Partida Rol por web

El jonio siguió la ruta de salida en completo silencio, aunque una vez en el templo escuchó con atención las palabras de Ifiansa, las cuales eran sin duda un privilegio, pues contar con alguien tan cercano a los dioses en el grupo era un milagro en sí mismo. No obstante, seguía sin poderse creer que su adorado Zeus hubiera sido engañado de esa forma "Seguro que debe haber algún artefacto de sumo poder detrás de todo esto, Hades debe estar utilizándolo" pensaba para sí tranquilizando así su fervor en el padre de todos.

No obstante, también tomó nota mental de las deidades "desestabilizadoras" como Hécate, de la cual el imprudente Atreo se había convertido en un nuevo adorador; eso sin lugar a dudas era un enorme problema que acabaría pasándoles factura, si es que no lo había hecho ya, porque no sería muy extraño pensar que la misma Hécate estaba detrás del intento de robo al rey para de esta forma disponerlo contra ellos de nuevo. Así pues, cuando escuchó dicho relato por parte de la sacerdotisa dirigió una dura mirada a Atreo, en clara señal de contrariedad por lo que hizo en la prisión.

Por último se dirigió a los guardias que los habían guiados y les dijo:

-Os agradecemos la excelente guía que nos habéis prestado nobles señores, aunque debo pediros un último favor, ¿si os encontráis a nuestro compañero restante podríais darle las indicaciones precisas para que pueda seguirnos? -preguntó en relación a Ébalo, pues si bien el dorio no era el miembro más querido, sí que era un compañero leal, y más de una vez su ayuda y curaciones habían sido cruciales en la batalla y por ende no le gustaba la idea de abandonarlo así como así.

Partimos, al amparo de la noche y siguiendo a los dos soldados de la guardia personal de la princesa Melani. Avanzamos sigilosamente hasta llegar al templo de Hera. Una vez ahí, Ifianasa nos comunica lo que le ha dicho la diosa. Sus palabras son importantes para nosotros pues mucho habíamos sido advertidos que el conflicto entre los dioses es el verdadero asunto, que toda nuestra misión y nuestras preocupaciones son cosas menores en un problema mucho más grande.

Por lo menos, sus palabras, nos iluminan acerca de quienes son los aliados y enemigos de la diosa Hera. Mucha lástima me da al oír que Zeus está siendo manipulado por el Hades. 

"¿Como no puedes verlo, Zeus Padre?"

Pero no tenemos tiempo para más lamentaciones. Debemos continuar con la marcha pues el templo de Poseidon nos espera antes de llegar al puerto. La visión de las tropas de Asine nos dice que el tiempo no es nuestro aliado y no podremos sobrevivir a una batalla contra todo un ejército. Somos héroes bendecidos por los dioses, pero no podemos ganar una guerra nosotros solos.

Es momento de huir y cumplir con nuestro destino.

Deben emprender la marcha lo antes posible o de lo contrario tendrán que plantar cara a todo un contingente de soldados dorios muy bien armados y con ganas de acabar con unos cuantos micenos. Así pues, siguiendo el consejo de la princesa y a sus hombres, salen por la puerta de atrás, hacia el templo de Hera. Se mantiene en silencio y escuchando a sus espaldas... Por si atacan por sorpresa.

Lo que IfianasaIfianasa les revela a la sombra del templo de Hera es preocupante. Zeus parece haber caído anteel hechizo de Hades y tiene cautivo al padre de todos los dioses sin que este se dé cuenta. No solo eso, era está cautiva y deidades antiguas comienzan a poner en movimiento todo el escenario sin que ellos puedan hacer nada. De momento.

Lo que tienen que hacer ahora es intentar llegar al puertos sin morir en el intento. Cosa que quiza sea difícil. Mira hacia atrás, casi esperando ver el destello del metal dorio. 

Con lo dicho por la princesa, estaba claro que cualquier encontronazo con las tropas del rey, acabaría en un sangriento combate y con una ejecución casi segura de ser atrapados. No teníamos opción, y nadie puso pegas. Cargo sobre mis hombros el equipo de Ebalo, el joven no había llegado a tiempo, pero aun así tenía la confianza que dentro de los designios de los dioses, sus pasos lo condujeran hacia el puerto de la ciudad. 

Avanzamos raudos dejando la villa a nuestras espaldas, mientras figuras de soldados dorios, avanzaban sobre ella desde los cuatro costados. Nuestra huida, nos había ido muy justa para mi gusto. En silencio y alerta avanzamos por la ciudad enemiga, estaba claro que en estos momentos, nuestras hazañas pasadas quedaban en el olvido.

Es al pasar cerca del templo de Hera, cuando Ifianasa nos hace partícipes de los designios de los dioses, y finalmente, nos confirma que ahora nos encontraríamos solos rodeados de enemigos. No nos quedaba otra, que aceptar nuestro destino.

-  Si nos toca avanzar cuesta arriba, los dioses y nuestras vivencias pasadas, nos han preparado para ello.

Spyridon escuchó las palabras de Ifianasa asombrado de su conocimiento en materia de Dioses. Había sido una suerte contar con ella y sus preciados dones en este viaje.

Asintió las sabias palabras de la sacerdotisa, el plan que mostraba era el más razonable e intentar evadir cualquier encuentro con la milicia local era lo más prudente. Le preocupaba el viaje por mar, Poseidon no era precisamente un Dios clemente y el que estuviera asociado con Ares no presagiaba nada bueno. Como fiel seguidor de Ares se sentía orgulloso de que no hubiera sucumbido a las pretensiones de Hades, pero la preocupaba que tampoco se hubiera asociado a Hera. Ares era un Dios temperamental y su alianza con Poseidon podría desatar el infierno entre los mortales.

- Hemos de llegar cuanto antes al puerto y escapar. Cualquier encuentro con los soldados será un derramamiento de sangre inútil. Por otra parte, quiero que seáis todos conscientes de lo que significa salir de aquí sin una princesa para nuestro rey.

Salir sin la princesa solo dejaba dos caminos frente al general, dejar que su amigo fuera ejecutado o enfrentarse al propio rey.

Todo a su tiempo, si no salían del país no tendría ninguna opción que elegir.

- No perdamos más el tiempo. Vayámonos.

Ante las palabras de Spyridon, una sombra de pesadumbre cruza mi cara. - Bien se lo que significa volver a nuestra ciudad sin lo acordado, pero de los aquí presentes, nadie quiso hacer lo que se debía hacer en caso de encontrarnos ante una negativa. Niego con la cabeza. - La senda del honor y la justicia, hace que los inocentes paguen el precio. 

Dejando atrás al templo de Hera, los héroes avanzaron tras los dos soldados Dorios que les guiaron en medio de la noche hacia el templo del dios Poseidon. Ya no había más edificios que les ocultarán, solo estatuas y algunos arboles que adornaban el patio exterior del templo. La luna se encontraba oculta bajo nubes de tormenta que empezaban a nublarlo todo en los cielos, y amparados en ella, el grupo pudo acercarse los suficiente sin ser vistos.

Frente a ellos se encontraba el templo de Zeus, con un par de edificaciones más pequeñas a sus costados y una gran estatua de Zeus frente al templo, la cual debía tener más de cinco metros de alto. Había un par de soldados deambulando cerca de la estatua, y con sus espadas desenfundadas, claramente estaban alertas y expectantes ante cualquier amenaza. Un sacerdote de Poseidon se encontraba más allá, sobre la entrada del templo del Dios y parecía estar hablando con uno de los guardias del templo, aunque sus palabras no eran claras.

– Hay dos formas de entrar al túnel bajo el templo de Poseidon – les dijo Ciriaco, uno de los soldados Dorios de confianza que les proporcionara la princesa Melani. – La forma más sencilla es asaltar rápidamente el lugar abrirnos paso hasta el edificio a la izquierda del templo. Se trata de la casa de los sacerdotes, un lugar de descanso para estos. En el dormitorio del sumo sacerdote se encuentra el pasadizo que nos sacará de aquí – explicó mirando a su compañero, dandole a entender que llegaba su turno.

– La segunda forma de entrar sería mediante cuerdas, destreza y fuerza. Hay un acceso en las faldas del acantilado que da a cámaras subterráneas bajo el edificio a la derecha del templo. Podemos descender sin ser vistos y con algo de destreza podríamos entrar allí. A estás horas podríamos encontrar a uno o más sacerdotes orando al dios de los mares, pero no serán una dificultas si actuamos con sigilo. Desde allí podremos tomar un túnel que nos llevará hasta el almacén que se encuentra en el edificio contrario, el que tienen los sacerdotes para su descanso. Obviamente desde ese punto la tarea sería la misma, infiltrarnos en la habitación del sumo sacerdote para acceder al túnel – Concluyó Arsenio sonriendo, quizá emocionado por su explicación o quizá por el reto que implicaba.

– Mi compañero Arsenio es un apasionado del sigilo y la destreza, yo por mi parte prefiero la violencia y la fuerza. ¿Que deciden?, ¿nos abrimos paso rápida y violentamente, o nos adentramos con prudencia y sigilo? – Preguntó Ciriaco listo para actuar.

Tras algunos esfuerzos conseguimos llegar a las cercanías del Templo de Poseidón. Ahora tan sólo restaba llegar al pasadizo subterráneo y de ahí al puerto. Cuando llegamos al Templo, vemos a una pareja de guardias, espadas en mano, haciendo guardia y alerta, mientras que un poco más lejos, y a la vista, había un sacerdote hablando con otro guardia. 

Antes de que Ciriaco y Arsenio comentaran las opciones que teníamos, ya empecé a pensar una manera de meter a todo el mundo allí. Lo fácil, como coincide Ciriano, es entrar a tortazos y llegar hasta la cámara del sumo sacerdote y al pasadizo secreto pero, como consecuencia, llamaríamos la atención de nuestros perseguidores y la cosa podría torcerse, así que al menos, por el momento yo descartaría esa linea de acción. Por otra parte la opción de Arsenio no me parece tan desacertada, dada la situación actual, que requería actuar con sigilo. 

.-Puedo sugerir una linea de acción alternativa. Un ataque sigiloso. Me explico: Si abatimos a los guardias que están ahora mismo a la vista y noqueamos al sacerdote sin alertar al resto que haya dentro ni a los alrededores. Podríamos asegurar la posición en cuestión de minutos. No niego que la opción de Arsenio podría ser la más adecuada para la ocasión pero no tenemos tanto tiempo para realizar ese rodeo y menos aún cuando toda la ciudad nos está buscando.-empiezo a explicar mientras señalo a los tres guardias y al sacerdote:-Cuando abatamos a los guardias tendremos que esconder los cuerpo donde se pueda para no alertar a cualquiera que pase y asegurarnos de que el sacerdote quede bien dormido. No resultan una amenaza.-concluyo mientras hago un breve rezo y saco dos flechas de punta de hierro para apuntar a los dos guardias que tenemos más cerca:-Yo podría acabar con esos dos de ahí delante. Atreo podría con el otro que está un poco más alejado con el sacerdote y que otro noqueara al sacerdote.-

Spyridon asintió a Anatolius.

- Somos demasiados para intentar trepar sin que se nos vea o alguien cometa algún fallo y caiga o haga algún ruido. Solo son tres, pero tenemos que ser rápidos para que no den la voz de alarma.

Las palabras de Spyridon calan profundo en mi pecho. Sé que no cumplir con lo que el Rey Alameo, o mejor dicho su gordo consejero Zorba, nos ordenaron significará fallar en nuestra misión y sentenciar a mi padre a muerte. Pero yo no permitiré que mi padre muera por esa injusticia así tenga que asesinar al regente con mis propias manos.

"Ya me enfrenté a un rey, no titubearé en hacerlo contra otro mucho menos hombre."

Por mi mente pasa la idea de ir a por la princesa Haidee utilizando el disfraz que porto mas siquiera sé donde encontrar a la mujer. Por otra parte, conociendo la cobardía de Zorba, si llegásemos con la princesa secuestrada, nos diría que no hemos cumplido pues hemos provocado la guerra con Asine. De una forma u otra, estoy seguro de que nunca pensaban liberar a mi padre.

Intento consolarme pensando que nunca estuvo en mis manos conseguir a la princesa pues la única vez que intenté acercarme a ella, me alejó utilizando a su guardia.

Asiento y comienzo a moverme junto con el resto del grupo, hasta que llegamos al patio donde la estatua de Zeus decora todo. Le veo en su grandeza pero pronto me concentro en los guardias y el sacerdote. Los dorios hablan de los planes y doy mi opinión, después de escuchar a Anatolius y Spyridon:

 - "No creo que sea sensato derramar sangre de los sacerdotes de Poseidón. Ya está resentido con nosotros, aquello sería faltarle más el respeto pero es cierto que somos demasiados para el sigilo. Tendremos que luchar."

Pero no me da mucha culpa asesinar soldados dorios pues el Rey Karsten me dejó en claro que estamos en guerra y somos enemigos. Es momento de hacer lo necesario para poder salir de aquí y ver como ayudar a mi padre en la injusta condena que ahora no tendremos forma legal de conmutarla.

Mira a los demás. Derramar la sangre de esos soldados no le parece una buena idea, aunque cuando ellos no dudarían en derramar la suya si así les fuese posible. Pero eso es lo que les diferencia de ellos. No tienen por qué ser como sus enemigos.

-Causemos una distracción lo bastante lejos como para que los soldados se alejen y nosotros podamos entrar en el Templo sin derramar la sangre de esos soldados. 

Mira a su hermano Atreo.

-Atreo, creo que eres la persona más sigilosa del grupo. Sabes moverte entre las sombras y eres cazador. Podrías crear una distracción en la dirección opuesta que hiciese que los soldados se alejasen. Entonces podrías volver y podríamos entrar en el templo sin que ellos nos viesen.

Mira a los demás.

-Creo que es necesario que pasemos esta prueba sin llamar la atención y eso incluye herir, de cualquier forma, a los que se nos interpongan. Y menos si esos ataques son traicioneros.

Llegamos hasta el templo de Zeus sin el mayor contratiempo, bien ahora ante sus escaleras, guardias y sacerdotes cuidaban sus alrededores. Dos opciones se abrían ante nosotros, o bien un combate o bien el subterfugio ... yo era mucho mas partidario del segundo.

- No tengo problema en combatir, si es lo que hay que hacer, pero no solo nos enfrentamos a los guardias, que por bien que lo hagamos algo de ruido haremos, sino a un sacerdote ... respiro profundo antes de continuar ... de un enemigo declarado, y bien sabemos por experiencias pasadas los poderes que pueden desplegar. El ruido provocado por esos poderes, pueden causar que mas tropas se vean involucradas. Paso la mano por mi mentón. - Quizás esta vez deberíamos hacer caso al joven guardia y sortear el combate.

Tras mis palabras, solo podía esperar la decisión de Spyridon, a efectos prácticos, la suya era la última palabra, llegados al combate.

Al llegar al templo de Poseidón, se detuvieron algo alejados de la puerta, en un lugar sombrío que les proporcionaba algo de cobertura mientras decidían que hacer. Los dos soldados que les habían llevado allí les propusieron dos vías, y pronto se sucedieron diversas opiniones. 

Atreo miró a los dos soldados que vigilaban la puerta del Templo, ellos eran la amenaza, pues el sacerdote, para él, no lo era. 

Atendiendo a su querida hermana, asintió. Se acercó a ella y le entregó el saco que portaba, susurrándole - Hermana, confía en mí, ten y guarda ésto, no lo dejes atrás ni lo entregues, es mío. - 

Dicho ésto, se apartó unos pasos de sus compañeros y comenzó a concentrarse para hacer caer sobre él la bendición de Artemisa.* Poco a poco los sonidos fueron desapareciendo para él, y sólo podía escuchar un rumor constante que se repetía una y otra vez, con una cadencia propia. - El mar. - pensó, durante un momento, la figura de Poseidón, que tantas y tantas veces había visto en otros templos, se le formó en la mente, y cuando pidió por la bendición de Artemisa, ésta se diluyó como la niebla al sol. Frunciendo el ceño, de nuevo se obligó a dejar la mente en blanco y no pensar en nada, canalizando su energía interior en el don que le habían dado. Al poco, Atreo desaparecía de la vista de todos. 

Con pasos cautelosos, se acercó a los soldados por un lateral, primero tocando a uno de ellos y susurrándole - Duerme, amigo, no sufrirás más daño hoy. - repitiendo la acción con el otro soldado, para finalmente hacerlo con el sacerdote. No tenía sentido hacer más daño de lo necesario, no era algo que fuera en la naturaleza de Atreo, como hasta ahora había demostrado. Él sólo hacía daño si era totalmente necesario. 

Una vez hecho, tendrían el camino libre hacia la libertad, y todo gracias a los dones que Hécate le había concedido, a pesar de lo que sus compañeros pensaran de él, él haría lo que estuviera en su mano para llevar adelante la misión, rescatar a su padre y castigar a los culpables...y al Hades con quien opinara lo contrario. 

El jonio estaba de acuerdo con el pensamiento general de que no debían enfurecer más aún a Poseidón, es más, si estaba en su mano, les vendría bien ganarse en la medida de las posibilidades su favor. Es por ello que Talios secundó la propuesta general diciendo:

-Estoy de acuerdo con vosotros en no herir ni matar sacerdotes, es más, preferiría incluso no matar a ningún guardia, recordemos que nos buscan por un crimen que no hemos cometido, y derramar cualquier gota de sangre sólo nos declararía como los enemigos que el Rey Karsten desea que seamos, y no sé vosotros, pero yo no pienso darle tal satisfacción; la princesa Melani se ha jugado su reputación por ayudarnos, y si matamos a algún guardia, podéis suponer la ira paternal que recaerá sobre ella, y tampoco pienso permitirlo si está en mi mano -indicó haciendo una pausa para acto seguido relatar lo que a él le parecía mejor- así pues, estoy de acuerdo en que somos muchos para una infiltración, y por eso propongo dividirnos, me considero capaz de descender por el acantilado, y junto con un par más de vosotros, creo que es posible que podamos llegar hasta la habitación del sumo sacerdote, sé que por mi altura no soy precisamente sigiloso, pero mi plan es demostrarle a los sacerdotes que no queremos hacerles ningún daño y si colaboran se lo agradeceremos lo mejor que podamos, es por ello que si alguno de vosotros tiene maestrías en persuadir a los demás sería conveniente que me acompañara -dijo echando de menos al espartano que sería el ideal para aquella misión- si por el contrario opináis que no es idóneo, aceptaré lo que digáis, pero dividir nuestras fuerzas creo que puede ser un acierto en este caso, cuanto menor sea el grupo, menos posibilidad de ser detectados -concluyó dejando claro lo que pensaba y esperando a ver si los demás estaban de acuerdo o por contra se oponían a dividirse.

El grupo reunido junto a los muros que daban al acantilado de aquel peñasco a orillas del mar en la argolida, debatía sobre su proceder mientras Ciriaco y Arsenio escuchaban atentos, el primero se mostraba contento pues su plan era el mejor aceptado mientras que el segundo daba un par de argumentos en contra y apoyaba la moción del general Theron sobre el ruido que un combate de gran magnitud implicaría, aunque realmente no entendía lo que el miceno le decía a sus compañeros. Aunque el tiempo apremiaba y ya varios estaban listos para el ataque al ser mayoría, y ya cuando por último Talios quiso dar un giro a los planes y dividir al grupo en dos frentes, la situación cambio por completo.

Nadie se percato de los planes de Atreo y pocos conocían realmente sus capacidades de sigilo, pues poco uso les había dado hasta ahora. La mayoría se había percatado del saco que llevaba siempre con el hasta ahora, aunque Ischyros no sabía el contenido y nadie parecía querer comentarle debido a la presencia de los soldados Dorios. Además el general Theron llevaba a su espalda lo que parecía ser un segundo escudo envuelto en telas, aunque de nuevo nadie le había explicado a Ischyros de lo que se trataba pues todos salvo Ischyros habían visto Atreo entregárselo poco antes de que la princesa Melani llegara. Pocos se percataron pues de que aquel saco se lo entrego en aquellos momentos Atreo a su hermana Hypatia, y solo notaron que algo trama cuando de la nada, desapareció.

Ciriaco se debatió en su asombro y estuvo cerca de blasfemar a gritos ante lo que sucedía. Arsenio era más cauto y les miraba con recelo esperando a ver sus acciones. El gigante Talios se apresuró a ponerle las manos encima a Ciriaco, en señal de que mantuviera el silencio, dándole a entender a ambos Dorios que todo estaba bajo control, o al menos eso esperaban.

Pocos segundos después, uno de los guardias dorios del templo cayó desplomado al suelo, tal como si fuese presa de un pesado sueño que no le permitía sostenerse más en pie. Si su sorpresa fue grande, la de los dos soldados Dorios, el otro guardia del templo y el mismo sacerdote, fue aún mayor pues tampoco entendían lo que estaba sucediendo. El segundo guardia se acercó entonces a su compañero para asistirle, pero algo le alerto de inmediato.

– Quien anda allí – dijo el guardia desenfundando su espada y blandiéndola al aire. Algo parecía hablarle pues el soldado estaba atento a sus palabras y maldecía negando con la cabeza. – Eidolas, son Eidolas, espíritus condenados – gritó el soldado al sacerdote, el cual sorprendido, se apresuró a entrar al templo de su Dios Poseidon.

Los héroes reaccionaron en ese momento, conscientes de que las cosas no habían salido tal como Atreo esperaba, pero no iban a matar a un sacerdote, no era la intención de ninguno por lo que su objetivo principal era el guardia, sobre todo por que sería el primero en dar la alarma a gritos.

Tres flechas volaron con velocidad contra el guardia Dorio al tiempo que varios guerreros cargaban contra él, entre ellos el mismo Ciriaco que reaccionaba tarde al no comprender lo que sucedía. Las flechas dieron de lleno contra el guardia cortando toda reacción ante el enemigo que se aproximaba e Ischyros, quien había sido el más rápido de todos, usó una de sus técnicas de combate para acabar con el guardia de un solo corte.

Por su parte, Arsenio, Lykaios y Akintos, más conscientes del verdadero peligro, habían corrido hacia el sacerdote que huía, pero de la nada este se detuvo al buscar algo a su alrededor que no parecía ver, para entonces, desplomarse con suavidad en el suelo victima de un sueño profundo al tiempo que el martillo de Spyridon surcaba los cielos y se estrellaba contra la espalda de Atreo, quien era visible de nuevo.

El duro golpe del general no había dañado de gravedad al hijo de su amigo, pero había sido lo suficientemente duro para dejarle un moretón que le duraría por días al tiempo que lo sacaba del estado de invisibilidad que le había conferido la diosa Artemisa.

– ¿Que ha sido todo eso? – exclamó Ciriaco ante lo sucedido, pues el combate había terminado con la misma velocidad con la que había iniciado. – ¿Como ha podido desaparecer de nuestra vista?, ¿que hechicería oscura es esta? – preguntó de nuevo con insistencia en su voz. Aunque no había tiempo para todo ello, aunque la alarma no se había dado, el combate no había sido realmente silencioso y corrían el riesgo de que alguien les hubiese escuchado, lo mejor sería darse prisa y continuar con sus planes, aunque los Dorios no parecían muy convencidos de ello en aquel momento.

Arsenio, que era más sensato, miro al guardia moribundo con tres flechas en su cuerpo sumadas a la herida mortal que le propiciara el mismo Ischyros. Tomando su daga, le quitó la vida, era un Dorio al igual que él y no tenía intenciones de dejarlo allí agonizando mientras todos ellos hablaban como si no existiera. – Eso no es lo que me preocupa. ¿Como han hecho esto?, ¿Como han dormido a los guardias?, no es la primera vez que sucede algo así en esta noche – dijo con firmeza el soldado, aunque sin dejar claro si exigía una pronta respuesta, al fin y al cabo, seguía bajo las ordenes de la princesa Melani, y tal como ella les había asegurado, ambos soldados habrían de cumplirlas.

Atreo abrió mucho los ojos cuando sintió el golpe del martillo en la espalda. El dolor fue atroz y le hizo caer de rodillas y apoyar ambas manos en el suelo con lágrimas en los ojos. Su concentración se rompió como un cristal y se le pudo ver de nuevo perdiendo una de las bendiciones concedidas por Artemisa. 

Con dificultad, se levantó tocando con suavidad el punto dónde le había golpeado el martillo con una de sus manos. - Un poco más abajo y... -  dijo en tono acusatorio con los ojos cerrados por el dolor. Si le hubieran dado unos centímetros más abajo, le podían haber partido la espalda y allí se hubiera acabado todo para él. - ¿A quién se le ocurre atacar a un lugar donde hay un aliado invisible en combate? - pensó, mirando las tres flechas que podían perfectamente haberle impactado a él también. Sintió un escalofrío recorriendo su piel, imaginando que el degollado era él. 

Las preguntas del soldado Dorio le dieron igual, pues entre el dolor y la urgencia por salir de allí, todo lo que fuera no centrarse en su huida era dar mayores posibilidades al enemigo de atraparles, y según él, habían hecho bastante ruido como para atraer a quien estuviera más cerca. Miró al soldado degollado y negó con la cabeza, maldiciéndose a sí mismo por no haber sido lo suficientemente rápido como para dormirlos a todos y salir de allí sin que tuviera que morir nadie, que era su intención desde el principio. 

Él no era un asesino, y sólo se defendería en caso de ataque o extrema necesidad. 

- Todo eso no importa ahora...argh.... - contestó, haciendo una mueca de dolor - ...o los Dorios están sordos, o pronto tendremos una patrulla aquí. Mejor esconder los cuerpos y así retrasar en algo su búsqueda. Y mejor seguir moviéndonos. Tranquilos, están dormidos, no muertos. Al menos esos dos. - dijo, informando al resto. 

- General, debemos movernos. La entrada al túnel está en la habitación del sumo sacerdote, y dado que no nos esperan, quizá lo mejor sea entrar en silencio y llegar hasta allí, dejando inconscientes o dormidos a quien nos encontremos por el camino...mientras los escondemos también. No quiero cargar con más muertes de las necesarias, si es posible. - le dijo a su General. 

Una vez reunidos todos en la entrada del templo teníamos que seguir hacia la estancia del sumo sacerdote para encontrar el pasadizo secreto que nos llevaba al puerto. Tras escuchar a Atreo intervine:-Tienes razón Atreo, hay que ocultar los cuerpos. Id entrando, Talios ayudame a ocultarlos y luego nos reuniremos con el resto.-concluí y me dispuse a arrastrar cuerpos para ocultarlos. 

Cuando el gigante vio al primer soldado caer fruto de las flechas de sus compañeros, supo que todo estaba perdido, su misión allí había sido un rotundo fracaso y el hecho de ser considerados héroes ya de poco serviría, derramaron sangre local, y eso nunca lo perdonarían. Es por ello, que el deseo de separarse se renovó con más fuerza, pues no quería que lo vincularan en un plan que él no había apoyado, mas la costumbre le pudo, en cuanto su hermano le pidió ayuda sólo acertó a decir:

-Pero... pero... lo que hemos hecho es deshonroso, los dioses no nos lo perdonarán -expuso disgustado por el cariz que tomaban los acontecimientos, pero la cantidad de años aceptando las órdenes de su hermano que siempre se mostraban acertadas se impuso, por lo que dijo únicamente- está bien, te ayudaré pero no dañéis a los sacerdotes, me temo que eso es ya más de lo que los dioses están dispuestos a aguantar... -concluyó colaborando en la ocultación de cadáveres y dispuesto a entrar por la fuerza en el templo.

El derramamiento de sangre de un servidor de Poseidon, aunque solo fuera porque estaba protegiendo a uno de sus sacerdotes, no era un buena idea, pero ya estaba hecho.

Se disculpó ante Atreo, era difícil luchar con alguien invisible, el fuego amigo era casi inevitable. Se alegró de que su compañero solo estuviera dolorido.

- La próxima vez debes indicar cuales son tus objetivos para evitar que ataquemos donde estés, lo siento.

Asintió a Talios.

- Retiremos los cuerpos y recemos para que los durmientes no despierten en un buen rato. Esperemos no tener que luchar más.

- Creo que no debemos separarnos. Ahora que tenemos acceso a la torre entremos y vayamos a la habitación del sumo sacerdote. Esperemos no aumentar la ira que Poseidon ya debe tener con nosotros.