Shyam se relajó en el asiento.
-Pues, eso. Que tenemos una Quimera que cazar. Otra vez. ¿Quieres qué hablé con Garin?
PD: pero que puto eres...
-Si, por favor, dile que se pase por aquí cuando pueda. ¿Un poco de tarta?- Ofrezco tentador con una sonrisa, mientras llevo la conversación a otros derroteros.- Investigando el asesinato de Pandora, descubrí que hay alguien que está pasando Faes a Hierro frío. Deberíamos tener cuidado. Además de sus... actos de despecho, no sé en que más estaba metida.
P.D: Muack.
-El libro lo tiene Damara, que a su vez la tiene Calandra. Así que igual viene todo el séquito real -comentó divertido-. Por si prefieres que no te invadamos la casa. Y sobre Pandora... No tengo ni idea de qué hacía, pero no es nada agradable saber que alguien está usando Hierro Frío.
Te va a durar una escena. Lo siento:(. Narrativamente me molaría mazo que fueras a declararle tu amor al Oba, la verdad, pero tienes demasiada Banalidad.
Ya xD molaría mil. Bleeee. No me dura lo suficiente como para liarla sin querer ni para trincharle como un pavo cuando se me pase.
-No importa, que vengan, desde que se fue Jackob hay demasiado silencio por aqui.
-De acuerdo. Se lo diré -dijo esbozando una sonrisa algo amarga. Tras unos segundos se levantó como dando la conversación por terminada, pero en el último momento volvió a mirar al Fiona frunciendo el ceño-. Oye... ¿Estás bien? ¿Necesitas... salir a tomar unas copas o algo? Yo, bueno, tengo una invitada en casa pero algo se podrá hacer.
-Umm... Vale. Estar rodeado de buenos recuerdos no es la mejor medicina para sobreponerse a un abandono. No te preocupes por las copas, ya las recogeré al volver.- me levanto y le acompaño por el pasillo hacia el hall.- ¿Sabes que antes de irnos Jackob estaba celoso de ti? Pensaba que por que estuvimos repartiendo panfletos informativos del VIH juntos, estaba teniendo una aventura contigo. - Me río. El Gruñon era atractivo, pero había dejado claro ante los intentos de Calandra que sólo estaba interesado en las mujeres. Al menos por mi parte era completamente respetable, aunque casi se podía considerar raro entre los Fiona.- Por cierto, tu invitada... ¿es una amiga o una "Amiga"?- pregunto con voz sugerente y una sonrisa, me encantaban los cotilleos.- Podemos salir los tres a tomar algo. Prometo no llamar a Amanda, o vamos a ponernos a hablar de ropa como colegialas.- Comento mientras le abro la puerta.
El sidhe se alegró de que accediera a su propuesta. Seguro que les venía bien a todos relajar el ambiente.
-Es una 'amiga', y te haría mucha gracia saber quién es -bromeó con una sonrisa pícara-. ¿Te pasas por mi casa y vamos a algún garito? O si prefieres, paso a buscarte después de cenar.
-Voy yo, así os interrumpo en medio de plena faena, si puedo.-bromeo apoyado en la hoja de madera de la puerta.- Me vas a dejar con el misterio de saber quién es hasta ésta noche ¿Verdad?- Me río, divertido ante la situación.-. Iré sobre las nueve, ¿Te parece bien? Ya sé donde es de dejar a Nadim después de alguna borrachera en el portal.
-¡Ah! Esta noche lo sabrás -rió el Fiona poniéndose la chaqueta, sonriendo ampliamente-. Me parece bien la hora. Te veo esta noche, entonces. Cuídate.
Martes, 20 de noviembre de 1984 - 14:25
Se había pasado por el local de la asociación y le habían dicho que Tad había caído enfermo y que, por lo visto, esta vez era bastante grave. Le habían pasado la dirección del hospital, un papel cargado de tristeza que pesaba como un el plomo dentro de su bolsillo. Consideraba la idea de pasarse a saludar o a despedirse caminando por el Haight cuando, sin venir a cuento, recordó que Garin le había dicho que Calandra había hecho iluminarse el cetro. ¿Por qué Silveth le había mentido... y por qué lo había olvidado momentáneamente?
Martes, 20 de noviembre de 1984 - 14:25
Silveth salió para buscar a Glenn y devolverle su dedo para así tener un modo de preguntarle por su versión. El troll, con su lerda inocencia, le explicó que había llegado a casa de Pandora con la intención de intentar llevarla ante la justicia por sus crímenes contra los Soñadores. Al llegar lo había encontrado todo patas arriba, a la sidhe muerta con Hierro Frío y a Ed el Rojo armado con machetes y vestido para el combate de pie en el salón. Intentó detenerle por las buenas y él, con la rabia propia de los redcap, le mordió la mano y le rajó la cara. La pérdida de los dedos no le tenía tan preocupado como la fea cicatriz que le partía en dos el rostro, hinchado y cosido en su semblante quimérico. Según Glenn, había logrado reducir al redcap y lo había llevado con a las mazmorras del Duque, donde había pasado todo el fin de semana.
Sin embargo, la araña adivina le había sacado de allí tras hablar con Aeon y prometerle que cuidaría de que no se metiese en problemas. Glenn no estaba de acuerdo con ello, pero había recibido una importante compensación económica por parte del redcap, por lo que no iba a seguir insistiendo. El redcap había quedado vetado de todo feudo bajo la protección de Lord Aeon, así que un problema menos.
Sobre lady Dahlia sacó que continuaba siendo vasalla del Duque, pero que había acudido al Polvo para aconsejar y ayudar a Lord Schazzenan.
El sidhe se paró en seco, alicaído por la noticia de Tad y ahora confuso e irritado. Trataba de explicarse por qué Silveth había hecho tal cosa, pero ninguna de las respuestas resultaba agradable y se sentía cada vez más traicionado y estúpido. Aborrecía aquella sensación, querer hacer el bien por alguien y encontrarse con mentiras o cosas peores. En su rostro nació una profunda arruga entre ambas cejas, y apretando el papel con la dirección que había en su bolsillo echó a caminar con pisadas fuertes. ¿En qué estaba metido el Fiona? ¿Estaba intentando borrar el nombramiento de Calandra? ¿Qué demonios significaba todo aquello?
Estuvo a punto de volver a casa de Silveth para aporrear su puerta, pero lo pensó dos veces antes de cometer una locura. El sidhe tenía un revolver, y su destartalada armadura poco podía hacer contra una bala real. Además, había gente que se merecía más su atención que él. Decidió ir a ver a Tad, despedirse por si no volvía a ocurrir tal oportunidad. Luego hablaría con Van Doren. Silveth tramaba algo y no sabía el qué. Pero iba a estar en su casa a las nueve de la noche.
PD: aprovecho para hablar con mi amigo el troll y que me haga los análisis.
En el hospital, Tad le recibió con sorpresa y una amplia sonrisa. Su piel estaba enrojecida y tenía los ojos apagados y el pelo seco y sin brillo. Verlo no era más impresionante que contemplar a Stevron días antes; la visión de un sidhe moribundo era perturbadora. Sin embargo, Tad era el recuerdo de que lo que Shyam podría haber sido. Tad seguía enfermo y Shyam, que cada día se sentía más lleno de vida, no.
Tad alargó una mano en busca de su contacto.
-Andy, pensaba que te habías marchado de vacaciones o algo así. -Tosió con fuerza. Las flemas aferradas a su garganta se resistían a salir-. ¿Cómo estás?
Shyam había tomado todas las precauciones que habría considerado oportunas de seguir enfermo, pero estas no fueron suficientes para amenizar el impacto de ver a Tad de aquel modo. Ni siquiera habiendo visto a Stvron hacía apenas unas semanas. Entonces había pensado que él sería el siguiente. Sin embargo, lo que lo invadió ahora fue un terrible sentimiento de culpa y egoísmo. ¿Por qué había sido él más merecedor de aquella copa que Tad? De repente se le esfumó la sonrisa ensayada con la que había entrado al lugar, y agradeció que no se viera tras la mascarilla.
-Tú eres más importante que unas vacaciones -dijo con menos fuelle del que esperaba. Se acercó y le cogió la mano con fuerza-. ¿No te decía tu madre eso de abrocharse la chaqueta y coger bufanda y guantes?
-Ya sabes, tío. Catarros de otoño. Es típico -contestó con una sonrisa que se desvanecía-. Me alegra verte tan bien. La última vez estabas algo jodido, ¿no?
-Logré pillarlo a tiempo -contestó con tristeza. Le pasó una mano por la frente, donde todavía le quedaba la marca del corte de hacía unas semanas. No había sabido qué decir frente a Stvron y no sabía qué decirle ahora-. Y tú también. Nada de tirar la toalla ahora, ¿eh?
-Sí, sí. ¿Crees que voy a dejar que me mate este cabrón? -Tad volvió a sonreír-. No te preocupes. Estaré bien en no muy poco tiempo. Ya lo verás.