La hermana de Damara dejó escapar un suspiro.
-Voy a llamarla.
Descolgó el teléfono y marcó en el dial.
El teléfono sonó mientras Damara almorzaba. Su hermana se había ocupado de la librería por la mañana de manera que ella pudiese descansar y hacerse de nuevo al Mundo Gris y a la vida normal... y también para poder espiar con su oreja portátil.
Había estado escuchando los cuchicheos del feudo desde la comodidad de su habitación. Lord Schazzenan había sonado muy alarmado y altanero, pero Lady Dahlia le había aconsejado prudencia y paciencia, fuera quien fuese. El oba había manifestado gran ansiedad por el estado de debilidad del feudo, cuyo fuego se apagaba por más que intentara reavivarlo. Llegó a decir que temía por su futuro, pero Dahlia lo apaciguó. Más tarde, por la mañana, había escuchado cómo ella y Shyam flirteaban en el salón del trono. Algo le dijo que sus amigos no tardarían en ir a buscarla y así fue. Purnima la llamó.
-Oye, Diana, hay aquí tres chicos muy raros preguntando por ti y por un libro. No sé qué libro será, pero vaya amigos más raros que tienes...
-Vives conmigo y aún hay gente que te parece rara, todavía hay esperanza -dijo suavemente, con una pizca de ironía-. Voy ahora mismo.
Tiró lo que le quedaba del almuerzo. Últimamente no tenía mucho apetito y se daba cuenta de que aunque necesitaba pasar tiempo sola, se encontraba a menudo preguntándose qué estarían haciendo los demás; la repentina visita le resultaba hasta bienvenida. Mientras se dirigía hacia la tienda deseó tener más Escuchas. Moverse a ciegas y sin información no era su estilo.
Damara llegó a la librería y les echó una mirada inquisitiva. Había alguna sorpresa entre los visitantes y alguna ausencia también. Le hizo un gesto a su hermana para indicarle que ella se ocupaba de sus 'tres amigos raros'.
-¿Ahora buscamos un libro? -dijo con una pequeña sonrisa en cuanto Purnima se alejó.
-No lo buscamos -aclaró Shyam, divertido-. Está en tu trastienda, pero nos pareció maleducado robar en tu librería.
Hizo una leve reverencia extendiendo el brazo hacia el lugar donde la bola luminosa se había dirigido, ofreciéndole ir primero.
-Garin asegura que la calavera no estalló tanto como creímos. Necesitamos ese libro para encontrarla y destruirla definitivamente. Espero poder contar de nuevo con tus habilidades.
Calandra dejó que Shyam se ocupase de contarle a Damara su misión y se abrazó a la sluagh como un gatito hambriento restregándose contra los tobillos de su dueño.
-Claro, morirse a la primera habría sido demasiado fácil... Abrazos no, abrazos no -le dijo a Calandra retrocediendo hacia la trastienda, pero sin hacer nada por quitársela de encima. Para su sorpresa encontró que incluso luchaba por reprimir una sonrisa-. Vamos a buscar ese libro. Con respecto a unirme a la caza de nuevo supongo que no me queda más remedio, estamos todos juntos en esto, ¿no?
Calandra avanzó sin soltar a Damara y soltando gemidos de protesta, pero finalmente la soltó a regañadientes. Se volvió para buscar a Garin con la mirada. Tan acostumbrado a llamar la atención allá donde iba estaba que nunca dejaba de confundirle esa tendencia de los sluagh a fundirse con el ambiente. Cuando le encontró se volvió para dedicarle a Damara una sonrisa tristona.
-Ay, eres un ángel. Mírala, Shyam, ¿dónde encuentras una más bonita? Venga, vamos a ver el libro ese antes de que venga la quimera a buscarlo aquí.
La expresión de Shyam fue igual que la de un niño planificando travesuras. Sonrió, ligeramente alelado por el pensamiento de Rose, y respondió sin alzar la voz con un 'en mi cama' muy triunfante. Y por muy mal que sonara la respuesta, en aquellas circunstancias era tan cierta como que los pookas mienten cual bellacos. Suspiró y aprovechó la docilidad de Damara aquella mañana para acariciarle el pelo de forma tierna.
-No pasa nada. Tenemos a la chica de fuego con nosotros.
Garin se mantuvo en silencio, fuera de lugar entre tanto amor fraternal y tanta alegría. Su presencia era como el nubarrón de tormenta que fastidia un límpido cielo veraniego, el que recuerda que antes o después llegarán el otoño y el invierno y después el frío.
-¿Dónde está el libro y por qué lo tienes tú? -susurró sin amabilidad alguna.
La bola de luz zumbó con violencia juguetona sobre una montaña de libros reales y quiméricos que Damara había estado revisando en las últimas semanas, antes de marcharse al Ensueño. El tomo en cuestión era grueso y muy viejo. Las hojas, amarronadas por el tiempo, exhibían intrincados dibujos de diseño medieval temprano, criaturas fantásticas y hechizos de apariencia tenebrosa. Garin lo abrió con dedos huesudos y buscó un dibujo en particular: una alta figura esquelética envuelta en un sudario.
El texto era intrincado y complejo, nada moderno. Estudiarlo llevaría un tiempo, dijo el sluagh.
Damara pareció reflexionar un momento antes de decir quedamente:
-Entran y salen muchos libros de aquí, los traigo de todas partes para leerlos y restaurarlos... ¿qué tiene ese libro de especial?
-La quimera asesina salió de ahí, aunque no era asesina en un principio. Se suponía que tenía que proteger a... No importa. La cuestión es que la manera de devolverla al infierno de una vez tiene que aparecer en el libro. Y para eso necesitamos descifrarlo -explicó el sluagh.
Shyam era bueno en lo que era, y eso tocaba varios campos muy diversos aunque ninguno de ellos se acercaba demasiado a los libros. Se llevó la mano tras la nuca, pensativo.
-Yo de eso entiendo poco. Pero si puedo hacer algo... Bueno, ya sabéis.
Calandra jamás había terminado de leer nada que no fuera una revista, un cuento infantil o una biografía de alguna de sus heroínas. Revoloteó hasta lo alto de una pila de libros y se sentó sobre un tomo enorme. -Venga, hombre. No puede ser tan difícil -se quejó, plenamente consciente de que no podía aportar nada a la investigación-. Si ya te lo estuviste mirando, ¿no? Ya lo tendrás a medio descifrar. Por lo menos.
-Jajaja..- me río quitándole importancia al grandullón.- Si sabes que me gustan los rabos, o estás aparentando ante los demás que no me conoces o la tenías demasiado corta como para que me molestase en acordarme de ti.
Cojo uno de los taburetes y con un giro, lo pongo delante mío para sentarme a ahorcajadas. Les miro con seriedad y sin un atisbo de sonrisa.
-Vengo a daros la información que ofrecí en su momento. Hace poco ha muerto Lord Stevron, la Baronía de la mansión del polvo, que algunas veces ha sido de plebeyos, ha pasado a su heredero, un Eshu venido a más. El nuevo barón es un infantil o recién rebelde, que como mucho tiene...- Cuento con los dedos haciendo una pausa dramática: "Bernardet, la borracha, el otro negro, habrá pillado a un par de espadas..."-...cinco o seis vasallos. Dos de ellos inútiles en combate. La mansión es de madera, seca y vieja.
Me callo un minuto mientras les miro y descanso la mano en el bolsillo, esperando alguna reacción. Mi 40 mm era una amiga fiel.
El grandullón, a juzgar por el color de pelo un Kinain redcap, cerró la bocaza. Un sátiro de pelo y barba rizados se echó a reír y movió un dedo con reconocimiento.
-Me gustas, chico, no te voy a decir que no. Pero ahora en serio... ¿nos estás proponiendo lo que creo que estás proponiendo? ¿Y eso en qué te beneficiaría a ti? ¿Qué te traería de bueno? ¿Esperas que te hagamos jefe?
-Nosotros no creemos en la superioridad de los putos sidhe -advirtió Maggie con voz gritona-. Si Pandora era nuestra jefa es porque no iba de sidhe. A ellos no les gustaba ella y vice-puto-versa. Y Reddie dio su visto bueno antes de volverse al Mundo Gris, qué coño, y si Reddie dijo eso por algo sería. Por eso te lo advierto: incluso aunque nos apeteciera hacer algo al respecto, no te daríamos nada a cambio. Nada. Igual derecho a dormir en el feudo alguna vez, pero eso es todo.
-¿Ah, si...?- Con fingida admiración- Que jodidamente caritativa eres, porque a decir tacos yo también sé. Me vas a dejar dormir en un feudo que sin un sidhe se está apagando y que además, el duque, amigo del anterior barón, os va a dejar tener durante... ¿Cuanto tiempo?- hago una mueca.- ¡Claro que tengo posibilidades de salir ganando!. Pero mi parte del trato anterior ya está satisfecha. Me pregunto si tenéis los huevos de hacer otro...trato.
Miro sonriente a la Nocker, me bajo del taburete de un salto, y camino arriba y abajo, mientras hago aspavientos grandilocuentes a modo de parodia de las clases nobles.
- Me pregunto si me haría falta vuestro apoyo erigirme como líder,¿Cuantos de los vuestros, o de vosotros incluso, aceptariáis mi liderazgo si os doy un lugar seguro y una mentira bajo la que preservar vuestra libertad?- un segundo de silencio mientras piensan "Jamás, puto estirado".- Porque es de eso de lo que va un Corby, de ser libre y no un jodido arrodillado ¿no?.-" En eso tiene razón."- Trabajad conmigo, sin juramento de vasallaje, solo los unos por los otros para salir ambos beneficiados. Yo seré vuestra máscara ante el duque y vosotros haréis lo que quiera que se os de bien por el bien común. Dispondréis de un lugar del que huir de la banalidad, un banco de glamour, y unas reservas con las que despertar a los vuestros antes de que tengan su última muerte quimérica.- lanzo una mirada súbita a la nocker, sabía lo del gruñon al que estaba cuidando y se lo quería dejar claro.-Os dejo pensároslo mientras me voy y vengo.
Me acerco a la fuente mas cercana, sigiloso y prestando atención a su debate. Después de echar unos tragos, vuelvo.
El sátiro asintió con energía a las palabras de Silveth, como si él mismo hubiese considerado ya esa posibilidad. Maggie le miró y se encogió de hombros. Aprovecharon el tiempo en que Silveth se dio una vuelta hasta la fuente más cercana para hablar y, cuando regresó, Maggie estaba de pie y esperándolo.