Partida Rol por web

Miércoles, 21 de noviembre de 1984 - 09:40

Cuando Neil despertó con un dolor de cabeza considerable, no supo dónde estaba. Le habían atado a una silla con una cuerda muy resistente, los brazos tras el respaldo y los tobillos a las patas. Apenas podía moverse por la presión de los nudos y se sentía muy entumecido.

Lo último que recordaba era haber ido a visitar a alguien y haberse peleado. Quizá había disparado una pistola. No le quedaba claro. Quizá hubiese sido un sueño, pero su situación actual era, cuanto menos, inquietante.

Estaba en una habitación no muy grande, de unos seis metros cuadrados, y a su alrededor había estanterías metálicas con cajas de cartón etiquetadas, pero no podía leer lo que contenían. Una puerta de metal al fondo de la habitación era la única manera de salir y una bombilla pelada zumbaba sobre su cabeza.

Frente a él había tres personas. A dos las conocía de algo. El chico alto de barba era enfermero. Se llamaba Andy. Tenía la mano vendada. La mujer exhuberante de cabello oscuro estaba relacionada con él, pero no sabía por qué. El hombre de pelo castaño y barba incipiente, de anchos hombros y vestido con un chubasquero, era al que menos conocía y el que más inquietud le provocaba.

-Se ha despertado ya -dijo el de pelo castaño mientras apagaba un cigarrillo con el pie.

-¿Creéis que las pinzas para los pezones son apropiadas? Ah, ¿ya está de pie?

La mujer dejó de enredar un momento en su maleta y se volvió hacia el chico.

Andy estaba sentado sobre unas cajas con la mirada perdida en la nada. Emitió un chasquido cuando advirtieron que Neil se despertaba, y se levantó apoyándose en las rodillas. Se cruzó de brazos y avanzó hasta quedar a la altura del hombre con chubasquero.

-Ni siquiera a punto de morir has tenido lo que hay que tener para matarme. Menuda decepción.

-¿Eh? ¿Matarte? Andy, ¿De que estas hablando? ¿De que va todo esto?

El tipo del chubasquero se cruzó de brazos y miró a Neil seriamente.

-¿Puede alguien acabar con esta mierda ya? Metedle el chute, que yo estoy seco.

-¿Qué?¿¡Qué!? ¡Estas metido en drogas!.- Empiezo a gimotear, estaba rodeado de gente desconocida, en un lugar desconocido.- ¡Por favor, dejad que me vaya! No diré nada, lo prometo. Yo solo soy modelo, y si algún paparazzi os ha seguido estaremos todos en problemas. ¿Si?

-¿Quién te va a seguir? No te siguieron cuando entraste en un paraiso BDSM ni cuando torturaste a una de sus encantadoras empleadas, te van a seguir ahora. Me sorprendería que hasta tu agente diera algo por ti ahora que tu marido le ha contado a todo el mundo que tienes SIDA mientras estabas inconsciente -Van Doren sonrió de manera cruel.

-¿Torturar empleadas? Andy...-le miré dolido, al parecer lo había averiguado y lo había rajado, no creía que lo que decían de Jackob fuera cierto.- No sé como sabéis lo de mi enfermedad, pero os estáis confundiendo de persona, de verdad. 

Ahora que había dicho tantas palabras seguidas se dio cuenta de cuál era el origen de sus dolores. Tenía los labios y la nariz rota y al pasar la lengua por los dientes frontales, notó un incisivo algo suelto. Parecía que mientras dormía le habían dado una paliza. Eso, sin contar el dolor en la parte baja de la espalda.

Andy sacó una botella de agua y sirvió un vaso de agua al que le echó un sobre de algo. Parecía medicamento.

-No nos confundimos de persona, Neil. Tú me has hecho esto -dijo con suavidad alzando la mano vendada-. Con una pistola. ¿Te suena?

Le dio un trago al vaso y se acercó a él, tendiéndoselo.

-¿Quieres? Es para el dolor. Tiene receta, no te preocupes. Me la han dado después de dos horas de operación.

-Te he reventado la cara; tiene que dolerte. Mejor que tomes eso.

El redcap dio un par de pasos y cogió el vaso de las manos de Shyam para dar un trago.

-¿Ves? Es inocuo.

Ahora intentaban ir de buenos, o como si me hicieran un favor...

No podía ni apretar los dientes ni los labios, pero no me iba a tomar esa mierda. Seguro que estos tipos eran adictos funcionales a los barbitúricos, pero no iba a darles el gusto de bebérmelos y juntarme a su club.

Echo la cabeza hacia atrás, no quería verles, que me hicieran lo que quisieran, pero que terminase ya. Solo había una explicación para todo lo que me habían echo por que sí, iban a matarme. No me iban a soltar, y aunque lo hicieran, no tenía carrera, no sabía a donde ir, no sabía que querían de mi. Nada, era la única respuesta.  Pienso en mis buenos momentos con Jackob, encontrando refugio en la luz de esos recuerdos. 

Entonces un sonido cortó el aire, y después otro, y después otro más y cada vez se sucedieron más rápido. Sin previo aviso Van Doren había sacado una fusta de equitación de su maletín y estaba descargando su ira contra la cara del chico mientras gritaba:

-¿¡POR QUÉ!? ¿¡POR QUÉ SIEMPRE TIENES QUE JODERLO TODO?! ¿POR QUÉ NO PUEDES HACERLO BIEN NI UNA SOLA PUTA VEZ?! He... estado... gastanto energía defendiéndote estas últimas horas, intentando que no te enviasen de viaje a pesar de que no te debo nada. Es más, tu me debes a mi mi vida entera. Pero lo acabas de echar todo por la borda. ¿Y sabes qué? Que ya me da igual todo. Me da igual que se te vayan a comer la nariz y que te vayan a desfigurar mientras aún sigues vivo, porque sinceramente me importas una mierda. No se como se me ha podido ocurrir pensar que quizás estaba mal que te pusieran los pies en cemento cuando es lo que toda persona con dos dedos de frente te haría sin dudar. Tenías fama, tenías fortuna, tenías amigos y tenías una cura, pero al parecer siempre has sido demasiado imbécil para darte cuenta de tu suerte.

Van Doren fue a darle una vez más pero consiguió calmar sus ansias. Se dio la vuelta, respiró hondo, y le habló entre dientes enseñando los colmillos. Tenía las mejillas enrojecidas, aunque mucho menos de lo que enrojecidas y amoratadas que estaban las de Silveth.

-Espero que hayas disfrutado. Alguien me dijo que una vez confesaste a una mujer que querías probar lo que era estar conmigo. Pues ahí tienes, hijo de puta.

La pooka cerró los ojos.

-Se acabó, que alguien llame a los perros.

El hombre de pelo castaño dejó que la mujer se desfogase contra el prisionero mantiendo una cara de póker, pero cuando ella se dio la vuelta con actitud derrotada se le acercó para pasarle un brazo por los hombros y apartarla de Neil. Le acarició la mejilla con una mano mientras miraba al hombre de barba y asentía.

Shyam contempló la escena sosteniendo el vaso, las cejas ligeramente alzadas y aire de sorpresa. Pero todo eso se borró en el instante en que Van Doren les dio vía libre. Le devolvió el gesto a Eddie y esperó a que le dieran el revolver que le había arrancado dos dedos de cuajo antes de acercarse a Neil y vaciarle el contenido del vaso por encima.

-Escúchame -ordenó tirándole del pelo para enderezarle y ponerle el cañón en la sien-. Que sepas que esto no se acaba aquí, Neil. Las consecuencias continuarán con Jackob, igual que le pasó a tu amiga. Y todo su sufrimiento es y será por tu culpa.

Separó el cañón unos centímetros para que el retroceso no le jodiese la mano sana y disparó.

Solo podía llorar y guardar silencio. No entendía nada de lo que estaba pasando. No comprendía. Ellos me tomaban por alguien que no era. Hice el esfuerzo por mirar a Andy e intentar hablar.

-No sé quién pensáis que soy, pero debe ser un verdadero hijo de puta para que queráis torturarle así y además matarlo. A él y a la gente que le rodea. Debe ser un verdadero cabrón, y un asesino torturador como vosotros. Debe ser peor, porque estáis cayendo tan bajo, que para que se lo merezca debería estar por debajo. ¿A quién ha matado? ¿A quien le ha reventado la cara? ¿A quién ha secuestrado para que queráis hacerle todo esto? ¿Qué ha hecho, para que podáis hacer todo esto y sentiros como que es justo y que estáis por encima del daño que ha causado?

Miro el cañon esperando la bala... y la bala llega. 

El disparo entró por la sien y salió por el otro lado. No sintió nada.

El tiro le destrozó la cabeza. La sangre se esparció por las cajas de la derecha y el cuello se dobló hacia abajo.

Eddie sacó una navaja y cortó las ataduras de Silveth, que se desparramó por el suelo sobre el plástico que había colocado previamente. Arrodillándose a su lado, el redcap sujetó una de sus manos y se llevó los dedos a la boca.

-Esto va a llevar unas cuantas horas. Igual no queréis verlo -dijo antes de morder.