Partida Rol por web

-Res, però li ho faran si no te l'en portes d'ací aquesta nit -dijo cambiando rápidamente de idioma-. Volen invocar alguna cosa... una cosa...

La mujer no parecía dispuesta a abandonar aquel castillo. Quizás el resto de su familia vivía allí también entre los criados, aunque más le valía inventarse una buena excusa para la desaparición del bebé.

-Vés-ten ràpid, fuig! -exclamó.

Tal y como le había dicho, el bebé no presentaba ningún rasguño o signos de maltrato. Aquella sala parecía mejor cuidada que el resto de las celdas, así que probablemente habría tenido buenos cuidados, al menos hasta que llegase el momento del que hablaba la nodriza.

El hombre santo bajó la mirada y se preparó para despedir a su viejo amigo antes de su partida. Sus palabras sonaban ligeramente quebradas, pero no su determinación. Dado que el capellán estaba incapacitado para hablar, Don Claudio le extendió la mano para que se la aferrase ante las afirmaciones.

-Renúncies a Satanàs i totes les seves obres?

Don Ramir aferró la mano con las pocas fuerzas que le quedaban. Las preguntas continuaron hasta que finalmente llegaron a la extremaunción.

-Per aquesta santa unció i per la seva bondadosa misericòrdia, t'ajudi el Senyor amb la gràcia de l'Esperit Sant. Perquè, lliure dels teus pecats, et concedeixi la salvació i et conforti en els teus darrers moments. Amén.

Con un último apretón de manos, las fuerzas de Don Ramir comenzaron a fallar. Un silencio sepulcral se hizo en la sala, sólo enturbiados por la respiración de la terrible criatura que había unas celdas más allá.

-Ves a buscar a Llanos. Voldrà acomiadar-se del seu pare.

Lluisa miro de reojo las armas del caballero y se alegró de que las hubiese encontrado por fin, se volvió hacia la puerta y ojeó por si acaso hubiese movimiento de guardias.

-Podríem anar on està la resta ara que estem equipats- volvió a asomarse con cuidado para cerciorarse-, caldrà que anem amb compte perquè estaran sobre avís.

Pau apoyó en silencio a su padre con los rezos, sujetando con cariño la cabeza de Don Ramir que había dejado reposar sobre sus piernas. Una lágrima rodó por su mejilla sin poder evitarlo y cuando terminaron los rezos y todo lo demás pronunció el cierre en comunión con su padre.

— Amén... —Murmuró, entonces levantó la cabeza, asintiendo a su padre y con cuidado se retiró, para dejar al capellán reposar de nuevo en el suelo, depositando bajo su cuello algunas telas en forma de cojín.— Descanse en pau Ramir... Aniré a per la seua filla.

Se levantó, recomponiéndose mientras se limpiaba las pequeñas lágrimas y se despidió de su padre, saliendo de la celda, dirigiéndose hacia donde había indicado a Llanos y Leonie que debían ir.

Pau se acercó hasta donde estaban Llanos y Leonie, de forma precavida, echó un vistazo al niño que cargaba en brazos y miró a aquella mujer a la que no conocía de nada. Se alegraba de que hubiesen conseguido sacar al niño de allí y hubiese suspirado con alivio de no ser porque había algo que lo impedía.

— Llanos... —Susurró llamando a la bruja, parecía tener la voz y el semblante afectados, sus ojos mostraban un claro reflejo de tristeza.— E-es ton pare... E-es millor que... vagis a la cel·la. Anem...

Con una pequeña sonrisa miró al pequeño, aunque su mirada seguía siendo triste. Echó a andar para que lo siguiesen.

Habían recuperado las armas y la armadura del caballero y, además, Teolfo se había provisto con algunas armas que podrían serle de ayuda en combate. Se encontraban mucho mejor preparados para hacer frente a los hombres del conde y, con suerte, aquello les permitiría salvar a Don Ramir y Don Claudio, así como al hijo de Llanos.

-Volvamos fuera y reunámonos con los demás, sí -asintió Teolfo, al escuchar a Lluisa-. Con suerte, los otros no deben de andar lejos...

Agradecida de todo corazón por haber hallado a su bebé sano y salvo, Llanos lo estrechó contra su pecho, y retrocedió para abandonar aquel inmundo lugar. Sin embargo, sus pasos se toparon con los de Pau, quien mostraba una expresión compungida.

 Llanos... E-es ton pare... E-es millor que... vagis a la cel·la. Anem...

-Que li passa ara? -Expresó ella con recelo, no deseando pasar ni un minuto más allí abajo- Tenim que anar-nos-en ja, abans de que algú ens escolte.

Le siguió a la celda que habían descubierto antes, aún con expresión seria.

Justo cuando estaba a punto de abandonar toda esperanza, por pura casualidad, o más bien favor divino, lograron dar con los enseres con los que había llegado a Quart de Sacre. Ahí los tenía el conde, tratados como si no fueran lo mismo que vulgar hierro con el que vestía a sus hombres. Rápidamente fue a comprobar el estado de sus armas y de su armadura, deshaciéndose de la cota de malla y de la espada corta para empezar a equiparse con su verdadera panoplia.

— Adelantáos - dijo a sus compañeros, mientras se iba poniendo el arnés capa a capa — O os alcanzarán los guardias. Si no me da tiempo a llegar hasta vosotros, al menos me aseguraré de daros tiempo suficiente para rescatar al hijo de Llanos y escapar del castillo.

La bruja y el goliardo salieron de la celda y regresaron a la de los capellanes. Aquella espantosa criatura seguía durmiendo en su inmunda prisión, y sus ronquidos, aunque aterradores, sonaban extrañamente lastimeros, como si le costase respirar.

Al entrar en la celda todo parecía tranquilo, pero entonces Llanos advirtió cual era el problema; Don Ramir, su padre, yacía en el suelo como un peso muerto y lleno de terribles heridas y moratones en el rostro. Su respiración era todavía más dificultosa que la de la criatura encerrada unas celdas más allá, y apenas parecían quedarle fuerzas en el cuerpo. La mirada de don Claudio era bastante clara: aquellos estaban siendo sus últimos momentos.

Lluisa y Teolfo salieron al exterior de la herrería. Los ladridos de los perros se volvían cada vez más incesantes, y en el castillo comenzaban a encenderse algunas velas y antorchas. Pronto aquello sería un hervidero de soldados, así que más les valía darse prisa. 

En principio a las mazmorras sólo podía accederse desde el interior del castillo, al menso hasta donde Teolfo sabía, así que no tendrían más remedio que adentrarse en él. Todo parecía relativamente tranquilo, pero tan pronto como entraron por el gran portón, un resplandor comenzó a vislumbrarse desde las escaleras del vestíbulo. Por el sonido de los pasos debían tratarse de guardias, sin duda.

Bernat tuvo que esperar en la herrería mientras el resto de sus compañeros salía al exterior, pero por una buena razón; el caro equipamiento que había conseguido gracias a sus cuantiosas ganancias en la guerra lo convertían en el guerrero mejor armado del castillo con diferencia, quizás a excepción del conde. Difícilmente los guardias podrían hacerle frente. Por baja nobleza que fuese la casa de Dalmau, su lucro se hacía denotar. 

Una vez armado de pies a cabeza, Bernat salió al exterior. El soldado y la campesina ya se habían adentrado en el interior, así que allí fuera no quedaba nadie de momento. Nadie salvo los perros que ladraban incesantemente. Junto a la perrera estaban las caballerizas, y los caballos habían comenzado a ponerse nerviosos también, comenzando a bufar y a atizar el suelo. Quizás Bernat y sus buenos dones con los animales lograban calmar a aquellos corceles y así ganar unas monturas para escapar, pero de hacerlo probablemente no le daría tiempo a entrar en el castillo, así que tenía que decidir qué camino tomar. 

Vestido ya de hierro de pies a la cabeza, Bernat salió de la armería para ver que seguía sin acudir nadie al patio de armas, aunque no debía quedar demasiado tiempo para que ocurriera. No le preocupaba ya enfrentarse a los hombres del conde, pero sabía que él solo tampoco podría con toda la guardia. Al menos esperaba poder atraer a la mayoría al patio para que sus compañeros tuvieran alguna oportunidad dentro del castillo.

Decidió acercarse a los caballos para ver si lograba calmarlos y así disminuia un poco el ruido. Quizás, si lograban regresar a tiempo, pudieran utilizarlos para huir de allí. Pero estaban demasiado alterados y apenas pudo acercarse a ellos sin que amenazaran con darle un bocado o una coz.

Bernat se había quedado atrás. Teolfo no sabía si tenía que comprobar algo más que el estado de sus armas, aunque intuía que el caballero se disponía a llevar a cabo una heroicidad. Ya en el exterior de la herrería, el guardia notó la presencia de numerosas velas y antorchas y supo que no disponían de mucho tiempo.

-Vamos -le indicó a Lluisa, en tono bajo, mientras comenzaba a caminar lo más sigilosamente que podía hacia las mazmorras del castillo, sabiendo que había más guardias aproximándose-. Vayamos despacio. Ligeros. Si no nos ven, tenemos una oportunidad.

Llanos miró confusa hacia Pau, y luego hacia don Claudio.

-Es pot saber què ha passat? -Preguntó duramente, como si ambos tuviesen la culpa de que su padre se encontrara en aquellas condiciones. Aún cargando a su hijo en brazos, la bruja se internó en la celda.

Dubitativa, acabó arrodillándose junto al capellán, aún mirando por encima del hombro con pavor, como si les fuesen a descubrir de un momento a otro.

-Pare, tens que alçar-te. Fes el esforç. Tenim que eixir d'ací. Mira, he trovat al xiquet -le indicó, separando al niño de su pecho lo suficiente como para que su padre pudiera verle la carita-. 

Aquellos caballos parecían muy encabritados y temerosos de los perros, así que ninguno dejó que se acercara Bernat. No obstante, en una esquina del establo, había un rostro conocido: Botifarra, la simpática burra de Pau con la que había llegado hasta el pueblo, estaba observando a Bernat de forma aparentemente tranquila.

Quizás con ella tuviera más suerte y lograse calmar al resto de corceles.

El capellán, que apenas parecía consciente de lo que ocurría a su alrededor, tuvo un breve momento de lucidez al observar a su nieto. Sonrió brevemente al ver que su madre había logrado y recuperarlo y al menos de momento se encontraba a salvo, pero su cuerpo ya no podía seguir aguantando los males a los que se había sometido.

Las fuerzas finalmente le fallaron y el brillo desapareció de sus ojos. 

El cuerpo de Don Ramir yacía ahora sin vida en el frío suelo de la celda. Había recibido la extremaunción de Don Claudio, así que su alma podría partir al reino de los cielos. Hubo pecados en su vida, de aquello no había ninguna duda, pero muchos de ellos fueron fruto del amor. ¿Podría Dios perdonar a un capellán pecador que había dado su vida para proteger a su hija ilegítima y a su también ilegítimo nieto?

Fuese como fuese, tendrían que abandonar aquel tenebroso lugar cuanto antes.

Calmar a aquellos caballos parecía tarea imposible por el momento, y estaba a punto de desistir cuando de pronto se fijo en que los guardias no habían guardado por allí sus armas, sino también sus animales. No llegó a reconocer a su caballo, pero sí a la burra sobre la que Pau había hecho el viaje desde Lleida.

Se aproximó a ella, dándole palmaditas en el lomo y el cuello y susurrándole al oído, esperando que contagiara su carácter afable al resto de equinos y que con ello disminuyera el escándalo que habían montado aquella noche.

Pau agachó la mirada llorosa hacia el suelo ante aquel reproche, no debía tenérselo en cuenta a la mujer pues sabía que era el dolor que hablaba desde sus labios.

— E-es... El compte es va ofendre amb les seues paraules i va prendre mal contra ell. Ho sent moltíssim Llanos, el pobre Ramir...

El goliardo se quedó inmóvil mientras se sucedía aquello, mientras el alma del capellán se despedía de su cuerpo terrenal y de los suyos con aquella sonrisa de alivio. El joven lloró, aunque tratase de disimularlo estaba sucediendo, podría haberle ocurrido también a su padre, de eso estaba seguro.

— Hem d'anar-se'n d'ací Llanos —le indicó suavemente—. Hem de fugir ara que podem.

Lluisa se quedó dos segundos petrificada al ver la luz reflectada en la pared pero actuó cuando se recuperó y intentó deslizarse entre las sombras con el menor ruido posible. Rezaba para que fuesen certeros sus pasos, estaba nerviosa y preocupada por su hermano Pau haciendo que cierta impaciencia la apesurase en sus acciones. 

Un dolor punzante atravesó el pecho de Llanos en cuanto vio que los ojos de su padre se cerraban, sin vida, y su cuerpo se consumía una vez que su alma volaba hacia otro lugar.

Sin embargo, también sintió movimiento entre sus brazos, y saber que su pequeño estaba vivo y a salvo por fin, la espoleó para ponerse en pie.

 E-es... El compte es va ofendre amb les seues paraules i va prendre mal contra ell. Ho sent moltíssim Llanos, el pobre Ramir...

-Esta bé, ha tingut una bona vida -replicó fríamente, avanzando hacia la salida de la celda-. Anem.