Partida Rol por web

-Si -tomó asiento y miró a Ed con una sonrisa, después de todo se sentía satisfecha de su único éxito del día-. Por ahora le tengo contento, y si cambia de opinión tengo un libro que volverá a encauzarlo por el buen camino. Así que creo que estás a salvo.

-Dios bendiga ese culo tuyo -suspiró Eddie-. Podría sostener mi imperio de los negocios sobre él en más de un sentido.

El redcap se bebió lo que quedaba del café y se comió una de las galletas que le habría ofrecido Rose (la única que no se había comido ya) antes de levantarse y sacudirse las migas del pantalón.

-Llévame a tu despacho para que podamos cerrar esto.

Van Doren torció el gesto. Aquellas frases y extraños "piropos" tenían sentido cuando eran jóvenes, cuando estaban juntos, pero ahora le parecían fuera de lugar.

-Soy tu socia, no tu secretaria -la pooka se puso en pie-. A veces me pregunto como has llegado tan lejos con esa boca.

La madame le invitó a salir de la cocina delante de ella: Ed ya conocía el camino y a parte quería evitar escuchar más comentarios sobre sus partes traseras.

-Sí, yo también me lo pregunto en ocasiones. Supongo que hago muy buenas ofertas -dijo mientras atravesaba el pasillo hasta el despacho de Van Doren-. Si lo piensas, los dos tenemos una bocaza que al parecer no nos ha impedido llegar alto. Supongo que es por nuestro instinto depredador.

Al entrar dejó su maletín sobre el escritorio y abrió el broche mientras sacaba su paquete de cigarrillos y cogía uno tras ofrecerle otro a Van Doren. Lo encendió y dio una calada al tiempo que sacaba una carpeta con documentación del interior.

-La cesión. Puedes leerlo si no te fías de mí. -Eddie se la pasó a Van Doren con la pluma encima-. A propósito: no me habías dicho que tenías a una Kinain en nómina. De haberlo sabido, quizá me hubiese pasado por aquí más a menudo...

-Puede ser...

Van Doren se inclinó hacia delante para coger un cigarrillo y miró a Ed de manera penetrante mientras lo encendía. Su hija estaba fuera de toda discusión

-Rose se encarga de la contabilidad. No es parte del staff, así que vete bajando de los laureles -dijo soltando una nube de humo. La pooka bajó la mirada y revisó el contrato en profundidad con el pitillo en la mano izquierda y las hojas en la derecha. Entre párrafo y párrafo daba una calada o tiraba la ceniza sobrante-. Muy bien. Solo falta la guinda del pastel.

Van Doren cogió una pluma del portalápices y firmó con una letra elegante y estilizada en todas las hojas en las que era requerído. Al terminar se lo devolvió a Ed.

-Tu turno.

-Mentirosa -dijo Eddie sonriendo-. Rose me ha contado que la tienes limpiando las salas. No sé por qué deberías dejar que alguien como Rose se encargara de eso. ¿O quizá me ha mentido ella? -Se frotó las manos antes de recibir las hojas de Van Doren-. No tengo tan buen ojo como antes. ¿Tiene sangre pooka o redcap? Con ese pelo, podría ser mía... De todos modos, te aclaro que no me interesa esa clase de relación con la Kinain. Si fuese a permitir que alguien me dominara, no me conformaría con una simple empleada.

El redcap la miró intensamente antes de quitarse el cigarrillo de la boca y dejarlo en el cenicero cercano. Firmó con parquedad E. C. en todas las hojas que lo requerían y reorganizó el taco antes de tendérselo a Van Doren. Sin embargo, cuando fue a cogerlo lo retiró.

Van Doren no contestó a sus insinuaciones, no quería darle más cuerda sobre Rose.

-Bueno, me temo que aquí solo vas a encontrar profesionales del BDSM, así que si buscas algo más amateur, no se, podrías mirar en Nanny's USA o Parenting Solutions -le dedicó una sonrisa mordaz y fue a coger los papeles. Cuando el redcap los apartó, la pooka se quedó mirándolo confusa unos instantes antes de fruncir el ceño-. Los martes no estoy para juegos...

-¿Cómo sé que no es todo un truco? Si te doy estos papeles, no te retiene nada. El ayuntamiento podría cerrar mis locales y adiós negocios -dijo entrecerrando los ojos-. Y si no lo fuera, ¿ahora qué pasa?

-Pues pasa que nos damos la mano, nos decimos adiós y nos deseamos feliz Navidad y próspero Año Nuevo, como siempre hemos hecho. Y no miento cuando te digo que es todo mentira. He puesto mucho empeño en esto y creo que me merezco un poco de credibilidad. He hecho fotos del encuentro y podría enseñártelas, pero preferiría no tener que hacerlo.

-¿Y ya está? Cuando te ceda el control del local, yo ya no pinto nada aquí ni en tu vida. Ni siquiera en la farsa de amistad que tenemos -espetó él, enfadado súbitamente-. Entonces sí que puedo decirle Feliz Navidad a todo lo demás. Próspero Año Nuevo a las cenas y a los cafés, a los sueños y los putos recuerdos. Y un buen día ya nada importará ni podré recordarlo. Media vida a la puta basura. Toma el contrato. -Eddie le tiró los papeles sobre el escritorio-. Feliz Puta Mierda.

-Cálmate, Eddie -el corazón de Van Doren comenzó a latir con rapidez debido a la angustia. No se esperaba algo así y no estaba preparada para tener una conversación sobre el pasado-. Esto lo cambia todo, de verdad. ¿Por qué habrían de ser las cosas diferentes? Además es probable que nos llevemos aún peor. Después de todo ahora vamos a discutir aún más sobre los cambios que haga en el Terciopelo.

La pooka no se decidía a coger el contrato, aunque al final estiró la mano y alisó las puntas que se habían doblado.

-Es solo una firma, por los dioses. No es el fin del mundo, Ed... No me voy a ningún sitio.

El redcap apretó las mandíbulas respirando fuerte, como un animal preparado para atacar. Trató de dilucidar la verdad de las mentiras y acabó sacudiendo la cabeza.

-¡Quiero ser joven otra vez! -dijo con un golpe en la mesa-. ¡Quiero volver a matar sidhes y reírme un loco como hacíamos antes! Si tienes algo de aprecio a mi vida feérica vas a cumplir eso que dices -dijo señalándola-. Todos los demás se han ido y a los otros no les importo una mierda. -Bajó la mano para coger el cigarrillo y dio una calada antes de hablar soltando el humo por la boca y la nariz-. Esto empezó como nuestro sueño, pero ya sólo es cosa tuya. Está claro que los sueños me rehuyen y eso jode.

Van Doren dio un bote en el asiento y cerró los ojos para reponerse del susto. Hacía tiempo que sabía que el redcap se estaba acercando peligrosamente al deshacer, pero nunca antes había estado tan claro.

-Ni tu puedes matar sidhes ni yo puedo ir de fiesta en fiesta como antes. Esto no es algo que le pase solo a los redcaps. Y tu vives el sueño americano, Ed. Eres más rico que la reina de Inglaterra y tienes cientos de negocios repartidos por todo el mundo. ¿Es que acaso eso no te parece suficiente? Puedes hacer cualquier cosa. Podrías irte en este preciso instante al Himalaya si quisieras. ¿Por qué no lo haces? Puede que te haya quitado este sueño, pero tienes cientos más. Miles de oportunidades. Muchas más de las que yo tendré cuando se me empiece a caer la piel y los clientes no quieran ni verme. Tu eres un buscatesoros y yo, sin embargo, soy una mujer que depende de su belleza. ¿Cuantos años crees que me quedan, Ed? Tu puede que lleves deshaciéndote desde hace muchísimo tiempo, muy poco a poco. Pero yo me voy a ir de golpe. Las mujeres envejecemos más rápido, puedo sentirlo. Y sin embargo aquí estoy, intentando agarrarme completamente a lo único que tengo que puede evitar que caiga en desgracia, y aún así te empeñas en hacerme sentir como una furcia por ello.

Las palabras habían comenzado a brotar de la boca de Van Doren como si llevasen tiempo esperando a salir de su cautiverio; frias y desnudas. Al principio se había sentido incómoda por Ed, pero ahora sentía pena de si misma. Por eso llevaba tiempo evitando hablar con el, porque sabía que tarde o temprano iban a tener esta discusión.

-Esto es... -tragó saliva y negó con la cabeza-. Esto es una mierda.

La pooka abrió un cajón con una llave y tiró los papeles de la cesión dentro antes de cerrarlo.

-Eso no es verdad -dijo Eddie, algo más calmado pero con la ira todavía audible en su tono-. Tú todavía te preocupas por tu feudo. Todo ese polvo que llevas encima... Apuesto a que has pasado por allí antes de venir. Hueles a Glamour. Tú seguirás aquí con un látigo en la mano y una mordaza en la otra, tan lozana como ahora, y yo seré un viejo asqueroso que no podrá ni acordarse de cómo sabe la sangre.

El redcap se levantó y rodeó el escritorio para coger a Van Doren de los hombros y zarandearla.

-Tú tienes una esperanza y has transformado tu sueño en tu forma de vida y te has peleado conmigo por mantenerlo libre de Banalidad. Yo sólo he construido castillos con mierda. Me niego a que alguna vez puedas dejar de ser hermosa. Así que no se te ocurra volver a decir eso o voy a tener que volver a las andadas contigo y entonces sí podrás quejarte de que te trato como a una furcia.

-Deja todo atrás. Da tu dinero a una ONG, coge la moto y recorrete todos los Estados -Van Doren levantó la mirada. Tenía los ojos húmedos y enrojecidos, pero todavía no se había dado cuenta. La forma en la que le hablaba le era indiferente, estaba hecha a Eddie, pero lo que decía era otra historia. La tristeza comenzó a inundarla-. Todo es culpa tuya. Tu fuiste quién empezó a acumular acciones, quién prefirió las reuniones de empresa a las reuniones del feudo; los cafés para llevar a los desayunos tranquilos con tarta de manzana... Y junto con todo eso también me apartaste a mi. No esperes que te perdone con unas cuantas palabras bonitas.

-Yo no te aparté, fuiste tú. ¿Qué parte de "no quiero perderte" no entiendes? ¿Es que hablo en chino para ti? -gruñó Eddie. No lo había dicho, pero sus malos humores y sus rabietas de redcap podrían haber significado eso-. Tú empezaste a llevarme la contraria en todo y yo dejé que hicieras lo que quisieras. Ahora te estoy dando el control de todo y lo único que te pido es que no te olvides de que existo y que te inventes alguna de tus historias para verme de vez en cuando. O que me mientas y me digas que me echas de menos. O que me lleves contigo a uno de esos antros feéricos donde pueda darle una paliza a algún niñato enjoyado.

-Oh, bien, parece que nadie tiene la culpa -bufó y apartó a Eddie presionado su pecho con ambas manos. Comenzaba a sentirse agobiada teniéndole tan cerca y la tristeza se había transformado en ira. No podía creer que Eddie estuviera acusándola de haberse olvidad de él-. ¿Sabes lo triste? Que parece que soy solo yo ya que tiene que tiene que pedirte que me hagas el favor de traerme la ropa del tinte para verte. Te recuerdo que la única vez que te he visto en meses ha sido porque querías pedirme que te salvara el culo. Mira, quiero que te vayas. Estoy terriblemente cansada y no voy a poder seguir esta conversación.

Van Doren se levantó y le miró con firmeza antes de darle la espalda y caminar hacia la puerta.

-Estaba enfadado -respondió él-. Pero ya no.

No hizo nada para detenerla. Recogió su maletín y su chaqueta y salió cigarrillo en mano. En la entrada le dieron su paragüas, que abrió en el porche antes de salir por donde había llegado.

Van Doren se limpió las lágrimas. Se retiró a su cuarto dando aviso de que no estaría disponible hasta el día siguiente y que no quería ser molestada bajo ningún concepto. Una vez allí llamó al número de contacto que tenía de Damara, pero como no se encontraba al otro lado dejó un mensaje a la persona que descolgó el auricular, a quién se presentó como Madame Van Doren.

"Damara, necesito contratar con urgencia tus servicios para mañana por la mañana. Espero verte en la mansión al mediodia"

Tras colgar vació la bañera y la volvió a llenar para volver a lavarse el pelo y quitarse los restos de jabón que hubieran podido quedar en sus mechones. No quería pensar en Eddie, así que se limitó a aclararse bien, a ponerse el camisón y a irse a dormir.

La pooka se acostó tan temprano que se despertó poco después del alba. Los rayos del sol se colaron por la ventana y pudo observar que hacía mejor tiempo que el día anterior. Eso al menos era un cambio.

Tras vestirse y cepillarse el pelo con fruición hasta dejarlo brillante y maleable, Van Doren bajó a desayunar con los más madrugadores de su plantilla. En la cocina sólo estaba Rose con un gran ramo de orquídeas rojas en la mano moviéndose de un lado a otro como si bailara. La presencia de la pooka hizo que diese un bote y dejase el ramo sobre la barra de la cocina, avergonzada.