Partida Rol por web

11 de noviembre de 1984 - 15:23

En el feudo se reunieron los viajeros y habitantes, todos salvo Garin y Lord Stevron. El clima de expectación y ánimo era bastante intenso, y Bernardette por algún motivo no dejaba de lagrimear como si se fuesen al fin del mundo. Todos habían reunido lo que necesitarían para el viaje y se habían despedido de sus seres queridos por lo que pudiese pasar. Un viaje al Ensueño siempre entrañaba peligro, pues era el caos creativo y temperamental como una tormenta de sueños que arrancase lo viejo para imponer lo nuevo. Muchos de los que se iban nunca volvían.

Ashantii dibujó una puerta en una de las paredes del salón principal. Era de tiza, con picaporte y todo. Se aseguró de que todo el mundo estuviese preparado, dio tres golpes y giró el picaporte con los dedos. La pared se abrió hacia afuera y un fuerte viento que olía a humedad y a tierra de cementerio llenó la habitación. Meredith se apartó el pelo de la cara para poder mirarlos a todos y despedirlos.

-Sé que allá a donde vais es un lugar peligroso, pero eso sólo aumenta el valor de lo que estáis haciendo por Su Gracia. Si flaqueáis en algún punto, pensad en que os espera y que confía en vosotros. Todos lo hacemos. Traed las Aguas de la Vida y devolvedle la salud a Lord Stevron. Os lo ruego. Salvad al Barón y al feudo.

-Si alguno de vosotros no ha estado nunca en el Ensueño -dijo Ashantii después de las palabras de Meredith-, debéis saber que tiene varias etapas de profundidad. Cuando crucemos la puerta estaremos en el Rath, el reflejo del feudo en el Ensueño Próximo. Desde allí tendremos que caminar hasta el Paso más cercano. No está muy lejos.

Hay dos reglas básicas de viaje en el Ensueño. La primera es: no dejéis la Senda de Plata.

El eshu señaló al suelo. Desde la puerta había surgido una línea plateada que palpitaba con el poder del Ensueño.

-Las quimeras no pueden entrar en la Senda y atacaros. Habrá muchas distracciones en todo momento y puede que alguien intente engañaros para que os alejéis de la Senda. No lo hagáis. Si en ese momento hubiese un oleaje de Firchlis, todo cambiaría y os perderíais. -Ashantii posó su mirada en Nadim muy brevemente para centrarse en el resto como grupo-. La segunda regla es que, pase lo que pase, recordéis por qué estáis en el Ensueño. El Ensueño es un mundo de cambio que te cambia también a ti. Es seguro que cuando entremos en el Ensueño Lejano empecéis a notaros distintos, física y psicológicamente. Recordaréis cosas. Quizá, no sería la primera vez, recordéis que sois enemigos o viejos amantes. Pase lo que pase, recordar vuestro Juramento. No podéis abandonar la búsqueda ni por venganza, ni por amor, ni por celos. Tenéis que continuar hasta encontrar las Aguas. ¿Ha quedado claro?

Ashantii se apoyó en las jambas de la puerta y se volvió para mirarles.

-Seguidme.

Nadim observó la puerta durante unos instantes, como quién evalúa un nido de serpientes repleto de joyas brillantes. Luego, sin decir nada, pero pasando la mano de forma inconsciente por el pequeño cuchillo que aparentemente había decidido traer para el viaje, se dispuso a seguir a su mentor. Parecía tener la cabeza en otra parte. Ni siquiera se despidió

"Inspirar, espirar, inspirar, espirar" como un mantra me recordaba a mi mismo que eso era en parte necesario para vivir. Vuelvo a palparme por todo el cuerpo, buscando en mis bolsillos todas las cosas que creía que tal vez pudiera necesitar. En una bolsa de cuero artesanal por estrenar, se encontraban las Barcias y botes variados que había reunido con el fin de transportar y conservar las Aguas de la Vida. 

-Tu cuida del Barón, y asegúrate de que tengamos un Feudo al que volver.- Le digo a la Canciller con formalidad.

Después me acerco a Bernardette, me doblo al abrazarla y le doy un beso de despedida en cada mejilla.

-No te preocupes, verás como estamos de vuelta antes de que te dé tiempo a echarnos de menos.

Por último le paso la mano por la cabeza rasurada al Infantil Eshu.

-Cuídala, eres el hombre de la casa ahora que nos vamos, queda en tus manos cuidar el Feudo.-Le comento como en una confesión y dándole una palmada en el hombro.

-¡Vámonos! Cuanto antes empecemos, antes volveremos.

Por último les dedico una última mirada y un gesto de despedida, y pensando en Jacob y en Amanda, cruzo el portal con una decisión aparente muy superior a la que siento. 

Calandra le había birlado un pañuelo rojo a Bernardette y se lo había anudado al cuello. Le parecía apropiado para un explorador del Ensueño. Un look a lo Marion Ravenwood, pensaba, aunque la verdad es que no había visto En busca del arca perdida. Aquel era, aparentemente, el único preparativo que había hecho para la expedición.

Besó a Bernardette y se despidió de Suri con un guiño. A Meredith también le dio un beso, pero más frío. Se preguntaba si Stevron y Garin le habrían contado lo del cetro. Pero tenía otros problemas, como que nunca había estado en el Ensueño y se lo estaban pintando como un sitio bastante terrible.

-Volvemos en nada. No os sentéis en mi diván.

Sonrió a los que se quedaban, les sopló un beso y cruzó el portal.

Aunque ya sabía todo lo que Ashantii dijo, prestó atención a sus palabras igual que un soldado a su capitán. No conocía al eshu personalmente pero no iba a desmerecer su conocimiento, sobre todo ante un viaje tan dificultoso como aquel en el que muy pocos sabían realmente dónde se estaban metiendo. Mantener las prioridades claras era vital, y ser capaz de tener la mente despejada también.

Cuando llegó el momento no pronunció palabras de ánimo. Abrazó a Bernardette, le dedicó una mirada significativa a Meredith, y después cruzó la puerta siguiendo al resto con una mano fírmemente puesta sobre la empuñadura y una nostálgica sonrisa que no se esmeró en disimular.

Van Doren, que no quería demorar más el inicio del viaje, se despidió de todo el mundo con prisas y cruzó el portal. Al llegar al otro lado alcanzó a Silveth.

-Eres el tacto personificado, querido -le dijo antes de sobrepasarle.

En aquel lado los colmillos de la pooka parecían aún más largos y afilados como cuchillos, o igual solo daba esa impresión.

Damara escuchó las palabras de Ashantii diligentemente, memorizando sus consejos con esmero. Había leído y escuchado cosas sobre el Ensueño, pero nunca había estado allí y de sobra conocía la fama de que ostentaba de ser un lugar peligroso. Y ella, que no era muy fan de la aventura, estaba decidida a seguir las normas al pie de la letra.

Con un suspiro resignado inclinó ligeramente la cabeza hacia los que se quedaban atrás a modo de despedida, demorándose un poco para lanzar una mirada insegura a Meredith y avanzó, intentando pensar en los conocimientos y experiencias que la aguardaban al otro lado.

Después de que la sluagh cruzase, el Rath se cerró. Dejaron de ver el feudo y la cara de sus amigos y vecinos y el contacto con el Mundo Gris se cerró. Habían pasado al Ensueño y eso era todo. Por delante les quedaba un viaje peligroso y lleno de misterios en busca de unas aguas mágicas que nunca habían visto, y que quien sí conocía no podía recordar.

El reflejo del feudo y sus alrededores en la primera capa del Ensueño era un cementerio. Reconocieron el jardín trasero de la casa y una sombra de los edificios más cercanos, pero había árboles retorcidos de corteza grisácea y oscura donde encontrarían señales de tráfico, tumbas y lápidas en los parterres de flores y una verja oxidada y llena de telarañas en la línea dibujada por las aceras. El cielo relampagueaba como una turba enfurecida y la humedad del aire alertaba de tormenta. Pero aquellos que ya habían estado allí sabían que la tormenta nunca terminaba de llegar. En el suelo, brillando como un faro en la niebla, la Senda de Plata los conducía más allá de la celosía. Ashantii les hizo una señal para que comenzasen el avance. Dejando atrás la Mansión y la seguridad del Rath, el grupo inició su viaje.

No se habían internado mucho, pero la realidad era tangiblemente distinta a la del feudo. No dejaba de ser un retazo del Ensueño que, aunque demasiado claro, era sólo un reflejo sin lustre. Cualquiera de ellos se había maravillado la primera vez que habían entrado en un feudo o un claro, pero la sensación no tenía nada que ver con la que experimentaban ahora.

El Glamour vibraba en el aire, libre para obtenerlo simplemente con la respiración. Se hallaba cautivo en las formas que veían, en la tierra, en las lápidas, los árboles y las nubes. Crepitaba dentro de ellos y les hacía sentirse nostálgicos. Aquellos con amor en sus corazones sintieron redoblada la pasión. El miedo también aumentaba, como la tristeza o el coraje. Como en el mito de la caverna de Platón, parecía como si el mundo que habían experimentado hasta el momento fuese una pálida sombra comparada con el brillo y la fuerza de la realidad verdadera. Estaban en la tierra del caos, la pasión y la creación. Todo lo que ocurría en el Mundo Gris era una torpe imitación de aquel mundo. Las ideas y los sueños debían adoptar una forma concreta fuera, pero en el Ensueño podían ser todo lo abstractas que quisieran.

Por ello, una extraña certeza de sus propios potenciales comenzó a nacer en ellos. Los pooka eran criaturas de la diversión y la inocencia infantil, de las bromas llevadas a cabo sin pensar demasiado en las consecuencias. Los sátiros personificaban la pasión sin límite. Los sluagh nacían del miedo a lo que yacía en la oscuridad o en el pantano más espeso, más allá del ojo humano. Los eshu eran seres de libertad y energía, y los sidhe la representación más pura del poder y la belleza. Aunque en ese momento sólo era un destello en sus mentes, todo apuntaba a que cuanto más se adentrasen hacia el corazón del Ensueño más potente sería el cambio.

Dejaron atrás el cementerio con bastante rapidez y sin mucha pena, pues las colinas que esperaban al otro lado eran dignas de un cuadro de Van Gogh. La hierba amarilla se mecía con el viento formando remolinos que no respetaban las leyes de la física. El sol comenzó a apretar con fuerza a pesar de que al otro lado del Rath era noviembre y tuvieron que quitarse la ropa más abrigada para paliar el calor. Un espantapájaros les saludó desde un campo de trigo y no tardó en gritar a una bandada de cuervos que revoloteaban por los alrededores que les estaba vigilando. Los pájaros levantaron el vuelo y comenzaron a seguirlos con risas rotas. Uno de ellos cacareó como un gallo y luego dijo:

-¿Os habéis fijado en esa comitiva? ¡Menudo grupo!

-Vaya colores más bonitos que tienes, princesa -rió otro.

-¿Qué es eso que lleva el de las orejas largas? ¿Eso que brilla es...?

-¡Me gusta el estilo de las chicas! La del pandero luce bien el negro. La que parece un cadáver, en cambio...

-¡He comido cadáveres con mejor aspecto!

-¡Brilla!

Uno de los cuervos voló bajo y trató de coger con sus garras uno de los anillos de Silveth. El pájaro erró por poco, y el rasguño que le hizo en el dedo empezó a sangrar levemente.

Nadim se había mostrado algo sombrío desde que cruzaron al Ensueño. Como si llevara a la espalda un macuto a rebosar, se encorvaba ligeramente hacia delante, probablemente sin darse cuenta, y perdía la vista en el horizonte, más centrado en sus pensamientos que en aquello que les rodeaba. Aunque era muy difícil no asombrarse ante las quiméricas realidades que les rodeaban, sus reacciones eran más bien grises y preocupadas, revelando cierto tono de aprensión bajo la inevitable mueca de sorpresa y contemplación

Cuando los cuervos empezaron a acosarles, apenas les prestó atención. Solo cuando uno hizo daño a Silveth alzó la vista, algo molesto, pero no dijo nada

-¡Eh! ¡Largaos, bichos de mierda! -chilló Calandra cuando los cuervos finalmente se acercaron demasiado e hirieron a Silveth. Alzó el vuelo y blandió la espada, que había extraído de una flor que había recogido, para espantar a los pájaros-. ¡Palomas deslavadas! ¡Cagadas con alas!

-¡Au! Maldito bicho.- En un movimiento reflejo lo intento apartar de mi cara. Poco después al notar el escozor, me llevo el dedo a la boca, para lamer mis heridas. ¿De donde había salido el anillo? Al levantar la mano percibo el arete de plata con una gema rojiza engarzada, como las gotas de sangre de las presas en una primavera fértil. Todos estábamos algo más cambiados, exaltados por nuestro paso al Ensueño, y se notaba en nuestros aspectos. El Glamour saturaba el aire. Sentía como si me purificase y todas mis cargas de mi vida mortal quedasen atrás.

-Ashantii ¿Recuerdas ya el camino?.- Pregunto mientras me quito las alhajas que descubro en mi nuevo aspecto, y las guardo en las faltriqueras.

Shyam alzó la mirada, vigilando a dónde volaba el pooka mientras espantaba a los repentinos compañeros de viaje. No parecía especialmente emocionado o contento por regresar, pero permanecía sumamente atento al entorno y, sobre todo, a sus compañeros. Mientras que Ashantii abría la marcha, él estaba al final de la cola cubriendo la retaguardia como buen soldado.

Por mucho que a Van Doren le gustase el ensueño las criaturas que lo poblaban le resultaban insufribles. La pooka observó a los cuervos con los ojos entrecerrados mientras se recogía la falda para no mancharla. No quería volver llena de barro y mugre.

Damara sonrió viendo a Calandra espantar a los cuervos. A pesar del calor aún conservaba una buena capa de ropa encima y los comentarios de los pájaros le habían causado más curiosidad que molestia. A pesar de que aún sentía una sensación de intranquilidad, ésta era mucho más roma y leve que la que había sentido antes de entrar. Se sentía mucho más cómoda y calmada de lo que había previsto. Después de todo, el paisaje la había recibido con una estampa que parecía hecha para ella, aunque hubiesen tenido que abandonarla de inmediato. Como una bienvenida. Y la Senda de Plata estaba bajo sus pies. Nada de lo que preocuparse.

Los cuervos se alejaron riendo cuando Calandra subió a espantarlos. Volvieron a reagruparse más arriba y revolotearon a su alrededor sin llegar a bajar para molestarlos. Aún así, Shyam tuvo que esquivar una cagada que fue a caerle en la bota. Los cuervos rieron otra vez para, esta vez sí, esfumarse.

Ashantii negó con la cabeza.

-Aún estamos muy lejos. Tenemos que cruzar el primer umbral hacia el Ensueño Lejano. Para entonces todo el mundo recordará cosas.

No hubo mucho más que reseñar en el siguiente par de horas, sólo camino y camino. Dejaron atrás las colinas y pasaron una taberna feérica donde Ashantii no quiso pararse demasiado, pero en la que pudieron comprar provisiones y beber delicioso hidromiel. Más allá distinguieron en el horizonte un mar infinito y azul, pero antes un espeso bosque se abrió ante ellos. Al internarse en él comprobaron que la luz era mortecina por las densas copas de los árboles. El aire olía a tierra y a savia, y el crujir de las hojas acompañaba al sonido de la sabandijas y de las cigarras, y de las aves levantando el vuelo de árbol en árbol.

En uno de aquellos vio Damara unos ojos amarillos y una lengua larga y roja. La forma se movió y cambió de color. Se trataba de un lagarto del tamaño de un perro, aferrado a la corteza y camuflado de manera que apenas se distinguía. Antes de que pudiese decir en voz alta lo que veía, una sombra marrón saltó sobre él y le clavó las garras.

El lagarto siseó y la cosa que se había abalanzado sobre él acabó con su sufrimiento de un zarpazo. Al levantar la vista, el grupo observó que se trataba de un chico con ojos felinos, nariz rosada y orejas puntiagudas asomándole entre el cabello rizado y castaño. No llevaba más ropa que unos andrajos, y una cola le sobresalía del trasero. Cubierto de sangre vieja y nueva, con la boca llena de dientes puntiagudos y una expresión furiosa, les bufó erizándose sobre su presa.

"Mejor.." por un momento pensé en ofrecerles a los cuervos las joyas a cambio de que nos hicieran de ojos en el camino, pero si aun estábamos demasiado lejos, hubiera sido una pérdida de tiempo.

Nuestro camino nos lleva a un bosque que de denso la luz lucha contra las ramas para alcanzar el suelo, y siendo el Ensueño por un momento me sorprendo de que no sea así literalmente. Me acerco a Shyam de forma casi inconsciente.  Cuando el ser salta revelando su presencia doy un respingo. Lo que más me sorprende es que nos bufe intentando apartarnos en vez de alejarse con su presa. Aunque, tal vez...

Me acerco, con las manos en alto, demostrando que estoy desarmado. Procurando no salir de la senda de Plata 

-Tranquilo, chico. No queremos quitarte tu presa. ¿Tienes más hambre? Porque puedo compartir mi comida contigo. - ¿Era una quimera?.- Pero nos gustaría que nos guiarás por tu territorio, no queremos invadirlo, solo cruzarlo. ¿Cuál es tu nombre?