Partida Rol por web

-¿Traer una cura? -Dahlia sonrió amargamente-. ¿Quién va a perder su oportunidad de sanar cualquier enfermedad por mí, Shyam? ¿Sanar a sus esposos, a sus hijos, a sus amigos? ¿Lo harías tú? Yo no soy Stevron, bien lo sabéis. -La tristeza regresó a su rostro-. Nadie va a lanzarse al peligro para salvarme la vida. Siete personas fuisteis en su busca. ¡Siete! Eso son siete más de las que irían por mí. No tengo súbditos ni vasallos, el único leal a mí murió por mi mano esta mañana. Os necesito. Te necesito. Y tú me necesitas a mí.

El sidhe avanzó un paso con resolución mirándola con dureza.

-Yo lo haría si pudiera, porque confió en la gente y confió en que enmendéis vuestros errores. Pero no puedo arriesgar todo lo que tengo sin hechos que lo sostengan. ¿Cómo creéis que siete personas juramos arriesgar nuestra vida por él? ¿Por qué creéis que todos nosotros hacemos lo que hacemos? Antepuse mi vida a la de mi Lord y lo haría por quien lo mereciera. No sé en qué os necesito, pero esa no es la pregunta. La pregunta es, ¿lo merecéis?

Cuando él se adelantó, ella atrasó un pie.

-No lo sé. ¿Sí? Sí. O no. No lo sé. ¡No lo sé!

El Fiona guardó silencio más de lo que se esperaba, y pareció desinflarse conforme los segundos pasaban cambiando su firmeza por una profunda tristeza dirigida a ella.

-Cuando seáis capaz de responder a esa pregunta y aceptar sus consecuencias, buscadme. Estaré encantado de ayudaros en lo que pueda -contestó en tono quedo con la seguridad de quién es sincero. Y se dispuso a regresar con los suyos.

Tras hablar durante varios minutos con Dahlia, Shyam regresó con el grupo.

Shyam regresó junto a sus amigos, y la sombra de la tristeza pesaba sobre él como una terrible losa.

-Lady Dahlia está bien. Ha intentado encontrar a los Oscuros pero no ha tenido éxito -explicó con desgana-. Hemos hablado de una mutua colaboración sin llegar a un acuerdo. Hace unos días me ofreció la posibilidad de obtener un título al recibir la noticia de la amenaza que suponía Suri, y le dije que no me interesaba un puesto de poder. No ve con buenos ojos que Calandra sea el sucesor y se niega a aceptarlo. Pero después de todo lo que ha pasado... Se me ocurrió retomar la oferta para luego dividir el poder o, al menos para recuperar el control y no dejarlo en sus manos cuando logremos revivirlo-. Parecía muy seguro de ir a lograr esa parte del plan-. Pero ahora solo un Lord o Lady podría optar al feudo y su condición a sido un casamiento político que me convertiría en consorte, por lo que al final todo recaería en ella y en mí, excluyéndoos a vosotros. Lo siento, no se me dan muy b¡en los temas políticos.

El rostro de Van Doren cambió de expresión en varias ocasiones. Primero pasó por la sorpresa, después por el interés y finalmente por el rechazo. La pooka negó con la cabeza indignada.

-¿Qué? No puedes casarte con ella -dijo por diferentes razones, y una de ellas no hacía falta decirla en alto para saber cual era-. Si es cierto que si quisiera podría tener el feudo igualmente, ¿por qué quiere atarte en corto? El bastón seleccionó a Divine, él también podría nombrarte sucesor sin tener que casarse contigo.

Calandra, que no tenía el día para andar pensando en política, se puso de puntillas para mirar a la sidhe por encima del hombro de Shyam.

-Pero vamos a ver, la chica esta, ¿nos ayuda o no nos ayuda? Porque buscando Oscuros es igual de inútil que nosotros, y que sepas que he visto Pink Flamingos y tu puta madre, rica -dijo, volviéndose hacia Van Doren. Miró de nuevo a Shyam y se encogió de hombros-. Mira, no me fío de nadie que se llame Dahlia y vaya de negro, pero allá tú. Lo que yo creo es que tenemos otro asunto más importante entre manos, señoritas.

-Sí. Pero ahora mismo no veo muchas opciones. Si tú las tienes, soy todo oídos -dijo cruzándose de brazos.

Van Doren le miró con desconcierto y no siguió la conversación.

-Necesito más información antes de llegar a una conclusión, y un café... Y a poder ser un buen viaje al Ensueño. Calandra tiene razón, tenemos que ir a hacer las compras antes de que nos cierren.

-Tengo mis recursos, pero necesitaría una cama, un teléfono y una lima de uñas. Así que sintiéndolo mucho, Calandra se vuelve a su capullín. Mami necesita dormir para estar guapa.

Van Doren se llevó una mano al rostro y se frotó uno de los ojo.

-Tenía que haber hecho caso al hombre del tiempo y no haber salido de casa... Voy a volver al Terciopelo con Rose, por si quieres que le diga algo -le dijo a Shyam.

Shyam se dio cuenta de que en el fondo no estaba entendiendo del todo a los pookas, y no tenía muchas ganas de hacerlo. Miró a Damara de soslayo en busca de apoyo sin mucho éxito.

-¿Crees que sería oportuno hablar con ella ahora?- preguntó con cierto reparo. Sabía que él no estaba precisamente en su mejor momento para hablar, pero no iba a darse por vencido.

-Hablar nunca está de más, pero no soy adivina. Haz lo que creas que es lo correcto, no me pienso meter en medio.

Shyam asintió tomándose un momento para reflexionar sobre las palabras de la pooka. Volvió a repetir el gesto cabeceando varias veces seguidas de un suspiro.

-Está bien. Vamos.

Cuando llegaron a casa de Eddie, Rose no estaba en la sala de estar, pero se había dejado la luz encendida. Van Doren la encontró en el dormitorio, donde había abierto un cajón de una de las cómodas y había sacado cuerdas, un bote de lubricante con dispensador y tres fustas de diferentes tamaños. Estaba guardándolo todo apresuradamente cuando la pooka abrió la puerta. Rose, roja de hasta las cejas, intentó taparlo con su cuerpo.

-¡Anne! ¡Pensaba que estarías en el hospital! Estaba buscando... buscando... algo para la jaqueca, que siempre se me pone dolor cuando lloro. ¿Cómo está Eddie? -Se encontraba demasiado avergonzada para percatarse de la presencia de Shyam, al parecer.

-Qué bien... -dijo Van Doren al ver el percal-. ¿Estás segura de que has mirado bien en el baño...?

Con todo lo que había ocurrido no había pensado en lo que suponía dejar a Rose sola en casa de Eddie. Conociéndola seguro que salía de allí sabiendo más de los dos que ellos mismos.

-Eddie está como una rosa.

El sidhe se rascó la nariz y miró en otra dirección de forma nada discreta hasta que su presencia se hizo de notar. Alternó la mirada entre madre e hija fijándola en esta última con más vergüenza de la que le habría gustado.

-Me preguntaba si no sería mucho inconveniente bajar a tomar un café o algo y hablar de lo de esta mañana.

-¡Shyam! -exclamó, sorprendida. Su sonrojo se hizo más evidente y apartó la mirada de la puerta-. ¿Un café? No sé. La verdad es que no estoy muy segura de que hoy sea un buen día.