consigo pues mismo prefería morir a beber sangre humana.

Permaneció  en silencio deseando la muerte de aquellas criaturas y la suya propia.

Japhet coge la carta que le entrega Nicolae y la lee.

-Debo buscar sabiduría. Comulgaré con mi padre.

Los ojos del Capadocio giran hacia arriba, y el resplandor de la habitación se vuelve más brillante. De repente, Japhet abre los ojos:

-Traed a Claudius ante mi en una semana. Ahora mi padre desea hablaros a vosotros directamente

Un resplandor emana de la silla del centro, y aparece un hombre de largo pelo y barba, con una presencia luminosa y traslúcida, que luce un hábito de monje de color blanco y una beatífica sonrisa. Mientras está sentado os habla con voz fuerte pero amable:

-Bienvenidos, hijos míos. Soy quien una vez fue Cappadocius. Soy el Hijo de todos los Vástagos. Aliviad vuestros corazones conmigo. Comprender estas cosas exige una sabiduría superior a la que poseéis. Necesitáis las enseñanzas del Libro de Nod. Tener sabiduría es tener vida más allá de la vida: carecer de ella es perecer incluso en vida, ¿Deseáis alcanzar esta sabiduría?

Puedes ver que el hombre aunque parece estar sentado, en realidad se encuentra flotando unos dos centímetros por encima de la silla