Partida Rol por web

AÑO: 783 D.

MES 2: METAGITNIÓN.

MENÓS PHTHINONTOS: LA DÉCADA DEL MES QUE SE ACABA.

DÍA: 27 TRITÉ.

HORA LOCAL: 15:00.

Cuando por fin llegó la hora señalada para la reunión William, junto con el resto de la expedición de Vesperia, entró en el salón dispuesto para la misma y no puedo evitar una gran sorpresa al ver la decoración de la sala donde la reunión se iba a celebrar.

En un muestra de anacronía total, aunque posiblemente deliberada, la sala distaba mucho de ser lo que cualquiera esperaría encontrar en el interior de una estación espacial y se parecía más a un salón de un castillo feudal de la antigua Tierra.

Seguro que están monitorizando nuestra reacción... pensó el Baronet mientras admiraba con atención las antiguas armas dispuestas en las armerías.

- Bonita maza... - elogió William. - Parece que incluso tiene restos de sangre en las púas.

La Marquesa se encontraba también en la sala y parecía dispuesta a dar por comenzada la reunión...

AÑO: 783 D.

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DÍA: 27 TRITÉ.

HORA LOCAL: 15:00.

Bajó tras el campeón Eteocles, caminaba un par de pasos detrás de él y en su diestra. Tauron iba al lado opuesto. Tras el herrero estaban sus dos sirvientes que conocían perfectamente su lugar dada su condición y que de forma respetuosa ocupaban el último lugar de la comitiva. Al parecer ellos eran los últimos en llegar al planeta. Con el resto de los arcadios se encaminó hacia las dependencias que les facilitaron hasta que fuera la hora indicada.

—Si todos han estado separados no habrán tenido tiempo de hablar nada en nuestra ausencia.

Aquel fue el primer comentario que cruzó la cabeza del suprahumano al ser consciente de la situación y de forma inmediata se lo transmitió a sus hermanos. No habló mucho hasta que llegó la hora de la reunión.

El Dorado hacía honor a su nombre, como de costumbre, portaba una armadura dorada de elegantes y sencillas formas bien ornamentadas que había fabricado él mismo, como todo el resto de su equipo. Incluso ante ojos no expertos se podía apreciar que los utensilios que portaba eran de excelsa calidad. Su largo cabello rubio estaba sujeto por una coleta alta para despejar su frente y con ellas sus facciones. Caminaba orgulloso y erguido consciente de que representaba a su planeta y debía dar una imagen acorde a tan importante responsabilidad.

Al llegar a la estancia y ocupar el puesto designado para ellos no pudo evitar desviar su mirada hacia las armas, a las que examinó con curiosidad profesional. Tras una buena ojeada concluyó que eran buenas piezas, bien trabajadas y templadas, dignas de cualquier guerrero de categoría aunque sabía que él podía hacer cosas mucho mejores. Silencioso esperó a que los pesos pesados comenzaran a hablar.

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DÍA: 27 TRITÉ.

HORA LOCAL: 15:00.

La delegación de Arcadia desciende por el puente de embarque que comunica con su fragata. El Aclamador es una nave imponente y poderosa, que permite que la comitiva salga hacia el resto de la estación espacial y luego, como protocolo arcadiano, se cierra completamente para evitar cualquier intento de abordaje no autorizado. Hasta que la orden sea dada por mí o uno de mis subalternos, el Aclamador estará completamente aislado del resto de la estación.

Avanzo por el camino designado, flanqueado por Helicaón y Tauron, mis fieles acompañantes, pertrechados como corresponde para los Suprahumanos Arcadianos. Nuestras servoarmaduras y armas, signos de elegancia y estatus entre los nuestros, son portados con orgullo y sin demasiada consideración para otras culturas que podrían pensar en ello como signo de agresividad o beligerancia.

Asiento a las palabras de Helicaón pues tiene razón. Hemos sido los últimos en llegar pero, al parecer, nadie se ha reunido en nuestra ausencia, un gesto que agradezco de todo corazón.

Después de acomodarnos en nuestros aposentos, tal como es intención de nuestros anfitriones, nos dirigimos a la hora designada al salón central de la estación Iculisma. Una vez allí, tomo asiento en el lugar que se nos ha designado para ello y saludo con la mano a los aliados de Arcadia: El Rey Leónidas, el Rey Laertes y el Gestor Omnios con quienes mi pueblo mantiene una alianza y tengo más afinidad personal, principalmente los dos primeros pues las IAV me siguen pareciendo algo difícil de tratar.

Espero pacientemente a que comience la reunión y podamos saber realmente qué es lo que nos convoca.

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DÍA: 27 TRITÉ.

HORA LOCAL: 15:00.

Lord Vespan, Regidor de Vesperia, debería de llevar despierto horas, pero nadie le ha visto desde anoche.

El Copero de la Marquesa ha llamado numerosas veces a su puerta, pero no abre.

El noble Baronet Ashbury, miembro destacado de la delegación de Vesperia, comienza a sentirse realmente preocupado.

El servo "Octo", de la comitiva de Cripta, se mueve inquieto a su alrededor, como si dudara en ofrecerse a abrir la puerta del dormitorio de Lord Vespan por la fuerza.

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HORA LOCAL: 15:00.

El nerviosismo no era visible en el rostro sereno de Perséfone, sus bellas facciones relajadas y armónicas. Vestía un atavío clásico de color escarlata, simple y favorecedor. Sólo una joya adornaba su cuerpo, un gran colgante de oro que pendía sobre su pecho mediante una elaborada cadena, y que mostraba una granada abierta, la mitad repleta de granos de color rubí, la otra mitad con la figura de una mujer desnuda. El cabello negro como el ébano caía en amplios rizos, suelto, sólo sostenido por un par de agujas que evitaban que algún mechón asaltara su rostro.

Humana, a todas luces. Joven, igualmente.

Andaba unos pasos por detrás de su Rey y Señor, Hades, éste en forma holográfica, así como lo hacía Melinoe, a lado de la humana.

Si se sintió extrañada por la ausencia de su imponente guardaespaldas Octo, no lo dejó traslucir. Pero lo estaba, era inusitado que el Drone IAR no estuviera allí, a sus espaldas. Algo importante debía estar ocurriendo para que se hubiera requerido su presencia en alguna otra parte... sobre todo sin informarla a ella primero.

La entrada en la sala que les había preparado la Marquesa en la Iculisma tampoco modificó un ápice su sonrisa. Medieval, así que eso era lo que llamaban... Medieval. Madera y acero por doquier, fuerza bruta, mensajes visuales inequívocos. Incluso en la tarima, donde la figura femenina quedaba completamente eclipsada por el gigante que la acompañaba. Bien.

Perséfone no abrió los labios, ninguna palabra fue pronunciada, no lo haría antes de que lo hiciera su Señor. Pero sus ojos bailaban y brillaban como las chispas del fuego en un incendio de colosales proporciones. De un lado a otro, de uno a otro personaje presente. Y su mente no perdía detalle, de lo que veía, de lo que escuchaba. De lo que no se escuchaba. Midiendo, aquilatando, ajustando. 

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HORA LOCAL: 15:00.

Por fin se acercaba el momento, el inicio de aquella reunión de la cual dependería mucho el futuro de la Marca, y de buena parte de los allí presentes. A pesar de lo que se jugaba cada uno, Trescaras solo tenía algo en mente: la protección de la Marquesa y la seguridad de sus invitados. Había comprobado que sus guardias estaban en sus puestos (como así era) y revisó las medidas de seguridad para el encuentro. No debía haber ningún error.

Satisfecho, fue en pos de su señora, y tras colocarse a su lado, lanzó una rápida mirada por la sala, observando levemente a los presentes. Esperaba que nadie diera problemas que supusieran que tuviera que intervenir, pero no se podía descartar nada. Ahora solo debía esperar a que la Marquesa diera comienzo a la reunión y a partir de ahí, ver desarrollarse los acontecimientos.

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HORA LOCAL: 15:00.

El Capitán Melpurgis se bajó de su nave con paso firme, y junto a él caminaba su teniente Bastille. Por los monitores de la estación espacial se enteró de la llegada del transporte Cerberus del planeta Cripta, y un tiempo después el crucero de batalla de Leónidas. El gesto de Melpurgis se torció detrás de la eterna máscara que llevaba, y respiró hondo.

-Ya está aquí, musitó y se giró bruscamente y la negra y larga chaqueta de pirata se levantó como si de una se tratara. Estaba tenso y desconocía a la mayoría de los asistentes a la asamblea. Incluso en su interior albergaba dudas de si debía estar allí. Pero era el capitán de los Mercs. Y los Mercs tomaban lo que necesitaban, sin rendirle cuentas a nadie.

El pirata se sorprendió al ser informado por el Administrador Caoban de un período de descanso, y soltó una sonora carcajada antes de retirarse a los aposentos designados. Una vez a solas con Bastille, le pidió un par de informes rápidos sobre los asistentes. De vez en cuando comprobaba la presencia de los guardias, que en cierto modo le reconfortaba pues era prueba de que la Marquesa se tomaba en serio el peligro de un altercado. El Capitán Melpurgis estaba acostumbrado a ser tratado como alguien peligroso. Era de esperar.

Cuando entraron en la sala principal, el capitán de los Mercs esperó su momento para entrar y lo hizo con la cabeza alta y sin dirigirse a nadie en particular. Evitó mirar en dirección a Leónidas que ya se hacía notar, y sin proponérselo se acercó a las armas ancestrales que habían colocado en las paredes. Allí se encontró con el Rey de Atenas que había visto en los informes, y ambos admiraban la belleza de la hoja de una espada.

-Capitán Expurgare Melpurgis, de Myrmidia, dijo con un tono frío pero fuerte, para ser escuchado por varios de los presentes. Luego se dirigió más directamente al hombre de Atenas. –Tal vez algún día podemos poner a prueba nuestra habilidad con un arma así, añadió.

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HORA LOCAL: 15:00.

El Chambelán se acerca a la Marquesa, se inclina hacia ella y le susurra:

- "Mi señora, el Regidor de Vesperia no responde a las llamadas." -

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HORA LOCAL: 15:00.

Miro con curiosidad al tipo que se ha acercado a hablar con la Marquesa. Un tipo extraño, desde luego. No puedo evitar escuchar sus palabras. ¿Qué sucederá?

Sé que mi misión está clara aquí, pero no por ello me dan menos ganas de ir y averiguar qué pasa. Pero no puedo moverme de su puesto. Aún así, miro a Tres Caras y a la Marquesa, con quizá algo de detenimiento, buscando alguna señal que indique que necesitan ayuda.

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HORA LOCAL: 15:00.

Aparentando ser, más a propósito de lo que pudiera parecer, un adorno colgado del rey Leónidas, llegué con él a la estancia y permití que me guiara, me separase la silla para poder sentarme, y otras caballerosidades que tanto el rey como yo sabíamos que estaban de más, al menos en privado. Pero era divertido. Como las palabras que me había dedicado al oído, a las que contesté con una amplia sonrisa.

Quienes nos conocían sabían que de adorno poco. Una pistola puede ser bonita, pero no es su principal función. Para colmo, una pistola se pone de parte de la mano de quien la empuña. No era así en mi caso. Los puños del rey nunca se volverían contra sí mismo. Yo era más como uno de sus puños.

Una vez sentada, y con las manos enlazadas grácilmente sobre la mesa, me dediqué en un principio a escuchar a los demás hacer sus apreciaciones, y a recoger datos tal y como haría un escáner. Sin ningún disimulo.

La información siempre era poder.

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HORA LOCAL: 15:00.

Daba igual la interrupción de Voisser. No había posibilidad de empezar sin que todos los invitados, al menos los más ilustres, estuviesen presentes.

¡La merde!- Pensó por un momento en pedir paciencia a los presentes pero luego descartó la idea. No creía que al Regidor de Vesperia le hubiera pasado nada malo. Más bien, viendo como había llegado se imaginaba que estuviera aún dormido, con resaca y no escuchara las llamadas de los pobres criados. De todas formas era su obligación comprobar que estaba vivo. Se lamentaba ahora de su idea de decorar la Iculisma a imagen y semejanza del Castillo. Si Caoban había hecho bien su trabajo tendría que  haberles preparado a sus invitados lechos de paja donde la ceniza del puro podía caer y prenderse. Esperaba que no hubiese sido tan diligente como lo era siempre y en eso la hubiese desobedecido.

Tomando aire y dejándolo exhalar suavemente se tomó ese tiempo para tomar una decisión. Debían entrar. Hizo un gesto a Trescaras como solía hacer para que el enorme caballero se inclinara a la altura de su boca y así no tener que levantar la voz.

- Voisser me informa de que el Regidor de Vesperia no responde a sus llamadas. La Reunión va a empezar y debe estar presente. Es un miembro con voz y voto. No me gustaría que me dejaseis sola...- Estaba casi segura de que la presencia de Trescaras allí, de lo grande e imponente que era, era de lo poco que la gente recordaría de aquel momento. Sin quitar con que delante de todas aquellas personas la Marquesa necesitaba su protección. Mandar a su Caballero a por Vespan haría que la gente se alarmase y se preguntase por qué la dejaba sola. Sin embargo no quería que los criados abrieran la puerta sin algo de protección.- ¿Os parece bien que acompañe a Voisser,  y a un par de vuestros soldados de más confianza , el Sargento Winston?- Era una mera pregunta de cortesía, una orden hecha en forma de pregunta. Nadie echaría de menos a un hombre tan normal como el sargento.- Imagino que estará bien. Si no lo encontráis en sus aposentos, o hubiera pasado algo grave, hacédmelo saber inmediatamente.

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Antes de sentarse, Laertes fue abordado por el enmascarado e inesperado capitán Melpurgis, toda una sorpresa en aquella reunión, al menos para el monarca ateniense. Al parecer, también había reparado en las espadas, y decidió presentarse. 

-Encantado de ponerle cara por fin, capitán Melpurgis-dijo, sin disimular un ápice la ironía y el humor en aquellas palabras-he oído hablar de usted y de los suyos. Soy Laertes Solar, monarca de Atenas, aunque eso creo que ya lo sabe. Su oferta es interesante y tentadora, pero otros asuntos nos han traído aquí, y no querría ofender a nuestros anfitriones. 

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HORA LOCAL: 15:00.

Maldición... pensó William al darse cuenta de que a causa de su fascinación por la decoración de la sala donde tendría lugar la reunión, no se había dado cuento de que Vespan aún no había llegado.

- Disculpadme mi señora... estimados dirigentes... - se disculpo el baronet antes de abandonar la sala para dirigirse a los aposentos del regidor.

Una vez allí, el copero de la marquesa le indica que a pesar de haber llamado en varias ocasiones a su puerta, no parece haber nadie en el interior o, al menos, nadie ha respondido a las llamadas. Al mismo tiempo, un servio se encuentra por la zona sin un desempeño fijo.

- ¡Señor! ¡Vespan! - gritó William al tiempo que golpeaba la puerta dispuesto a intentar entrar a la fuerza en la habitación en caso de no obtener respuesta...

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-Sí, puede que este momento no sea propicio, le contestó a Laertes. -Seguro que habrá otros mejores...

Entonces el capitán Melpurgis se fijó en lo que estaban hablando los demás. Parece que faltaba el regidor de Vesperia, y ese hecho a simple vista insignificante iba a retrasasar la asamblea. El motivo de la convocatoria era aún desconocido para el pirata, y para la mayoría de los presentes a juzgar por sus reacciones, pero requería de la presencia de todos.

-Se habrá dormido, comentó riéndose.

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HORA LOCAL: 15:00.

Meyers observó a todos los presente en la sala de reuniones. Inequívocamente convocados en una mesa de barones a los pies del trono de la Marquesa, ganaba el aspecto de unos importantes vasallos disfrutando de las viandas en la corte de una soberana medieval.

Bueno, después de todo es la soberana de La Marca, estamos en su casa y nosotros somos sus invitados. Es normal que se tome sus licencias de "superioridad", admitió el consejero mientras contempló a su rey intercambiar palabras con el pirata Melpurgis sobre el ansia de emplear armas rudimentarias del último y la buena respuesta diplomática del monarca para plantearse aquello de momento.

Por supuesto, Ladi no pasó por alto la ausencia de Vespan, el tirano de Vesperia. Se sentía un punto intranquilo por vérselas cara a cara con aquel tipo, causa principal de su exilio. Diversas emociones, y ninguna positiva, despertaban en él el regente de su patria y sus adláteres, pero aquello era una cuestión personal y su presencia en aquella reunión nada tenía que ver con su pasado sino con el presente de Atenas y sus intereses.

Suspiró levemente ante la tardanza de Vespan, haciendo retrasar la reunión de mandatarios, cuando un chambelán marqueño vino a comunicar algo a la Marquesa, logrando que esta y posteriormente los delegados de Vesperia se tornaran tensos. Era evidente que algo pasaba.

Vespan, dedujo con facilidad.

La palabra "dormido" se dejó caer en forma de murmullo entre los presentes aunque aquello podía ir aparejado con la costumbre del vesperio a regalarse ciertos excesos. No obstante de lo que Ladi conocía a Vespan, este solía tener un buen aguante al alcohol y a otros vicios.

¿Y si le ha pasado algo... grave?, se preguntó el funcionario. Y como autorespuesta no tuvo claro si la sensación que sintió fue una de alivio o de preocupación.

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HORA LOCAL: 15:00.

No había comenzado la reunión y ya tenían el primer contratiempo. Parecía ser que el Regidor de Vesperia no respondía a las llamadas del chambelán de la corte. ¿Que podía haber pasado? Dudaba el guerrero que el Regidor hubiera salido de sus aposentos para deambular por el complejo. Sus hombres le hubieran detectado y "detenido" en caso de ir por alguna zona prohibida del lugar.

Me parece bien, mi señora- responde. El Sargento Winston le parecía un hombre competente, y quizás podría servir de apoyo a sus hombres en caso de problemas- me encargo ahora mismo de este asunto.

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Trescaras mira en dirección hacia el Sargento Winston y le hace un gesto con la cabeza parece que se acerque hacia él.

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HORA LOCAL: 15:00.

Había guiñado un ojo a Laertes y correspondido con una gentil inclinación de cabeza al saludo de la Marquesa, sin perder detalle de lo que ocurría a su alrededor. Era más que evidente que algo no iba bien y la corte de la Marquesa empezaba a revolotear nerviosa alrededor de su señora como si de un enjambre de abejas asaltado por un pangolín se tratara. Los mensajes al oído del Chambelán, la marcha del Baronet de quien las malas lenguas decían para los oídos ociosos que era amante de la Marquesa, la señal de Trescaras a uno de sus hombres... todo ello evidenciaba una situación de aparente crisis.

-Algo ocurre, Athena. Quizás nada importante, quizás sí. Prepárate de cara a cualquier eventualidad, incluida nuestra marcha de este lugar. Que la nave entre en nivel bajo de alerta y estén listos para atender cualquier orden inmediata -susurró a la mentat-. Voy a ver si alguien me informa de lo que ocurre.

Leónidas se puso en marcha, atravesando la distancia que le separaba de la Marquesa.

-Madame la Marquise -dijo a modo  de saludo, tomando la mano derecha de la mujer y haciendo un besamanos-. Un placer veros. Quiero agradeceros personalmente vuestra hospitalidad pero no he podido dejar de ver... cierta inquietud -Leónidas se había erguido y miraba en torno a sí, mostrando con una mano la estela del Baronet, la figura del Chambelán o la del mismo Trescaras- a vuestro alrededor y de la mano de vuestra corte y séquito. ¿Algo de lo que el rey de Esparta deba preocuparse? -una amplia y feroz sonrisa se dibujó en su rostro y unos grandes y blancos dientes le dieron un aire depredador.

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HORA LOCAL: 15:00.

La humana seguía clavada en su sitio, esperando alguna reacción por parte de su Señor. Reacción que no llegaba, y a la que ella no podía de ningún modo adelantarse. 

Miraba por el rabillo del ojo, disimulando a duras penas, la holográfica figura de Hades, y sólo un pequeño rictus en sus cejas levantadas más de lo habitual mostraban preocupación.

Finalmente se decidió a hablar mediante el sistema de comunicación interno de la delegación de Cripta, de modo tan bajo que no fue entendido por nadie aunque estuviera cerca.