Partida Rol por web

Jamal hizo un sutil gesto a Frankie como un director de orquesta que marca un pianísimo a uno de sus intérpretes en la sección de viento. El Johnson estaba a kilómetros de perturbar la quietud del estanque que era el temple del Dr. J. La revelación del cadáver de la cría de dragón fue lo único que había conseguido perturbar esa proverbial serenidad del face del equipo en toda la noche.

Con todo, Jamal tardó en replicar al contratista, como si evaluase con su mirada al Johnson.

Se ajustó sus gafas con un gesto mecánico y parsimonioso, largo tiempo ensayado.

—Estaremos en contacto. —dijo al tiempo que se ponía en pie, ajustándose la chaqueta del traje negro con raya diplomática y su corbata a juego.

No intercambió más palabras con él. Tomó los credisticks y se los guardó en el bolsillo interior de la chaqueta. Si sabía algo más, no se lo diría. Y si no sabía nada, mejor así. A Jamal no le gustaba ser el hombre con menos información en una habitación. A menudo, la esperanza de vida de un runner se medía en lo buena que era su información, sus soplos, sus chivatazos. El conocimiento en este siglo otorga más poder que nunca. Y la ignorancia conduce a menudo a una rápida intoxicación por plomo en un solitario callejón oscuro cuando se juega al límite en el mundo de las sombras.

Ahora llegaba el trabajo de calle. Legwork.

Caminó escoltado por su tropa hasta la puerta del local mientras conversaba con rapidez con sus hombres.

—Mr. Diesel, quiero que haga una vigilancia a este edificio. Averigüe en qué vehículo sale el señor Fox. Matrícula. Modelo. Todo. Sígale. Coordínese con Mr. Wolf. En su forma astral podría ser de gran utilidad. Solo queremos saber a dónde se dirige. No intervengan. Mantengan el contacto. —dijo en su habitual estilo: frases cortas, concisas.

—Mr. Waveman, venga conmigo. Frankie, usted y yo vamos a investigar a los Dragoons. Mr. Wolf se nos unirá cuando termine la vigilancia. Caballeros, no hace falta que les diga que tenemos un asunto delicado entre manos. Den lo mejor de ustedes mismos.

No había nada más que añadir. Había una ciudad que quemar y la noche aún era joven, deparando no pocos misterios que desentrañar.

Si al Johnson o alguno de los empleados de aquél local alguna vez les molestó vuestra presencia, no pareció importarles lo mas mínimo que os marcharais. Seguramente estarían acostumbrados a tratar con "gente" como vosotros todas las noches, yendo u viniendo de los reservados.

En cuanto Jamal vio el nombre de los Dragoons, su mente comenzó a emitir señales a sus bancos neuronales para recopilar toda la información que pudiera poseer sobre ellos.

Sabía que estaban afincados en alguna parte de Bellevue, era una secta de amantes de los dragones a los cuales les encanta hacer quedadas y gilipolleces diversas en las fechas que ellos consideran sagradas para esa especie, solo por el placer de juntarse y hacer una bacanal, o beber néctar de dragón para subir su mente a otro nivel de esoterismo.
Sus miembros son pocos, pero gracias a la reputación que tienen esas criaturas a las que adoran su nivel adquisitivo es bastante alto. Aunque, que se sepa, ningún dragón ha mostrado jamás interés en ellos.  

Jamal dedujo todo esto mientras subía por las escaleras hacia el callejón, donde a un lado le esperaba su coche dispuesto a ser su oficina móvil. La respuesta de Diesel también llegó por el canal auditivo, aunque dejaría a su pequeño espía en el hombro de Doc. por si acaso.

-Tranqui compi-. Dijo el orco por el enlace de voz mientras sacaba un nacho de la bolsa. -Me pegaré al culo de ese tío del escenario tanto, que creerá que tiene almorranas-. 

Salvando la cálida voz de Karen, la estancia en el club Kraken había dejado cierto regusto amargo a Jamal, algo que se había acumulado a la hiel que el club donde se las había visto con el señor Ryu ya había despertado en el face. Aquella mierda del Día de los Muertos no era para este hermano negro, eso estaba claro.

Se acomodó en soledad en el asiento trasero del Bentley, dejando a Francine y a Kenjuro los asientos delanteros. Jamal sabía cuándo dejar a sus muchachos tomarse un breve respiro. Él, desde luego, haría lo propio haciendo lo que mejor se le daba hacer: Trabajar. Pero ahora, oh, chico... Ahora era la sagrada hora de la desintoxicación.

Jamal activó el sonido ambiente en el Bentley desde su Calibán, dispuesto a sumirse en un ritual de purificación antes de empezar a rastrear a esos adoradores de dragones. Para el Dr. J. el cómodo asiento de su vehículo blindado era una prolongación de su oficina móvil callejera. Por su streetwise sabía de buena tinta que esos Dragoons eran un grupúsculo, un pequeño club elitista y adinerado que se congregaba por el barrio. Y si había alguien elitista y apasionado de los cotilleos esotéricos al que el Dr. J. conociese bien, esa era Daisy Crazy Bertrand.

—Francine, arranca. Vamos a dar una vuelta por Bellevue. Tengo un hilo del que tirar.

La orca podía agradecer que Jamal no hubiese recurrido a la versión clásica de Watermelon Man de Herbie Hancock para sanar su espíritu. La pielverde no lo habría soportado.

Marcó el número de Bertrand en su commlink y esperó con una media sonrisa aflorando en su rostro de obsidiana.

—«Margarita». —dijo sonriendo con zalamería.

Era mejor eso que llamarla Loca'l coño, su epíteto callejero estándar.

Doc knows the moves.

—Mucho tiempo sin saber de ti. ¿Cómo te trata la vida? —preguntó con interés, recostándose en el asiento. —Recurro a tu proverbial sabiduría callejera. Necesito información fiable. ¿Has oído hablar de una secta que rinde culto a los dragones? Creo que se hacen llamar... Dragoons. —dijo mientras jugueteaba con la tarjeta que les había tendido el Johnson y se detenía en escudriñar los ojos ofidios que conformaban las oes.

No hizo exhibición de sus propios conocimientos, dando el privilegio a Bertrand de lucirse.

La forma fantasmal de Bleidd se manifestó en el interior del Bentley, manteniéndose sin dificultad a la velocidad del vehículo sin que pareciera moverse en absoluto.

-Recibido, Doc. Seguiré astralmente a Chester Fox. Pero antes hay algo que quiero intentar. 

La cabeza de Bleidd se giró por un momento hacia un lado, como contemplando algo en su lado de la realidad, algo que no podían ver ninguno de ellos en el plano físico, pero un segundo después su atención volvió al Bentley.

-Los espíritus están inquietos está noche. Manifestarse así es arduo, no podré hacerlo mucho más tiempo; me reservo los minutos que me quedan para informar después. Probablemente voy a cometer una insensatez, pero creo que puede valer la pena el riesgo. 

Miró al fixer mientras éste esperaba a que respondieran a su llamada, y señaló con el dedo hacia arriba.

-Voy a buscar a un dragón.

Y dicho eso, simplemente dejó de mantener la velocidad relativa del vehículo y se quedó flotando inmóvil en el espacio, dejando que el coche le dejará atrás. Relajó la concentración para desmaterializarse y, de nuevo imperceptible desde el mundo físico, alzó el vuelo para intentar encontrar a aquella presencia enorme y furiosa que había sobrevolado el Club Kraken.

-Abuelo Lobo... Espero que tus advertencias no se refirieran justo a esto. 

Daisy Crazy o la Loca Daisy. Aunque también se la llama EPL (Esa Puta Loca) para no despertar su ira cuando estaba cerca. Se cuenta que incineró a un repartidor de pizza por tardar veinte segundos más de lo estipulado.
No es un contacto entrañable, ni una compañera deseada en las incursiones. Sus arrebatos de locura han traído serios problemas a los runers que trabajaron con ella, pero también les ha costado varios millones de nuyens a distintas corporaciones y el propio ayuntamiento de Seattle.

Dicen que se volvió loca al intentar invocar un demonio. Otros dicen que sus amplios conocimientos arcanos son la causa de su locura y que, al final, todos los magos herméticos acabarán igual. 
Nadie quiere hacer equipo con ella, pero una vez está dentro de uno, joder, no por nada lleva 29 putos años en el negocio de las sombras. Mucho tiempo tío, para una simple runner. Ella sabe lo que se hace, por lo menos en asuntos mágicos, y este parecía un asunto que Daisy podría tratar, o por lo menos conseguir saber más acerca de esa organización de lo que sabía Doc.

Los dragones eran animales mágicos ¿no?, debía de saber algo.

Daisy descolgó el teléfono viendo la fea cara de Jamal etiquetada al número que la molestaba. Era mas necesidad que manía. Podía aprenderse hechizos y rituales complejos pero no podía aprenderse los números de teléfono. Simplemente no le entraban. Si se enteraban, mas de un shadowrunner la amonestarían por ello. No molaba que tu foto estuviera en el teléfono de nadie que pudiera acabar en manos de una corporación.

-Si vuelves a llamarme para escuchar a esos peñazos de Spirituals, te juro que calcinaré tu negro culo hasta que se vuelva blanco-.

—«Margarita». —dijo sonriendo con zalamería.

Era mejor eso que llamarla Loca'l coño, su epíteto callejero estándar.

Doc knows the moves.

—Mucho tiempo sin saber de ti. ¿Cómo te trata la vida? —preguntó con interés, recostándose en el asiento. —Recurro a tu proverbial sabiduría callejera. Necesito información fiable. ¿Has oído hablar de una secta que rinde culto a los dragones? Creo que se hacen llamar... Dragoons.

-Paso de ti-. 

Pi, Pi, Pi, Pi... -La señal se cortó dejando a Doc con el teléfono descolgado mientras sonaban los tonos de despido. 

Diez segundos mas tarde, una llamada interrumpía la meditativa música de Mark Brousard que Jamal utilizaba para intentar comprender qué le pasaba a esa tía para colgarle sin mas. 

Francine ojeó la pantalla del bentley donde se veía registrado el número que llamaba. La llamada era de Daisy.

Abandonaste el inerte vehículo gris volviendo en un segundo al callejón donde habías visto a esa extraña forma negra y roja que rezumaba ira como si de una fuente de maná se tratara. El plano astral era y no era igual que el material. Compartía el mismo "sitio" por así decirlo, pero era mucho mas grande y complejo. Las formas alternativas del cartel de neón del club Kraken se veían grises y sin vida, solo con una débil aura de avaricia, impregnada por aquél que la instaló.

Te elevaste por encima de los edificios sin vida, ignorando las multitudinarias auras de la gente congregada en la calle principal de turistville. La ciudad rebosaba vida, o mejor dicho, no vida. Multitud de espíritus y fantasmas merodeaban por las calles, casi tantos como gente material.

Los elementales guardianes y otros espíritus defensores se esforzaban al máximo para proteger aquello que se les hubiera encomendado y casi en cada esquina acechaban sombras de auras negras, rojas y violáceas que no auguraban una noche tranquila.  

Decidida cuál era su misión, se pusieron en movimiento subiendo al lujoso coche de Jamal.
Kenjuro realmente estaba desorientado, tenía algunos conocidos en Seattle, pero… ¿dragones? ¿Quién podría saber algo sobre dragones?

Parecía que el Doctor tenía algún contacto, pero no parecía guardar muy buen recuerdo de él ya que pareció colgarle el teléfono…
Kenji se mantuvo en silencio, pensando que la única opción que tenían era ir a ver a esos Dragoons.

¿Es posible crear una enfermedad que sólo afecte a un tipo de criatura concreta? ¿Se saben casos de otras criaturas con síntomas similares? Creo que eso sería importante saberlo… pero… ¿cómo?
Supongo que iremos a ver a los Dragoons… terminó por decir, algo frustrado por no tener ninguna idea concreta.

Con resignación Jamal descolgó preparado para lo que fuera menester que quisiera ahora la loca Daisy.

-¿Porqué has tardado tanto?¿No querías saber algo acerca de esos dracófilos?-. Preguntó con indignación. -¿Porqué te ha dado ahora por los dragones?. No estarás metido en un lío con uno de ellos, ¿verdad?. Por que si es así vete olvidándote de mi-.